“La derecha busca un 2001 a la inversa” … Reportaje a Ricardo Aronskind..... para leer con suma atención.. La gráfica en sí misma constituye toda una editorial



por 
 Julián Blejmar para Miradas al Sur


La Universidad Nacional de General Sarmiento fue la primera en Argentina en desarrollar una carrera de economía cuyos contenidos desplazaron del centro curricular al paradigma neoliberal. Desde su área de Estudios Políticos, Ricardo Aronskind –que cuenta con una licenciatura en Economía por la UBA y una Maestría en Relaciones Internacionales por la Flacso– se desempeña como investigador y docente de política económica, bajo la premisa de que ambas prácticas se encuentran íntimamente ligadas. Por eso, durante la entrevista que mantuvo con Miradas al Sur, contextualizó permanentemente el análisis del ciclo económico kirchnerista dentro del contexto político y de relación de fuerzas que le tocó vivir a este movimiento, sobre el que señala que “no es de ninguna manera chavismo ni socialismo del siglo XXI”, pero tampoco “la subordinación ideológica colonizada al pensamiento global”. Así, lo define como situado “en un punto intermedio y difícil”, y detalla que “el kirchnerismo no tuvo en lo económico una vocación de cambio estructural sistemático y generalizado, pero al mismo tiempo es una ruptura significativa con el neoliberalismo. Esto lo discuto con mucha gente de izquierda, que no entiende el significado de haber sacado al FMI de la política económica argentina, de haber roto esta alianza de décadas entre una fracción de la burguesía argentina y los organismos financieros internacionales, abriendo un margen de maniobra para el Estado Nacional, lo cual fue el punto central de la disputa de estos años”. Consultado sobre la posibilidad de que, debido a la alta inversión extranjera en las empresas, se trate de un neodesarrollismo, Aronskind señala que “en algunas cosas es más que el desarrollismo y en otras menos. En los discursos de Arturo Frondizi, se puede ver un concepto muy claro de la importancia de la industrialización sofisticada, algo que en el kirchnerismo no estuvo presente, ya que se buscó que la industria crezca y engorde, sin distinguir sectores, prioridades o estrategias. Pero al mismo tiempo, al kirchnerismo le tocó una situación complicadísima por el endeudamiento externo y la desorganización del Estado, por lo que tuvo que hacer un fuerte combate, en el que a diferencia de Frondizi logró resistir en el poder, lo cual es una de las razones por las que entra en la historia”.

–¿Observa diferencias entre la gestión económica de Néstor Kirchner y de Cristina Kirchner?

Los primeros cuatro años de Néstor son de un keynesianismo básico, de fuerte incremento del gasto público social y en infraestructura, donde hubo un importante crecimiento económico, pero sin transformación cualitativa del aparato productivo, es decir, manteniendo un modelo en gran parte heredado del neoliberalismo. Apenas asume Cristina, tiene el brutal conflicto con las corporaciones agropecuarias y le estalla la crisis mundial, con el cual su misión era evitar que se hunda la economía, sobre todo teniendo en cuenta que los empresarios locales ya buscaban generar despidos masivos. El Gobierno logró pasar esta situación, sacó la economía con más gasto público y ahí se terminó el superávit fiscal. Pero comenzaron a aparecer los problemas estructurales que Néstor ni si quiera se planteó resolver, se empezó a complicar el frente externo, el sistema previsional se hundía con las crisis internacional, e YPF hundía el sector externo por el desastre que hizo Repsol. A todo ello debió hacerle frente Cristina.

–¿Entre el anterior gobierno de la Presidenta y el actual, observa también diferencias significativas?

