Sarlo, Gargarella y el resto.. el recurrente oficio de tomar por idiota al ciudadano. Chateaubriand afirmó que la aristocracia tiene tres edades: La edad de la superioridad, la edad de los privilegios, la edad de las vanidades.
Documento
del Espacio Autónomo del Pensamiento Crítico.. colectivo infame que con sus
actitudes del pasado resultan absolutos responsables de lo que critican en el
presente.
Argentina:
Hacia una caracterización del gobierno de Cambiemos. Para una crítica de la
política económica
Fuente: AAVV
Para Revista Sin Permiso
http://www.sinpermiso.info/textos/argentina-hacia-una-caracterizacion-del-gobierno-de-cambiemos-para-una-critica-de-la-politica
Espacio Autónomo
de Pensamiento Crítico
Firmas y
adhesiones:
Primeras
firmas: Rubén Lo Vuolo, Roberto Gargarella, Maristella Svampa, Beatriz Sarlo,
Gabriela Massuh, Alicia Lissidini, Patricia Pintos, Enrique Viale, Juan
Piovani, Marcelo Giraud, Guillermo Genta, Jorge Guevara, Patricia Bracco,
Gabriela Cardarelli, Haydee Troisi, Luis Escobar, Matias Drivet, Carlos A.
Suarez....
En el primer documento de análisis crítico de la gestión de
Cambiemos, difundido en febrero de este año, nos ocupamos de la política en
materia de derechos humanos y de seguridad ciudadana. En el presente documento
nos interesa abocarnos a presentar un análisis crítico de su política
económica.
Tal
como dijimos en aquel primer documento, es en el área económica donde el
gobierno de Cambiemos utiliza con mayor insistencia la coartada de la “herencia
recibida” para justificar los resultados más negativos de su
gestión. En esa línea, también sostuvimos que no hay dudas de que los problemas
económicos heredados del gobierno anterior eran numerosos: economía estancada y
sin acceso al financiamiento internacional, alto y creciente déficit
presupuestario financiado por expansión monetaria, sostenida y elevada
inflación, mercados de cambio paralelos, creciente déficit externo con
ineficaces controles de movimiento de capitales y mercaderías, drenaje de
reservas, creciente costo de subsidio a los servicios públicos sin retornos ni
en eficiencia ni en inversión. A esto se sumaba un “default selectivo” de la
deuda, un nivel de pobreza por ingresos creciente y muy superior a las cifras
oficiales, nula creación de empleo privado y marcado deterioro de los servicios
sociales públicos.
Sin
embargo, a más de dos años de la nueva gestión, muchos de estos problemas no
sólo persisten, sino que además las políticas actuales generaron otras
dificultades que van delineando un preocupante proyecto económico y social.
Entre las políticas emblemáticas que vienen mostrando fracasos preocupantes
cabe mencionar la política monetaria de metas de inflación, el estímulo oficial
a la renta financiera por emisión de deuda, el descontrolado ajuste de las
tarifas públicas sin mejoras en la producción, inversión y prestación de
servicios, la errática política cambiaria, el creciente endeudamiento y su
impacto cada vez más preocupante en las cuentas públicas, el persistente
desbalance de las cuentas externas, la política en materia salarial, etc.
Las
políticas del gobierno de Cambiemos indican que tiene más en claro los errores
del gobierno anterior que los errores de gobiernos que han aplicado políticas
económicas neoliberales en el pasado y en otras latitudes. En realidad, no
estamos frente a un ensayo novedoso y original: la historia argentina muestra
recurrentes ciclos que van de la crisis de políticas de “expansionismo
proteccionista” a la crisis de políticas de “aperturismo neoliberal”. En esa
línea, el gobierno de Cambiemos resucitó visiones y políticas cuya
inconsistencia se ha probado de modo acabado en el pasado, tanto aquí como en
otras economías; políticas que llevan a mayores desigualdades distributivas y
que tarde o temprano terminan en crisis del sector externo, monetarias y
fiscales.
