VERDADES, VERSIONES, MENTIRAS, CALUMNIAS Y
MANIPULACIONES
por Sebastián Olaso (para La Tecl@ Eñe)
Vivimos en tiempos en que el concepto de verdad se ha vuelto increíblemente complejo. Estoy de acuerdo con que no
hay verdades únicas, con que algunas supuestas verdades son apenas factores de
poder, visiones fundamentalistas o elementos de dominación o de manipulación.
Tengo muy en claro que la idea de un pensamiento único, sin posibilidad de
disidencia, puede derivar en sociedades violentas, totalitarias, intolerantes,
homogéneas, hegemónicas, represivas. Pero me niego al borramiento del concepto
de verdad. Me niego a que, como contracara, se anule el concepto de mentira. Me niego a que haya un nuevo totalitarismo donde no haya más que
supuestas verdades particulares, personales, que permitan mentir a mansalva, de
modo impune. Me niego a que el debate use la expresión su verdad cuando debería
usar la expresión su
versión: versión que, luego se verá, quizás en
algunos casos sea una verdad personal, pero quizás en otros casos sea una
mentira lisa y llana.
Vamos a lo concreto: En las últimas semanas,
los medios de comunicación y las redes sociales se vieron plagadas de
fotografías que mostraban escenas represivas. Estas fotografías eran
difundidas, en particular, por opositores al gobierno de Nicolás Maduro, y se
afirmaba que se trataba de momentos vividos en diferentes lugares de Venezuela
durante las movilizaciones del último febrero. Se atribuían al gobierno de
Maduro los papeles de represores, y a sus opositores políticos los papeles de
reprimidos.
No está en mi ánimo analizar la situación
política y social de Venezuela, sino ver cómo el manejo de las fotografías es
un emergente de la relativización (totalitaria, absoluta) del concepto de
verdad. Es que las fotografías, como ya sabemos, no eran de la Venezuela de
febrero de 2014; pero como a los opositores del gobierno constitucional de
Nicolás Maduro les servían para llevar agua para su molino, las utilizaron sin
que les temblara el pulso. Entonces, fotografías de España en 2005 y 2011, de
Bulgaria y Brasil en 2013, de Chile y Egipto en 2011, se usaron para
sensibilizar a la gente en favor de los opositores.
Y contra eso, hay poco que hacer. ¿Es la
verdad de los opositores que la imagen de Bulgaria en 2013 se difunda como una
imagen de Venezuela en 2014? Bueno, para alguien que mira esa fotografía y fue
engañado en su buena fe, seguramente hay un criterio de verdad que no se ve en
tensión. Pero es necesario ser engañado para que esto suceda, es necesario que
alguien haya adulterado la realidad, la verdad, para que su mentira encuentre
eco como si no fuera mentira. Algo similar sucede con los rumores
políticos, sociales, vecinales, familiares y hasta farandúlicos, con los
titulares de los diarios que hacen operaciones políticas y con los movimientos
sociales que con toda justicia y con toda buena fe intentan visibilizar
horrores cuya reparación es una deuda social que lleva siglos. Los magníficos
avances en las leyes de protección a la mujer contra la violencia, por ejemplo,
han creado una conciencia de la gravedad de este tipo de violencia, y de la
necesidad de una presencia tanto ciudadana como institucional y estatal para
combatirla. Pero a su vez, como sucede en los otros casos (como el del uso de
fotografías atribuidas falsamente a Venezuela), se está creando una especie de
mirada plana (totalitaria, absoluta) donde ser mujer equivale a ser víctima de
violencia y donde ser hombre equivale a ser victimario. Esto ayuda,
lamentablemente, a que algunos hombres puedan ser estigmatizados por actos que
no cometieron, así como se ha estigmatizado al gobierno venezolano por la
atribución de hechos que no realizaron. Y si damos la espalda al concepto de
verdad, esto que acabo de decir, podría ser tomado por los machistas para
intentar poner en tela de juicio los derechos legítimos de las mujeres
maltratadas o mi adhesión a que la justicia y la sociedad actúen para que no
haya más violencia contra las mujeres. Y mi intención, mi
versión, es clara: No ayuda a ninguna sociedad ni a ningún ciudadano
aplanar la mirada, tomar como único espacio el espacio donde está el foco,
jugar a blancos o negros, dejar que el exceso en el foco lleve a la omisión en
la adulteración.
Por lo tanto, entiendo que es necesario que
todos volvamos a considerar hasta dónde vamos a relativizar el concepto de
verdad. ¿Toda, toda, toda versión entrará en el criterio de verdad personal?
¿Estamos habilitados, ahora que los ojos están dirigidos a Venezuela, a tomar
una fotografía del holocausto llevado a cabo por los nazis y decir que se trata
de campos de concentración venezolanos (porque, en última instancia, no sería
nuestra versión, no sería nuestra mentira, no sería nuestra manipulación, no
sería nuestra calumnia, sino que livianamente, sería nuestra verdad)? ¿Estamos habilitados, ahora que los ojos están dirigidos a
proteger a la mujer del salvajismo masculino de siglos, a tildar de maltratador
a un tipo que no lo es, pero que queremos dañar (porque, en última instancia,
no sería nuestra versión, no sería nuestra mentira, no sería nuestra
manipulación, no sería nuestra calumnia, sino que livianamente, sería nuestra verdad)?
En este juego de excesos y omisiones que se
crea muchas veces cuando se necesita visibilizar algo importante, creo que es
necesario, además, no aplanar las miradas. Creo que es necesario restituir un
espacio al concepto de verdad. Si lo logramos, vamos a poder ser realmente
fuertes en nuestros argumentos, en nuestras opiniones, en nuestro
posicionamiento. Si en un lugar hay violencia, ilegalidad, represión, abuso,
estafa o cualquier tipo de acción digna de atención, intervención,
concientización, ¿para qué adulterar los hechos?
La respuesta no está en mis manos; pero según
mi opinión (según mi versión, que luego se verá si califica para ser considerara mi verdad), la adulteración está favorecida, entre otras cosas, por la
estigmatización del concepto de verdad. ¿Para qué voy a decir que la última dictadura argentina se
apropió de mí, si está probado que se apropió de otros quinientos niños? Y si
alguien sigue siendo escéptico con el número, lo indudable es que se apropió,
al menos, de los 110 nietos recuperados a la fecha. Las atrocidades de la
dictadura no necesitan de mi mentira para agravarse. Por lo tanto, mi mentira
no solamente me convertiría en un mentiroso, sino que además ayudaría a quienes
buscan impunidad para los terroristas de Estado y desprestigio para quienes buscan
justicia. Lo mismo ocurre con todo tipo de calumnia, de denuncia falsa, de
adulteración de la realidad.
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