Duelo Nacional
Causas y miserias



Harto de escuchar y de leer sandeces uno no tiene más remedio que rendirse ante la inconmensurable majestuosidad que detenta la estupidez periodística. Quizás éste sea el inciso profesional más significativo de los tiempos y que simboliza como nunca su derecho libertario. (La libertad de expresión o de presión, vaya uno a saber). Abandonar, partir hacia el ostracismo debido a que todo intento que se hace por desandar lógicamente una situación choca de frente contra el abuso y la especulación de los medios: Si Cristina concurre a los barrios afectados es demagoga; si no lo hace, no se interesa por la suerte de su pueblo. ( En ocasiones ciertas coyunturas hacen que uno licencie esa sana y recomendable costumbre de leer diarios viejos) Sigamos...

Nadie realiza una construcción antisísmica en una zona alejada de las regiones sensibles más allá de que la mayoría, medianamente, sabemos que la tierra no es un planeta estático y que puede presentar movimientos internos en cualquier momento. No todas las zonas costeras exhiben peligros de tsunamis por fuera de saber que un inesperado movimientos de placas tectónicas pueden modificar dicha tranquilidad en apenas segundos. Las civilizaciones diseñan y desarrollan sus centros urbanos en función de datos probabilísticos, en consecuencia toda variabilidad de esos datos deben sumarse a la experiencia, aunque en ocasiones la cruda realidad marca que ese nuevo conocimiento se haya obtenido mediante desgarradoras catástrofes. Recordemos el terremoto de San Juan del 44. Con los registros de lluvia ocurre exactamente lo mismo. ¿Somos capaces de cambiar radicalmente hábitos, usos y costumbres a favor de acotar los riesgos? Los grandes centros urbanos se encuentran mayoritariamente colapsados y esto se produjo debido al dispar “desarrollo” económico. El centralismo diseñado a principios del siglo XX fue el puntapié inicial que motivó la concentración de la población. Mientras el periodismo se especializa en buscar culpables hasta por debajo de la alfombra muy pocos son los que analizan con severidad las causas reales que promueven ciertas consecuencias. Eso sí, no se atreven a reparar que los dineros no liquidados al Estado por parte de Papel Prensa durante los últimos 35 años, sumados a la deuda que mantiene La Nación con el fisco –cautelar mediante- alcanzarían para hacer frente a los costos de varias obras hídricas.

Según Nelson Castro el meteoro caído desnudó las tirantes relaciones que existen entre los ejecutivos gobernantes. Demás está decir que su comentario centralizó tal responsabilidad en la figura presidencial. Vaya razonamiento lineal. A su entender las malas relaciones entre los ejecutivos gobernantes son las responsables de que semejante milimetraje pluvial no escurra debidamente tanto en Buenos Aires, como en La Plata. Pues hay que informarle a Nelson Castro que durante la dictadura, las relaciones entre Nación, Provincia y la Ciudad de Buenos Aires eran fenomenales sin embargo no hubo una puta obra al respecto. Santa Fé, luego de sus inundaciones, pudo realizar sus obras hídricas sin inconvenientes más allá de las relaciones políticas entre el Kirchnerismo y el Socialismo, lo mismo sucedió en Mendoza. La última obra importante en Capital tuvieron como destinatarios los barrios de Barracas y La Boca. Todos los Porteños que pintamos canas sabemos qué ocurría en la ribera cuando apenas una leve lluvia se presentaba – las alturas de las veredas hablan por sí del dilema-. Las obras fueron iniciadas durante la administración Grosso y las finalizó la administración Ibarra. Del otro lado del Riachuelo, en Avellaneda, Sarandi, Villa Dominico, Wilde, Gerli, ocurría exactamente lo mismo. Hoy no se inunda. Vale decir, fueron decisiones políticas de los distritos, incluso teniendo en cuenta que la Capital, durante ese lapso, tuvo la particularidad de pasar de la esfera nacional a su definitiva autonomía. Castro quiere que suceda eso, desea que sus oyentes piensen que Cristina castiga a los distritos que le son adversos y lo larga como inobjetable certeza. Hay que recordarle a Castro que el 54% que obtuvo Cristina la trasformó en Presidenta de un distrito único: toda La Patria. Lo afirmado en el párrafo refuta sin mayores esfuerzos la hipótesis del operador periodístico, debido a que no existen razones  lógicas, ni historias ni coyunturales, que conecten las obras de infraestructuras que necesitan los ciudadanos con las relaciones políticas interdistritales.  Las cuestiones políticas se dirimen en otros campos de la militancia.

Hay gestores mediáticos que son una mierda, pero existen otros que superan todo tipo de análisis. Por ejemplo aquellos que hacen guardia en las cercanías de la casa (anegada) en donde vive la Mamá (señora que excede las ocho décadas) de la Presidenta para saber si recibe trato preferencial. Como las ratas, cuando las aguas bajan, Lanata y sus enviados se acercan a los domicilios.

Volviendo al sentido de estas líneas. El irregular desarrollo económico promovió regiones súper habitadas en contraposición con regiones despobladas, las crisis económicas recurrentes impulsaron procesos migratorios que ahondaron aún más la problemática, de modo que revertir un proceso que llevaría décadas resulta un desafío estratégico para más de una generación ya que estaríamos frente a un rediseño integral del país.
La taxativa oposición existente desde las corporaciones dominantes para desarrollar políticas económicas puntuales no es un dato menor. La idea de incluirle a las materias primas valor agregado en origen y de ese modo menguar los procesos de aglomeración urbana favoreciendo directamente a las economías regionales no cuenta con marcados entusiasmos por parte del poder real.

En el mientras tanto nunca nadie le impidió a Scioli o a Bruera la realización de obras en La Plata ni a Macri hacerlas en Buenos Aires. Son conocidas las inversiones realizadas por ambos en ítems cuando menos discutibles. Pero esas obras en el corto plazo serían obsoletas en tanto y en cuanto la inercia continúe. Ambos contaban con fondos suficientes, si no las hicieron es porque habrán considerado que no eran urgentes según los datos que tenían. No olvidemos que uno es nada menos que el Gobernador de la Provincia de Buenos Aires y el otro es el Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
Un detalle no menor: La Ciudad de Buenos Aires tiene la capacidad de contener el equivalente a 1/3 del caudal del río Amazonas, lamentablemente La Plata no, para colmo es una ciudad edificada sobre bañados.

El mal manejo del suelo, la deforestación, los entubamientos, la ausencia de planificación, el cambio climático, el hacinamiento, hacen a cuestiones que están por encima de la miserabilidad de Castro y Lanata. Luego de las tremendas inundaciones del Mississipi del año 93 Estados Unidos adoptó políticas puntuales al respecto. Proyectó nuevos conglomerados evacuando a la población en riesgo. Acaso se podría pensar el asunto con más detenimiento teniendo en cuenta que estos fenómenos se han incrementado exponencialmente desde la década del ochenta y según los expertos es un ciclo que durará no menos de cien años.

Es hora de que la política y la ciudadanía convoquen, en cada una de las grandes ciudades, a los científicos e inviten al conocimiento a la mesa de las decisiones dejando de lado a los mercaderes inmobiliarios. La planificación urbana, que incluyen los planes de contingencia, no es tarea que debe descansar sobre colchones mercantiles. Debe ser una tarea global. No es una cuestión de costos, sino de pensamiento, análisis y proyección urbanística sobre la base de datos concretos en función de la experiencia adquirida más la imprescindible atención que se debe tener con relación a los fenómenos climáticos mensurados.


Comentarios