Barrio Cerrado.. Cuento


Barrio Cerrado 

(Cuento) 

Autor Gustavo Marcelo Sala




Barrio Cerrado


Existe una mitad de mí que no me espera todavía
Eduardo Galeano

Recién llegado del entierro de su madre y en horas del crepúsculo invernal Diego decidió profanar sus domésticas nostalgias. En su adolescencia se había comprometido a no indagar recuerdos por respeto a ella, estimando ahora que su ausencia definitiva le consignaba natural vencimiento al convenio acordado. No había tenido oportunidad de conocer a su padre. Por comodidad se consideraba hijo de madre soltera, aún sabiendo que dicho abandono lejos estaba de haber sido voluntario; la década del setenta le propuso su orfandad sin juicio previo. Poco sabía de él. Era probable que algún rasgo genético los acercara además de una sensible vocación solidaria a favor del comedor comunitario del barrio. En alianza con su madre las asistentes sociales de la entidad trataron siempre, ante la consulta, de disimular cualquier dato que sea de utilidad para el joven evitándole de ese modo el armado de su rompecabezas personal. Diego Fonseca estaba encerrado dentro de un laberinto diseñado por propios y extraños. Tal vez por eso no lloró la muerte de su madre durante aquella tarde. De alguna manera sentía que el irreversible final de su dolorosa enfermedad le estaba dando la posibilidad de atender a sus suburbios, historias y cuestiones; plantearse un revisionismo interno intentando el punzante trabajo de deconstruirse y reconstruirse. Corría el mes de Agosto del año 2004. Lejos de la suerte que otros tienen en estos casos no había baúles por explorar, ni cartas, ni fotos. No existían testimonios ni candados completos en incertidumbres, no había pesquisas ciertas ni tan siquiera inciertas. El comienzo podía coincidir con el final o viceversa, y durante el recorrido ninguna conclusión lógica podía llegar a detentar el aval de la verdad por más que la credibilidad teórica encontrase senderos de franca comodidad. El único dato tangible era su nombre: Edgardo Néstor Marín. No más...
A poco de ensayar los primeros pasos percibió las siniestras tinieblas del camino. Verificó que no existían registros identificatorios; las asociaciones de Madres, Abuelas e HIJOS no lo tenían incorporado en sus listas de víctimas razón por la cual concluyó que su difunta madre jamás había efectuado la denuncia sobre la desaparición física de su compañero. En los archivos históricos del registro civil y en el padrón electoral no figuraba ninguna persona con ese nombre en consonancia con su cohorte. Los homónimos, según datos fehacientes, eran sujetos perfectamente identificados; tanto los fallecidos como los que estaban con vida se apartaban probadamente de su historia personal. Su hipótesis inicial lo acercaba a la idea que ese tal Edgardo Néstor Marín nunca había existido como tal, cosa que lo perturbó pero que de ningún modo lo sorprendió. En cada documento personal de su madre la metáfora viuda constaba en el apartado del estado civil, pero no existía evidencia del supuesto enlace que avalara esa condición. En su propia partida de nacimiento figuraba el nombre de su padre pero destacando “fallecido” entre paréntesis. Especuló en una identidad inventada, creada a partir de la necesidad. Era muy poco lo hallado luego de una semana de haber estado investigando.

Lara Reyes, su novia y compañera en el comedor, colaboraba con Diego en lo posible y permitido, tratando de no invadir aquellos distritos visiblemente infranqueables. Sabía que estaba para cuando el dolor se torne insostenible, para alivianar la carga, para custodiar en silencio un camino rocoso y plagado de falsas señales. El drama era inverso. Un hijo, en soledad y sin secretos develados tratando de tropezar con alguna casualidad, con la identidad de su padre desaparecido. Hasta el momento todos los esfuerzos institucionales y logísticos habían apuntado hacia la identificación de los niños. Diego y Lara entendían que debían invertir la carga de la prueba desandando la operatoria de Abuelas, aprendiendo de su experiencia, comportándose científica y humanamente responsables.

