GOBIERNO DE TURNO




Cuando la palabra comienza a perder sentido...

... y esto suele ocurrir cuando se intenta pervertir el significado y el significante del lenguaje. El Diputado Jorge Rivas expuso con suma sabiduría, durante la sesión en la que se trataron los proyectos para la democratización de la justicia, los dilemas que a menudo se presentan con relación al tema.


“Gobierno de Turno” es una construcción dialéctica absolutamente desgraciada desde lo conceptual. Y lo digo con énfasis debido a que se halla maliciosamente arraigada. No existe el gobierno de turno como tal, justamente dicha frase reivindica un notorio desprecio hacia la política. Lo curioso es que muchos políticos y analistas caen en la trampa. ¿Acaso estarán esperando su turno? ¿Pensarán que la alternancia política tiene relación con un orden de arribo o con la antigüedad?  Seamos claros. Nosotros somos los que elegimos, y lo hacemos a través de nuestras confianzas, convicciones, afectos, historias e ideas. Vale decir nos enamoramos de un proyecto (y no de cualquiera) en un momento histórico determinado, lo defendemos, le ponemos el pecho. ¿Alguien podría pensar en su novia de turno o en su esposa de turno o en su amigo de turno?. La frase encierra una suerte de acuarelización en donde se presentan a los proyectos políticos como algo pasajero e intrascendente, que no pueden ni deben tener entidad para modificar la vida de la sociedad muy a pesar de las decisiones colectivas.

Poder es acaso el término más banalizado de nuestra contemporaneidad; considero tal banalización como el elemento que más colabora con dicha construcción. En ocasiones se lo presenta como una entelequia, en otras se lo demoniza, a veces se lo trata perversamente, en la mayoría de las oportunidades no sabemos de qué estamos hablando cuando nos referimos a él. Básicamente el poder no es otra cosa que tener capacidad operativa concreta para ejecutar acciones. Debido a esto no existe una sola forma de poder, tampoco existe una única forma de concentración del poder y menos aún de ejercerlo.

El poder, en el campo de la política, es una herramienta no específica, debido a que puede ser de utilidad para gran cantidad de fines contradictorios. Por ejemplo: El poder puede favorecer a la inclusión o a la exclusión, el poder puede ampliar derechos o acotarlos, el poder puede determinar hegemonías o limitarlas, el poder puede ser popular o corporativo, el poder es un delicado inciso que es necesario evaluar en su verdadera dimensión.

Dijimos que el poder es una herramienta, por lo cual se desprende que está íntimamente relacionado con quién la maneja y para qué desea manejarla. Y es en este punto en donde debemos colocar toda nuestra atención. “Para qué quieren el poder, los que aspiran a tenerlo”... Justamente los entusiastas de la idea “Gobierno de turno” son los que fervorosamente desean que ningún Gobierno de carácter popular tenga el poder suficiente para modificar ciertas inercias sociales. Ergo: Un poder político democrático subsumido bajo la esfera del poder real, del poder corporativo.(No desean cualquier gobierno, desean un ejecutivo que cumpla con dicha sumisión)

A lo largo de la historia, desde la revolución industrial hasta la fecha, el poder real fue variando sus herramientas de presión. Si bien la economía siempre ha sido causa y efecto de todos los conflictos no es menos cierto que gracias a la evolución de los tiempos cierto canibalismo ha quedado en el olvido.

En la actualidad el poder real, para forzar políticas a favor de sus apetitos, ostenta mecanismos mucho más aceitados para ejecutar sus acciones. Uno de los más importantes incisos es la carencia. La escasez como prenda de conflicto. La carencia de trabajo abarata el costo salarial, la carencia de un producto aumenta su cotización. En ese contexto calcular el punto de mayor ganancia es algo relativamente sencillo y más cuando el poder real jamás se hace cargo de los males que ocasiona. Quien debe hacerse cargo de esos dilemas y conflictos sociales es aquel mal llamado “Gobierno de turno” que se verá en la obligación de aceptar condiciones de modo evitar la profundización del problema. Cuando el pueblo, a través de su representación legítima, se revela contra dicho ordenamiento el poder real desplegará toda su artillería para evitar que aquel contrapoder popular lacere sus privilegios. De modo que, en democracia, somos nosotros, a través de nuestros reflejos políticos y conocimientos, los que en definitiva debemos hallarle al término “poder” su verdadero significado y significante. El intento de no comercializar la cosecha y la corrida que se hace sobre el dólar ilegal son dos muestras claras de lo dicho. Ambas operatorias intentan devaluar la moneda nacional de manera intempestiva y así obtener descomunales ganancias a traves de la licuación de pasivos.

Al poder político se lo elige y tiene fecha de vencimiento, acaso por eso se lo trata de adelgazar bajo la descalificación “de turno”; el poder real no. Partimos en desventaja. El poder real se instala fácticamente, es atemporal, no tiene que rendir cuentas, y lo hace sobre los manipulables y sumamente discutibles cimientos de los derechos adquiridos y la seguridad jurídica. Formatos legales que en muchos períodos históricos fueron obtenidos bajo presión estando los gobiernos obligados a aceptar los condicionamientos para evitar conflictos sociales adicionales. ¿Quién gobierna entonces?, ¿Quién es el más débil si aceptamos lo dicho?.

Cuando se habla justamente de fin de ciclo, sin aguardar por los resultados electorales, no se hace otra cosa que darle dimensión política al concepto antipolítico “Gobierno de Turno”. De todas formas todavía no se han atrevido hablar de “Políticas de turno”.

Si la democracia es el gobierno del pueblo no existe el turno, pues siempre es el pueblo el que determina quién lo gobierna. Y si el pueblo escoge la continuidad de un proyecto más allá del factor limitante que constitucionalmente tienen las personas el concepto finaliza desvaneciéndose por propia fragilidad.   
Como dijimos al comienzo el declamado “Gobierno de Turno” no existe como concepto científico. Es una construcción que el poder real instaló utilizando como principales voceros a una oposición que no deja de debilitar a la ciencia política por ausencia de propuestas. Cosa que deja picando la pelota delante del arco. En el hipotético caso que en los comicios triunfe la oposición: ¿Quién gobernaría nuestra Patria?. ¿Cualquiera?. Y otra disyuntiva adicional. ¿Puede el poder fáctico constituir un “Gobierno de turno”? . Temo que en función de los últimos doscientos años de historia y más allá de algunos pocos períodos en donde el pueblo pudo ser contrapoder y darle lucha al poder real, la pregunta se responde sola. Parece que para la oposición vernácula el turno del poder real no tiene ni debe tener fecha vencimiento, ya que para ellos no se trata de un poder cualquiera...

Comentarios

  1. Clarísimo compañero Sala. El sentido profunde de la democracia es el de permitirle a los ciudadanos decidir las formas en que debe diseñarse la sociedad para terminar con milenios de injusticia y perseguir la Justicia Social.

    Hace ya muchos años un célebre general del ejército paraguayo planteaba que "La verdadera democracia es aquella donde el gobierno hace lo que el pueblo quiere y defiende un solo interés: el del pueblo.".

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