Dicen que el periodismo debe ser crítico
El periodismo opositor se esfuerza por
tratarnos de convencer que no lo son, que simplemente son críticos debido a que
consideran que esa es la obligación de la prensa. ¿Quién les habrá pedido dicho
compromiso?. Sólo ellos lo saben. Del mismo modo que sólo ellos entienden tener
la capacidad suficiente para ejercer la tarea. Temo que algo de soberbia se
esconde tras la sospechosa máscara ética.
Demás está aclarar que ese segmento
comunicacional se abstiene de incluir críticas a todo aquello que no tenga
relación con el Gobierno Nacional. Se asume, acaso caprichosamente, que la
actividad privada no debe ser criticada a menos que esta se encuentre
relacionada con el Estado, cuestión que inmediatamente queda instalado como
inciso de corrupción.
A mi modo de ver, el periodismo no debe
ser ni crítico ni lisonjero, en todo caso pueden serlo los actores, los
periodistas, pero de ningún modo la actividad está obligada, en la amplitud de
su colectivo, a comportarse de manera unívoca, casi de modo corporativo. El
grado de crítica o adhesión ingresa dentro del campo de la subjetividad
individual y como consecuencia de la tan declamada honestidad intelectual, tanto
particular como empresarial.
¿Pero qué entendemos por crítica? ¿Crítica
es criticar o crítica es analizar? ¿Qué es el análisis? ¿Criticar y analizar es
lo mismo? ¿Cuáles son los límites de la hipótesis (especulación política)
dentro del análisis? ¿En cuánto se relaciona esta proyección de supuestos
subjetivos de parte del periodista con sus deseos o necesidades individuales?
Preguntas, dudas que me permito arrojar al vació sabiendo que difícilmente
podamos tropezar con respuestas adecuadas. Acaso preguntarse sobre estas
cuestiones resulte la parte esencial del dilema debido a que determinadas
inercias difícilmente ingresen dentro del ámbito de la exploración si no
comenzamos a dudar de lo que se sospecha incuestionable.
La crítica, con pretensión de análisis
político, no debe dejar de lado ningún elemento de estudio al margen del
camino, convenga o no convenga a los propósitos del analista. Es tan deshonesto
como falaz soslayar alguna parte real, aunque inconveniente, que afecta a mí
todo, como generalizar banalmente ese todo teniendo solamente en cuenta las
partes que me convienen.
Dentro del juego de las argumentaciones
políticas encuentro razonable que cada actor con aspiraciones lleve agua para
sus molinos parcializando sus visiones, no lo veo deseable, pero lo acepto
dentro del campo de la retórica política. Lo que es inadmisible es que dicho
correlato cruce las barreras de la puja corriente entre dirigentes e ingrese
subrepticiamente al ámbito del examen supuestamente serio. Si a ese elemental
yerro intelectual le sumamos el aderezo del embuste y la calumnia nada quedará
plasmado como documento irrefutable de una época.
Criticar o lisonjear es ciertamente más
sencillo. No requiere de inteligencias supremas ni de conocimientos esenciales.
Tiene que ver con el lamentable protagonismo que tiene el sentido común y que
cada periodista expone sobre lo que le agrada o no le agrada de la coyuntura.
En este campo generalmente las causas brillan por su ausencia dejando solamente
expuestos los efectos. Con sólo leer o escuchar a determinados editorialistas
nos damos cuenta cuales son sus objetivos de máxima.
Lamentablemente este formato diseñado y
expandido por los medios nacionales es reproducido casi en espejo por enorme
cantidad de pequeños medios de nuestro interior profundo. Se leen titulares
como si fuesen mandamientos taxativos, se reproducen simétricamente la visiones
políticas y sociales de cientos de periodistas centralistas cuyas
subjetividades solamente a ellos le conciernen, se pontifica una percepción
urbana de la política desestimando la opinión analítica local y su visión con
respecto al país. Se acepta con mansedumbre que el analista vernáculo posee
deficiencias informativas y dialécticas con relación a las supuestas estrellas
del firmamento periodístico porteño.
Por ejemplo, como lector casi enfermizo
de la realidad social argentina y sobre la base de las notas analizadas,
cuestión que practico como ejercicio semanal, temo que en Coronel Dorrego
creemos banalmente que nos estamos dando un lujo esporádico, cuando en realidad
deberíamos visualizarlo como una opción permanente de pensamiento inteligente.
