La Pedagogía del Cura Clemente
Retrato de un Falangista
Retrato de un falangista
El Cura Clemente Sáenz era demasiado complejo para
nosotros; una caterva de adolescentes mediopelo, optimistas y soberbios,
sapientes de todas las respuestas y mañas conocidas. Porteños de pura cepa,
orgullosos portadores de un código nunca escrito que laboraba a modo de manual:
El Mono, el Monje, Juano, Cacho, el Tano, el Milico, el Gordo y quien suscribe,
Polo. Eximios billaristas a fuerza de quemar tiempos por lecciones no
estudiadas. Los salones de San Juan y Boedo eran lugar de encuentro cuando la
cosa pintaba a evaluación; de todas formas algo de conciencia había, ya que
cada uno de nosotros tenía una o dos asignaturas como caballo de Troya, de modo
asegurarnos que la ausencia no fuera total, buena instancia para que la gavilla
no recibiera la calificación de asociación ilícita; cosa que realmente era.
De valentías inexistentes y picardías carentes de
intelecto transitaban aquellos tiempos de arrogancia; el conocimiento distaba
de ser un apetito y todo lo concerniente al fraude y la ventaja formaba parte
del pensamiento recurrente.
Dentro del grupo convivían tipos de variada laya y
formación. Los había fieles y comprometidos asistentes a la Acción
Católica, tanto el Mono como el Monje sostenían con firmeza los valores
indivisibles de la cristiandad. Juano, Cacho y el Gordo odiaban la distracción
que proponía la religión, el deporte y toda aquella inversión de tiempo y
esfuerzo que les privara de la obtención de alguna renta monetaria adicional;
mercantilistas por excelencia eran tipos inteligentes con fines muy bien
determinados; de escasos escrúpulos, cada acción llevada a cabo a favor de
terceros tenía su escala de valor, según riesgo y trajín. Creo no equivocarme
al afirmar que eran los tipos más preparados para afrontar el devenir. El Tano
era el sujeto serio y formal, cara visible y negociadora ante una posible
sanción. Dialoguista, elegante, pulcro y erróneamente considerado por el cuerpo
docente institucional, descansaba cómodamente en un colchón conceptual elevado
que supo construir durante los primeros años del secundario. El Milico era un
fiel reflejo de la época. Tahúr de singular destreza, buscavidas, amante de la
corruptela, insolente y seductor a la vez. Exponía sus credenciales castrenses
ante la mínima sensación de peligro. Hijo de un honesto y timorato mayor de
Gendarmería, abusaba de su condición a espaldas de la nobleza que este
ostentaba orgullosamente. Corría el año 1978 y recuerdo haberle escuchado
afirmar que su padre estaba perdiendo la oportunidad de su vida por no
participar de las mieles y ganancias del partido militar. Quién suscribe se
mostraba como un ególatra venido a menos. Con marcada inclinación hacia el deporte,
representaba al Colegio en Fútbol, Rugby y Atletismo, además destacaba por ser
un incipiente lector, y con permanente compañía femenina daba por sentado que
la vida adolecía de fórmulas certeras para su satisfacción.
Ocho individuos elementales, fronterizos, en un
ámbito educativo dominado por el dogma que imponía la Orden de los Escolapios.
A sus corrientes compromiso de castidad, pobreza y obediencia, dicha cofradía,
añadía la formación y la educación como precepto adicional. La Orden había sido
fundada justamente por el Santo Patrono San José de Calasanz en el siglo XVI a
favor de la inclusión de los desvalidos. Escuelas Pías fue su categorización
fundacional. En nuestro caso estamos precisando un marco privado, oneroso y
contenedor de las clases más acomodadas de los porteñísimos barrios de
Caballito, Almagro y Flores.
El Cura Clemente Sáenz era la cabeza institucional
de la organización. Además de ser el Rector, oficiaba además como Profesor de
Religión, Teología y Literatura. En sus españoles tiempos de seminarista había
formado parte activa de la falange franquista como oficial superior en el marco
de las ejecuciones. Era quien se encargaba, oración mediante, de dar el tiro de
gracia en las fosas comunes que de ex profeso se cavaban detrás de los condenados.
Su personalidad estaba sellada por aquella impronta
antiliberal ostentando marcada repulsión hacia los ideales republicanos y
democráticos que durante la primera mitad del siglo XX ardían a modo de
necesidad universal. Tradición, familia y propiedad eran sus parámetros y
paradigmas. Ejercía la censura y la discriminación sin eufemismos. En sus
clases de literatura hispanoamericana escritores como García Lorca, Hernández,
Machado, Alberti, Borges, Cortázar, Sábato, Bioy Casares, Marechal, García Márquez,
Juan Rulfo, Vargas Llosa y Neruda eran sujetos susceptibles de ser ignorados
por completo. De modo despectivo los calificaba como “liberalitos” muy bien
publicitados y totalmente alejados de la matriz que prohijaba a las artes
consagradas.
Durante el año lectivo los Cantares de Caballería,
el Siglo de Oro Español, y algún que otro autor de finales del siglo XIX eran
motivo de relato y atención. Temática bellísima a mi entender pero escasa a la
sazón de la multiplicidad existente. Para el Cura Sáenz el Facundo y el Martín
Fierro no merecían estudio y la poesía urbana de Manzi, Macedonio, Discépolo y
Carriego, debían permanecer en los márgenes del arrabal.
Así y todo, en lo personal, lo considero como el
principal responsable de mi amor por la literatura en sus dos facetas: como
apasionado lector y como irreverente escritor. Su odio visceral hacia todo lo
que nos ocultó motorizó, junto a su técnica pedagógica, una formidable
contracción a la curiosidad y al interés por las obras de aquellos escritores ignorados.
