Para desgracia de Sanz y de la oposición
en su conjunto parece que la economía ha comenzado un nuevo ciclo ascendente.
Los ruegos del Senador para que todo empeore y si era posible hasta Octubre no
fueron escuchados y buenamente el pueblo tendrá algunas razones para sostener
concretas esperanzas de cara al futuro. Hasta las consultoras más críticas
preanuncian un trimestre con un crecimiento no menor al 4.5%. De todas formas
sabemos que la derecha nunca descansará en su visión negativa con relación al
proyecto político en curso. Esto último es absolutamente respetable desde lo
político, lo que observo literalmente inadmisible es esperar el fracaso de toda
una sociedad para poder ocupar el lugar deseado.
Uno percibe que construir políticamente no
es cosa sencilla, para ello es necesario tener vocación política valga la
redundancia, y no todos los actores con pretensiones exhiben atribuciones al
respecto. Se me ocurre que por esa razón intentan circular por los atajos
mediáticos y que sean ellos, en función del rating, los que ordenen tanto
alianzas como listas.
Nicolás Casullo nos hablaba sobre sociedades
en donde lo mediático, como poder concentrado de emisión actúa como política cultural
canonizando la escala de los significados sociales. Invertir en la lógica de
audiencias a retener, informando en horario ininterrumpido, viviendo de
“públicos-conciencias”. Vida común, trasmisora y receptora, una suerte de
matrimonio ideológico cotidiano. Una cultura política que atraviesa lo
comunitario desde el alarmismo social, la antipolítica, el sentimiento ciego,
el protolinchamiento permanente, el cinismo, el termómetro de la inseguridad,
el analfabetismo a toda cuestión compleja, la vacuidad del rating y el
comportamiento histérico. Histeria que potenció no sólo aquellos lamentables
dichos de Sanz, sino el silencio cómplice de su partido y de todo el arco
opositor. Encenderle una vela al panteón del dolor y la penuria, brindarles
homenajes a los dioses del fracaso.
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