Desde
esta perspectiva, consideramos que debería analizarse el estrecho y confuso
debate entre “gradualismo” y “shock” que
aparentemente enfrenta a quienes buscan imponer el modelo aperturista
neoliberal en el país. Este debate sobre los “ritmos” o la “velocidad” de los
procesos en realidad oculta lo verdaderamente importante: los objetivos que
buscan dichos procesos. El problema es que el gobierno busca imponer un modelo
que profundiza un régimen económico liderado por las rentas extractivistas -
ligada a los recursos naturales-, la renta financiera y las ganancias de las
corporaciones más concentradas del poder económico. Es en este sentido que hay
que entender la “normalización” de la economía de la que constantemente habla
el gobierno.
La
cuestión de las tarifas de los servicios públicos,
y en especial respecto de la energía, ejemplifica lo anterior. La política
oficial pretende “recomponer las señales de los precios”, afirmando que así
recuperará producción, inversión y autoabastecimiento. Equivoca el camino: la
energía y los recursos naturales son bienes comunes, lo cual implica reafirmar
su carácter colectivo, colocarlos al servicio del conjunto del sistema
económico y social, en una línea de respeto y cuidado por el ambiente. Si bien
se trata de un sector económico mercantilizado, su carácter estratégico es
evidente a poco que se piense que es un insumo de uso generalizado e ineludible
por todos los agentes económicos, por lo cual la política debe contemplar los
intereses del conjunto y no sólo de las corporaciones directamente vinculadas
al mismo. Lejos de entenderlo así, el gobierno coloca el conjunto del sector
energético al servicio de las ganancias corporativas, tal como lo muestra el
subsidio a los hidrocarburos, muy especialmente orientados a los no
convencionales. Esto explica los resultados desesperantes: sube la inflación y
a su vez, baja la producción y la inversión. En otras palabras, con la política
oficial los recursos públicos se orientan hacia uno de los sectores más ricos y
concentrados de la economía con resultados negativos, mientras resta fondos
para sectores socialmente críticos –como la educación y la salud-, a la vez que
se incrementan los daños ambientales, tanto a nivel local como global (cambio
climático).
Ante
las repercusiones negativas de su política, el gobierno pretende compensar el
impacto de la suba de tarifas con baja de impuestos sobre los servicios
públicos. O sea, para garantizar las ganancias de las corporaciones y sin que
se sepa muy bien a cambio de qué, el gobierno alienta la inflación y pierde
recursos públicos. Lo anterior no pretende defender la carga impositiva
regresiva sobre los consumos energéticos ni tampoco sugiere que debería
continuar la política de subsidios del gobierno anterior. Lo que busca es
señalar que una vez más la política en esta área estratégica está plagada de
contradicciones y al servicio de grupos de interés sectoriales.
Por
otra parte, es sabido que la reforma impositiva es
una deuda pendiente de nuestra democracia. Más allá de las declamaciones,
ningún gobierno se ha abocado seriamente a realizar una reforma progresiva.
Así, cualquier gobierno que apuntara a ella, debería efectivamente preocuparse
por bajar impuestos regresivos, compensando dicha baja con el aumento de
impuestos progresivos, por ejemplo, a los grandes patrimonios de los que
parecen disfrutar muchos de los actuales y exfuncionarios públicos, a la
elevada renta financiera que garantiza el propio estado, a las grandes
herencias, entre otros. No sólo que esta reforma no figura en la agenda de
Cambiemos sino que su insistencia en la necesidad de bajar impuestos tiende a
agravar el déficit fiscal que sigue en niveles similares al del gobierno
anterior. El análisis comparado muestra que el problema no es el nivel de
presión tributaria, sino su sesgo regresivo. Y no es este sesgo el que busca
cambiar el gobierno que ofreció uno de los blanqueos de capitales más
vergonzosos de la historia.