Recuerdo que por entonces andaba de un lado para el otro con Gracias por el
Fuego de Mario Benedetti; contaba con dieciséis años y mucha desinformación
sobre la contemporaneidad. Poco sabía del escritor Oriental, su compromiso
político-militante y de las persecuciones de las cuales era objeto. Lo cierto,
es que a poco de comenzar el año lectivo la Profesora de Francés me convocó
para conversar en privado. La joven docente era bastante feúcha, por lo que
tuve que soportar las cargadas y zonceras de la cuadrilla que me rodeaba.
Olga, así se llamaba, no debía superar los
veinticuatro años y bastante al tanto de la cosa me advirtió que era
conveniente tratar de ocultar el libro, no sólo por la ebullición social, sino
también porque el Rector era muy resoluto para eliminar todo texto de temática
comprometida. Recuerdo que me dejó en claro su admiración por Benedetti, pero
que estábamos inmersos en un momento de algidez y desencuentro, que todo se
hallaba desnaturalizado, que ser libre de pensamiento y elección constituía
verdadero riesgo. Me recomendó que lo forrara y que lo siguiera leyendo, y a la
par me sugirió un par de títulos de autores que por entonces me resultaban
absolutamente desconocidos. Un tal Giovanni Papini y un tal Miguel de Unamuno.
Respecto a este último, al enterarme que era español, se me ocurrió consultar
con el Cura Clemente sobre algún título por donde valiera la pena ingresar a su
mundo literario. El tipo ni siquiera registró la solicitud. Un categórico “deje
con eso” fue suficiente para no insistir con el tema. Ese fue el último
contacto personal que mantuve con él hasta que tuvo la obligación de entregarme
el diploma de Bachiller. A propósito, viene a mi memoria que durante el mismo
acto de promoción y estando prontos a partir rumbo a un boliche para festejar
el evento se me acercó y me preguntó, muy seriamente, si todavía seguía
interesado en Miguel de Unamuno, a lo que le respondí afirmativamente. De
inmediato sacó un pequeño papel doblado que tenía en el bolsillo de la sotana y
me lo entregó. Agregando, que tuviera mucha suerte en la vida y que nunca
dejara de leer. En el papel decía “Del Sentimiento Trágico de la Vida, Miguel
de Unamuno – 1912 – Editorial Losada. Si no lo puede comprar hay varios
ejemplares disponibles en la Biblioteca Miguel Cané. Está ubicada en Carlos
Calvo entre Avenida La Plata y José Mármol.
Pedagógicamente el hombre era inigualable. Durante
los cuarenta minutos que duraba la clase de literatura el Rector nos enseñaba
los clásicos mediante la dramatización y el humor, fuera de su declamado y
pronunciado fascismo era un tipo sumamente locuaz y entretenido. Su
calificación final era la resultante del promedio de las dos evaluaciones que
tomaba; de ese modo segmentaba el bimestre en dos porciones bien definidas.
Para cada prueba preparaba dos extensos temas que incluían no menos de seis
puntos a desarrollar. Era ciertamente impracticable, en cuarenta minutos,
completar la totalidad de la evaluación. Sin embargo, con presencia del fraude,
todo el alumnado lograba completar la encomienda. Las calificaciones eran tan
elevadas como insólitas. Convencidos de nuestra astucia, considerábamos el
artificio como un hallazgo contenedor de sagacidad e inteligencia. El Cura
Clemente Sáenz era demasiado para nosotros y nosotros no supimos leer que al
frente de la clase había un tipo que nunca nos quiso gatillar, tal como hacía
en sus tiempos de seminarista y militante falangista.
La cosa era así...
El misionero tenía como rutina avisar con bastante
anticipación el día y la temática de la evaluación. Como mencioné ésta última
no era otra cosa que todo lo visto hasta el momento. Incluía biografías,
movimientos literarios y el desarrollo de obras varias. El hábito comprendía la
preparación anticipada de ambos temas los cuales colocaba entre las hojas de su
Biblia personal. Esta certeza no contaba con refutadores. Desde sus comienzos
al frente de la cátedra, Sáenz, guardaba los mismos usos y costumbres, como
consecuencia de ello el fraude contaba con la impunidad que marcaban los años y
el éxito obtenido. Sólo había que hacerse con un duplicado de las llaves de la
Rectoría, de forma tal, aprovechar sus cotidianas ausencias dedicadas a la
oración, y con la debida antelación, ingresar a su oficina, copiar los temas y
negociarlos con el resto del alumnado. Lo usual, por parte de cada estudiante,
era completar ambas temáticas para evitar azarosas incomodidades. El día de la
evaluación, bajo cada pupitre, estaría ordenado el material didáctico pronto
para ser entregado de modo definitivo. Coronar con satisfacción esta operación
requería mucha inversión intelectual debido a lo extenso del cuestionario. La
data cubría no menos de tres hojas, de modo que el trabajo de copia se
transformaba en una verdadera lección inconscientemente aprehendida. Durante
los cuarenta minutos de clase la puesta en escena y la simulación formaban
parte de la crónica. El Rector caminaba entre filas leyendo sin levantar la
vista procurando mantener el orden con su sola presencia. Cinco minutos antes
de finalizar la hora cada alumno operaba su cambio de acuerdo al tema que le
tocó en suerte, para luego depositar la prueba en el escritorio del sacerdote.
Básicamente un trámite. A la siguiente semana las calificaciones eran un lujo
desmedido y ufanarse por ello constituía la mayor de las utilidades.
La caterva poseía muy bien aceitado el mecanismo.
El impecable e insospechado Tano era quien preservaba las llaves en su poder.
Tuvo la misión, en cuarto año, de negociar con los mayores de quinto un
duplicado. Desde ese momento su rol de cancerbero se mantuvo firme y sin
protesto por parte del resto de la gavilla. El Milico era quien accedía a las
oficinas del Rector mientras el Mono y el Monje actuaban como asistencia
externa ante un posible e inesperado regreso del Cura. Los cuatro restantes
oficiábamos como simples cobradores de aquellos compañeros que quisieran
disfrutar de la prebenda. Convengamos que el precio variaba y rara vez se
realizaba en efectivo; algún pucho, un especial de salame y queso, una gaseosa,
un café o una porción de muzzarella al paso era suficiente contraprestación por
el riesgo. En definitiva eran compañeros, el abuso no estaba bien visto.
