Mateando con al Ciencia: Hoy ceba José María Rosa - 2 de Julio de 1991 -
por la Agrupación Ferroviaria General Pico
por la Agrupación Ferroviaria General Pico
José María Rosa, a quien los que sentíamos cierta jerarquía de
intimidad con él, le llamábamos confianzudamente “Don Pepe”, nació en Buenos
Aires un 20 de agosto de 1906, falleciendo en la misma ciudad el 2 de julio de
1991.
Historiador vocacional, aunque le puso tanta garra a esa vocación
que superó con creces a su graduación profesional, pues se había recibido de
abogado, por lo tanto podemos considerarlo uno de los fundadores de la
profesión de Historiador-Investigador. También en su larga y prolífica vida
incursionó en la diplomacia. Tanto por tirios como por troyanos, “Don Pepe”
está calificado como uno de los más importantes historiadores que tuvo el país.
Poseedor de un gran espíritu militante, funda, con esa impronta de lucha, la
Revista Línea. Además fue un reputado profesor universitario, siendo uno de los
más respetados y consultados historiadores de la corriente que se llamó
revisionista, aunque la de él no fue tan clásica, inaugurando una forma
peculiar, entretenida, de interesar al gran público por la historia, sacándola
como objeto únicamente de especialistas.
Rosa nació en el seno de una familia tradicional, a las que más
adelantes llamaríamos sin ambages
oligárquicas recibiéndose de abogado a la temprana edad de 20 años. Tuvo un
breve paso por el ejercicio de la profesión y luego, también actuó como juez de
instrucción; pero parecía que el destino le había marcado una misión más noble
al servicio de los bones homes y de la inteligencia humana; por eso tal vez se
dedicó a la enseñanza, tanto en cátedras universitarias como secundarias. De su
experiencia como Juez en Santa Fe sale su primer libro “Más allá del código”.
En 1931 contrae enlace con María Luisa Julia Delfina Bunge, con
quien tuvieron tres hijos y una hija, cuyos nombres serían José María, Eduardo
Manuel, Juan Ignacio y Lucila. Su compromiso político comenzaría en las filas
de la Democracia Progresista, pero sus interés por la historia lo llevó al
encuentro con el pueblo real y subyacente (él le llamaría “La Argentina
Invisible”, tiempo antes del 17 de Octubre de 1945). Completa sus estudios
doctorándose con la tesis “Orígenes místicos del Estado” que es también tema de
su segundo libro, de 1936: “Interpretación Religiosa de la Historia”, donde examina
la historia como la sociedad en el tiempo, descartando las visiones
institucionales, raciales, periodísticas o épicas. Debemos aclarar que siempre
a la luz de “su” creencia por la que podemos clasificarlo dentro del denominado
nacionalismo católico. Residió en Santa Fe, donde dictaba clases en la facultad
de derecho, en las cátedras de Historia de las Instituciones y en esa misma
ciudad, junto con otros estudiosos de la historia fundó en 1938 el “Instituto
de Estudios Federalistas”, desde donde se dictaron conferencias, se
establecieron lazos con entidades similares en el país y en el exterior y a
través de ellas se perfiló una vigorosa corriente de los que buscaban “revisar”
la historia y sobre todo mirarla desde un ángulo social, que es el costado más
valioso en la búsqueda de identidad de los pueblos. En 1942 sale su primer
libro de historia argentina, “Defensa y pérdida de nuestra independencia
económica” que configuraría el principio de una larga serie de publicaciones,
algunas de las cuales, luego, serán detalladas. En 1945, ya sumado a la
naciente corriente nacional y popular de pensamiento y acción política, debió
trasladarse a Buenos Aires por desinteligencias con el rectorado y algunos
centros de estudiantes, fruto de su militancia política e histórica. Centra
entonces su actividad en la universidad de La Plata, ejerciendo también la
docencia en colegios secundarios. Por entonces publica “Nos, los representantes
del pueblo”, “La Misión García ante Lord Strangford” y “El Cóndor ciego”. La
llamada “Revolución Libertadora” lo deja cesante y lo encarcela en ocasión de
la detención de su amigo John William Cooke (que no era ni nacionalista -aunque
luchaba desde el campo nacional - ni, menos, católico), a quién había dado
refugio en su casa. Estas cosas para quien no es peronista no se entienden
demasiado bien; porque la base de análisis filosófico de Cooke es el marxismo y
la de Rosa es el cristianismo.