Desde
la perspectiva descripta debe comprenderse el fracaso de la política oficial
contra otro emblema del pensamiento ortodoxo: la inflación.
Aquí no puede fingir “fallas de mercado” ni “herencia recibida”. La persistente
inflación se vincula directamente con su ineficaz política monetaria, el
crecimiento de los precios de los servicios públicos, la libertad de las
corporaciones para formar precios, la errática política cambiaria, entre otros.
Es muy preocupante observar que, ante el fracaso de sus políticas contra la
inflación, el gobierno sólo propone la baja de salarios reales, el ajuste de
beneficios sociales y la mayor suba de tasas de interés. Parece que para el
gobierno, para bajar la inflación hay que flexibilizar el trabajo (bajar
salarios) y aumentar la renta financiera, mientras se suben tarifas y se bajan
impuestos (mayor déficit fiscal).
Otro
argumento reiterado por este tipo de ensayo económico es que todo se
normalizará cuando lleguen las inversiones externas,
gracias a la confianza recuperada en el país. No sólo que las turbulencias
financieras recientes contradicen esta expectativa, sino que además la
experiencia dice que la inversión productiva depende de elementos que por ahora
no están presentes. ¿Quiénes van a invertir genuinamente con una política tan
errática y proclive a generar altas rentas financieras de corto
plazo? ¿Cómo se va a generar confianza de largo plazo si la
competitividad que se pretende pasa por la vía de menos impuestos y más ajuste
de costo laboral? Finalmente, ¿quién va a invertir en un país con
endeudamiento, desequilibrios en cuentas externas y fiscales y un gobierno que
no logra coordinar su política monetaria y cambiaria? En esta línea, no es
extraño que los propios ministros del gobierno declaren tener la mayor parte de
su riqueza en el exterior, argumentando que no tienen confianza en que la
política oficial cambie las condiciones económicas del país.
Que no
se repatrien los recursos de los propios funcionarios de gobierno parece una
consecuencia natural de un contexto en donde las políticas agravan cada vez más
el déficit en el sector externo, algo que -la historia nos enseña también-
representa otra marca registrada de políticas de aperturismo neoliberal.
Mientras tanto, sigue creciendo el consumo de argentinos en el exterior, siguen
aumentando las importaciones y la salida de capitales (por cierto, otro ejemplo
del poco éxito de la confianza que supuestamente generaría el publicitado
blanqueo de capitales). Efectivamente, el crecimiento de las reservas solo se
debe a la entrada de capitales financieros, los cuales sabemos, tarde o
temprano saldrán en busca de “calidad” en el exterior.
A estas
preocupaciones se suma la riesgosa apuesta por las inversiones en
infraestructura mediante contratos de participación público-privada. El
argumento oficial señala las ventajas de corto plazo: son los privados los que
gastan en obras de gran necesidad y visibilidad. Pero lo cierto es que hay
muchos costos que son inciertos y se transfieren a futuro, como los de
financiamiento y ajuste hasta el final de las obras, sin considerar que otra
vez el gobierno compromete múltiples “incentivos fiscales” (desgravaciones y
diferimientos de IVA y Ganancias) más avales y garantías que comprometen
recursos públicos. Una vez más, la experiencia comparada, fundamentalmente en
países con gobiernos afines a la ideología neoliberal de Cambiemos, no es muy
positiva en la materia.
También
preocupa las reiteradas políticas regresivas en el área
laboral. Una vez más se afirma que el empleo debe estar atado al
crecimiento, el cual vendría con las inversiones. En su favor, el gobierno
esgrime los datos positivos del último año. Sin embargo, la experiencia indica
que se trata de un rebote de los pisos previos, el cual está alentado por el
empuje de la demanda proveniente del ingreso de capitales, antes que por un
resultado de inversión productiva. Además, el empleo que (lentamente) se ha
recuperado es sobre todo informal y precario, a lo que se suma la presión por
negociar salarios por debajo de la inflación culpando al “costo laboral” de los
problemas de competitividad del país. En todo caso, un planteo progresivo
apuntaría a estrechar la dispersión productiva y salarial, no a bajar los
salarios de quienes menos ganan; basta mirar la experiencia de los países
nórdicos para entender que éste es el camino para una economía innovadora,
competitiva y sobre todo, más igualitaria.