Carlos Madera, enorme analista político local, no cuenta con la prosapia
periodística de algunas estrellas urbanas, sin embargo y a contracara del
marketing, me atrevo afirmar que no sólo no tiene nada que enviarle a dichas
luminarias, acaso no dudo en sentenciar que la cuestión debería circular de
manera inversa. Sus notas de opinión encierran análisis en donde las causas y
los efectos resultan la columna vertebral del dilema, al igual que la
honestidad intelectual que exhibe aún cuando determinadas realidades son
adversas a su propia construcción ideológica. No oculta, no agrede, no
minimiza, elabora, desnuda falacias, anda y desanda conceptos e ideas, piensa
lo pensado para seguir pensando. Coronel Dorrego está dentro de una Provincia
que pertenece a un País, y ese País contiene a una extensa Provincia que cuenta
con un hermoso distrito llamado Coronel Dorrego. Jamás sus observaciones son
coparticipables y menos aún aisladas. Sin embargo sus análisis finalizan en los
arrabales, acaso escondidos tras las operaciones a las que diariamente nos
someten los medios dominantes. Uno tiene la luctuosa experiencia de escuchar a
cada pavo multimedíatico inundando de absurdos de éter, cuestiones que a los
diez minutos no tienen más valor o han sido brutalmente refutadas por la
realidad.
¿Cuántos Carlos Madera existirán en la
Patria? Apuesto que miles. Cronistas meticulosos y valientes, analistas que
ponen sobre la mesa sus porqué, sus cómo, sus cuándo, sus cuánto, sus dónde y
sus para quién, con conocimiento de causa, debido a que jugaron y juegan junto
al pueblo real las partidas que se debaten sobre tablas.
Hace un tiempo me atreví a sentenciar,
con relación a la ley de medios, que a esta altura de la contemporaneidad, lo
que aún no ocurrió dentro de nosotros jamás ocurrirá. Si los medios del
interior siguen aceptando las agendas dominantes y a sus discípulos muy poco es
lo que se puede aspirar a favor de democratizar, no sólo la palabra, sino
también y acaso los más trascendental: los contenidos. No nos podemos limitar a
nuestras cloacas, debemos darnos la opción de exponer pensamiento crítico y
divulgarlo con firmeza y convicción, amen que nos inscribamos como fervientes
adherentes a la vulgaridad que nos propone la simple hipótesis interesada,
alejada del análisis, muy cercana a la especulación corporativa.
El manejo del Papel para diarios de una empresa monopólica tiene como agregado que en el "paquete" vienen las "noticias de agencia" en este caso DyN, que de paso viene con las indicaciones específicas clasificadas por categoría "de tapa", de "paginas impares hasta la 3ª" y "generales". El no acatamiento de estas condiciones les significa a los editores del interior penalizaciones en el valor de su principal insumo; el papel.
ResponderEliminarA los editores les ha venido muy bien, ya que han despoblado sus redacciones de los mejores (y mas caros) periodistas, aquellos que armaban un panorama a su criterio en base a los cables que se recibían.
Ahora viene todo precocido, y como los periodistas radiales toman los diarios locales como base de su agenda informativa, se aseguran que en las noticias nacionales haya una unanimidad entre la tapa de Clarin o La Nación, los títulos de TN y lo que dicen las FM del lugar.
Desentrañar las madejas que se arman no es un trabajo fácil. Yo he podido detectar informaciones contradictorias en el mismo diario, el mismo dia, sobre acontecimientos informados por la cadena nacional de los medios monopólicos, y la misma noticia informada por el medio local. Eso me sucede a mi que tengo una dedicación casi exclusiva a algunos temas, pero, el hombre de a pié, no tiene tiempo para ese tipo de búsquedas.
Lo que dice usted del amigo Madera (cosa que yo personalmente le aplico a Usted mismo) es únicamente contrarrestable a través de las redes sociales como facebook, y de hecho lo hago cotidianamente con muchos editoriales de Madera o publicaciones suyas, que a la vez veo que son apreciadas y replicadas por múltiples corresponsales.
Coincido con usted Gustavo que la Ley de Medios es solo una herramienta y nada mas. Si los que van a utilizarla son chambones no hay buena herramienta que los corrija. Aún sin la Ley de Medios hay muchas cosas que se podrían hacer y no se hacen y su puesta en vigencia no será una solución mágica si no producimos contenidos atractivos, y seguimos aplicando la lógica del menor esfuerzo y la maximización de las ganancias al periodismo y a la información.
Reciba un abrazo.
Algo de pereza, bastante de ausencia de compromiso y temor para sostener visiones a contramano del sentido común.
ResponderEliminarun abrazo
Absolutamente de acuerdo. Yo encuentro en la red análisis muy superiores a los que se puede hallar en los medios. Me remito solamente y en su caso a los desarrollos que desglosa sobre asuntos agropecuarios y sobre el sistema ferroviario. La gran pregunta es por qué razón nuestros medios locales, cuando tratan esos temas, no abrevan de esas canteras informativas y persisten en mantenerse en la vereda de la operación.
ResponderEliminarNo se olvide Antonio que copiar lo que hacen otros, pasar grabaciones de editorialistas corporativos y leer titulares de los medios dominantes lo acercan a premios y a condecoraciones deliberantes.
ResponderEliminarY, es parte de la retribución...
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