Revista Nro. 22 Coque, el combustible de nuestra civilización por Favio Camargo

 

La Revolución Industrial fue un proceso lento consistente en varias etapas que transformó el mundo en alrededor de 50 años. Cada uno puede periodizar como quiera, pero mi opinión es que lo más sencillo es dividirla en tres etapas.

La primera etapa la podemos definir como aquella de la implantación del sistema fabril como forma de organizar el trabajo. Se pasa del trabajo domiciliario o en pequeños talleres al de los grandes establecimientos en los que trabajaban cientos o miles de personas. Esto fue lo más chocante, se rompieron los lazos de solidaridad familiar, gremial y social, que existían en el Medioevo dando lugar al individualismo en donde la escena paso a ser dominada por el reloj, la competencia personal, los castigos, los reglamentos muy rígidos y salarios inmundos.

Una segunda etapa estaría marcada por la transformación energética que consistió en el reemplazo de la energía animada (trabajo con caballos o fuerza humana) a fuentes energéticas inanimadas como puede ser el agua o el viento.  Los molinos de agua que transformaban el cereal en harina o los que procesaban el algodón y la lana para hacer hilo.

La tercera etapa es la de la transformación más brusca y acelerada, la aparición del motor de vapor.

No basta solo con que una persona invente algo para transformar una actividad, también debe producirse la innovación. La innovación es aplicar un invento a la vida diaria o al trabajo generando por ejemplo más unidades producidas en menos tiempo o mejores calidades. En un principio los motores de vapor solo se usaban en tareas simples como bombear agua de las minas de carbón, hasta que se llegó a la conclusión de que con un par de poleas o una toma de fuerza podía generarse energía para trabajar. Este descubrimiento le dio la libertad a las fábricas de no tener que estar instaladas al lado de cursos de agua, que eran los que por medio de molinos generaban la energía que hacia mover a las maquinas.

Pero…siempre hay un pero.

Los motores de vapor andaban a leña, y si bien la madera es un recurso renovable, tarda años en recuperarse. Había que encontrar una alternativa…La misma fue el carbón mineral, recurso abundante aunque no renovable, pero era preferible este insumo que pasar por la sierra a todos los bosques de Europa con el objeto de alimentar a las maquinas. El carbón mineral genera mucha más energía que la leña convencional. Permite trabajar los metales y el vidrio mucho mejor, y ni hablar de las máquinas de vapor. Es como usar el GNC viejo o usar nafta especial. Tenías que pararte arriba del pedal para que pasara de 80km/h. El carbón era sacado de minas que tenían escasa seguridad y los trabajadores ganaban sueldos que apenas cubrían la subsistencia, si eran niños la cosa era peor, con el jornal de un día de 14 horas de trabajo, no les alcanzaba para comprar un kilo de pan. 


El uso del carbón transformó el entorno, en esos tiempos no se sabía de emisiones, calentamiento global, ni de capa de ozono, pero quienes habían vivido los tiempos anteriores a la aparición de las máquinas recordaban el cielo azul y los ríos transparentes. Ahora las ciudades estaban envueltas en nubes de hollín y los ríos se habían vuelto  negros como el asfalto. El costo de la revolución industrial en el que más pensamos es el social, pero el impacto de la transformación tecnológica en el ambiente fue también muy importante. Salarios miserables, condiciones de trabajo inmundas, explotación de niños, destrucción del ambiente, entre otras, fueron los pilares de la revolución industrial inglesa, no solo la superioridad tecnológica y el espíritu empresario que romantizan algunos alsogarays de outlet.

 

 

*Favio Camargo. Docente, estudiante del Profesorado de Historia en la Universidad Nacional del Sur

 


Comentarios