El efectivo se solía recaudar a costa de favores
hacia alumnos de otros cursos. Lo que más cotización portaba eran los partes de
asistencia con su respectivo sellado original, ya que dicho documento sólo
tenía validez por un módulo determinado, en consecuencia el volumen mensual
superaba largamente cualquier otro ingreso. Se extraía el verdadero del libro
de temas dejándole al Profesor entrante el falso con la inclusión del nombre
del interesado. Dicho parte era revisado por el Docente, dando por sentado
presencias y ausencias comenzaba con su clase. Finalizada la hora y una vez que
partiera el Profesor el farsante regresaba de su refugio volviendo a colocar la
papeleta original, procediendo inmediatamente a la destrucción de la falsa.
Aquí el sitio de estancia o escondite dependía del talento de cada alumno y el
riesgo que estaba dispuesto a asumir. El baño estaba ligado a la vulgaridad.
Quien buscaba ese sitio era caracterizado como indeciso, poco aventurero y
hasta timorato. Permanecer sentado en un inodoro durante cuarenta minutos
contenía visos impresentables. Además se corría serios peligros de tener que
sobornar al Preceptor de turno, “humanoides” siempre inquietos en pos de
especular con las ventajas que les otorgaba el cargo. Los más jactanciosos
partían del edificio con la anuencia del Portero Ramón; sujeto fácilmente
adquirible e irresponsable, dueño de sus silencios a módico precio, estando
presto a negociar un duplicado de las llaves de la puerta principal ante el
mejor postor. Así, los bares de los alrededores daban gustosos su bienvenida.
Ciertamente los más audaces eran aquellos que
permanecían dentro del Instituto, en sitios que por obvios resultaba más que
insospechados: la mapoteca, el gimnasio, la cocina, el salón de actos, la
Iglesia; todos ellos debían incluir una sólida argumentación que justificase la
presencia en el lugar por si era necesario dar incómodas explicaciones.
Recuerdo que en cierta ocasión, sorprendido en la Iglesia, en las cercanías a
uno de los confesionarios, me vi en la obligación de manifestar un absoluto
estado de penitencia debido a pecados carnales nunca cometidos con una amiga imaginaria.
El Cura Roig, a quien apodábamos “Voto de Pobreza” por la calidad y lo costoso
de las prendas que lucía fue quien advirtió mi presencia. El sólido argumento
no dejaba lugar a dudas sobre las fundadas razones por las cuales estaba fuera
de clase. Mi preocupación penitente así lo demostraba. La puesta en escena tuvo
que soportar ser conminado a confesión teniendo que afrontar un exigente
tributo penitente. Demás está decir que dicha batería de Rosarios jamás fue
cumplida debido a que ese pecado jamás fue cometido. Un par de Avemarías, tres
Padrenuestros y un Credo sirvieron para apaciguar el embuste. Cuando todo esto
terminó, ya era hora de volver a clase a cambiar el parte de asistencia.
Volviendo al fraude. En cierta oportunidad, ya en
quinto año, el Cura Cemente nos colocó delante de una prueba de tremendo e
impensado rigor. Antes de comenzar con la última evaluación del año decidió
firmar las tres hojas en blanco que cada estudiante tenía prestas sobre el
pupitre. Mientras pasaba por entre filas nuestros desfigurados rostros
mostraban claros indicios de pánico y sorpresa. Cualquier intento de estafa
quedaba abortado por completo. Ningún cambio se podía realizar. El fascista nos
tenía a merced para darnos su definitivo tiro de gracia. Esa sería la última y
única calificación del bimestre ya que debido a una larga enfermedad no había
podido tomarnos la primera correspondiente al ciclo. Un aplazo condenaba a diciembre
sin protesto ya que el Rector nunca calificaba por sobre el ocho. Por entonces
había que promediar siete para eximirse. Ocho por tres veinticuatro (más uno,
dos o tres), dividido cuatro: Diciembre. A pesar de la literalidad de las
copias con respecto a los textos, el Cura nunca calificaba con diez o con
nueve. Tenía incorporada la creencia que sólo Dios era dignatario de la nota
máxima, y que él, personalmente era el único delegado posible con derecho a
ostentar un nueve. Lo máximo entonces que podía aspirar un alumno era un ocho.
Un extraño sudor primaveral nos corría por las
manos, el cuello y las entrepiernas. Fueron cuarenta minutos largos y precisos.
Como gozando su obra, el falangista se paseaba por entre los pupitres sin
levantar la vista de su libro, de seguro presentía que en breve decenas de
jóvenes e indefensos cuerpos caerían a una fosa por él mismo cavada y que no le
sería complicado finalizar su tarea ejecutoria. Sabía que podía prescindir de
guardias e instrumentos de tormento; estaba seguro de su poder omnímodo y
dictatorial, como probablemente lo sintiera durante los tiempos de la guerra
civil española. Tenía poco más de una veintena de soberbios, “liberalitos”, acodados
en sus escritorios solicitando indulgencia.
A minutos de finalizar la hora cerró su libro,
segundos después nos ejecutó tal cual tenía planificado, la ráfaga hizo temblar
el recinto y no había responso que aplaque nuestro espanto.
- Señores
– sentenció el Cura – la evaluación la haremos en nuestra próxima clase, sólo
quería finalizar este libro de poesías que hace tiempo me debía. Buenos días.
