Por qué recordar a Auyero... por Héctor Mazzei
“Nada está perdido si se tiene el valor de
proclamar que todo está perdido y hay que empezar de nuevo.” Julio
Cortázar
Una
noche, hace diez años, Carlos Auyero contempló indignado el triste resultado de
una política de ajuste impiadosa que dejaba en la desocupación, la pobreza y el
olvido a grandes sectores de la población. En Neuquén, la represión policial a
trabajadores que cortaban la ruta dejó como saldo el asesinato de una de las
manifestantes. Se trataba de Teresa Rodríguez.
Ante la
insensibilidad del gobierno nacional y provincial de entonces, que calificaron
a los manifestantes de subversivos, Auyero definió contundentemente la
situación manifestando que “esa gente joven que hemos visto en televisión, no
quiere cambiar el mundo. Lo que quieren es volver a entrar al mundo, y los
mayores sólo quieren regresar al trabajo decente”.
Como
tantas veces lo habíamos escuchado, otra vez Auyero dejó claro que se trataba
de la exclusión social que estaba azotando a una de las sociedades otrora más
igualitarias de Latinoamérica. Minutos después de esta declaración falleció en
el programa Hora Clave conducido por Mariano Grondona. Es lamentable que tanto
tiempo después nos encontremos con la muerte del profesor Carlos Fuentealba en
la misma castigada región, y en circunstancias similares. Esto nos da una idea
de la profundidad de la crisis y de lo que queda por recorrer. Por eso creo
conveniente recordar y repasar algunas ideas de Carlos Auyero.
Había
denunciado esa política años antes, cuando se diseñaba y se aplicaba sin
anestesia sobre el cuerpo social. Tras iniciarse el proceso de reformas, al
advertir la gravedad de lo que se venía, y viendo el silencio y el agotamiento
de las formaciones políticas tradicionales, decidió fundar una nueva
alternativa política. Los ejes convocantes fueron básicamente tres: una
política centrada en los derechos humanos en sentido amplio, es decir el juicio
y castigo a los culpables del terrorismo de Estado y la efectiva vigencia de los
derechos sociales y políticos principalmente de los sectores excluidos de la
sociedad; la transparencia en la gestión pública criticando el sospechoso
proceso de privatizaciones; y la necesidad de la reforma política que
permitiera la articulación entre los movimientos sociales y los partidos para
garantizar una mayor participación de la ciudadanía.
Fue el
momento en el que se dio cuenta de que había que empezar de nuevo. En esta
convocatoria fue seguido por sus compañeros de toda la vida y por un grupo de jóvenes
que aprendimos de sus ideas pero principalmente de sus ejemplos. Recorrió el
país en absoluta soledad durante los primeros meses, buscando consensuar con
diferentes actores sociales y políticos sobre la necesidad de estructurar una
alternativa superadora. Y empezó por el principio: convocó a un amplio espectro
de intelectuales de diferentes procedencias y tradiciones culturales, como
Beatriz Sarlo, Horacio González, Nicolás Cassullo, José Nun, Carlos Altamirano,
Horacio Verbitsky, entre otros. ¿Era posible integrar culturas políticas
procedentes del socialismo, del social cristianismo, del peronismo y del
radicalismo? El resultado fue la revista La Mirada, donde estas tradiciones
comienzan a “dialogar”, constituyendo una experiencia en el plano de las ideas
atípica por dos razones: por su pluralismo y porque estaba coordinada por
alguien surgido de “la política” en un país donde las ideas y la acción
política interactuaban (e interactúan) cada vez menos.
Esta
tarea enriquecedora en el plano de las ideas no le impidió la acción política.
La paciente tarea de convencimiento y de acuerdos dio por resultado la
constitución de una fuerza política progresista –primero el Frente Grande y
luego el Frepaso–, de las que fue su estratega y principal usina de ideas. La
disgregación actual de esa alternativa no debe confundirse con la vigencia de
sus propuestas: hoy la sociedad exige más transparencia, un Estado más activo
en defensa de los derechos y más participación democrática. En este último
sentido, una de las propuestas legadas por Auyero tiene que ver con la apertura
de las estructuras políticas a la ciudadanía a partir de las internas abiertas
y simultáneas, como forma de ampliar la democracia y acercarlas al pueblo. Se
trata de una reforma pendiente que la crisis de 2001 puso en el tope de la
agenda pública, pero que el paso del tiempo y los intereses en juego han
archivado.
Nuestro
país parece estar saliendo de una de sus crisis más profundas, pero los sucesos
de Neuquén nos devuelven brutalmente a la realidad de lo que queda por hacer y
el tipo de dirigencia que se requiere para superar años de postergación y
decadencia no sólo económica, sino social, educativa y cultural.
En
aquellos momentos difíciles como los años de la dictadura militar, la asonada
de Campo de Mayo del ’87, la hiperinflación y los años del menemismo, nuestro
país ha contado con un hombre justo, honesto y comprometido como Carlos Auyero,
buscando ideas superadoras, consensos sociales y políticos, expresándose como
una mansa pero poderosa voz que a veces predicó en el desierto y otras
enfrentando las arbitrariedades del poder, ya sea desde el recinto de la Cámara
de Diputados o de la Convención Constituyente.
Volviendo
a la cita de Cortázar, Auyero tuvo la valentía de plantearse que había que
empezar de nuevo, “pero sostenidos en una articulación implantada con fuerza en
la gente”. Nuestro país vive un momento donde parecen abrirse ventanas de
nuevas oportunidades, pero los niveles de pobreza y la desigualdad oceánica
muestran una persistencia tal que exige profundizar el modelo. En este sentido,
sus ideas transformadores con eje en lo que denominó “utopía de los derechos
humanos” cobran vigencia y actualidad para garantizar igualdad de oportunidades
y acceso a los bienes sociales para todos. Por su ejemplo vale recordarlo pero,
principalmente, es importante repensarlo.
Ex
diputado. Asesor del directorio del Banco Central.
Página
12 del 17 de Abril de 2007
Nota del Editor del Blog: En lo personal, por haberlo conocido, por haber sido un seguidor de sus conferencias y charlas en distintos estrados universitarios a principios de los ochenta, por haber compartido momentos cuando el micrófono estaba lejos, no dudo de su lectura e interpretación política con relación a nuestro extraordinario presente...
Increible que este valioso hombre haya muerto empujado por la canallada del asqueroso de Amadeo y en el programa del vil Grondona.
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