Mateando con la Ciencia y el Conocimiento. Hoy Ceba Michael Scott


Átomos

El filósofo griego Leucipo, en el siglo V antes de Cristo, fue el primero en afirmar categóricamente que cada acontecimiento tiene una causa natural. Esto descarta toda intervención de lo sobrenatural, tesis que representaba el punto de vista científico sustentado hasta el momento.
Su discípulo Demócrito adoptó y difundió las nociones formuladas por aquel. Hacia de año 440, afirmó, como antes lo hiciera Leucipo, que toda la materia estaba compuesta por minúsculas partículas, tan pequeñas que no era concebible algo menor. Como eran indivisibles las llamó átomos que significa en griego precisamente “indivisible”. Desde luego Leucipo y Demócrito carecerían de pruebas que apoyaran su concepción atomista; se trataba de meras especulaciones, y la mayoría de los demás filósofos contemporáneos suyos las rechazaron con energía. Tuvieron que transitar dos mil años antes de que esa concepción empezara a ganar influencia.

 

Las Escuelas Superiores

El filósofo griego Platón por el 387 antes de Cristo fundó una escuela en los suburbios occidentales de Atenas. Dedicada a los estudios superiores, puede considerarse la primera universidad del mundo. Como se hallaba en los terrenos que en otro tiempo habían pertenecido a un griego legendario llamado Academo recibió el nombre de Academia. Aristóteles, discípulo de Platón, fundó hacia el año 335 antes de Cristo, también en Atenas, su propia escuela a la cual denominó Liceo, porque el edificio que ocupaba había sido dedicado a Apolo Licio, Dios de los pastores. Las lecciones de Aristóteles en esa escuela se recogieron en casi 150 volúmenes, que representaban una auténtica enciclopedia, debida a un sólo hombre, que contenía el conocimiento de su tiempo. Buena parte del texto era fruto del pensamiento original y de las propias observaciones de Aristóteles. Unos cincuenta de estos volúmenes han sobrevivido por un azar afortunado. Hacia el año 80 antes de Cristo fueron hallados en un hoyo, en Asia Menor, por los soldados del general Lucio Cornelio Sila. Se llevaron a Roma y se copiaron.




Sócrates y la Democracia

A fines del siglo V antes de Cristo los atenienses sufrieron una dictadura conocida como el período de los Treinta Tiranos. Dicho movimiento había derrocado de modo sangriento a la Democracia formal argumentando una marcada degradación política del sistema, vicios enquistados y corruptelas varias. La dictadura, de signo conservador, era sostenida intelectualmente por un grupo de adeptos autodenominado como el club de los 3000. Sócrates manifestó de inmediato sus simpatías por el clan relacionándose con algunos de sus componentes y hasta sumándose como activo partidario.
Hacia el 403 antes de Cristo una revolución reintegra la democracia revisando todo lo actuado por la dictadura derrocada. La fuerza democrática ateniense volvió más fuerte que nunca en donde militaban verdaderos asesinos en potencia. Pasado ese marco político, ciertamente correctivo y con visos vengativos se determinó un manto de olvido y perdón. Debido a ello, a partir de momento, no era posible que los ciudadanos atenienses acusasen a otros de haber sido cómplices de la dictadura, por lo que se empleaban mecanismos difusos y falaces para inculpar a esos supuestos esbirros del anterior régimen. Dentro de ese marco se desarrolló el juicio que determinó la suerte de Sócrates. Por entonces el protagonismo de los sofistas en los alegatos era trascendental como fiscales actuantes. El resto es historia más o menos conocida. Los escritos de Platón, discípulo de Sócrates, llegaron hasta nuestros días con la bella impronta de su prosa tanto en la Apología como en el Fedón, recogiendo los más notables argumentos socráticos, construcciones retóricas que aún hoy refrescan nuestro mundo.
La temida cicuta fue el modo escogido por el tribunal para cumplir con la sentencia. Actúa paralizando lentamente el cuerpo partiendo desde las extremidades inferiores avanzando hacia los órganos superiores, de modo que no era posible eximirse del prolongado sufrimiento. Dichos momentos también nos fueron detallados por su discípulo. A pesar de haber tenido varias oportunidades de escapar, Sócrates desistió de hacerlo por respeto irrenunciable a la ley ateniense por mucho que esta errara.



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