La Ficción y la Opinión Publicada
Uno tiene la extraña sensación cuando
escucha o lee a los periodistas y a los políticos de la oposición que al exponer
sobre la realidad y el Gobierno Nacional lo hacen hablando de ellos mismos. La
imaginación, la ficción y la fábula sólo pueden provenir de un segmento
extremadamente subjetivo que poseemos en nuestro interior. Creaciones propias a
partir de íntimos “infiernos” diría un escritor. Un doble mecanismo labora en
la cuestión: los deseos personales para que determinados eventos ocurran del
modo deseado y nuestras propias conductas individuales, vale decir, lo que
nosotros somos capaces de fantasear es muy probable que en algún sitio de
nuestro subconsciente veamos como potable de realizar. Muy a pesar de la
realidad los antagonismos suelen exhibir imágenes difusas, por lo cual
tranquilamente se puede afirmar que una Presidente elegida por el 55% de la
voluntades en comicios libres y democráticos se transforma en autócrata
(persona elegida por ella misma), y como tal en dictadora, sólo porque así
deseo pensarlo, más allá que todos los elementos insistan en mostrarnos que no
es así. La historia de la humanidad está plagada de mártires, víctimas de la
subjetividad, damnificados por ficciones y deseos de terceros, de modo que no nos
puede causar sorpresa la estigmatización recurrente en la que caen nuestros
adversarios, centralizados cual fundamentalistas, en la figura de nuestra
Primer Mandataria.
Es indudable que cada uno de estos
personajes pretende acercar palitos a la fogata. Hasta ahora los acarreados
contaron con demasiada humedad por lo cual no han conseguido avivar el foco
ígneo, esto no implica que en algún momento no hallen leña seca con la cual
lograr el objetivo.
Si de ficciones hablamos cualquiera tiene
derecho desde el arte a elaborar creaciones propias. En lo personal valoro por
sobremanera dicho género literario y más cuando de notables plumas se trata. El
problema radica cuando el análisis político, económico y social comienza a
confundirse con tan ilustre sendero poético. Dicho de otro modo, cuando se le
pretende dar a la ficción entidad de realidad y por ende de certeza histórica.
Lo que sospechamos a partir de nuestro imaginario lo trasladamos como
hipótesis, de ese modo su publicación editorializada comienza a formar parte de
la opinión pública simplemente porque tuvo la oportunidad de ser divulgada en
medios de difusión masivos.
Si Thomas de Quincey hubiera publicado su
extraordinaria novela Del Asesinato Como una de las Bellas Artes en un
suplemento policial cual si fuera una editorial seriada, es muy probable que
parte de la opinión pública le hubiese otorgado al texto rango de apología y de
ese modo su temática ostentaría en el presente un falso velo de hipótesis. “Eso
de matar encerraba por entonces cuestiones artísticas nada desdeñables”. De
todos modos nada nos hace pensar que si tal cosa lindante con el absurdo se daba,
millones de desprevenidos podrían llegar a consentir en la actualidad que en el
Reino Unido de principios del siglo XIX tal cuestión era aceptada socialmente.
Por suerte el notable autor Inglés nunca creyó que su ficción formaba parte de
la realidad tangible. Si de su realidad como artista, no como ensayo social.
Hoy notamos que mediocres escritores,
sumamente imaginativos pero bastante desdeñables desde la prosa, nos presentan
sus cavilaciones internas con formato de ensayo, y no desde la ficción.
Publican sus libros y sus textos en los suplementos políticos, sociales o
económicos de modo presentarlos como testimonios de la contemporaneidad,
simples conjeturas personales que deberían participar de antologías literarias
y no formando parte de apéndices analíticos.
¿A qué o a quién responsabilizar de tal
situación, de tal confusión?
En primer lugar otorgarle cierta
responsabilidad a nuestra cultura judeocristiana sería un buen comienzo. La
Biblia es un buen ejemplo del asunto. Texto cuyas historias tienen entidad de
documento taxativo. Tanto el nuevo como el viejo testamento contienen asertos
que muy difícilmente ingresen dentro de los senderos de la refutación y el
debate desde la historicidad aún a instancias de párrafos cuya verosimilitud
resulta del más burdo imaginario. De modo que culturalmente estamos
predispuestos para aceptar fraudes intelectuales como cuestiones fehacientes.
Si es posible aceptar mansamente la virginidad de María o que un hombre con
sólo elevar un báculo hacia el firmamento posea la potestad de separar las
aguas de un río cuántas razones culturales habría para no asumir que mediante
la falacia y el embuste es posible construir a un demonio contemporáneo. Podría
afirmarse que una buena parte de nuestra estructura intelectual necesita del
embeleco engañoso para sobrevivir, para convencernos de nuestro propio
imaginario. Acaso que otra cosa encierra la fe. Diezmo mediante es posible
construir a partir de la debilidad, del amor, la carencia, el odio, el
sectarismo, la discriminación, el fanatismo. Durante la Edad Media y parte del
Renacimiento, estamos hablando de varios siglos, la Inquisición no sólo fue un
sujeto religioso sino además un sujeto político que estableció un relato
satánico hacia todo aquello que no estuviera dentro de los cánones
vaticanos. Solamente algunos pocos
artistas y científicos trataron de sobreponerse a tal oscurantismo. El precio
pagado en vidas fue elevadísimo debido a que la política estaba en consonancia
con el relato instalado por el poder real.
Otra parte de la responsabilidad la
tienen los editores de los medios de comunicación. De alguna manera ellos son
los que determinan que ciertos relatos de ficción ostenten entidad editorial.