-         Es necesario ubicar alguna persona que por aquellos tiempos haya tenido que ver con el comedor – sugirió Lara -, algún colaborador directo o indirecto; proveedores, viejos comerciantes de la zona...
-         Difícil – afirmó Diego -, el galpón fue barrido a principios del setenta y siete, y las tres cabezas visibles que manejaban el asunto desaparecieron. Como dato adicional, de los viejos proveedores, nada más se supo. La represión y la modernidad hicieron una eficiente tarea para que muy poco de ese orden quedara en pie. Aquella embrionaria organización social era muy distinta a la actual. Las mismas familias beneficiarias del servicio eran las que trabajaban en el predio, no existiendo nóminas por cotejar.
-         Supuestamente uno de los responsables era tu viejo – sentenció Lara –
-         Es una de las hipótesis – asintió Diego –
-         Empecemos por ahí entonces. Sería demasiado casual que las dos personas restantes hayan mantenido el mismo perfil que Marín. Quiero decir: es probable logremos identificar a los otros integrantes más fácilmente que a tu padre y de ahí comenzar el recorrido. ¿Tu madre... que rol jugaba por entonces?
-         Nunca hablamos del tema. Considero que por su forma de pensar y por sus opiniones estaba muy alejada de los paradigmas del viejo. Detestaba la política y solía menospreciar todo proyecto que propiciara la equidad y la justicia social. Es más. Odiaba que yo laburara en el comedor; hablaba de pérdida de tiempo.
-         ¿Nunca te preguntaste cómo logró mantener, siendo madre soltera, un perfil económico nada despreciable?. Acaso no me comentaste que tanto la primaria como la secundaria las cursaste en un colegio privado religioso.
-         En el Sagrada familia de Villa Urquiza.
-         Para eso mi amor había que poseer un marcado sesgo burgués y un ingreso económico acorde a la logística exigida. Además tu vivienda y modo de vida está muy alejada de tener características proletarias.
-         Siempre me habló de legados familiares. Campos ubicados en el sur de Santa Fe oportunamente vendidos luego de múltiples sucesiones conformaron un capital que le permitieron inversiones seguras. Además de la casa donde vivo quedamos como propietarios de dos departamentos ubicados en Colegiales por los cuales sigo recibiendo una más que respetable renta, con el adicional de una vivienda veraniega en San Bernardo. Los números siempre fueron manejados por el buffet del Doctor Comas. Tengo entendido que esta gente fue quien administró históricamente los intereses de la familia de mi vieja. Puntualmente recibimos el primer viernes de cada mes una rendición completa y el cheque correspondiente. Lo cierto es que mamá se dedicó de modo exclusivo a mi crianza, añadiendo algunas actividades recreativas de forma esporádica. Yo siempre me mantuve al margen. Me recibí de arquitecto, tengo estudio propio, el comedor, mis amigos, vos, en fin, el resto está más claro.
-         Pensemos juntos Diego. ¿Cuántas razones existen para que una chica acomodada, hermosa, de familia patricia y alto nivel sociocultural entablara relación con un cuadro obrero, solidario, marginal y políticamente radicalizado?¿Dónde se estableció el nexo?
-         Supongo que el amor suele ser causa y efecto de muchas cuestiones.
-         Coincido. Pero no percibo amor en el asunto. La ausencia del recuerdo forma parte de esa percepción personal que tengo. Me resisto a creer en el olvido cuando hay un hijo de por medio. ¿Te puedo sugerir algo delicado sin que te pongas mal?
-         Nada de lo que digas logrará enojarme, a lo sumo me puede desacomodar.
-         Un examen de ADN comparativo.
-         ¿Comparando muestras de quién?
-         Vos y tu madre.
-         Perdón. ¿Con qué objeto?
-         Cimentar la investigación, no dejar cabos sueltos. La operatoria es sencilla y nada traumática. Todavía debe haber cabellos de tu madre en sus cepillos y peines personales. Esa muestra más una gota de tu sangre hará el resto. Si vamos a Abuelas nos van a guiar al respecto.
-         No lo dudo... ¿Te quedás a dormir?
-         Me quedo...

Pasaron dos meses hasta que la comparativa ofreciera resultado concreto; la incompatibilidad genética colocó a Diego en un estado de confusión y letargo durante varios días. Entretanto Lara, como soporte y envión, oficiaba de necesario cobijo contra la duda y la opresión.

-         ¿Alguna decisión?  - preguntó Lara –
-         Luego de salir del estado de conmoción inicial llegué a la conclusión que debo continuar – respondió Diego -. Por un lado desconozco quién tiene guardadas las hojas que le faltan a mi libro. Por el otro, no sólo debo atender a mi egoísmo, también debo abrir y pensar que tal vez, cierto anónimo, me está buscando como yo lo hago.
-         ¿Te ofrecieron en Abuelas cotejar tus muestras con el Banco genético?
-         Fue lo primero que me recomendaron; el asunto está en marcha, debemos esperar. No te avise porque preferí afrontarlo solo, cuestiones de probanzas propias, madurez sospecho.
-         Está bien – manifestó comprensiva Lara -, no hay nada que reprochar. Tenerme en cuenta no es un asunto obligatorio, es simplemente una opción que debe estar solamente motivada por tu grado de necesidad. Creo que las relaciones entre las personas se basan en eso: la libertad.
-         Eso si Lara... te voy a pedir que me acompañes a la sede de Abuelas cuando tengan el informe definitivo.
-         Dalo por hecho...


Informe Comparativo


Las muestras presentadas por el señor Diego Fonseca fueron cotejadas con la totalidad de los tipos existentes en nuestros archivos hallándose compatibilidad, con un rango de 98,97%, en consonancia con los patrones genéticos de la familia Almeida-Ruiz. Hacemos constar que de acuerdo a nuestros registros Clara Beatriz Almeida y Juan José Ruiz fueron detenidos en la Ciudad de Buenos Aires en febrero de 1977 permaneciendo aún desaparecidos. Debemos destacar que tanto la familia materna como la paterna están a la espera de novedades con respecto al caso debido a que no desconocían el estado de Clara Beatriz al momento de ser detenida.

