Mateando con la Ciencia - Hoy ceba Hammurabi

El Derecho


Los seres humanos debieron atenerse desde siempre a unas costumbres que observaban puntualmente, aun cuando su cumplimiento no se tradujera en resultado alguno. En una sociedad sencilla, basta con la costumbre. Todos saben qué conducta se espera de ellos, y la adoptan casi automáticamente. En caso contrario, les aguarda el ostracismo social, y ello resulta lo bastante indeseable como para inducirles a cumplir con la norma consuetudinaria.

Sin embargo, a medida que una sociedad gana en complejidad hay más variedades de conducta que reclaman control y regulación; más condiciones que inducen a confusiones, más asuntos complicados, más interacciones problemáticas. Se hace difícil recordar todas las normas, y no puede por menos de cundir la sospecha de que los poderosos enmascaran o alteran esas normas a su conveniencia. La demanda se centra entonces en que las normas por las que se rige la sociedad se ponga por escrito, a fin de que todos puedan verlas por sí mismo y no puedan deformarse o modificarse con mala fe o arbitrariedad.

No sabemos cuándo se redactaron las primeras leyes, pero el primer código relativamente completo que conservamos se debe a Hammurabi, rey de Babilonia desde 1792 hasta 1750 a J.C., fundador de un imperio de corta vida en el valle del Tigris-Eúfrates, uno de los que sucedieron al Imperio Acadio. Su importancia histórica queda demostrada en que durante más de dos mil se denominó Babilónicos a los habitantes de dicho valle.

Se presume que hacia 1775 a J.C. Hammurabi ya había inscrito su código en una estela de dura diorita de 2.40 metros de altura. Pretendía sin duda conferirle carácter permanente, cosa que logró puesto que aún la conservamos. Remata la estela un relieve que muestra a Hammurabi en pie ante el Dios Sol Shamash. (En tiempos antiguos solía suponerse que un código lo recibía un Rey de un Dios, lo cual tendía a prestar autoridad de ley. Así, según la Biblia, Moisés recibió el código legal Judío de Dios en el monte Sinaí.)

En la cara de la estela hay veintiuna columnas de primorosa escritura cuneiforme, que contienen casi trescientas leyes encaminadas a gobernar los actos del pueblo y a guiar al Rey y a sus funcionarios a impartir justicia.

Originalmente la estela se encontraba en la ciudad de Sippar, a unos 50 kilómetros río arriba de Babilonia, pero un ejercito invasor Elamita saqueó la ciudad y se llevó la estela como botín. Permaneció en Susa, capital de Elam y en sus ruinas continuó hasta que en1901 el arqueólogo francés Jacques-Jean Marie de Morgan la encontró y la llevó a Europa.

Comentarios