Esa extraña miscelánea que implica la construcción de un imaginario para
favorecer propios intereses. Manejar la información, acaso crearla, escindir la
parte que me conviene porque el todo me incomoda, o directamente mentir, lo
que vulgarmente se llama operar.
Hoy podemos ejercitarnos a través de los
antecedentes profesionales de cada autor y de cada medio; y aquí nos cabe una
buena parte de responsabilidad. La verdad y la mentira están al alcance de la
mano, ni siquiera debemos ir tan lejos en el tiempo; sólo estamos obligados a
ejercitarnos en la lectura de esos mismos relatos para hallar las muescas que
irrefutablemente marca la tangible realidad. Y no hablo de contradicciones, cuestiones humanas que tienen que ver con los naturales cambios sociales existentes, hablo directamente sobre relatos inexistentes que originaron delicados
conflictos que en algún caso intentaron condicionar y hasta conspirar contra el
mismo contrato social: La Democracia.
La incidencia de la opinión publicada en
la opinión pública no se puede minimizar, lo que automáticamente debería
determinar que los receptores elevemos las defensas a partir de un fundamental
ejercicio crítico. En el año 2011 fracasaron de cabo a rabo montados en el éxito del
2009. Temo que en su oportunidad el antagonista subestimó al pueblo reiterando
recetas. Sospecho que aprendida la lección intentarán modificar las estrategias
comunicacionales, asuntos que estamos percibiendo con una crudeza inusitada.
Si bien las ficciones planteadas son las mismas, los modos y las formas han
potenciado sus signos de virulencia: Fogonear manifestaciones violentas,
laborar dentro de las internas de los partidos políticos favoreciendo o
menoscabando líneas internas, judicializar decisiones políticas sopretexto de
un falso republicanismo, especular con la debilidad de algunos burócratas
desencantados, soslayar el contexto internacional, ejercitar demagogia
conceptual (el tema del impuesto a los ingresos elevados es un ejemplo del
caso), fomentar la victimización anexando disconformismos y enojos a través de parámetros comparativos
para realzar nichos conflictivos, desajustes que existen en todas las
sociedades del planeta. En la actualidad parece internalizado que cinco mil pesos mensuales por ocho horas diarias de trabajo constituye un
avieso insulto hacia el trabajador sin tener en cuenta desde dónde partió el
modelo vigente. Resulta curioso y a la vez sospechoso como las corporaciones
han decidido argumentar en contra de sus propios intereses, organizaciones que no tienen ningún reparo en acotar derechos de toda clase y especie. Qué encierra elevar las expectativas de una sociedad que hasta hace siete años hablaba solamente de conservar empleo. Acaso el recuerdo de la operación sobre el 82% móvil nos sirva como paralelo.
Un sistema electrónico, para poder
funcionar eficientemente, necesita que cada componente reciba los impulsos y la
información adecuada para cumplir con su rol dentro del mecanismo. A la par
cada microelemento tiene sus capacidades de reacción ante la contingencia; la
verdad tecnológica si se me permite la desmesura. ¿Qué ocurriría con ese
mecanismo si comenzamos a incorporarle elementos fraudulentos, ficcionales,
engañosos? La respuesta cae de maduro. No funcionaría o en el mejor de los
casos operaría durante un tiempo hasta que las demás piezas de entramado
mecánico se vean afectadas.
Algo similar ocurre con el sistema
democrático y lo vemos claramente en varios países europeos. La falacia
mercantil y financiera están incorporadas al mecanismo social por medio de la
ficción mediática, de ese modo las personas no escogen en función de sus
propios deseos, lo hacen a favor de un sistema que privilegia intereses
corporativos, muy alejados de las necesidades colectivas. Obsérvese con
detenimiento el tratamiento mediático que recibieron en España los temas Repsol
– YPF y Bankia y notaremos como la fábula editorial contribuyó enormemente
para, en el primer caso, instalar a la corporación petrolera multinacional como
de propio dominio y en el segundo caso lograr la socialización de las pérdidas
de un privado a instancias del colectivo. (El caso del golpe de estado en
Paraguay no cuenta con desperdicios al respecto)
Sobre la base de lo dicho ¿Cómo
distinguir a un analista de la realidad honesto intelectualmente, que dice
desde dónde habla, por sobre los encantadores que editorializan deseos propios?
Como primer ejercicio si deseamos
acercarnos a la verdad resulta inevitable como receptores despojarnos de
nuestros propios deseos. Eso no implica abandonar las subjetividades. Todo lo
contrario. Este sencillo ejercicio no evitara caer en las redes de las
ficciones que generan los deseos ajenos. Si en la coyuntura se afirma que se
acabó la fiesta y nada será como fue hasta el 2011, qué era lo que entonces se criticaba: ¿El incipiente proceso industrializador, la AUH, la distribución de
la riqueza, la nacionalización de los fondos de pensión, la recuperación de
YPF, la inclusión de los sectores más postergados, los aumentos bianuales de
las jubilaciones y pensiones, las paritarias, la modificación de la carta del BCRA, los planes de vivienda? Justamente cuestiones que en el
marco de la coyuntura internacional son instancias que indudablemente menguan
el impacto de la debacle mundial.
Tanto nosotros como los Gobierno, en
todas sus jurisdicciones, merecemos que
los análisis políticos se construyan a partir de la realidad y no de la
ficción. A los poderes en ejercicio les será de utilidad para corregir sus
erratas y pendientes, a nosotros para comprender que la vulgar linealidad
conceptual conspira contra el colectivo. La facilidad es mala novia, de modo
que otorgarle crédito a todos aquellos que simplifican la coyuntura proyectando
sus propios deseos es, fue y seguirá siendo responsabilidad nuestra. Como dice Sabina, para que no nos tomen por subnormales nosotros somos los que no debemos considerarnos como tal.
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