... como no me gustan las moratorias indiscriminadas.
Cualquier persona que durante toda su vida se ha esforzado y ha cumplido con
sus obligaciones impositivas conforme a la ley percibe que este tipo de medidas
siempre favorecen a los que justamente trazan siniestros atajos de ventaja en
tanto y en cuanto su relación económica con el conjunto. Dicha posición no me impiden en
lo absoluto que trate de entender las razones por las cuales los Estados, en
oportunidades, se ven en la obligación de extremar medidas para acotar los
rangos de informalidad. Un blanqueo o una moratoria son herramientas usuales,
males necesarios, a los que se deben recurrir cuando la fuga y la evasión son
conductas recurrentes por parte de los sectores más acomodados de la sociedad.
Más allá de que esta mañana, luego haberme despertado, ir al baño, y vislumbrar que del otro lado del
espejo del tocador había un “Nacional” bastante panglossiano voy a tratar de
esforzarme para comprender cómo un Gobierno Popular se ve en la obligación de
instrumentar medidas muy alejadas de sus discursos cardinales. De todas formas
arrepentirse de un comportamiento ético, cosa que para nada avalo, califica
automáticamente a aquel individuo que cae con suma facilidad en las trampas que
suele proponer el sistema capitalista.
¿Se trata de un blanqueo o de una amnistía
impositiva? Primer pregunta "ha lugar"... Un segundo dilema analizable es que
dichas prerrogativas están direccionadas hacia fines determinados: Inversión
energética y reactivar el mercado inmobiliario. Ergo, existe un objetivo claro,
un proyecto.
Desconocer nuestra generalizada cultura
evasiva es ingresar al debate en muletas, al igual que ignorar que estamos
frente a un golpe financiero de carácter descomunal, cuestión que potencia el
anterior inciso de manera exponencial. Recientes operatorias de similar rango
fueron aplicadas tanto en EE.UU. como en el Reino Unido, incluso Argentina,
durante la crisis del 2008, efectuó una amnistía impositiva del mismo tenor.
Ese sistema paralelo creado por el propio Capitalismo autodefinido como "paraíso
fiscal" no hace otra cosa que limar las economías formales de las naciones, de
modo que determinadas operatorias resultan inexorables para poder competir en
la atracción de capitales y de ese modo evitar la fuga de divisas.
El sistema financiero internacional es
perverso. ¿Cómo hacen los Estados democráticos para luchar contra semejante
perversión sin acudir a herramientas similares?. En ocasiones no se puede derrotar al mal
sino con otro mal decía Jean Paul Sartre. No hay que olvidarse que parte del liberalismo
noventista, que hoy critica estas medidas, solicitaba hace poco más de diez
años y a los gritos offshorizar la banca y transformarnos en uno de los tantos edenes fiscales. De todas formas estas medidas licenciosas no están apuntadas hacia la
especulación financiera sino hacia la inversión en dos sectores que necesitan
precisas reactivación.
Estamos de acuerdo que se necesitan
capitales para reactivar la economía. Si estamos de acuerdo con ello debemos
buscar entre las herramientas económicas existentes dentro del Capitalismo. Una
de ellas es recurrir al mercado de capitales, es decir endeudarse. Cuestión
políticamente insostenible ante las políticas de desendeudamiento vigentes. Otra
de las formas es incentivar al capital por medio de la laxitud impositiva. Cuántas
veces hemos escuchado por parte de los distintos sectores dominantes que la
presión fiscal conspira en contra de la inversión de riesgo. La traducción es
sencilla. Todos los sectores y sus actores laboran una cuota parte de sus
movimientos en negro, pues el Gobierno les abre un puerta para incorporar esos
capitales siniestros en función de la inversión. Confiar o no confiar en la
operatoria no deja de ser de resorte individual y va más allá de las
ideologías. De todas formas sabemos que si es un buen negocio para aquellos que
tienen la voluntad de regresar al sistema legal puede que tenga éxito. De algo
estamos seguros, los tipos que no desean legalizar sus fondos seguirán dentro
de las bandas marginales o en los paraísos fiscales. Esto resulta inevitable en
tanto y en cuanto el sistema financiero internacional lo permita. Sería un
bálsamo para la economía de las naciones que los paraísos fiscales comiencen a
exhibir flaquezas por medio del control internacional y que los grandes
capitales mundiales reorienten sus inversiones hacia la producción y el empleo.
En el mientras tanto, los Estados, en notoria desventaja, deben direccionar sus
talentos hacia la aplicación de medidas que achiquen la brecha entre lo que
ofrece el ámbito especulativo y lo que ofrece el campo productivo. Sabemos que
se trata de un cambio de paradigmas, de un cambio cultural profundo, pero entre
la opción de hacer algo concreto para aplacar esa desventaja a que todo quede
como está me parece que la elección (de un bien nacido) no resiste el mínimo
análisis. Obvio que los hijos de puta le saltarán al cuello a estos proyectos.
Imaginemos que esta operatoria tuviera éxito y que se arme un fondo que permita
invertir en el ámbito energético y que a la vez se reactive el mercado de la
construcción. ¿Quienes pierden?: Los que pretenden la devaluación, los que
pretenden ganar elecciones a costa del hambre del pueblo, los que tienen
intereses en los paraísos fiscales, los que tienen empresas en dichos sitios.
Más allá de esto estoy absolutamente seguro que estos mismos críticos no
dudarían en traer sus dólares negros, blanquearlos y encima obtener un premio
del 4% cuando en el exterior son sólo tenedores de billetes, con todo el riesgo
que ello implica. Hasta ahora no había un razón legal ni comercial para traer
capitales. Pues el Gobierno acaba de abrir una ventana.
Sigo pensando lo mismo. No me gustan ni los
blanqueos ni las moratorias, pero menos me gusta que el esfuerzo colectivo vaya
a parar de manera improductiva a una playa centroamericana. Acaso entre males
elijo el menor. Y no me considero un boludo por no evadir, y menos aún un
idiota por no dolarizarme ni por adquirir todos mis insumos en blanco. Sigo
creyendo que es mucho mejor vivir y transitar por el transparente camino que
diseña la mayoría de nuestros compatriotas a través de su honesto sacrificio.
Estas medidas no son para nosotros. Son para los marginales, son para los que
se saben marginales, tipos que por más guita que tengan necesitan de atajos
especiales para poder tratarnos de igual a igual. De nosotros depende apreciar
la enorme diferencia existencial.
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