Hoffa y
Hoffito III
El ala sindical del Grupo A
Poco tiempo antes de las elecciones
primarias nos atrevimos afirmar desde este foro que la candidatura de Cristina
Fernández de Kichner nos colocaba personalmente en una sombría dualidad
político-humanista. Por un lado la satisfacción de que el modelo Nacional y
Popular seguía contando con su más brillante y destacado exponente político. Al
mismo tiempo advertíamos sobre el recurrente e histórico grado de canibalismo
que nuestra sociedad ha desarrollado históricamente deglutiéndose literalmente
a nuestros mejores hombres y mujeres. Yrigoyen, Perón, Frondizi, Illia,
Alfonsín y hasta el mismo Kirchner. Hombres que siembran de citas y noblezas a nuestra
contemporaneidad pero que en su tiempo fueron destrozados por los intereses
coyunturales, democráticos gobernantes que fueron acusados de cuanta cosa
nefasta sucedía, mandatarios populares que fueron víctimas de las más
siniestras operaciones corporativas tanto internas, como externas.
De modo que dentro de este panorama la
actualidad no nos puede sorprender. En su momento sosteníamos que nuestra
conductora inexorablemente iba a ser sometida a ese determinismo histórico
colectivo que tristemente nos caracteriza y que en lo personal, desde el punto
de vista humanista, no estábamos ni estamos dispuestos a tolerar con la
pasividad de simples espectadores.
La presente reedición del armado
corporativo denominado Grupo A, en este caso a través de su ala sindical, de la
mano de la misma cabeza mediática que organizara en el año 2009 su ala
legislativa, resulta un correlato unívoco que las intenciones destituyentes
nunca arriaron sus banderas fundacionales más allá de la contundente derrota
sufrida en las urnas. En ambos casos la cuestión impositiva constituye el
centro de la excusa. En aquel momento fue el sistema de retenciones
agropecuarias, en la actualidad los gravámenes sobre los salarios más elevados
de nuestro colectivo laboral registrado.
El discurso hegemónico ha convencido a
una buen parte de nuestros compatriotas sobre lo nefasto que resulta tener un
sistema impositivo que tienda hacia la equidad. Desde luego que no se plantea
de ese modo, se lo hace desde el eufemismo y el embuste. Se habla de
confiscación, de impuesto al trabajo, y demás sofismas que hacen a la
universalización de la engaño. Entre ellos se observa como detalle substancial
la necesidad de bajar el gasto público sopretexto de que el dinero de los
contribuyentes es utilizado de modo malversado. Ante esta afirmación el
ciudadano finaliza aceptando cómodamente y desde su propio egoísmo que pagar
impuestos resulta poco menos que un desfalco por parte de un Estado corrupto e
ineficiente. La receta se reitera, los argumentos continúan vagando entre la
desinformación y la ignorancia sobre el entramado fino que encierra la
administración pública. Por ejemplo se habla del sistema de subsidios de los
servicios como si tal política no afectara positivamente en nuestros bolsillos
cotidianos. ¿Pensarán algunos qué se trata de un derecho adquirido? En ocasiones
me encuentro con compatriotas que ni siquiera lo toman en cuenta como ingresos
indirectos.
Hugo Moyano, advertido por el mismo
Magneto en una reciente reunión que el propio dirigente camionero admitió,
trabajó sobre un tópico muy menor tratando de fortalecerlo fuera de toda lógica
política. Lógica que sospecho encuentra al desbaste como única alternativa
racional. La desmesura de la reacción, cuestión que contó con fogoneo
mediático, por un tema que se viene actualizando año tras año y que no impacta a
los sectores más sensibles de nuestra sociedad se puede considerar una
excelente excusa para potenciar un conflicto que a la sazón de nuestra historia
cercana resulta ciertamente risible.
De todas formas existe una superficie,
una punta del iceberg, lo visible para nosotros, el vulgo. Por debajo se
encuentran los entramados más complejos y que generalmente no figuran en la
letra chica de las editoriales: El marco ideológico en el que se encuadran las
acciones políticas y su correlato de alianzas para el logro de tales fines.
Recordemos las acciones y operaciones
mediáticas construidas por aquel Grupo A legislativo y el consecuente daño
político que le causó a nuestra Patria durante su período de gloria, tiempos
que coincidieron con una coyuntural crisis internacional. El escenario, con
matices, se repite; en esta oportunidad las corporaciones optaron por un ala
más activa, que tenga mucha mayor capacidad de movilización y en consecuencia
de daño. En la actualidad y para sorpresa de muchos el brazo político de las
corporaciones lo constituye el movimiento que encabeza Hugo Moyano.
Evidentemente existen cuestiones que el Gobierno Nacional no piensa negociar,
lo que pone al dirigente sindical en una disyuntiva superior a sus propias
apetencias políticas personales: Alcanzar sus objetivos individuales por dentro
o por fuera de un modelo que lo ha erigido otrora como el mejor aliado y en la
actualidad como el más acérrimo opositor.
De todas formas el hombre no es un
improvisado en la materia. Sabe perfectamente los caminos que debe seguir para
acotar determinadas aspiraciones que ciertos vanguardistas de la izquierda
comenzaron a exponer en estas horas dentro del espacio sindical, como así
también conoce que deberá renovar su contrato el 12 de julio, y que de tener
éxito en la empresa indefectiblemente ese mismo contrato tiene fecha de
vencimiento el 7 de diciembre. Esta segunda renovación política dependerá de su
operatividad para impedir que los intereses de sus actuales aliados no se vean
afectados.
Luego del escandaloso 55% la derecha ha
logrado rearmarse a partir de sus propios infiernos. Posee un ala política
derrotada, mesa de enlace incluida, pero instalada mediáticamente, y posee un
ala sindical activa y omnipresente que no tiene reparos en incendiar el país si
fuera necesario, y que hasta ahora puede exhibir triunfos concretos en lo
concerniente al armado de poder. Un entrañable amigo de estos espacios, Manuel
El Coronel, se preguntaba atinadamente, y resulta paradójico luego de la
contundencia electoral de Octubre, si el Gobierno Nacional es realmente
oficialismo u oposición con respecto al poder real, y si éste existe de modo
uniforme, cosa que no tengo dudas, en dónde descansa. Considero la cuestión como el principal punto de nuestro dilema contemporáneo.
Tangiblemente estamos en condiciones de
asumir un devenir de tiempos políticos plagados de miserias, cuestiones que
dividirán aguas de modo inexorable. Resulta penoso observar que los jinetes que
montan los caballos destinados a despellejar a nuestra Tupac son tipos que
disfrutaron de las mieles del modelo y que la demanda mediática de la que hoy
disfrutan se debe a su participación pasada dentro de una construcción política
que vino para rearmar un entramado social que ni siquiera los más optimistas
pudimos estimar.
Desde este humilde espacio humanista
seguimos pensamos en Cristina; en su dolor interno ante la traición, en su
soledad ante la ausencia del compañero de lucha, aquel mismo que estuvo a su
lado cuando los arrebatos destituyentes del 2008. Es probable que si estuviera
entre nosotros muchos de los que se animan en la actualidad estarían debajo de
la cama o conduciendo un camión, como simples laburantes y no como
representantes de los que desean el cadáver de nuestra conductora, hambrientos
desquiciados que apetecen saciar su natural e histórico canibalismo de clase.
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