Junto a Arturo Jauretche
Aunque parezca demencial, la acusación que le imputan a “Don Pepe”
es de corromper a la juventud con su “rosismo” (Parece Sócrates, simplemente
les faltó blanquear la cosa diciendo: que corrompía a la juventud por su
inteligencia; y darle para tomar la cicuta). Luego de varios meses de prisión,
sale, para tomar el camino de una decidida militancia, ahora más activa y
dinámica, enrolándose en el fallido y trágico intento del General Valle del 9
de junio de 1956. La asustada reacción del gobierno “gorila” de entonces lo
buscó para fusilarlo, pero consigue pasar a Montevideo y de allí, aceptando una
invitación del Instituto de Cultura Hispánica, que le promete la edición de su
libro “La Caída de Rosas”. Viaja a España, donde permanece hasta 1958,
ejerciendo el periodismo y dando conferencias en distintos ámbitos. Vuelve para
sobrevivir de lo poco que le producen sus publicaciones y artículos y
eventuales cursos de historia, que da permanentemente en sindicatos de todo el
país. Entre 1955 y 1970 realiza publicaciones en los semanarios nacionalistas
“Azul y Blanco” y “Segunda Republica” que dirigían Marcelo Sanchez Sorondo,
Ricardo Curutchet y Luis Rivet, y cuya redaccion funcionaba en el estudio del
Dr. Jorge Ramos Mejia en la calle Charcas 684 de la Ciudad de Buenos Aires. Su
actividad tiene como marco el Instituto de Investigaciones Históricas Juan
Manuel de Rosas, entidad de la que fue presidente en varias oportunidades. De
esa época son sus libros “Rivadavia y el imperialismo financiero” y “La Guerra
del Paraguay y las montoneras argentinas”. A raíz de esta última publicación su
nombre pasa a ser muy conocido en el Paraguay, lugar desde el cual fuera
invitado permanentemente a dar conferencias o asistir a eventos relacionados
con el prócer máximo paraguayo, Francisco Solano López.
Mientras tanto participa activamente en lo que se llamó la
Resistencia Peronista, convirtiéndose en uno de sus referentes más respetados y
queridos.
Es en ese período que el movimiento Peronista, antes indiferente,
toma con entusiasmo las banderas revisionistas y las hace suyas. Rosa
integraría la comitiva de notables que van a buscar a Perón en el famoso vuelo
chárter del 17 de noviembre de 1972. Para entonces ya se había publicado su
Historia Argentina, obra en trece tomos a los que, luego de su muerte, se le
agregaron cuatro más con el aval intelectual de Fermín Chávez. El General Perón
- en su tercera presidencia - dispone que se haga cargo de la embajada en
Asunción, considerando que su prestigio en Paraguay pudiese ser positivo para
los intereses nacionales dado que en ese tiempo se jugaban en las cotas de
altura de la represa de Corpus, la factibilidad de construir Yaciretá.
Muerto Perón, tuvo desinteligencias con el canciller Vignes y optó
por aceptar la embajada en Atenas, donde permaneció hasta el golpe militar de
1976. Regresó a Buenos Aires, donde sus libros eran retirados de las
bibliotecas y su nombre puesto en un “cono de silencio”. Pero el viejo luchador
no se resignaba a quedarse de brazos cruzados. Es así como se fundó la revista
“Línea” (y, por pretender abarcar a todo el pensamiento de la línea nacional):
“la voz de los que no tienen voz”. El propósito fue mantener viva la llama del
pensamiento nacional y mostrar que subyacía otra Argentina llamada a renacer. No
pudieron los militares acusar a Pepe Rosa de ser guerrillero sólo porque su
figura era demasiado visible y conocida. Pero buscaron todos los medios para
acallarlo, desde el secuestro de la revista hasta los innumerables juicios
entablados en su contra. Pero “Línea”, cada vez con más coraje, salió adelante
y fue la única voz distinta que se escuchó durante esos años de plomo. Mientras
tanto continuó con la publicación de libros y artículos en algunos medios que
poco a poco se animaban a expresarse. Su última batalla, que le costó el
alejamiento de algunos amigos “nacionalistas” cortos de vista fue sobre la
cuestión del Beagle, que casi nos había llevado a una tonta e irreparable
guerra entre hermanos. Su vida se apagó el 2 de julio de 1991, muriendo en
forma serena, como compensación a la vida de lucha que tuvo.
Su obra pertenece a la corriente revisionista argentina, con
matices particulares y brillantes por momentos, que se opone a la historia
oficial de nuestro país.
Gracias a su insistencia recién en nuestros días se declaró el día
20 de noviembre, en conmemoración de la Batalla de la Vuelta de Obligado, Día
de la Soberanía Nacional.
Algunas de sus obras son:
• Más allá del código (1933)
• Defensa y pérdida de nuestra
independencia económica (1943)
• Artigas, prócer de la nacionalidad
(1949)
• La misión García ante Lord Strangford
(1951)
• El cóndor ciego. La extraña muerte de
Lavalle (1952)
• Nos, los representantes del pueblo
(1955)
• Del municipio indiano a la provincia
argentina (1958)
• La caída de Rosas (1958) (tal vez el
trabajo más completo y documentado)
• El pronunciamiento de Urquiza (1960)
• Artigas, la Revolución de Mayo y la
unidad hispano-americana (1960)
• El revisionismo responde (1964)
• Rivadavia y el imperialismo financiero
(1964)
• La guerra del Paraguay y las montoneras
argentinas (1965)
• Doctores, militares e ingleses en la
independencia nacional (1968)
• Historia del revisionismo (1968)
• Rosas, nuestro contemporáneo (1970)
• El fetiche de la constitución (1984)
• Historia Argentina, 13 Tomos
• Peron 30 años que conmovieron la
politica argentina (1987)
Fuente: Agrupación Ferroviaria Peronista
General Pico
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