-         Ya no cabe duda por dónde podemos comenzar – aseveró Lara -. De todas formas te sugiero desestimes toda presunción hasta no dar con datos certeros. Veo como un acto de nobleza no emitir juicios caprichosos.
-         De todos modos debo coordinar con Abuelas porque ellas tienen un compromiso informativo, algo así como un protocolo expreso para con las familias. En primera instancia me dieron un par de semanas para determinar los modos y las formas, vencido ese plazo la organización contactará a los Almeida y a los Ruiz independientemente de mi voluntad de reencuentro.
-         Suena lógico.
-         Mi nacimiento en estado de cautiverio no es discutible, al igual que el silencio de mí... tutora... digamos. Ambos son datos que no puedo soslayar.
-         No seas cruel... Toda acción humana está rodeada de circunstancias y subjetividades. En oportunidades establecemos condenas sin atender la existencia de una totalidad de secuencias que no son recomendable omitir. ¿Qué podemos ganar emitiendo dictámenes apresurados y marcadamente condenatorios?
-         Hacer y hacernos daño creo. Además quiero encarar el asunto por fuera de las organizaciones de derechos humanos.
-         Veo que rechazaste la oferta de Abuelas de oficiar como nexo.
-         El tema de la identidad está resuelto, de ahora en más quedan en el aire cuestiones familiares que debemos resolver internamente. La organización no puede distraer esfuerzos en nosotros, tiene demasiado trabajo todavía en pos de encontrar los cuatrocientos pibes que faltan. Uno de los abogados de Abuelas estuvo de acuerdo conmigo.
-         ¿Y qué vas a hacer entonces?
-         Mañana mismo parto para Vela, pueblo cercano a Tandil. Los Almeida son de allá.
-         Me suena ese nombre.
-         En No habrá más penas ni olvidos Osvaldo Soriano ubica la trama en ese pueblo al que denomina Colonia Vela.. ¿Me acompañás?
-         Por supuesto. Dejame que arregle algunas cosas en el trabajo, además me deben varias semanas de vacaciones, sospecho que ante la situación no encontraré conflicto. ¿A qué hora saldríamos?
-         A las ocho de la mañana; son trescientos cincuenta kilómetros hasta Tandil y de ahí son cuarenta más.
-         Me quedo a dormir en tu casa mejor.
-         Dale
-         Arreglo un par de cosas y vuelvo para cenar.

A las cinco de la tarde Diego estacionó su vehículo delante de la pequeña vivienda situada en el bulevar principal, justo delante de la plaza céntrica. Prefirieron arribar a Vela luego de la siesta para no interrumpir las modestas costumbres pueblerinas que todavía se conservaban a modo de resistencia contra los tiempos modernos. Para ello decidieron pasar primero por Tandil y almorzar en uno de los tantos restaurantes de comida regional asentados a la vera del dique. Quesos y embutidos a discreción acompañados con cerveza artesanal fue el necesario recreo acordado. Una indócil y oxidada reja los separaba de la puerta principal; el indecoroso sonido de su apertura motivó que una señora septuagenaria irrumpiera prontamente desde el interior de la morada.

-         Señor, buenas tardes... ¿En qué lo puedo ayudar?
-         Mi nombre es Diego Fonseca (Lara aguardaba dentro del vehículo a la espera de instrucciones). ¿Es usted la señora de Almeida?
-         Si. Martha Sabatino, viuda de Almeida. Mi marido falleció hace cinco meses.
-         Lo siento mucho... necesito que lea este informe.
-         Estoy sin anteojos, tendría usted la amabilidad de hacerlo por mí.
-         Cómo no... Informe comparativo....
Al desvanecimiento inicial lo continuó la consecuente asistencia por parte de la pareja de jóvenes. Entre los dos y de modo presuroso acercaron a la anciana hasta el primer sillón disponible esperando su recuperación. Los conocimientos de Lara sobre primeros auxilios fueron de importancia trascendental para no agravar el cuadro. Treinta minutos después la emoción y la congoja se exhibían impúdicamente en el interior de la finca.

-         Es necesario que nos comuniquemos urgentemente con los Rivas – sentenció la Abuela -, no puedo esperar en darles la buena nueva. Ellos están en Benito Juárez, muy cerca de aquí.
-         Les propongo que vayamos hasta allá – sugirió Lara -. No son noticias para dar por teléfono. Yo manejo. Será una hermosa sorpresa.
-         Ya mismo los llamo para avisarles sobre la visita como si tal cosa fuera cuestión corriente – afirmó Martha –
-         Me parece bárbaro Abuela – sentenció notoriamente quebrado Diego –

Martha no paraba de llorar. El recuerdo de su hija, la ausencia de su esposo, el reencuentro con su nieto, los años caminados... los cientos de ramos de flores delante de la foto de la pequeña Clara cuando sus tiempos de estudiante antes de marcharse a Buenos aires... demasiado para una vieja en camino a una decorosa despedida. Al igual que ella los Ruiz expresaron su emotividad como pudieron, acudiendo a miles de caricias incompletas, buscando parecidos inexistentes en detalles tan imperceptibles como inventados. La mirada, la forma de colocar las manos, el corte de las cejas, y demás trampas que el deseo suele proponer a modo de tácito contrato. Aquí la vida todavía mostraba algo de indulgencia. Los padres de Juan José, más jóvenes que Martha, conservaban un pleno estado físico e intelectual. Entrada la noche Diego no podía seguir aguardando. Necesitaba entender su historia para comenzar a identificarse consigo mismo.

