MALVINAS: Que a nadie se le ocurra - Nota de Opinión



A casi 30 años de tan desgraciado suceso producto de insanas decisiones, que a nadie se le ocurra fogonear el conflicto, que a nadie se le ocurra incentivar deshonores pasados ni falsos espíritus patrióticos. Este tipo de situaciones se saben como empiezan, nunca como terminan. Las especulaciones políticas, internas y externas, jamás entienden sobre la vida y la muerte porque su base de sustento se encuentra en el rédito que significa la posibilidad de una situación favorable por fuera del sangriento inventario que tales decisiones pudieran ocasionar.

Es probable que en el marco de la actual coyuntura política Británica, plagada en disputas internas, protestas y ajustes económicos Cameron no mire con malos ojos provocar un conflicto que exacerbe cierta impronta nacionalista como sujeto político, necesitándolo tanto como Galtieri y la junta militar en su momento. ¿Es posible entonces abstraernos, ambos pueblos, del discurso chauvinista que pretenderá, océano mediante, humillaciones y provocaciones con el objeto de hacernos sentir poco menos que huidizos instalándonos en supuestas situaciones límite, sospechosas instancias que aseguran un paisaje de nula negociación?.

La locura del 2 de Abril de 1982 nos demostró que nuestra posición estratégica en el tema se ha debilitado con respecto al día anterior. Tanto políticamente como humanamente nos debería resultar inconcebible cualquier correlato de un similar tenor.

Fronteras adentro sabemos que cualquier negociación internacional que tome nuestro Gobierno sobre el tema incluirá la necesaria erosión mesiánica que la oposición local (Corporaciones y agrupaciones afines) ha desplegado hasta el momento en todos los tópicos debatidos. Si acepta una posición conciliadora y paciente aflorará el barato e inconsistente Nacionalismo promilitar que habla de lo nuestro mientras las grandes rentas las negocia, las obtiene y las fuga gracias a su propia cultura colonial; si por el contrario muestra cierta firmeza en los foros internacionales será ridiculizado debido a las notables diferencias existentes con respecto a la incidencia que cada una de las naciones tiene a escala global. Mientras cientos de litros de kerosene (análisis periodísticos) “tratarán de apagar el fuego”, los efectos (los muertos, los heridos, los discapacitados, los combatientes afectados psicológicamente, las decenas de suicidios) de tales causas no son percibidos porque la realidad marca que dichos daños colaterales seguirán constituyendo el precio que la mass media vernácula, colectivo que atestó la Plaza de Mayo en aquel 2 de Abril, está dispuesta a pagar en gracia del honor nacional. 

Que a nadie se le ocurra sentirse ofendido por la provocaciones, que nadie se piense con la razón absoluta para que nuevamente la sangre de una generación sea moneda de cambio, que nadie intente utilizar un sentimiento popular para que su molino reciba vientos favorables, que la imbecilidad no triunfe, aunque nuestra historia nos haya demostrado en muchas oportunidades que existe una propensión asombrosa para equivocar el camino.

El 30 de Marzo de 1982, un grupo de estudiantes políticamente heterogéneos de Filosofía y Letras, entre los cuales me encontraba, acompañó la marcha y posterior acto que realizó la CGT bajo la consigna Paz, Pan y Trabajo juntamente con la Multipartidaria exigiéndole a la dictadura gobernante una salida democrática inmediata, terminando de ese modo con la proscripción a la actividad política que llevaba 6 años de ignominioso derrotero. Los tiros, los gases y los golpes no dejaron que el acto se desarrollara hasta su finalización siendo el asesinato del obrero y militante José Ortíz  el final de un nuevo y recurrente Guernica. La Plaza de Mayo estaba colmada de trabajadores, de estudiantes y de militantes. Vallados mediante, el núcleo duro sindical ocupó el centro de la explanada mientras que el resto de las columnas poblábamos Avenida de Mayo, Diagonal Norte y Diagonal Sur. Esa tarde escapamos sin destino cierto con la esperanza que este nuevo acto desmadrado de la dictadura cívico-militar termine por concientizar a toda la población sobre la necesidad imperiosa de vivir en democracia. Lamentablemente 72 horas después un nuevo Guernica se estaba bocetando entre vítores populares y buenas medidas de scotch. La Plaza estaba nuevamente colmada, otras masas ocupaban el espacio. Un fanatismo chauvinista promilitar y burgués hacía píe mientras un mediocre General de TEG informaba que la operación había resultado exitosa y que las Malvinas volvían a formar parte del territorio nacional.

Ese mismo día, en la nocturnidad de la Plaza Flores, junto a cuatro compañeros de ruta observábamos el ir y venir de caravanas de automóviles por la Avenida Rivadavia portando banderas de festejo acompañadas de bocinazos y gritos de adhesión a la medida. Recuerdo que el estupor y el miedo se hicieron carne durante el prolongado lapso en que se extendió aquel bizarro espectáculo, asumiendo que cualquiera de nosotros estaba en condiciones etarias de ser obligado a ponerle el cuerpo a la locura. El estupendo pensador Anarquista Inglés (vaya guiño del destino), William Godwin afirmaba: “Si mi Patria se empeña en una acción injusta serle fiel es un delito” cita que desconocíamos por entonces, pero que deambulaba fantasmalmente por nuestras cabezas entre la miserable fronda de la Plaza.

(N de la R: Que se entienda bien, no estoy afirmando que la causa Malvinas es una entelequia histórica o una falacia generacional como sí lo es ese fraude intelectual, instalado y aceptado mayoritariamente, llamado Antártida Argentina (¿?). Estoy aclarando que los modos y las formas suelen correr el eje racional de la cuestión y luego de determinado recorrido no se sabe a ciencia cierta que es lo que se está defendiendo y las causas verdaderas por las cuales uno está poniendo el cuerpo)

En mi hogar, mi hermano, que había sido conscripto durante el conflicto del Beagle (22 meses de servicio en el ejército), en su carácter de experto en teletipos, recibió de inmediato la notificación correspondiente para hallarse en disponibilidad si fuera necesario. La guerra estaba entonces a la vuelta de la esquina, a quince minutos, en cada joven, en cada hogar, mientras las bocinas continuaban eslabonando incoherencias nacionalistas.

El resto es historia conocida, algunos tuvimos suerte, otros no. Uno de los cinco de aquélla noche en la Plaza Flores , por entonces conscripto, jamás volvió a pisar las pistas de Zodíaco, Ateneo y Tarot.
Mientras todavía no se logran purgar las deudas del pasado, humanas y materiales, existen energúmenos que intentan atizar un nuevo experimento irracional.

“Los pueblos compran a precio muy subido la supuesta gloria de las armas. El hombre armado es un quebranto existencial que podría ser la única manera en que se revelaría una vida. Frente al conflicto bélico entonces es necesario tomar una actitud valiente pero resignada, no hay que estar cómodos con ella. Su gloria no es otra cosa que un enorme padecimiento” Horacio González.





Comentarios

  1. Señor Sala, ¿le gustaría tener un programa en La Borrego? (no es joda). Le ofrecemos un espacio de media hora o de una hora a la semana, como usted quiera. No le cobraremos nada, porque no somos una radio comercial y no aceptaremos publicidad, solo aportes de voluntarios.
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