Regina Pacini nació el 6 de enero de 1871 en Lisboa, hija del
barítono italiano Pietro Pacini (director por entonces del Teatro San Carlos en
la capital portuguesa) y la andaluza Felisa Quinteros. Junto a María
Barrientos, Josefina Huguet, María Galvany o Elvira de Hidalgo fue la gran
dominadora de la escena operística internacional en los años finales del siglo
XIX y los inicios del XX. En 1905 y 1906 grabó una serie de discos con arias de
Verdi, Gounod, Bellini, Mozart, Puccini, Rossini, Thomas, Chapí, más canciones
italianas y españolas que fueron recuperadas hace unos años por el sello
barcelonés Aria recording en el doble disco cuya carátula reproduzco a la izquierda. En 1907, se casó con el Dr. Marcelo
Torcuato de Alvear, quien habría de convertirse en presidente de la República
Argentina entre 1922 y 1928, y dejó la escena. Esta reseña
sobre su figura me parece interesante. También una parte de las notas al disco
de referencia, que firma Aldo Bruno Pizzo:Regina Pacini fue poseedora de una
bella voz, clara, extensa, aflautada y dotada de excepcional agilidad y
flexibilidad; distinguida afinación con trinos y pizzicatos purísimos y un
timbre penetrante. Junto con la gran María Barrientos dominaron durante el
último decenio del siglo XIX, el campo internacional de la ópera. La dulzura de
su timbre y sus actuaciones en escena contribuyeron en gran medida a cimentar
su éxito especialmente en La Sonnambula, I Puritani, Rigoletto,
Crispino e la Comare, Lucia di Lammermoor, Il Barbiere di
Siviglia y, casi al final de su carrera, La Bohème (Puccini) y Manon
(Massenet). En estas dos últimas se reveló como una delicada soprano
lírica.
Sus
grabaciones reflejan una frescura juvenil en el timbre y una sencillez en el
fraseo que explican ciertamente su prestigio.
En
otra faceta de su vida, Regina Pacini fue acreedora de relevantes condiciones
personales que le permitieron acompañar al Dr. Marcelo T. de Alvear como esposa
noble y serena. Con singular señorío y nunca alterada discreción, supo
compartir con él preocupaciones y satisfacciones como primera dama de la Argentina.
Con su carácter templado en el conocimiento del mundo y estimulado por la
cultura, conoció los halagos del triunfo y los sinsabores de la adversidad, sin
que el éxito influyera en su modestia. Vivió muchos años en París y luego en
Buenos Aires, donde fue muy respetada y querida.
Las honras que el Poder Ejecutivo Argentino le rindió con motivo de su fallecimiento resumen la esencia de su personalidad:
Las honras que el Poder Ejecutivo Argentino le rindió con motivo de su fallecimiento resumen la esencia de su personalidad:
"Que
sin ostentación y en permanencia, con hondo sentido cristiano y fina
sensibilidad de mujer, llegó generosamente y con sencillez, allí donde
existiera una necesidad."
"Que
asoció su nombre a obras que perdurarán en el país como expresión de
solidaridad humana."
"Que
su desaparición acongoja al país, que la admiraba en su serena y ejemplar
ancianidad."
El
lunes 20 de septiembre de 1965 [había muerto dos días antes], un orador la
despedía con estas palabras: "[...] Amor en tu vida y en tu muerte, Regina
Pacini de Alvear".
En
la nota de homenaje que publicó La Nación de Buenos Aires se refleja
todo el aprecio y el respeto que la República Argentina le profesó:
"Dulce,
suave dominio el ejercido por Regina Pacini, cuyo nombre y cuyo recuerdo nos
evocan una de las escenas inolvidables del cinematógrafo de todos los tiempos:
aquella de El fin de los días en que los viejos actores sueñan en la
noche y oyen los aplausos de veladas triunfales.
¿Quién
que sintió la emoción de esas imágenes y esos sonidos no la asoció a la Casa
del Teatro, el hospitalario refugio levantado por virtud del empeño de la que,
descendiente de gentes que se distinguieron por sus hechos notables o por su
sensibilidad, y esposa de un presidente de la República Argentina, nunca olvidó
a sus hermanos?
Tal
vez, en las noches finales de la Elvira, cuando hasta el dormitorio de su dueña
subía el denso perfume de las rosas, la que dormía, y hoy duerme para siempre,
no haya escuchado aplausos en sus sueños –ni los suyos ni los que pertenecieron
a su compañero - sino una voz argentina, una voz querida, una voz inolvidable
que le decía: '¡Gracias, Regina!'".
Fuente:
http://elfestin.blogspot.com.ar
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