-         Les suena en nombre Edgardo Néstor Marín – preguntó Diego sin destinatario preciso –
-         Era el seudónimo de tu padre – aseveró Roberto Ruiz -. Juan José militaba en el centro de estudiantes de Filosofía y Letras y trabajaba socialmente en un comedor de la zona del bajo Belgrano. Cuando notó que la cosa se ponía difícil comenzó a enviarnos correspondencia utilizando esa consigna.
-         En toda mi documentación personal figura ese dato de filiación paterna. De todas formas Fonseca es el apellido de mi tutora; no logro entender  - interrumpió Diego –
-         Eso quiere decir que tu madre de crianza pudo haber dejado de exprofeso alguna señal para que reconstruyas tu historia – sostuvo Aída Ruiz -. No sería descabellado pensar que no se apropió de vos como hicieron tantos otros. Lo común en estos casos es pretender borrar toda la información y que nada quede sujeto a la duda. Me afilio a la idea que conocía a los chicos y aceptó el encargue.
-         Si tomamos esto como válido y aceptamos que actuó de buena fe ¿por qué no se comunicó con ustedes? – conjeturó Diego –
-         Tiempos difíciles mi querido – afirmó Roberto –; pudo haber entablado relación con Clara estimando prudente adoptarte por fuera de las estructuras de entonces. Lo cierto es que sus actas de matrimonio son apócrifas ya que consta un consorte  inexistente.
-         En estos términos creo que podemos seguir elaborando hipótesis hasta la madrugada – ratificó María -. En estos casos la imaginación vuela más de lo debido. A propósito Roberto, acérquele a Diego las cartas de Juan José, tal vez allí logre encontrar alguna coincidencia que nosotros estamos obviando por simple desconocimiento.
-         Son como treinta; inclusive el tiempo las ha puesto complicadas de leer – aseguró el abuelo -, ya mismo las traigo. Van a tener que pensar en quedarse por estos Pagos una buena cantidad de días. Aquí tienen lugar de sobra y no acepto un no como respuesta.
-         No se enoje don Roberto – retrucó Lara -. Si no se opone preferimos hacerle compañía a Martha. El ida y vuelta desde Vela será permanente en estos días.
-         No lo había pensado Martha le pido me disculpe – aclaró avergonzado Roberto -. También nos podemos acercar nosotros...

Arribaron a Vela pasadas las tres de la madrugada. Martha estaba tan agotada como dichosa. Hacía treinta años que la vida no le regalaba un instante, una mínima secuencia que la aleje del dolor.

-         ¿Les molestaría dormir juntos?
-         Por ahora es algo que no nos desagrada - contestó irónicamente Diego mientras Lara sonreía falsamente –

El desayuno vio plagada la mesa de correspondencias, escritos sepias y análisis de contexto. Mientras Diego leía en voz alta cada párrafo pausadamente, Lara tomaba apuntes destacados en su ordenador personal. En varias oportunidades el nombre Inés Fonseca aparecía como entrañable compañera de aventuras y estudios de Juan José. Las menciones no dejaban entrever la posibilidad de que Inés y Clara hayan tenido relación, o por lo menos un mínimo conocimiento. A priori Juan José detentaba una suerte de conexión con Inés fuera de los ámbitos que compartía con Clara. La sospecha de un triángulo amoroso comenzaba a tener identidad superior a medida que pasaban los renglones. Cuando Diego y Lara detectaban ciertos indicios comprometidos en la lectura modificaban ciertos códigos de conversación tratando de utilizar un lenguaje subrepticio de modo tal Martha permaneciera al margen de tal situación. Si bien hasta ese momento no había datos fehacientes sobre la relación paralela, la cantidad de menciones mostraban abiertamente que Inés y Juan José sostenían, cuando menos, un fuerte compromiso personal.

-         Hasta ahora queda de manifiesto que Juan José compartía el ámbito universitario con Inés mientras que el ámbito del comedor comunitario lo hacía con Clara – sentenció Diego -. Ello no implica, por lo menos lo que se desprende de lo leído, que se tratara de una situación que escondiera algún tipo de fraude afectivo.
-         Te digo que tal situación me tiene sin cuidado – afirmó Lara -, convengamos que a esta altura es totalmente irrelevante. El tema principal aquí es que vos sos el nexo entre ambas; eso es lo que me quita el sueño.
-         Para, para... – interrumpió Diego – escuchá: “ ... no les extrañe que en breve les llegue por correspondencia una participación para asistir a un casamiento. Si viejos... tenemos pensado con Clara cambiar de estado civil. Si los análisis confirman el embarazo no nos gustaría que nuestro bebé nazca sin una historia familiar detrás. Somos antiguos al respecto”... – y más adelante agrega, ¡ escuchá bien Lara! Esto que dice aclara los tantos -... “Inés, mi compañera de la Facu, será nuestro testigo, también se ofreció para oficiar como madrina de la criatura, ahora solamente nos falta la parte masculina para afrontar la ceremonia. Calculo que vamos a zafar con Julio Barragán, su novio. Tipo raro Barragán. Habla con demasiada soltura y libertad de temas que en la actualidad es preferible disimular un poco; a pesar de las advertencias el pibe se maneja como si en la universidad no existiesen servicios, buches y delatores...
-         La punta del iceberg mi amor. Me juego que ese tipo es la muesca del asunto.
-         Pero.. ¿Qué papel le tocó jugar a Inés en ese escenario? – cuestionó Diego –
-         Mirá... hasta ahora pudo haber sido cómplice, funcional o inocentemente utilizada. De todas formas tenemos que consultar en las organizaciones de derechos humanos sobre la identidad del tipo – afirmó Lara -. Ellos tienen las afinidades reales y los nombres de guerra de cada represor.
-         Llamemos a Abuelas – sugirió apresuradamente Diego –
-         No Diego, recordá la recomendación que siempre hacen las Abuelas. Hacer las averiguaciones y las consultas personalmente cosa de eludir las usuales pinchaduras e interferencias.
-         ¿Por e-mail?
-         Menos.
-         Completemos entonces la lectura de lo que resta – enfatizó Diego – y regresemos a Buenos Aires. Los abuelos sabrán comprender. Será conveniente que generalicemos un tanto las explicaciones hasta tener datos fehacientes