–En su segundo mandato, Cristina empieza a hacer referencia a la “sintonía fina” que es una forma elegante de decir que hay cosas que no están bien, como la política de subsidios un tanto indiscriminada, o los pocos avances en la sustitución de importaciones, con sectores como el automotriz o el de Tierra del Fuego que son enormes gastadores de divisas, más allá de que es cierto que la sustitución de importaciones es un proceso largo y complejo, que no se hace de un día para el otro. Tampoco había avanzado la integración económica regional, aunque por responsabilidad de Brasil, que lamentablemente tiene una política conservadora, lo que lo llevó a pagar una tasa exorbitante del 13,4% para obtener crédito financiero internacional, pese a ser el niño mimado del establishment. Además, cuando Cristina busca hacer cambios estructurales, muchos de los aliados circunstanciales se empezaron a ir. Esto se ve en la conducta de los sindicatos, los partidos políticos teóricamente de centroizquierda, y la dirigencia empresarial y agropecuaria. También, se enfrenta con una derecha que está buscando protagonizar un 2001 al revés, es decir, que ese movimiento popular que desplazó a esta derecha, sufra una conmoción que permita sacar al kirchnerismo del poder. Raúl Alfonsín termina así, con un sector privado que saca y retiene los dólares en el momento adecuado. Hoy en día hay igualmente instrumentos para manejar la situación macroeconómica, y me parece bueno haber centralizado la economía en Axel Kicillof, en lugar de tantas cabezas que no siempre funcionaban armónicamente.

–¿La falta de aliados hizo que efectivamente parte de la herencia neoliberal no fuera modificada? 

–Hubo también falta de planificación, de construcción de un Estado que no sólo se plantee objetivos sino que sea además eficaz en sus procedimientos, pero claramente una ausencia de aliados. La apuesta del kirchnerismo fue reconstruir una burguesía nacional al estilo gelbardiano, y las experiencias de introducir esta supuesta burguesía nacional, por ejemplo con el Grupo Petersen, de la familia Eskenazi en YPF, terminaron en fracasos, porque este empresariado sólo piensa en maximizar su capital, sin ningún interés por el país, exceptuando contadas excepciones como el Grupo de Grobocopatel, que invierte en desarrollo científico, o el de Eurnekian, que instaló en Chascomús un polo de chips. Pero hay que buscarlos con lupa, y no te aparece una masa crítica de 120 empresarios que apuestan por el país, sino que boicotean todo lo que sea construir Estado, pero al mismo tiempo tampoco buscan hacer una especie de reemplazo, prestando servicios privados eficientes. Me parece que el camino está en seguir buscando a ese empresariado innovador y moderno, y apoyar sólo a esos, no a todos indiscriminadamente. Lo que ahora está claro, es que en Argentina sólo el Estado puede invertir en ciencia y tecnología, o es el Estado o es casi nadie, por eso me parece muy interesante la apuesta del Gobierno por fortalecer esta área.

–¿A qué se debe que no haya aparecido de forma significativa esa burguesía nacional?

–El país cambio mucho del ’73 a la actualidad, el neoliberalismo no sólo arrasó con la estructura económica, sino con la cultura e ideología del empresariado y la sociedad. El proyecto kirchnerista es para los industriales, pero muchos ni siquiera salieron a defender al Gobierno frente al embate por la 125. Y además, cuando hablamos del empresariado en la Argentina, hay que tener en cuenta de las 500 mayores empresas, el 70% son extranjeras, y el 30% está en gran parte nucleada en la Asociación Empresaria Argentina (AEA) que sólo piensa en maximizar su capital y advertir contra el peligro chavista. Y el empresariado pyme es débil. Eso, por no hablar del sector rural, donde tal vez haya gente más progresista en la Federación Agraria, pero Alfredo Buzzi continua ahí, y la Mesa de Enlace sigue con ese discurso de Sociedad Rural ampliada, esto de país para venderle granos al mundo, sin pagar impuestos y con un Estado mínimo, más allá de que ahora los asesoraron e incorporaron el discurso de los “pobres”. No tenemos una burguesía como la norteamericana, la francesa, la inglesa o la alemana, la nuestra es incapaz de pensar un proyecto de país que no tenga que ver con maximizar sus rentabilidades.

–¿Qué opinión tiene sobre los recientes acuerdos con el Banco Mundial, las empresas litigantes en el Ciadi y Repsol o los que en su momento realizó YPF con Chevrón?

