Harold H. Thompson
Harold H. Thompson fue un
prisionero anarquista que cumplió su condena a cadena perpetua en Tennessee,
Estados Unidos. Perteneció a la primera generación Irlandés-Americana y nació
el 9 de abril de 1942 en Huntington, al oeste de Virginia, donde sus padres se
asentaron luego de huir de “los problemas” de Irlanda. Harold pasó su infancia
en un ambiente hogareño, donde la política era un tema típico de conversación.
Se interesó en el anarquismo en una edad temprana, a raíz de escuchar los distintos
debates entre su padre y amigos. Su afinidad con el anarquismo se solidificó
tras realizar una tarea para el servicio militar durante la guerra de Vietnam,
de la cual fue relevado tras ser herido. Luego fue miembro activo del
movimiento anti-guerra, asociado con el grupo Veteranos de Vietnam contra la guerra durante las décadas del 60 y
70, la era de la desobediencia y la lucha de las masas civiles en América. Desde finales de la década del 60 y en
adelante, Harold tuvo reiterados conflictos con la policía y el sistema legal,
juntando dinero para subsistir y realizando actividades de corte político fuera
de la ley. Un tiempo en las cárceles de Ohio, Georgia y Tennessee, fueron el
resultado de estos actos de expropiación. Thompson tuvo dos hijos (con diferentes madres); la madre
del mayor fue asesinada en 1978. Su asesino, Walter Douglas Crawley fue
sentenciado de por vida y luego liberado tras una apelación para convertirse en
un informante de la policía. El mismo día en que fue liberado, Crawley fue oído
por casualidad amenazando al hijo de Harold y otro chico que había testificado
en su contra durante el juicio. Crawley se jactó de “no tener nada que perder”
después de haber sido sentenciado de por vida tras el asesinato. En
Chattanooga, cuatro días más tarde, siendo el mes de octubre de 1979 Crawley
fue baleado estando en un bar; su desenmascarado agresor corrió hacia un auto
que lo esperaba y escapó en la noche. Al pasar diez días, y luego de un amplio
pedido de captura para Harold, éste fue arrestado y acusado de asesinar a
Crawley. También se lo acusó de expropiar dinero de una joyería para financiar
actividades políticas. Por estos incidentes, Harold fue sentenciado a 50 años
de prisión después de pasar por una serie de juicios netamente ridículos y
parciales. Más tarde, Harold fue castigado a 75 años por un segundo tiroteo que
ocurrió en Cleveland, Ohio. Durante este tiempo, sufrió un golpe dejándolo en
coma durante tres semanas. Luego de una cirugía cerebral fue diagnosticado
epiléptico. En
noviembre de 1986, Harold pasó 5 años y 4 meses en una prisión de máxima
seguridad e incomunicado luego de un fallido intento de fuga en una prisión al
Este de Tennessee. Fue acusado de intento de homicidio de tres guardias, el secuestro
de uno de ellos como rehén, posesión de explosivos y armas peligrosas; e
intento de fuga. El juez sentenció a Harold a 31 años adicionales. En julio de1993, luego de ser relevado
de la prisión incomunicada por 15 meses, fue conspirado por tener posibles
planes de fuga, según se afirma, basados en los datos de un “informante confidencial”
externo a la prisión. Fue trasladado nuevamente a la prisión de máxima
seguridad, donde permaneció hasta marzo. El trabajo legal que Harold realizó consistió mayormente en
apelar a los fallos que se han establecido contra otros prisioneros, planeando
sus sumarios para el arbitraje que se realiza comúnmente en las cortes, uniendo
las quejas de los derechos civiles en defensa de los prisioneros que fueron
abusados y cuyos derechos han sido violados. Recopila todas las injusticias y
malas acciones perpetradas en las prisiones y las cortes. Tales actividades convergieron en
diversas e intensas provocaciones y hostigamiento por parte de los
guardiacárceles, especialmente por haber brindado incontables veces su ayuda a
prisioneros negros con problemas legales, algo que en el sur de los Estados
Unidos no es bien visto debido al alto prejuicio racista que crece día a día.
La persecución política a Harold Thompson incluyó confiscación de sus materiales
legales y sus libros de leyes en los frecuentes allanamientos a las celdas; sin
olvidar que fue víctima de un complot en su contra en el año 1993. Harold siemrpe creyó que su prolongada
espera para su traslado era sólo uno más de los tratamientos especiales, los
“juegos de tortura psicológica” que llevaron a cabo los guardiacárceles. Las
formas de castigo que Harold ha recibido por su ferviente compromiso en ayudar
a sus compañeros de la prisión y por su política anarquista fueron realmente
abrasivos para el sistema de la prisión. Hasta sus últimos días le fueron
confiscados sus textos de literatura anarquista, sus libros de leyes, daños
premeditados y robo de sus objetos personales. Parte de la literatura enviada a
Harold fue retenida por las oficinas de correo por contener “narraciones de
anarquismo”. Murió el 11 de Octubre del año 2008 en la Penitenciaría del estado
de Tennessee debido a un paro cardíaco. Por voluntad propia, las cenizas de Thompson
fueron esparcidas en las aguas del lago Neagh,
Irlanda del Norte
Sólo
otro día en América urbana
Debajo de la excusa protectora,
escudo de la noche
ellos van ansiosamente por su detestable,
sucio y cobarde acto.
Otro trabajo realizado con frío, placer oculto,
por obedientes usando sus placas.
Para dar miedo exhiben sus adicciones.
Puertas principales
hechas pedazos con ataques armados
realizados por los demoníacos
paramilitares uniformados,
Camperas y cascos militares.
Armas automáticas listas para asesinar,
otro hogar es invadido.
Otra familia humilde
es rudamente levantada de su cama.
Sus pertenencias allanadas en un minuto,
aparentemente buscando drogas.
Oficialmente justificados
por informantes anónimos.
Nada es descubierto,
pero otras personas
son hostigadas y desalojadas,
momentáneamente para escapar
de la guerra del opresor.
Son manejadas
desde sus ruegos de amparos,
empujados hacia la calle.
Sin importar los riesgos potenciales
que acechan en todos lados en la noche.
Sólo otro día en América urbana,
donde las definiciones de compasión
equivocadas y correctas
fueron barridas por el capitalismo.
El indecente mandato del propietario
quiere los albergues vacíos,
mientras los destituidos están en las calles.
Eligen ignorar la verdad,
que todos somos una única tribu,
es una realidad
que toda la humanidad debe afrontar.
No son nada más que sanguijuelas
manejadas por el capital.
Aturdidos, ensordecidos
y ciegos por la codicia.
Son detestables asesinos
del eterno monstruo llamado gobierno
que no protege las necesidades
de su propia gente.
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