Tanto la ruta treinta hasta Las Flores como la tres desde la rotonda hasta Buenos Aires estaban sin la congestión habitual. Quizás la época del año y cierta coyuntura crítica hacían que sólo algunos trayectos urbanos tuvieran una modesta dosis de saturación. Apenas tres horas y media demoraron en completar los cuatrocientos kilómetros que separaban Vela de la sede de Abuelas. La ansiedad los movilizó para dejar de lado todo tipo de relax intermedio.

-         Necesitamos información acerca de un nombre o un alias, no lo sabemos con exactitud, que tuvimos la oportunidad de resaltar en una de las cartas que mi padre, Juan José Ruiz, le enviara a mis abuelos pocos meses antes de su desaparición – detalló Diego -. De acuerdo a lo que se desprende de la nota podría tratarse de un cuadro universitario que militaba dentro del centro de estudiantes de Filosofía y Letras. Barragán se llama, Julio Barragán.
-         Veamos – indicó la asesora legal de Abuelas mientras peinaba puntualmente cada uno de los archivos informáticos -. En nuestras carpetas de denunciantes no figura, por lo tanto no está registrado como víctima de la dictadura.
-         Sospechamos que pudo haber sido un servicio infiltrado dentro de la universidad – agregó Lara –
-         Les confieso que ese nombre me resulta conocido  - afirmó la auxiliar -. Observemos el historial de los represores... (pasados unos minutos); aquí está: Marcos Ayala, alias Julio Barragán, por entonces Sargento Primero de la Policía Federal, exonerado de la fuerza en 1985 por apremios ilegales y torturas. Estuvo detenido en el Penal de Caseros hasta 1988, salió en libertad beneficiado por la ley de obediencia debida. Actualmente y de acuerdo a nuestros padrones oficiales reviste como socio gerente en una empresa de seguridad privada. Se domicilia en el Barrio Privado “Torres del Sur” ubicado en la zona de Canning, Partido de Ezeiza, Provincia de Buenos Aires. De acuerdo a su historial, desde Octubre de 1975 hasta Julio de 1978, actuó en tareas de inteligencia infiltrándose tanto en centros de estudiantes como en comunidades de trabajo solidario. Se le adjudican decenas de delaciones de cuadros políticos estudiantiles habiéndose comprobado que colaboró en la logística del grupo de tareas que secuestró a una de nuestras militantes fundadoras. Justamente varios testimonios sobre este evento ayudaron a procesarlo y luego encarcelarlo. Además y durante el mismo proceso se descubrió que intervino también como partícipe necesario de un robo efectuado en una dependencia policial de Valentín Alsina. Esta carga jugó a favor de su condena.
-         Toda una paradoja jurídica – ironizó Diego –
-         Seguramente – afirmó Lara -. Sospecho que en aquel entonces cualquier cosa servía para que estos tipos no estuvieran sueltos.
-         No es tan así señorita – corrigió la legista -, se hacía lo que se podía con los medios que se tenían. El trabajo era voluntario, con escasa ayuda económica y muy poco apoyo político. Los sistemas informáticos actuales eran impensados, los cruces de datos no formaban parte de líneas investigativas y todavía debíamos soportar el mote de “Locas”. Hay mucho dolor y compromiso entre estas paredes señorita, pero también hay responsabilidad. No se equivoque, nunca hicimos cualquier cosa.
-         Me interpretó mal – respondió la joven – pero igual le pido disculpas. No fue mi intención dudar de la legitimidad y al ética con la que siempre se manejó la Institución.
-         No se preocupe. Pero siempre ronda la falsa idea que con esta gente es dable la utilización de mecanismos alternativos producto de su terrible accionar. Justamente es todo lo contrario. La extrema legalidad de nuestros actos nos garantizan que las penas no puedan ser apeladas ligeramente y menos aún vedadas por vicios administrativos – afirmó la abogada –
-         Agrega algo más el informe doctora – preguntó Diego –
-         Por lo que dice su ficha cuenta con cincuenta y seis años de edad, es casado, dos hijos y acusa en su declaración jurada un capital cercano al millón de dólares entre propiedades, cuentas bancarias y bienes muebles.
-         ¿Algo sobre sus socios? – inquirió Lara –
-         Un segundo... Se ve que el hombre cuenta con apoyatura política. La empresa de seguridad South American Security es una sociedad anónima cuya conformación legal presenta tres socios. Al nombrado Ayala se le suman el Doctor Rodolfo Martínez Bou, abogado penalista y propietario de uno de los buffet que lleva adelante la defensa del Jefe de Gobierno Metropolitano por la causa de las escuchas ilegales, y el ex jefe de la Policía Metropolitana Comisario Mayor R.E. Adalberto José Zanotti.
-         Está complicado el asunto – sentenció Diego –
-         No estoy de acuerdo – retrucó la asesora –
-         Me sorprende su seguridad – interrumpió Lara –
-         Es sencillo. Este personaje – continuó la abogada – no es de los más pesados que hemos colocado en los estrados. Con el andamiaje de una buena carga probatoria, considero que la causa de sus padres caminará sin inconvenientes. No se olvide que existe un clima de época propicio. Si usted lo desea nuestro cuerpo de abogados se encargarían de solicitar las primeras encomiendas judiciales. De su decisión depende...
-         Le agradecemos mucho, en breve nos estaremos comunicando con usted – aseguró Diego –

Hasta la hora de la cena no hablaron del tema. El cansancio de la jornada había marcado rasgos notorios en ambos semblantes. Ni siquiera tuvieron la apetencia de abrir una de las botellas de vino que solían compartir con marcado entusiasmo. Apenas una pizza y una cerveza oscura fueron cómplices de la noche...