–Me causa gracia la gente que vive en un mundo binario donde todo es neoliberalismo o revolución, la realidad es mucho más gris, creo que la conducción política sigue teniendo clara la idea de soberanía nacional, pero estamos en un momento complicado en el tema de divisas, por lo que nos conviene aflojar las tensiones en ese sentido, y rehabilitar cierto crédito productivo, no financiero, para fortalecer actividades nacionales. El Gobierno rechazó recientemente un crédito de 5.000 millones de dólares a una tasa exorbitante del 15%, y eso demuestra que no se está dispuesto a tomar cualquier endeudamiento. Creo que justamente la mala fama que le hicieron a Argentina tiene que ver con esta postura de no reendeudar al país, y eso es una línea muy gruesa en la política, ya que yo dividiría a las propuestas políticas en reendeudadoras y no re-endeudadoras. La primera implica un festival de consumo en la clase media, con los heridos y muertos que deja después, y la otra es defender la soberanía nacional. Y me preocupa la situación, porque adentro del kirchnerismo también hay algunos oportunistas que buscan ese endeudamiento, por no hablar de la oposición, porque puedo distinguir a Claudio Lozano, pero Pino Solanas y el radicalismo ya no sé que pretenden.

Visión global
 A raíz de su formación y labor profesional, Aronskind posee también un profundo conocimiento sobre el estado de la economía mundial y su relación específica con la Argentina. En este sentido, señala que el menor crecimiento pronosticado para Brasil y China “va a afectar claramente a nuestro país, lo ideal sería reaccionar yendo hacia nuevos mercados, países dinámicos de África o del este europeo. Pero como en muchas otras cosas, tiene que haber una política más sistemática y planificada, que forme parte de una estrategia nacional, disminuyendo esta inercia de mirar a Estados Unidos y Europa, porque se nos pasa la India y Asia central. No es fácil por temas de distancia e idioma, pero apostar a abrir mercados es fundamental”.

–¿Concuerda con quienes plantean que la crisis de los países centrales ya llegó a su fin?

–Dudo mucho de que haya una recuperación real, creo que hay una manipulación gigante, incluso con información oculta sobre el estado catastrófico de bancos, empresas, y particulares, bajo una operación empresarial-mediática. Paul Krugman y Joseph Stiglitz señalan muchos puntos débiles en la economía norteamericana, como las trabajas de los republicanos para subir el gasto público. Robert Reich, quien fue ministro de Trabajo de Bill Clinton afirma que el mercado laboral norteamericano no está recuperado en absoluto, –en diciembre sólo se crearon 76.000 puestos de trabajo, lo que es nada–, y con salarios muy bajos, muchos de ellos por debajo de línea de pobreza. La masa monumental de dinero que emitió Estados Unidos modificó la situación especulativa financiera y cambio algunos índices, pero el cambio no pasa por el lado de la economía real, de la producción. La apuesta hoy parece ser que se contagie el optimismo entre los inversores, antes que modificar aspectos estructurales de la economía real.

–¿Qué perspectivas ve a futuro?

 
–Pareciera que no se agotó esta situación de crecimiento en Asia, América latina y parte de África, y paralelo estancamiento de Estados Unidos y Europa. Hay un rebalanceo de las dimensiones económicas en el mundo, aunque tengo dudas sobre si los chinos se apropiarán de ese progreso, porque una parte fundamental del boom chino son las multinacionales occidentales, que apropian de gran parte del valor agregado de la producción de ese país. De todas formas, China tiene un proyecto nacional de transformarse en nación desarrollada, lo cual se ve en el esfuerzo que hacen en materia tecnológica y productiva, ellos quieren aprender a hacer, no sólo a fabricar bajo las órdenes de una multinacional. De todas formas, no me apresuraría a predecir la decadencia norteamericana, porque tal como lo señala Samir Amin, Estados Unidos tiene algunas cartas fundamentales en su poder, como el poderío militar, la capacidad tecnológica, financiera, cultural, idiomática y diplomática. Creo que la mayor debilidad de Estados Unidos no viene desde afuera sino desde adentro, como los ultraconservadores del Tea Party, ellos son un enemigo extraordinario de los Estados Unidos, lo pueden hundir en el subdesarrollo, ya hay diputados que hablan de cerrar la Nasa porque representa mucho gasto.

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