Los más fronterizos festejaron aliviados por haber
zafado de la coyuntura. En lo personal tomé el asunto como un fusilamiento
simulado. Recuerdo haber experimentado una doble sensación: Primero de
iracundia, producto de la cruel agresión psicológica sufrida; en segundo
término, la percepción del evento como una lección que no se podía
desaprovechar. Más aumentó este último concepto y a la vez mi confusión
cuando pude constatar que tal situación límite había promovido que desarrollara
en forma completa y de modo correcto cinco de los seis puntos en cuestión. No
necesitaba del embuste para aprobar Literatura; otros como yo, también
comprendieron que este detalle no era para nada menor.
Ese ejercicio constante de escribir para engañar
era lo que finalmente él demandaba para someternos mansamente hacia el placer
literario.
Su batido de escolapio y falangista dio como
resultado una pedagogía de sinuoso recorrido, camino diseñado por su libre
albedrío en función del objetivo de máxima. Nos engaño y se rió de nosotros
durante los dos años que estuvimos a su merced; sin embargo no hay rencores. El
tipo era demasiado para una banda de improvisados en la vida. Aquellos clásicos
de la Literatura Hispánica jamás dejaron de acompañarme; de los otros, de los
indeseables “liberalitos”, por entonces censurados, me sigo encargando
personalmente desde que me despedí del Cura, al cierre de aquella noche de
egresados.
De la impresentable y soberbia caterva derivaron
dos Ingenieros, uno Civil y otro Químico, un Empresario Inmobiliario, dos
Contadores Públicos, un Médico Clínico y un Oncólogo.
En lo personal y tras el paso del tiempo, el
deporte no logró tolerar mi indisciplina y menos aún mi rodilla, mientras que
la concurrencia femenina ha decidido licenciarme definitivamente. Sin título
habilitante, a pesar de haber cursado durante cinco años en Filosofía y Letras,
y portando una buena maleta de recuerdos sórdidos continúo, gracias al Cura,
leyendo mucho mejor de lo que escribo, persuadido que la vida sigue adoleciendo
de fórmulas certeras para su entera satisfacción.
Lamentablemente yo tampoco recuerdo al Padre clemente como algo bueno que sucedió en mi vida. Tal vez, él es una de las personas a las que hay que darles gracias por mi haber dejado ser cristiano. Yo no tengo ningún arrepentimiento de haber abandonado el cristianismo; por el contrario, me siento muy feliz y orgulloso de haberlo hecho. Por otra parte, el dolor causado por sus estupideces y / o maldades es algo que yo jamás podré olvidar.
ResponderEliminarAhora que veo, escribí si querer "Clemente" con minúscula. No lo habría hecho a propósito, pero ya que está, yo diría que eso debe ser la muestra de lo poca cosa que el Padre Clemente fue para mí, así como lo que aún es y lo que siempre será. Esté en donde esté - obviamente no en este mundo, yo no le deseo nada bueno.
ResponderEliminarTambién nobleza obliga, nunca se la agarraba con nadie cuando tenía una rabieta(generalmente ese día no tomaba lección), y si alguien daba mal o le ponía una nota baja a la próxima lo llamaba y le daba otra oportunidad conmigo lo hizo, me puso un 1 y la próxima al lado le puso un cero y se trasformó en 10, así como los lune si se daba cuenta que no habíamos estudiado y le sacabamos el tema de San Lorenzo, del que era hincha igual que el padre Pizzuli, y quien escribe, zafabamos. Me recibí de bachiller en el ¨74. Muy buenos estos recuerdos y lo que has escrito Sala del padre Emilio, del que también fui alumno
ResponderEliminar¿Y a vos cómo te consta su actividad durante la Guerra Civil?
ResponderEliminarA mi no me consta porque no lo vi. No soy español ni había nacido todavía. Aunque creo que el primer argumento es muy débil ya que aún siendo español no es razón suficiente para haber vivido la Guerra Civil. Puedo haber emigrado antes por ejemplo. Voy al punto de su cuestionamiento: Sólo cuento lo que él mismo mencionó es su clase de literatura cuando se refirió a los escritores españoles de principios del Siglo XX. (los liberalitos)
EliminarSi, Clemente peleó en la Guerra Civil y recuerdo haberle escuchado decir que al empezar la esa infausta guerra, él había prácticamente terminado el seminario, solo le restaba profesar los votos. Aparentemente pidió una dispensa para participar en la guerra, si no recuero mal, como alférez provisional de las tropas carlistas (¿donde sinó?).
EliminarClemente estuvo muy allegado a mi y mi familia, siempre me produjo admiración y desprecio, por igual, cuando supe de algunas acciones en pos de alguna persona con problemas. Sin embargo, no olvido algunas de sus conductas dignas de bárbaros con las que se ha conducido. Ni hablar de sus simpatías politicas: admirador del peronismo de la extrema derecha, sin duda del mismo talante de un Osinde u Ottalagano, no impidió para nada que estuviera feliz con el Proceso militar, como lo hicieron otros que pasaron del gobierno de Isabelita al de Videla...
En fin, un recuero de mi joven adolescencia, tan lejana ya...
Recuerdo con cariño y agradecimiento al Padre Clemente. El se esforzó en inculcarnos principios cristianos que hoy me acompañan en mi vida. Era un hombre duro, pero noté que buscaba el interés de nosotros. A el le debo la devoción por el Sagrado Corazón de Jesús. El nos contó su arrepentimiento, y lo hizo con lágrimas, de sus errores. Y dedicó el resto de su vida amando a su prójimo. Te recuerdo Gustavo Salas, yo egresé en 1978 como Perito Mercantil. Te saludo con afecto.
ResponderEliminarHoy no vivo en la Argentina, pero cuando sí vivía, la gente solía decir "cada uno habla como le fue en la feria". Así como yo tengo muy malos recuerdos del padre Clemente Saenz, hay gente que tiene buenos. No pretendo - ni siquiera sueño - que alguna otra persona cambie de opinión por mí. Además, el dolor que yo siento es por algo que él me hizo pura y exclusivamente a mí, y a nadie más. Por razones muy personales, no me quiero identificar, y pido disculpas si lo que acabo de escribir en Castellano no está lo suficientemente claro. En donde vivo ahora, hablo, leo y escribo siempre en Inglés.