-         Te quedaste colgado desde que salimos de la sede de Abuelas – disparó Lara –
-         No es para menos. ¿A qué edad realmente se nace? – reflexionó Diego –
-         Supongo que desde la racionalidad uno “es” a partir del momento en que comienza a darse cuenta quién es. Y ese quién es tiene que ver con percepciones internas y externas: La historia personal, los supuestos adquiridos, la formación, la educación, el medio social... Creo que somos muchas cosas a la vez y ninguna en particular, por eso se nos hace tan complejo encontrar definiciones certeras. La decisión de acometer contra preguntas molestas es un buen comienzo, prosperar en un ensayo individual de carácter popperiano siendo uno mismo probeta y conejillo al servicio de la duda y la falsación – aseguró Lara –
-         Hasta asegurarte que zafaste del suicidio – ironizó Diego –
-         La exageración, la subvaluación y la sobrevaloración son senderos que los humanos solemos recorrer. Considero que deberíamos ser un poco más modestos y entender que no somos víctimas de todos los males existentes y menos aún que alguien nos preparó una receta endemoniada para perjudicarnos. En verdad es un acto de soberbia creer que los dioses se han fijado en nosotros. Es como el tímido.
-         No te entiendo, Lara... digo eso de la timidez – cuestionó Diego -
-         En el fondo el tímido es un soberbio – continuó la joven - . A priori considera que alguien va a reparar en él y eso de por sí lo instala con un sesgo de egocentrismo notable. Dalmiro Sáenz hablaba de esto con suma ironía. De todos modos algo está pasando por tu cabeza desde algunas horas.
-         Estoy pensando la posibilidad de hacer algún negocio inmobiliario en el Barrio Torres del Sur. ¿Cómo lo vez?
-         Lo veo mal.
-         Hace menos de cinco minutos me estabas hablando de acometer contra las preguntas molestas. Supongo que esas cuestiones ostentan riesgos que uno debe estar dispuesto a enfrentar con cierta dosis de hidalguía. La verdad está más allá de la credibilidad, es algo superior, para llegar a ella es necesario coraje y decisión – sentenció Diego –
-         De acuerdo... pero es necesario pensar bien la operatoria. Por ejemplo – continuó Lara – de ninguna manera Diego Fonseca puede estar al frente de la operación. La empresa de seguridad, cumpliendo con sus obligaciones averiguará todo lo atinente a tu persona por lo que quedarías expuesto al instante de firmar el dominio.
-         Pensé encuadrarlo dentro del ámbito incidental – aclaró el joven -. Esto es provocar en Ayala alguna preocupación debido a una indeseable casualidad. Que el tipo se acerque sensibilizado por su propia curiosidad, agobiado por dudas que podría llegar a generar alguien que de modo fantasmal retorna de su pasado.
-         ¿Vos crees qué un sujeto de semejante talla se atormentaría con tribulaciones existenciales? ¿Realmente suponés qué este hombre tendría dudas al respecto? Tu ingenuidad me alarma.
-         Utilizar una identidad falsa sería contraproducente, encararlo de plano y a cara descubierta haría que se borre, no hay demasiadas variables – afirmó Diego –
-         ¿Y mi nombre? – enfatizó Lara – Soy una persona física real, mayor de edad, que puede adquirir un bien cualquiera en el marco de una genuina inversión. En lo personal podemos salvar el trámite con un contradocumento de forma tal dicho bien nunca deje de pertenecerte.
-         Eso es lo menos relevante Lara. En este caso veo la inversión como un gasto necesario para acceder a un objetivo superior.
-         Estamos hablando de casi treinta mil dólares – aclaró Lara –
-         No me parece oneroso teniendo en cuenta que el costo tiene en lo personal un doble objetivo. En primer lugar conocer lo que ocurrió con mis viejos y donde están sus restos y en segundo lugar el rol que jugó mi tutora. Tal vez esto último resulte lo más sensible. De alguna manera soy lo que soy por ella, y por ella tengo el futuro asegurado, además gracias a esa condición económica puedo pensar en revisar mi historia. No te lo voy a negar, le tengo miedo a la verdad, sospecho que ese temor, medianamente irracional, hace que todavía no me haya vuelto ni loco ni resentido – finalizó Diego –
-         ¿Entonces? –insistió la joven -
-         De acuerdo; el sábado vamos a Canning. Generalmente en estos Barrios hay oficinas de informes y profesionales dedicados al rubro. Deberemos comportarnos como gente interesada sin omitir las preguntas corrientes que suelen efectuarse en este tipo de operaciones. ¿Sale algo en Internet sobre el Barrio?
-         Sólo generalidades. La página publicita la existencia de solares disponibles de mil metros cuadrados desde veinte mil dólares y demás ganchos comerciales. Hay imágenes paradisíacas, hablan de planes de financiación, sistemas de seguridad de avanzada y un mapa testigo para poder ubicarlo... nada más...

