Hoy tengo un dolor de Chávez en la piel. Como
si el mundo se detuviera por un instante y no respirara... para sentir el
latido débil de su corazón rebelde, marcando el paso todavía. Hoy tengo
un nudo de Chávez en la garganta. Como si toda la rabia se juntara en un
nombre... que es la manera cómo eligió llamarse un pueblo, un tiempo de
revolución, una posibilidad veintiúnica de existencia de nuestro socialismo.
Hoy tengo una marea de Chávez en la mirada. Como si necesitara por un momento
ver para creer. Como si supiera que ese mar de gente que ruega por él con
lágrimas amontonadas en los ojos, está inventando así una forma entrañablemente
absurda de la rebelión del continente. Hoy tengo una inquietud de Chávez
en las manos. Como si el puño cerrado y la caricia necesitaran tocar la
superficie de la historia para saberlo en ella. Hoy tengo una urgencia
de Chávez en la sangre. Como si toda la vida desparramada en el continente,
formara un ancho río rojo revolución... exigiendo que en este tiempo nadie se
conforme con plegarias... que nadie se conforme... que nadie se acomode. Porque
Chávez -el que conocimos- se va alejando suavemente de la volcánica aparición
en nuestros gestos cotidianos. Y necesitamos con urgencia que nazcan nuevas
maneras de revolucionarnos... tal vez con menos liderazgos individuales, tal
vez con más creaciones colectivas. Porque no es verdad –aunque
quisiéramos- que ahora nacerán miles de Chávez. Como no nacen miles de Fideles
ni de Guevaras ni de Ramonas ni de Evitas. Como no nacen Bolívares ni Manuelas
ni Bartolinas ni Camilos. Pero nacen sí, una multitud de Juanes y Marías, de
Pedros y Sandras, de Pablos y Luisas, formando un collar de estrellas
insurrectas, que iluminan cuando brillan juntas, los sueños libertarios
sembrados en nuestras tierras. Formando un telar de palabras sencillas, que
envuelven nuestra memoria y la multiplican en sus historias mágicas. Hoy
tengo una esperanza de Chávez en mi corazón. Porque el tipo no se rindió.
Porque no se entregó. Porque desafió al sentido común y a las prédicas
conservadoras de lo posible. Porque el tipo se hizo querer, así milico como
era. Porque se equivocó y se corrigió muchas veces. Porque el tipo se dio todo
completito a la historia. Porque así está entrando... con esa sonrisa tan
Chávez en el rostro indio. Tan feliz celebrando picardías. Tan cómplice de
Fidel. Tan hablando hasta por los codos. Tan abrazadito al pueblo más pobre y
más desconsolado. Tan valiente el tipo. Tan entero en cada despedida. Con su
espada de Bolívar y su Constitución bajo el brazo, como regalos del rey Melchor.
Tan tierno en su dureza. Tan loco en su cordura. Inventando el alba, en la
noche oscura. Tan lucero el tipo. Tan Chávez, todavía.
Hermoso y conmovedor. Recuerdo haberlo oído en Marca de Radio el año pasado...
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