ResponderEliminar¡Seamos más realistas! El Padre Clemente Saenz fue un bruto y un animal que no tenía nada de sentimientos. Detrás de todo su supuesto cristianismo, escondía un hombre malo y bajo. Solo gente desgraciada, como el profesor de Biología Edgardo Pérez - mal rayo lo parta en donde se encuentre, pudo haberse entendido con él. Dios es quien le da vida a la gente, pero es doloroso el solo pensar en personas viles y crueles como el Padre Clemente y Edgardo Pérez, siendo que los mismos no merecen ni vivir.
ResponderEliminarSe le dio mi amigo. El Profesor Edgardo Perez murió muy joven.
ResponderEliminarDe todas maneras si relee la historia se dará cuenta que no existe ninguna vileza del cura que se omita. Su capacidad para el tormento queda marcada con suma claridad y formaba parte de lo que él entendía por docencia. La histoira no tiene un sentido reivindicativo de Saenz ni muhco menos. Es simplemente una historia que me pareció interesante contrala por multiples factores, incluso por los que usted muy bien señala. Saludos
Usted no se alcanza a imaginar lo feliz que me siento de saber que Edagrdo Pérez ya no está en este mundo. Usted dice que murió joven. Si por mí hubiera sido, ese maldito, desgraciado y degenerado debió haberse muerto mucho antes. Ante mi ojos, él fue una de esas personas que su vida sale sobrando en este mundo.
ResponderEliminarPor favor, discúlpeme, Sr. Sala, si mi opinión lo hace a usted doler en cierta forma, pero es lo único que me queda por decir de una piltrafa humana como Edgardo Pérez.
Más allá de no compartir ese sentimiento para nadie, ni siquiera para mi peor enemigo, considero que las cosas que nos hicieron cuando fuimos pibes nos quedan marcadas para siempre, de manera que no se disculpe. Perez no tenía buena entraña y lo demuestra esta pequeña anécdota que a continuación le voy a comentar.
ResponderEliminarA fines de 1979 y a propósito de nuestro egreso se realizó una fiesta en la casa de un compañero de Comercial al que fueron invitados varios profesores, entre ellos Perez. En un rapto de estupidez, acaso motivados por algún alcohol innecesario, varios muchachos pusimos el Renault 12 del Perez en el medio de la calle corriéndolo hacia el costado ya que estaba frenado. La idea inicial era que el tipo viniera y no encontrara el auto en su lugar. Una simple joda que no salió ya que como le mencioné el coche quedó en medio de la calle sin asunto y lo único que hacía era entorpecer el transito que venía, si mal no recuerdo, por la calle Colombres. Obviamente el auto no sufrió ningún desperfecto, pero la movida le sirvió para pedirnos una ponchada de guita a toda la clase bajo amenaza de enviarnos a todos en Biología e Higiene para no aprobarla más y de ese modo cagarle la vida sobre todo a los futuros universitarios con todo lo que eso implicaba en aquella época. Tiempos de cupos y cursos preparatorios que duraban caso dos años. El propio Halfón nos comentó que el tipo se estaba aprovechando de una tontera para sacar una estúpida renta económica. Más allá de nuestra idiotez manifiesta ese día Perez nos dio una clase sobre el arte de la extorsión y la miserabilidad.
Lo invito a que lea esta historia de abuso a menores dentro del ámbito de la misma institución. Con apenas 6 o 7 años las cosas quedan grabadas en la piel
ResponderEliminarhttp://lasbalasdelcampanario.blogspot.com.ar/2012/09/el-micro-seis-relato-peregrinar-por.html
La anécdota que yo tengo para contar de Edgardo Pérez es mucho peor, y a esta altura del partido, ninguna cosa mala que haya venido de esa basura de persona me sorprende. Todo comenzó un día cuando él me tomo odio sin yo haberle hecho a él nada anteriormente.
ResponderEliminarEl mal que él me hizo a mí fue premeditado, y tengo la prueba con lo que me contaban los muchachos de la otra división. Él no hacía más que hablar de mí a mis espaldas, anunciando que él me haría un mal algún día. Tanto fue así, que en la primera oportunidad, se metió en algo que a él no tuvo que importarle en lo más mínimo para hacerme mal. Después de lo que me ocurrió, con mucha alegría y orgullo, él mostró ante mucha gente su poder por lo que me había hecho, por supuesto, haciéndome mucha burla y humillándome de lo peor. La verdad es que si él se hubiera mantenido al margen, yo no habría sido menos perjudicado, pero solo para poder hablar luego, él interfirió. Nunca en mi vida lo he perdonado por lo que me hizo, ni lo perdonaré. Ahora que gracias a Dios está muerto, solo me queda por desear que arda bien en el infierno que tan justamente se merece.
Yo también recibí mucho abuso en el Colegio Calasanz, y lo que yo recibí fue de muchas personas: maestras, compañeros, profesores, etc. Los nueve años que estuve en ese sitio solo me sirvieron para que hoy entienda mejor porqué no soy más cristiano - y mucho menos católico. Los malos momentos que pasé allí me llevaron a hacer un investigación del nuevo testamento, para que hoy lo vea como una simple farsa. Respeto a quien sí cree en el nuevo testamento, pero para mí es tan solo un libro de ficción. Yo solo creo en Dios y en el Antiguo Testamento. Tal vez, tengo que darle a usted la razón en algo: lo que se nos hace cuando somos niños o adolescentes produce unas lastimaduras emocionales que nunca, jamás en la vida se pueden curar.