Otro
tema preocupante se advierte en relación con las políticas sociales, tema que
merece un documento en sí mismo. En realidad, en este análisis nos interesa
destacar la “funcionalidad” que adquiere la política social dentro del esquema
propuesto por Cambiemos. El gobierno reivindica hasta aquí la continuidad de
algunas políticas sociales de la gestión anterior, reclamando un costado
“social”, que supuestamente lo diferenciaría de experiencias neoliberales
previas. Sin embargo, los cambios aplicados hasta la fecha están ampliando la
dispersión de beneficios, al tiempo que exigen más condiciones de acceso y
refuerzan la fragmentación institucional de los beneficios. Así, se profundiza
la tendencia heredada del gobierno anterior de degradación de servicios
públicos de salud y educación junto con políticas asistenciales cada vez más
condicionadas. En esa línea, el gobierno corrobora que las políticas
asistenciales heredadas en el área social tenían y continúan teniendo la
función de legitimar socialmente la consolidación de un régimen económico
liderado por las ganancias y las rentas financieras de las grandes
corporaciones.
En
suma, basta mirar la historia para alarmarse respecto de los objetivos y los
resultados que trae consigo este nuevo ciclo de aperturismo económico
neoliberal, sustentado en políticas públicas que favorecen el endeudamiento, el
desfinanciamiento fiscal, la renta financiera y las ganancias corporativas.
Así, más allá de los matices o especificidades, la historia enseña que con
dichas políticas resulta muy difícil que la inversión productiva se recupere,
que una política monetaria atenta a garantizar la renta financiera remueva las
raíces de la inflación, que la promoción de las rentas extractivas de bienes
naturales mejore la desestructuración productiva y la inserción subordinada del
país en la economía internacional. Queda claro que, en el área económica, el
gobierno de Cambiemos, lejos de representar un gran cambio, sintetiza una fase
más, adaptada a los tiempos presentes, de los típicos ciclos de apertura
económica neoliberal que suceden a la crisis de un ciclo de expansionismo
proteccionista en nuestro país.
La
actual crisis y la vuelta el FMI dan cuenta de los problemas estructurales de
la estrategia económica del gobierno hasta aquí reseñada. Al igual que sucedió
en otras crisis de regímenes neoliberales, el gobierno de Cambiemos reacciona
tardíamente a los cambios internacionales, no entiende que la tasa de interés
no es un instrumento antiinflacionario en economías como la argentina y tampoco
pondera que la política de endeudamiento con desequilibrios estructurales lo
vuelve muy vulnerable a los arbitrajes de los especuladores financieros.
Tampoco parece comprender que el mercado interno necesita una reactivación que
no se va a lograr con erráticas políticas que alteran la relación de precios
para cualquier productor. Finalmente, vuelve a cometer un error ya reiterado al
pretender que el “riesgo país” se puede bajar con discursos abstractos
promercado en lugar de políticas consistentes. Los ajustes circunstanciales del
tipo de cambio, la suba del riesgo país, el crecimiento de la inflación son
expresión de un conjunto de inconsistencias de la política económica y no de
medidas aisladas.