Hacía mucho tiempo que Diego no transitaba la zona. En su época de estudiante secundario solía visitarla tres o cuatro veces al año debido a que allí estaba situado el campo deportivo del Instituto San José de Calasanz, rival histórico del Sagrada Familia en el marco de las competencias futboleras intecolegiales metropolitanas. Por entonces ambas entidades eran entusiastas animadoras de los certámenes organizados por la Federación de Colegios Privados. Era una de las ligas juveniles más exigentes de Buenos Aires debido a la gran cantidad de equipos y el buen número de jugadores que además formaban parte de las divisiones inferiores de varios clubes federados en AFA. Era muy común enfrentarse con valores cuyos fichajes pertenecían a Boca, River, Argentinos, All Boys, Vélez, Huracán, Ferro, San Lorenzo...
Hizo un paso ocasional por aquel hermoso predio viendo que el tiempo y la modernidad le habían dado un cachetazo al recuerdo. Encerrado entre Barrios Privados y centros comerciales se mostraba oculto y deslucido, sin el brillo de entonces. Todavía, tras la tranquera de ingreso, se alcanzaba a percibir el murmullo adolescente de aquella final de menores del noventa y tres en la que fueron derrotados por penales a manos del local en el marco de un encuentro que supieron remontar luego de ir 4 a 1 abajo, al término del primer tiempo. Nunca olvidará la arrogante alegría del portero rival. Todavía se reprochaba su decisión en aquel último penal luego de haber convertido durante el tiempo regular en tres ocasiones. La foto de esa triste mañana colgaba aún en una de las columnas del dormitorio; en cuclillas, portando su impecable camiseta blanca con vivos azules y rojos, el pequeño nueve a la altura del corazón y una pelota bajo los dedos de la mano izquierda. Esa mañana había jugado el mejor partido de aquel año... luego vinieron otros años y varios campeonatos... pero esa final era la única que recordaba con desmesurado detalle...
El barrio cerrado “Torres del Sur” presentaba un estado de víspera, una traza incompleta. Apenas dos elegantes construcciones finalizadas y habitadas flanqueaban el centro de usos múltiples, espacio bastante vulgar en este tipo de emplazamientos; el resto exponía un raleado perfil embrionario, obras con un grado de avance irregular y un escaso movimiento laboral eran el paisaje dominante. Desde la garita de ingreso se podía observar en sus calles un prolijo y coqueto empedrado de dudosa integridad moral.

-         Buenos días caballero. Estamos interesados en recorrer el barrio con el objeto de estudiar una futura inversión inmobiliaria – de ese modo Lara, al volante del vehículo, se dirigía al conserje que cumplía con su guardia -
-         Aguárdeme un segundo señora, ya mismo la anuncio.

Las comunicaciones internas vía celular hicieron el resto. En menos de tres minutos y luego de asentar los datos personales de la interesada y su vehículo, un móvil de la empresa de seguridad estaba escoltando a la pareja hasta las inmediaciones del salón de usos múltiples, lugar en donde se hallaba emplazado el despacho del gestor encargado de los negocios inmobiliarios. Apenas una tarjeta, a modo de libre pase abrochado a la solapa del saco, fue visa suficiente para Diego en su rol de acompañante. Culminaron la mañana entre planos, distintas posibilidades de financiación y un informe muy detallado sobre las seguridades del lugar. Datos de la empresa encargada, currículum de sus propietarios y antecedentes profesionales. Demás está aclarar que la lectura no mostraba datos sobre delaciones, emboscadas, torturas, apremios y demás atributos de, por lo menos, uno de sus titulares. Tal vez lo más trascendente es una información que el gestor mencionó muy por arriba, con el solo objeto de jactarse de las bondades del predio: Una de las viviendas habitadas, linderas al SUM, era propiedad del señor Marcos Javier Ayala, jefe de seguridad y socio del feudo.

-         Poné atención Diego. De comprar un lote me inclinaría por uno de los solares vecinos a la propiedad de Ayala. No hay diferencia con el resto, ni en el precio ni en los metros cuadrados.
-         Bárbaro. Posicionate entonces como firme compradora del terreno que esta justo frente a la propiedad del hombre – decidió Diego – ¿Su valor?
-         Veintiocho mil quinientos dólares.
-         Qué manera de robar la plata. Hace veinte años esto era un bañado. Estos tipos compraron a dos mangos. Me hace acordar a los diques de Puerto Madero.
-         No estaba la autopista, ni el centro comercial. Hoy tenés un hiper a metros del cruce y hasta un shopping. Este movimiento burgués hace que la cotización del lugar aumente.
-         Ofrecé veinticinco mil como contraoferta con una seña de dos mil. Lo dicho, qué manera de robar la plata...
Al sábado siguiente la pareja ingresó nuevamente al predio con el objeto de realizar una oferta firme y corroborar las bondades que el gestor había manifestado de manera convincente, al mismo tiempo, no hallaron mejor excusa como para interrumpir la paz de su ocasional vecino.