Por otra parte, es justo que reconozca que el mal que recibí en el Colegio Calasanz por el Padre Clemente, Edgardo Pérez, y otras personas me llevaron a buscar otra fe y otros caminos religiosos que me dieron por muchos años mucha felicidad. Está demás decirle que no tengo el más mínimo arrepentimiento de haber abandonado el cristianismo.
ResponderEliminarSr. Sala, yo no sé si le va a servir de algo lo que tengo que decirle, pero me parece que debo hacerlo. Como le dije ya, tuve mucha gente de quien recibí abusos en esa maldita institución, pero usted no está entre esa gente, y usted compartió conmigo todos los nueve años. Yo no sé si usted se ha dado cuenta quien yo soy o no, pero en lo que respecta a mí, no tiene que tener ningún cargo de consciencia. Le deseo mucha suerte, vaya a donde vaya, haga lo que haga, porque sostengo que se la merece.
ResponderEliminarEstimado compañero de penurias
ResponderEliminarMe atrevo a reponderle desde mi mail personal. Lamento lo que me cuenta y más lamento no poder recordarlo puntualmente. Sucede que éramos tantos los estigmatizados por diversas razones que se me hace imposible ubicarlo.
Como muestra sólo alcanzan un par de botones.
Mis tiempos de primaria yo era para los docentes una suerte de ser inferior, con talentos nulos, acaso inexistentes. Sucedía que mi hermano Guillermo, dos años mayor que yo, era un alumno brillante, esto incluía cuadro de honor, mejor compañero, pulcro, de impecable traza y cosas por el estilo. Cosas que por cierto eran ciertas y de las cuales yo estaba orgulloso. Vale decir estaba y estoy orgulloso de mi hermano. Bajo el lema nunca segundas partes fueron buenas transité dicho tiempo sumido bajo el desprecio de las maestras las cuales nunca esperaron nada bueno de mi, abortando toso intento de incentivo. Me encantaba el deporte y las artes, sin embargo ninguna de las dos actividades fueron apreciadas. Solo el Cura Emilio se detuvo en mis inquietudes. Pero ese desprecio se manifestaba diariamente y con actitudes concretas. Lamentablemente el círculo aplaudía dicha demostración sin que yo pudiera entender las razones por las cuales nadie aceptaba que yo era otro tipo de persona.
Durante la secundaria fue la Sra Farro la que hizo de mi un miserable. La última materia que di para recibirme de bachiller fue Inglés de 3ro. La di 9 veces y recién la aprobé con 8 y sin haber estudiado, ya que la consideraba perdida, cuando ella no estuvo en la mesa debido a su embarazo. La profesora de entonces que me tomó, luego del exámen, me dijo: Esto me va a traer un problema con Graciela. Ella me dió indicaciones expresas que no podías aprobar, pero no pude hacerlo, no lo consideré justo. Sucede que Farro se había perjurado que me iba a cagar la vida hasta que a ella se le cante y todo porque una vez, en una encuesta supuestamente anónima, yo contesté que sus clases no me parecían entretenidas.
Así las cosas mi amigo. Espero su vuelta de correo y que de alguna manera me releve de mis insomnios y de mis recorridos fotográficos
Un abrazo
Gustavo Marcelo Sala
A mí también me hicieron sufrir mucho las maestras, en especial Lidia Azucena Srandría de Glavitch - que ya sé que está muerta - y Cristina Colon de Hoppe. La mayoría de mis compañeros del Colegio Calasanz fueron muy malos conmigo. Una vez más, gracias a Diós, puedo decirle que usted fue de la minoría de ellos.
ResponderEliminarReitero que el secundario con el Padre Clemente solo me sirvió para que entienda mejor que no tengo que ser cristiano, y mucho menos católico. Personas tan despreciables como el Profesor Iglesias (alias Galleta) y como el profesor de contabilidad Palma pudieron encontrar lugar en un sitio como el Colegio Calasanz. En lo que respecta a Palma, quisiera decirle que mi rencor no es por su rara orientación sexual. Cada persona tiene derecho a hacer con su cuerpo lo que quiere, siempre y cuando lo que haga no perjudique al otro. Además, creo que es obvio que esa rara orientación sexual no le da a nadie derecho a hacer mal al otro. De todos modos, sea lo que sea, tanto el profesor Iglesias, como el profesor Palma merecen mi mayor desprecio y mis más ardientes maldiciones.
La profesora Graciela Farro no fue mala conmigo, pero recuerdo algunos otros muchachos que se quejaban de ella. No era mucho el mal que ella me podía hacer, porque yo ya sabía inglés. Hoy en día soy maestro de inglés, vivo en los Estados Unidos y hablo varios otros idiomas; por lo tanto, le puedo decir que su método de enseñanza no era apropiado. En primer lugar, cuando se enseña un idioma extranjero, no se puede dar solo la voz del maestro. Además, hay que tomar en cuenta que cuando se enseña un idioma que es tan diferente en pronunciación al que los estudiantes hablan, hay que en todas las clases - o al menos en la mayoría de ellas - dedicar aunque sea un poco de tiempo a fonemas. Dicho en otras palabras, cuando una persona enseña un idioma extranjero, lo que la misma hace es dar a sus alumnos una herramienta para moverse en un mundo diferente, y cuando se da una herramienta hay que dar todas las instrucciones pertinentes para que la persona que la recibe la utilice bien. Es cierto que en ese entonces no había CD's, DVD'S, Internet, etc. como hay hoy en día, pero si había discos y cintas (cassettes).
¡Qué increíble! Cuanto más me entero de sus teorías, más encuentro lo que decir de las mías. En verdad, no se lo que hago llamándolo "usted" cuando nosotros compartimos nueve años de nuestras vidas, y esos nueve años han sido muy importantes para los dos.