Todo lo
dicho hasta aquí arroja conclusiones claras sobre el carácter de este gobierno,
reflejado en su política económica: por un lado, se trata de una política
abiertamente desigualadora, que genera mayores brechas sociales y beneficia a
los sectores más concentrados; por otro lado, sin siquiera garantizar
inversiones, consolida una política muy vulnerable por su fuerte dependencia de
los mercados financieros y por el sostenimiento de las ganancias a las grandes
corporaciones. El reciente anuncio de un acuerdo con el FMI para “apalancar” la
continuidad de la política monetaria y financiera es el lamentable broche de un
gobierno perdido en su propio laberinto y que lejos de apuntar al futuro
retrotrae al país a repetir frustrantes experiencias pasadas. Se termina así el
breve auge de crecimiento económico empujado por capitales de préstamo y
déficit público. En un país cada vez más endeudado, nuevamente se fortalecen
los acreedores y los certificados de buena conducta del FMI. Los impactos
negativos en materia económica y social son por demás conocidos. El ciclo
económico al que parece condenado el país en la democracia argentina vuelve a
repetirse.
De los originantes del "Alpargatas si, libros no"
ResponderEliminarestos profundizan.. Alpargatas no libro no. Fíjese mi estimado que nada mencionan sobre las aberraciones que está cometiendo este gobierno y sobre todo Vidal en Buenos Aires con relación a la educación, el cierre de entidades, el intento para nada solapado de acotra el niver terciario y universitario para las masas populares, el menosprecio al docente, cuestión que está íntimamente relacionado con el modelo económico en marcha
EliminarNo se quién pudo haber redactado el documento, que se trata de un análisis básicamente económico-financiero. Seguro que Gargarella o Sarlo no.
ResponderEliminarPero más allá de los lugares comunes y las impresiciones y cómo no, la consabida mención de "la herencia" aunque atenuada (¿era necesario?), expone como pocos la desnudez de un gobierno que se desintegra, en la medida en que estos eran su reserva "intelectual".
Y cómo al igual que otros sectores que fueran afines a "una derecha moderna y democrática " se despegan a una velocidad de pavor y por pavor.
Respecto a lo de la derecha moderna y democrática, Natanson ¿cómo la arregla?.
la banalidad del intelectual, una crítica acuarelizada que no analiza con profundidad las causas de la presente crisis, solo describe los efectos. Es más debe acoplarse al argumento de la pesada herencia, por el recurso absurdo de su negación, porque no puede admitir que ellos formaron parte desde los medios de la generación de una crisis inventada con sus supuestos básicos sospechosos y un figura dictatorial que jamás pasó de ser parte de un argumento opositor. Recuerdo los delirios y desvaríos de Sarlo cuando se creo la Secretaría del pensamiento Nacional.. Fueron descomunales, prejuiciosos y violentos sus argumentos. Al final dicha secretaría fue tan peligrosa desde lo institucional como la tarjeta SUBE
EliminarEmpecé a leer para largar enseguida, tengo entre mis prejuicios la insoportabilidad hacia estos "pensadores" a los que les asigno el poco digno rótulo de rata escapando del barco que se hunde, ratas que por ser más pesadas y poco ágiles, necesitan rajar del desbande final.... no vaya a ser que los atropellen los que se queden a esperar las últimas migas.... como dije, en mi prejuiciosa mirada no busqué"autocríticas" en tanto gestores y cómplices de la porquería actual ni, menos, que reparen en la elemental diferencia entre el virreinato amarillo y un proyecto, si bien limitado, claramente asociado a lo nacional, popular y también intelectual y preocupado por el derrollo educativo, cultural, científico, etc., cuestiones todas que si estos próceres fueran mínimamente honestos resaltarían, lo que dudo hayan hecho en alguna línea.... por mí, que se vayan a cagar, son un estorbo que nadie necesita. Tal vez sí para mal ejemplo, claro...
ResponderEliminarNo te preocupes Ram, estos son los de "que se autocritiquen los otros".
ResponderEliminarLo bueno es confirmar la pobreza discursiva de estos "intelectuales" cuyos meritos van desde la mediocridad hasta la franca estupidez.
Reconforta verificar la abundancia y el nivel de los nuestros a nivel "intelectual" artístico, científico y académico (que en realidad todos son "intelectuales").
Y no me estoy mirando el ombligo.
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