-         Buenos día, perdone la molestia señora – se presentó Lara –. Me apellido Reyes y acabo de reservar el solar que está aquí enfrente.
-         Encantada y muy bienvenida a “Torres”. Me llamo Diana y además de ser la dueña de casa soy la esposa de uno de los socios y a la vez encargado de seguridad.
-         Estupendo entonces. Nadie mejor que usted para disipar mis dudas. Me gustaría tener una percepción integral del barrio; le cuento que he comprado parcelas en distintos emprendimientos de la zona y todavía no decidí en cual afincarme. ¿En qué momento podría molestarla para tener una charla más extensa?
-         Ya mismo si usted quiere. Estoy sola, mi marido no viene hasta la tardecita y los chicos pasan el día en el club. Juegan en las inferiores de Tristán Suárez.
-         ¿Objetaría que mi novio nos acompañe? Su opinión me es indispensable.
-         Por favor, que pase... será un placer.

La pareja supo mostrase interesada por todos aquellos temas que plasmaran taxativamente la sensación de una próxima vecindad: Empresas constructoras de la zona, el grado de complejidad del suelo, costos de permisos y habilitaciones, reglamentación interna y municipal,  estatuto interno del barrio, deberes y obligaciones de los propietarios, regímenes de inquilinatos, índices sobre gastos comunes y expensas, utilización de las instalaciones recreativas y demás asuntos que hacen al interés general. El segmento seguridad tuvo su atractivo muy particular.

-         Como te mencioné – Diana ya se había relajado lo suficiente no sólo como para tutear a Lara, sino también para confesar algunas intimidades familiares - . Mi marido es uno de los socios de la empresa encargada de la seguridad y a la vez es el jefe del operativo zonal. Mucho no entiendo del tema, lo ideal es que conversen con él, pero voy a tratar de ser lo más didáctica posible. Entiendo de South American Security está encargada de la protección de una buena parte de los barrios de la zona conformando una suerte de red conectada con la departamental regional. En caso de algún evento irregular existe un protocolo activo que incluye un operativo cerrojo que involucra de manera inmediata a todas las organizaciones privadas y públicas del partido. Mi marido es un  ex integrante de la Policía Federal, con altos contactos y fluida llegada a los más notorios cargos castrenses.

La conversación derivó imperceptiblemente hacia lo personal sin descubrir en Diana pruritos o reparos en su exposición

-         A pesar de haber sido injustamente exonerado – continuaba Diana con su alegato – Marcos es uno de los más eficientes representantes del orden que puedan encontrar. Me interesa aclarar esto porque sé de las desconfianzas existentes sobre este tipo de empresas, y también sé que en muchos casos dichas sospechas son perfectamente justificadas; doy fe que este no es el caso. Les confieso, y me atrevo abusar de vuestra confianza, que mi marido supo aprender de sus errores pasados; errores que puntualmente no vienen al caso detallar. Su estancia en la penitenciaría y su acercamiento en ella al evangelio lo aproximaron a un sentido de la vida superador, reparación histórica e individual que le costó mucho esfuerzo enfrentar.
-         ¿Errores del pasado? – consultó Lara – No me asuste Diana.
-         Marcos tuvo que cumplir lamentables órdenes durante el proceso militar. Era muy joven y demasiado influenciable. De hecho y aunque parezca extraño yo tengo un hermano desaparecido, militaba en una villa de Solano; mi marido movió cielo y tierra para saber el destino de sus restos. Hoy, cuando menos, tengo un sitio en donde colocar una flor. También sé que hasta hace muy pocos meses atrás mantenía contactos con una señora, recientemente fallecida, con la cual había mantenido una relación juvenil, que se había hecho cargo de la crianza de un niño cuyos padres fueron secuestrados durante un procedimiento en el cual intervino de modo indirecto. Nunca pudo hallar los restos de ellos. Siempre sospechó que fueron víctimas de los vuelos de la muerte. Fonseca se llamaba, Inés Fonseca. La pobre transitó una vida tortuosa entre el silencio, una enfermedad terminal, el terror y la soledad. Inclusive Marcos, a mediados de los ochenta, intentó hacerse cargo desde lo económico a través de una dieta regular que ella, por cierto, desestimó taxativamente. Ese chico hoy debe ser un hombre más o menos de la edad de ustedes y continúa siendo motivo de sus más sentidas oraciones. A pesar de observarlo y en ocasiones seguirlo, nunca se atrevió a enfrentarlo prefiriendo en su lugar conservar la pesada carga individual como inapelable y justo castigo.

No hubo comentarios adicionales luego de tamaña muestra de confianza; la cordial despedida quedó reducida dentro del marco de un imposible devenir. De todos modos la pareja entendía que ya no había necesidad de efectuar la inversión y volver a recorrer esos detestables espacios cerrados. La pérdida de dos mil dólares del depósito no significaba algo por lo cual detenerse.

-         ¿Vas a liberar al hombre de su carga? – preguntó Lara mientras conducía –
-         No – contestó Diego con suma decisión -. Es algo que no me interesa, ni siquiera me compete. Que viva como pueda si es que puede. Mientras él se victimiza, otros nunca tendrán la ocasión ni tan siquiera de intentarlo...
-         Es lo que llaman justicia divina – soslayó la joven –
-         No existe la justicia divina mi amor. Juan José, Clara e Inés pueden dar fe...
-         ¿Para dónde vamos? – consultó Lara –
-         Primero al cementerio, quiero dejarle una rosa a Inés, después a Vela y luego a Juárez, los abuelos nos esperan...



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