Hace unas semanas, Washington Uranga alertaba
desde Página 12 sobre las mentiras reiteradas de ciertos diarios, señalando que
ello constituía un método de operación política con la finalidad de instalar el
relato del caos y desestabilizar a la democracia. La participación de los
medios hoy denominados ‘hegemónicos’ en lo que se podría considerar reiterados
intentos de golpes ‘blandos’ a los gobiernos de turno opuestos a sus intereses
no es nueva. Su estudio es un capítulo vacante en la historia de la
comunicación en nuestro país.
Que los medios sean empresas con intereses
centrados en el consumo y ajenos a los de los gobiernos democráticos tampoco
constituye una novedad. De hecho, durante la larga lucha de este tipo de medios
contra el kirchnerismo, la publicación de supuestas noticias basadas en
rumores, sin fuentes confiables (nunca hubo tantos ‘allegados’ a los altos
funcionarios del Poder Ejecutivo) se ha rutinizado en esas redacciones aunque
transgreda –de forma escandalosa- todos los estándares internacionales de ética
y calidad periodística. La moneda de cambio es una moralina superficial, un
‘deber ser’ puesto en la boca o en la pluma de algún periodista reconocido
quien, tras el falso disfraz de la ‘objetividad’, no hace sino editorializar
desde el sentido común, acudiendo a los prejuicios más cristalizados de la
sociedad, frecuentemente relacionados con formas de discriminación más o menos
solapadas. De este modo, se toman, se reelaboran y se ponen nuevamente en
circulación formas de representación de la inseguridad y del narcotráfico como
situaciones ‘inmanejables’ en las grandes ciudades, de la ‘inestabilidad’ de
las instituciones democráticas, de presidentes ‘enajenados’ de la realidad, de
una inflación ‘galopante’ y de una ‘crisis generalizada’ del país, todas éstas
amplificadas por el tratamiento mediático mencionado. Esta distorsión de la
vida política y social es tan grave que, días atrás, el mismo Presidente de la
Corte Suprema de Justicia de la Nación, Dr. Ricardo Lorenzetti, pidió
públicamente mayor responsabilidad en la emisión de este tipo de juicios y
señaló la necesidad de respetar
el funcionamiento de la democracia y no demonizar en el debate a personas y
grupos.
La gran paradoja es que estos periodistas
sostienen su imagen profesional sobre una supuesta capacidad analítica que, en
realidad, no es más que decirle a la gente lo que piensa –y por eso mismo,
quiere escuchar- sin ningún tipo de análisis crítico. Inclusive los datos
propios del periodismo de precisión se contaminan y se distorsionan al
adosarles un juicio de valor apoyado en una moral que se presenta como única.
De este modo, el discurso moral ha reemplazado a la ética y, en el relevo,
muere la misma práctica periodística. El opinólogo ha reemplazado al
investigador, al crítico, al analista comprometido con la producción de una
información veraz, capaz de permitir al ciudadano participar con conocimiento
en la arena pública.
Tal encabalgamiento de supuestos,
ocultamientos y mentiras envueltos en frases hechas se vuelve verosímil porque
se sostiene en el mismo contrato social transgredido: el convencimiento de que
el periodismo comunica hechos ‘verdaderamente acontecidos’ en tanto están
sometidos a un trabajo de chequeo de la información (precisamente, lo que acá
no se hace). Pero, claro, no todos los lectores entran en este juego de
espejismos y castigan donde más duele: dejan de consumir.
Días atrás, la ‘Zona Dura’ de Diario sobre Diarios publicó un artículo sobre la vertiginosa caída de ventas de los
‘grandes’ matutinos de referencia, Clarín y La Nación y del cuasi semanario Perfil: Allí el análisis, basado en los datos del IVC relaciona esta
crisis con la ‘guerra’ contra el gobierno nacional que, en el caso del matutino
de Noble, lleva casi seis años. Durante el 2013,Clarín vendió la misma cantidad de
ejemplares que en 1959, cuando había un tercio menos de lectores en todo el
país. Claro está que esta baja de circulación inusitada puede relacionarse
también con otras variables: el consumo on line, la inflación real con el consecuente deterioro de los sueldos,
un cambio en las prácticas de los consumos culturales de la ciudadanía, por
citar algunas.
Lo que resulta intrigante, sin embargo, es el
verdadero motivo que tienen estos importantes diarios para rutinizar pésimas
prácticas periodísticas ya que de ninguna manera se le puede achacar a sus
profesionales o a su conducción, inexperiencia o ingenuidad. Entonces, ¿por qué
insistir con una operación política que atenta contra sus propios intereses
económicos? Y acá se llega a la hipótesis que sustenta estas reflexiones: ¿No
será que estos prestigiosos diarios han dejado de funcionar como empresas
solamente periodísticas?
Tal vez sea el momento de comenzar a pensar
que estos holdings tampoco están apostando a la desestabilización del gobierno
nacional para hacerle el juego a algún partido del ‘arco’ opositor (por más que
algunos políticos se ‘compren’ un boleto en ese tren), sino que –en realidad-
están jugando el juego de los intereses trasnacionales, para los cuales un país
en quiebra, sin información, sin democracia es un campo fértil para la
expoliación de sus bienes, la expropiación de sus recursos naturales y la
colonización de su cultura. Un problema para seguir pensando.
Mientras algunos blogs involucionan o directamente se caen a pedazos, como ese de la Soja, el tuyo es de los más interesantes de la red. Muy buenas notas. Felicitaciones
ResponderEliminarHay una cuestión que es la de la ignorancia supina de muchos comunicadores que solo leen los papers que les preparan digeridos para que "opinen" libremente sobre esa base. Así tenemos "periodistas" que pueden informar sobre el tamaños de las tetas de cualquier mujer a la que degradan por ser mujer, a opinar sobre economía y últimamente de drogas y narcotráfico y como no del Código Penal como grandes especialistas en el tema y la verdad que se notan como repiten el mismo paper y la ignorancia y el desconocimiento de lo que hablan y como lo dicen es digna de lástima.
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