Mateando con la Ciencia - Hoy ceba Fernando de Savater: Voltaire, el primer intelectual

Voltaire, el primer intelectual

Voltaire no fue un ángel, ni mucho menos. Tampoco un ejemplo de filosófica virtud a la antigua usanza: Fue intrigante, mentiroso, egocéntrico, caprichoso, demasiado servil con los grandes que le interesaban... ¿Dónde está, pues, el secreto de su profundo, innegable y perdurable encanto? En su constante júbilo estilístico, en su agresividad jocosa, en no saber ser aburrido ni cuando menos interesa y en su facilidad pasmosa para ridiculizar cualquier desvalorización de la vida, venga de místicos, pesimistas, tiranos o revolucionarios. No transigió con ningún descrédito del mundo ni se dejó aguar la fiesta por moralistas cuyo tardo paso nunca puede alcanzar el galope brioso de la vida. Fue demasiado hedonista quizás, fascinante amalgama de lo más alto y lo más bajo. Sobre todo fue insoportablemente moderno. Inventó ese papel del escritor como metomentodo, como juez y parte del universo, como faccioso descarado y juntamente redentor de la doliente humanidad, papel que los escritores después de él ya hemos convertido en un tic o una sinecura, pero que en un principio nació de un arrebato tardíamente caballeresco. Voltaire tuvo el buen gusto de preferir el éxito a la gloria y cierto día ofreció a los dioses su fama inmortal con tal de que se le pasara un cólico. Nietzsche le llamó “un gran señor de las letras” y lo fue. El último gran señor de las letras y el primer intelectual.  Sus Cartas Filosóficas despertaron en su día el mayor de los escándalos y hasta fueron quemadas públicamente para escarmiento de los herejes y rebeldes. André Maurois comentó “ Resulta poco más o menos como si en 1950 se hubiese hecho quemar en Estados Unidos, por mano del verdugo, un libro que explicase las teorías de Einstein, la constitución de los Soviets y el teatro de Pirandello.”  Quizás lo realmente subversivo de estos textos no sea su contenido concreto, ya remoto en el tiempo, sino algo más impalpable pero más radical: el ánimo de Voltaire. Mientras éste perdure, rebullirán de inquietud, inquisidores y tiranos. 

       
                             
                                                                                       






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