Un abrazo,
Anónimo (Lo siento, pero por una serie de razones no puedo identificarme - al menos, por ahora)
Como gustes. De todas maneras si algún día te arrepentís en el mail de tu cuenta de google tenés mi casilla de correo. De mi parte voy a seguir buscando, debo recuperar alguna viejas fotos escolapias. Pasa que las tengo en lo de mi vieja y vivo a 600 km de distancia. Abrazo
ResponderEliminarPD No sé si recrodás a Javier Miró "El Loco". Pues él vive en Australia y mantengo contacto fluido, incluso participa en el blog armando post de variada temática. Abrazo
Casualmente, sí conocí a Javier Miró, y el también fue de la minoría de mis compañeros en el Colegio Calasanz. Dicho en otras palabras, de él no tengo ninguna queja. Además, si me preguntan a mí, Javier Miró no merece el apodo "El Loco". Si sí, ¡ojalá todos los locos del mundo fueran como él! Por lo que yo recuerdo, era un muy buen muchacho.
ResponderEliminarEl Colegio Calasanz es supuestamente un sitio donde se lleva a cabo el cristianismo de la mejor manera. Según recuerdo, el cristianismo manda a que se sea bueno con el otro y que nunca se haga mal a nadie. Reitero: los nueve años que estuve en ese lugar, con tanta gente mala que me hizo sufrir tanto, sólo me llevó a entender que todo era una simple farsa.
ResponderEliminarEl Nuevo Testamento fue escrito por unos griegos más o menos 150 años después. En cambio, el Aniguo Testamento fue escrito por Moisés siguiendo muy precisamente lo que Diós decía. Tanto el cristianismo como el islamismo están basados en el Antiguo Testamento. Las escrituras del Nuevo Testamento o del Coram que coinciden con el Antiguo Testamento son simples invenciones. El catolicismo, con todas sus cruces y estatuas de mármol o de madera, sólo hace algo que en los diez mandamientos está muy claramente escrito: que uno no se haga imagen de nada que está en el cielo o en la tierra. Dicho en otras palabras, los católicos adoran maderas y mármoles, como lo hacían los romanos y los griegos con sus dioses. Según todos los cristianos, Jesucristo es supuestamente el mesías que los judíos esperaban, cosa que no es cierta. Cuando el mesías venga, él no va a ser Diós ni cosa que se le parezca; él sólo va a ser el rey del pueblo judío. En el Antiguo Testamento no existe tal cosa como "padre, hijo, y espíritu santo."
Espero que pueda recibir lo que yo sostengo con mente abierta y que lo que le digo no le haga doler. Yo sólo le puedo decir lo que la vida me hizo comprobar. De ninguna manera le pido a usted que piense lo mismo. Ni siquiera le pido que haga las investigaciones que yo hice.
Como ya le he dicho, usted tiene razón en lo que dice que lo que a uno le hacen cuando es niño o adolescente queda marcado en la personalidad para toda la vida. Todo tiene consecuencia: lo bueno, buena y lo malo, mala.
Un abrazo,
Anónimo
Cuando el Padre Clemente quería que recemos y no empezábamos inmediatamente, no decía: "Son ustedes unos judíos", y sonreía al decirlo.
ResponderEliminarEn primer lugar, eso sólo muestra que las prédicas del cristianismo son falsas. ¿Qué quiere decir "católico"? Universal: amor universal. ¿Dónde está ese supuesto amor universal en lo que decía el Padre Clemente?
En segundo lugar, lo judíos religiosos que practican bien su religión rezan muchísimo, y saben mucho más y mejor lo que dicen y a quien se encomiendan.
Para mí, el Padre Clemente fue una simple basura, y mucho otra gente de allí: Edgardo Pérez, Iglesias (alias Galleta), Palma, Lidia Azucena Sarandría de Glavtich, Cristina Colon de Hoppe, Norita de Cabelluzzi, Haydée T. de Citaro, etc.
Digan lo que digan, para mí, el catolicismo no es ni más ni menos que un politeísmo. Es cierto que está basado en el Antiguo Testamento, pero la religión católica en sí va contra del mismo. El que alguna vez visitó una sinagoga sabe muy bien que en la misma no hay ninguna clase de estatuas.
ResponderEliminarCuando los judíos resan, sólo le piden a Diós que los ayuden; no se encomiendan a nada ni a nadie más que a Diós. Tal vez, es posible que le pidan a Diós en mérito de alguna persona que fue en vida superbuena, pero no a la misma. Además, los judíos no se arrodillan; yo no sé de donde demonios sacó el catolicismo semejante cosa. Siendo que ni los evagélstas y ni mucho menos los testigos de J. se arrodillan, hasta se puede decir que ni siquiera del Nuevo Testamento los sacaron. Yo diría que es una simple manera de imitar a los antiguos romanos y / o a los antiguos griegos - ambos a dos, politeístas.
La Reina Isabel, la católica, fue tan mala y perversa con los judíos. La muy arpía obligó a que muchos adoptaran la religión católica sin creer en la misma, y ni hablemos de los judíos que ella misma mandó a quemar. ¡Qué increíble! ¿No? Ella mandó a quemar personas porque tenían la misma religión que el Cristo que ella tanto adoraba.
De todos modos, ante mis ojos, el Nuevo Testamento es una invención que fue escrita en Grecia alrededor de 150 años después. Hay algunas sectas cristianas que parecen tener un poco más de sensatez, aunque yo tampoco creo en lo que ellos creen. El catolicismo, parar mí, es simplemente una farsa y una payasada.
Por favor, discúlpeme si lo que le digo le hace doler, pero esa es mi opinión, y una persona como usted que le gusta escribir en "blogs" "online", debe estar preparada a escuchar otras ideas. Dicho en otras palabras, una persona como usted tiene que tener mente abierta - o por lo menos, tratar de tenerla.
