Compañero Lugo
Un hombre de
fe, con firme arraigo popular dentro de los sectores más sensibles de la
sociedad y muy distante de la irremediable maldad que la política requiere arriba a
la presidencia del Paraguay en el marco de una alianza progresista/liberar, construcción política diseñada en oposición al histórico partido Colorado, fuerza ésta que supo actuar en consonancia con el dictador Stroessner durante
su ejercicio de facto.
Las intrigas de
unos y otros en contra del primer mandatario no se hicieron esperar. A poco de
andar la erosión de los duchos en la materia encontraron en el celibato del
compañero Presidente su mejor excusa. Hombre que se hizo cargo de su propias
contradicciones de fe; cuestiones que no hacen al ejercicio del poder y la toma
de decisiones, y que muy por el contrario constituyen el basamento de su
estructura religiosa privada, actos en los cuales su responsabilidad sólo le
compete en lo personal. ¿Por qué un hombre de fe debe dejar de ser hombre
social, hombre real, hombre deseo? Debates sectoriales y puntuales que no hacen
a la gestión política. No es de extrañar entonces que el clero guaraní haya
sido la primera institución en validar el golpe cívico perpetrado.
Como quedó
demostrado en los informes confidenciales que expuso Julián Assange en sus
wikileaks. desde el año 2009 se estaba pergeñando lo que en definitiva ocurrió.
Más allá de los errores políticos de Lugo, sobre todo en lo referente a la
construcción de un ala política propia, no es menos cierto que dentro de una
sociedad en donde predomina un sistema casi feudal la cosa se complejiza
exponencialmente.
El Paraguay
constituyó en democracia, siguiendo su propia inercia, una sociedad
postdictadura con extremas diferencias sociales. El 10% de sus habitantes son
propietarios del 90% de las tierras lo que configura un estatus ciertamente
conflictivo en el marco de un país en donde la producción primaria resulta su
principal actividad económica.
Fernando Lugo
trató de romper con esa inercia intentando moderadamente propiciar políticas de
ocupación pacífica por parte del campesinado a cuenta de una histórica reforma
agraria esbozada décadas atrás, proyecto nunca tratado con la debida seriedad y notoriamente
cajoneado por el mismo congreso que lo destituyó.
Así pues, y
luego de una salud que nunca lo acompañó, los cipayos de siempre, los enemigos
de la América Latina dieron con el cura sin que medie una mínima resistencia
activa, el desgaste se había consumado.
Desde adentro
del territorio es muy poco lo que se puede hacer. Estratégicamente el Paraguay
encierra secretos geopolíticos insoslayables, tanto para el imperialismo como
para sus socios: las clases dominantes de toda la región.
De modo que
Unasur y MERCOSUR no deben demorarse en cercar a los golpistas. Dos razones
motivan dicha firmeza: En primer lugar restituirle el poder al pueblo, ergo a
Lugo, y en segunda instancia preservar a la zona de cualquier otro intento
desestabilizador. No alcanzan las declamaciones y las sanciones, lo hemos visto
en Honduras. Se precisan acciones regionales concretas imposibilitándoles a los
golpistas de turno cualquier atajo que le permita cierto respiro. Es hora de corregir
nuestras erratas de la guerra de la Triple Alianza.
Los
intelectuales, políticos y periodistas vernáculos que no tipifican lo ocurrido
como una asonada anticonstitucional encierran dentro de sus razonamientos una
posibilidad cierta de carácter destituyente a escala local. Lo observan como un
camino potable, sopretexto de reinstalar un republicanismo supuestamente
perdido.
Urge la
movilización y la militancia horizontal, urge que como pueblo hagamos una
demostración concreta de compromiso político. Urge ganar la calle, exhibir taxativamente que estamos dispuestos a poner el cuerpo si la cosa se pudre, para que nadie
crea que un intento destituyente tendrá el plácido paseo que tuvo Franco hasta
su sillón de traidor.
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