Milonga del Conservador


Milonga del Conservador 




Duro es pertenecer
a una secta de convidados
que está llena de malvados
simplemente por tener.
Y a fuerza de sencillez
le digo sin eufemismo
tanto pobre mecanismo
dista de ser sincero
pues malandras y nocheros
importan canibalismo.

Y se morirá viejo y solo
sin un hijo que le cebe
porque ha considerado plebe
a todo decente y probo.
La propiedad y el dinero
son los bienes y su orgullo
otear desde su mangrullo
y el afán de ser primero
mofándose de aquel tero
que donó lo que fue suyo.

Se burla de la decencia
del tesón y la honestidad
su meta y prosperidad
no registra a la conciencia.
No sospecha que la tierra
es un bien a preservar
que debe cuidar y amar
para que el surco no pierda,
que no todo es una mierda
sopretexto de ganar.



No está solo el convidado
tiene una corte que avala
no se olvide que bien paga
los servicios del malvado.
En épocas de malicia
y sin las defensas altas
es contado el que se fija
quién merece diligencia
en eso no hay quien lo rija
ni legislan en la urgencia.

No le encuentro explicación
de como crece esta especie
vive y muere sin que aprecie
de la buena condición.
Como sumo dolor le digo
habitante de estos Pagos
que he recorridos domas
tanto menos de mendigo
y nunca encontré tilingo
que no valore sus lomas.

No me mueve en la ocasión
ni me entusiasma el saber
como llegó a pretender
licenciar a la pasión.
Le juro que el muy atento
en una cruenta campaña
hizo discursos con saña
en procura de su invento
aún con falta de talento
ganó tejiendo maraña.



Un cipayo es servidor
de los bienes del tirano
y con su acento paisano
no te deja ni el hedor.
Para colmo de los casos
insiste en no defraudarte
que morirte no es matarte
y hay que seguir sus pasos
el capital se reparte
entre obedientes y mansos.

Al final de algunos años
y de cientos de proezas
un reguero de perezas
dibujaron en el paño.
Nadie estimó prudente
consultar a su conciencia
la miseria es una ciencia
pecado de un presidente
que nunca mostró decencia
aún premiado por la gente.

Miles de mercaderes
aplaudieron al cipayo
que descendió como un rayo
destrozando nuestras redes.
Y tuvo su fiesta el galán
de viejas embrutecidas
que acabaron con sus días
entre cirugías y afán
por parecer finas minas
ensanchadas por el pan.


Hoy somos tontos testigos
de que nadie lo eligió
de que nadie aprovechó
de los pobres y mendigos.
Amigos y compatriotas
les tengo malas noticias
aquí les traigo primicias
y una maleta de idiotas
que entre el oro y las caricias
nos dejó bien en pelotas.

                                                          Gustavo Marcelo Sala





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