Un abrazo,
Anónimo
No me molesta en lo absoluto. Además soy agnóstico practicante, de manera que para mi todo es refutable menos aquello que fue comprobado pasando por el tamiz de la rigurocidad científica. Para mi todo es búsqueda, inducción y deducción. Me autodefino como un popperiano más allá de no ser liberal en lo político, y tampoco considero que haya contradicción en ello. Saludos
EliminarEstimado Gustavo Marcelo Salas:
ResponderEliminarHace un tiempo que no le escribo porque he estado muy ocupado con algunos asuntos. Por otra parte, ya que solo le he traído penurias hasta el momento, pienso que debo contarle algo interesante que me vino a la mente hace poco.
Como ya le he contado, me dedico a darle clases particulares de inglés a hispanos: mexicanos, hondureños, guatematecos, colombianos, etc. A uno de mis alumnos lo estoy ayudando en matemáticas para el GED (General Education Diploma), que es como un secundario dado en un examen. Enseñándole geometría analítica y al tener que trazar las líneas del gráfico, me acordé de lo que decía el padre Manuel Rollos: trazar a ojo, y hasta le imité a mi alumno la forma como él lo decía. Está demás decirle que a los dos no causó muchísima gracia.
Espero que este mensaje sea lo contrario - o, por lo menos, diferente - a los otros mensajes que le mandé anteriormente.
Un abrazo,
Anónimo
Sr. Salas:
ResponderEliminarEgresé del secundario en 1974. Sabe Ud. el nombre de la profesora de francés de esos años, una persona joven, sin mucho carácter en el aula, pero muy buena persona ? La recuerdo siempre y no sé si vivirá al día de hoy.
Lamento no poder responderle. Cuando usted egresaba yo recién ingresaba . Saludos
EliminarNo fue falangista... Era un fanático requeté carlista... De haber sido falangista, al menos hubiese mostrado un mínimo de modernidad...
ResponderEliminarNo se
EliminarHaciendo memoria recuerdo incluso su desprecio por el ala política del falangismo, al cual veía como un giro hacia el laicismo, el cual despreciaba.
EliminarEl tipo durante la guerra civil fue un visceral Franquista y siempre se mantuvo muy orgulloso de haber servido en el rol que lo hizo... Más de una vez habló sobre el tema, desde luego que después políticamente tuvo sus matices debido a su marcado SER Monárquico. Pero que fue un falangista, no cabe dudas, y está en sus memorias, esas con las cuales se regodeaba en clase..
EliminarAparentemente no salio
ResponderEliminarPido disculpas. Habia hecho un comentario sobre el Padre Clemente y no salio. Ahora bien, soy egresado del Colegio Calasanz en 1975. Me parece apropiado lo que dijo Ud amigo Salas pero ese Anonimo no tiene asidero. Es injusto. Muchas cometemos el error de querer criticar alguien dentro de un context social que ya no existe. Asi nos pasa cuando intentamos interpretar la historia bajo los parametros de este siglo XXI. Craso error. Seguramente nos equivocaremos y este Señor anonimo está equivocado. Puedo compartir sobre el nivel de algunos profesores como Palma e Iglesias que a mi parecio de medio pelo pero nunca los considere malas personas. No tenian nivel para enseñar. Respecto a Perez a mi no me consta que haya protagonizado abusos de autoridad. Al contrario, hasta un dia, en forma clandestina y sin que el Padre Clemente se enterara,vimos una filmacion sobre las enfermedades venereas y como evitarlas. Maestras en la primaria me acuerdo de Marta Rodriguez de 7mo.grado, de Cristina no me acuerdo el apellido de 1er.inferior hoy primer gradoz, de la Srta. Haydee de 5to.grado. En La Secundaria un profesor de nivel internacional el Sr. Weiss de Geografia y Odessa de Fisica. Ahora me dedico a los padres. Estuve 13 años desde el Jardin de Infantes hasta 5to. Año. Egrese como Perito Mercantil. El Padre Emilio Tortajada severo, inflexible pero un nivel de exigencia tremendo gran Prof.de Educacion Fisica y de Matematica. Ademas de gran corazon que chico de la epoca no se acuerda de los partidos que organizaba en la quinta se San Agustin. Padre Clemente Saenz, es cierto que era Dios, Patria y Rey. Su lema permanente. Pero a mi me queria u otros chicos mas. Era autoritario, pero acaso que pretendieron que fuera comunista..? Era un sacerdote, y por sobre todas las cosas un hombre con errores como todos. A mi no me hizo cambiar de religión por el. Sigo creyendo en Dios, sigo siendo catolico. Hay qu ser mas sensato y darse cuenta que en esa epoca regreso Peron a la Argentina, estaba el terrorismo a flor de labios y el Colegio no podia ser una institucion ajena a los episodios de violencia que se vivían. Y reitero lo del principio, para entender y comprender de personas que surcaron nuestras vidas de escolar hay que tener una mirada restropectiva para criticar. Si lo hacemos desde esta epoca seguro que nos equivocaremos. Es para seguir. Del Padre Clemente se puede seguir hablando pero queria dejar bien en claro este concepto. Es mi humilde opinion.
ResponderEliminarEl del anterior comentario soy Juan Jose Meneses, amigo Salas.
ResponderEliminarabrazo fraternal y si gusta .. aquí en el link le dejo la historia del Padre Emilio..
Eliminarhttp://lasbalasdelcampanario.blogspot.com/2011/12/cuando-el-colegio-calasanz-de-caballito.html
y más luego la peor noticia..
http://lasbalasdelcampanario.blogspot.com/2016/08/colegio-calasanz-de-caballito-se-nos.html
Tengo algunos recuerdos de un sacerdote que pasó un tiempo por el colegio: el padre Manuel Ross Otra, que algunas voces lo habían involucrado en abusos deshonestos...
ResponderEliminarVoto de pobreza le decíamos, por las finas y caras pilchas que vestía.. Es cierto, recuerdo que nadie quería confesarse con él. Lo hacía colocando al penitente arrodillado entre sus piernas. Saludos..
Eliminar