Sobre el Pensamiento Anarquista
Los seguidores de este
rincón sabrán de nuestro interés desde lo histórico por los orígenes del movimiento
obrero y el pensamiento anarquista. Al igual que Osvaldo Bayer reconocemos a
este espacio como el principal motor de la reacción/acción en contra del
proceso de explotación industrialista del Estado capitalista burgués bocetado
luego de la Revolución Francesa. Pensadores y luchadores que le han puesto el
cuerpo a las ideas merecen ser atendidos más allá de sus contradicciones,
tratando de entender e interpretar el tiempo que les tocó vivir. Carlos Malato
al igual que Rafael Barret, Rudolf Rocker, James Petras, Albert Camus, Darío
Fo, William Godwin, el mismo Bayer, Herbert Read entre otros nos presentan
textos humanistas, artísticos y políticos que si bien en muchos casos
observamos como voluntaristas y utópicos nos ayudan a comprender que si bien la
historia suele recorrer cierto determinismo debido a la relación causa/efecto
también exhibe la misma dinámica que la sociedad propone a través de su propia
evolución. El progreso como factor esencial de esa dinámica social.
Para los
interesados en el tema existe un sitio literario gratuito (no podía ser de otra
manera) para ingresar a un mundo generalmente silenciado, minimizado y ciertamente mal
interpretado:
(www.kcibertaria.comyr.com/libros)
ANTES DEL
MOMENTO (Fragmentos)
– 1887 - Carlos Malato –
(Francia luego
de la caída de la Comuna)
- La caída de la Comuna y la
represión versallesa contribuyeron singularmente a propagar el verbo
socialista; los desterrados hicieron prosélitos en el mundo entero. Herida
mortalmente, antes de expirar, dejó escapar por vez postrera el grito:
«¡Trabajadores de todos los países, únanse!» En efecto, y es esta una cuestión
de vida o muerte, la próxima revolución debe ser no nacional, no francesa, sino
universal.
- Un pueblo -como un hombre- medio
muerto de hambre, no es consciente: todo le parece preferible a la situación
que soporta. Si la opresión capitalista, siguiendo una continua progresión,
debe engendrar una miseria creciente, esta miseria engendrará a su vez la
ignorancia y la desmoralización: se tendrán rebeldes feroces, pero poco
ilustrados, prontos a sacrificar su libertad por un pedazo de pan.
- Para que el individuo sea
enteramente libre, sin ser obstáculo a la libertad general, es menester que la
educación moral y filosófica de todos haya concluido. Por otra parte, el
comunismo autoritario, que quisiera hacer marchar a los hombres militarmente, a
la prusiana, encontrará un obstáculo insuperable en el genio francés y el
temperamento latino, enamorado del movimiento y de la libertad.
- Sea como quiera, el deber de los
verdaderos revolucionarios es aceptar la lucha en las condiciones en que se
presente y obrar del mejor modo que lo permitan las circunstancias. Si una
dictadura se proclama, si una restauración se produce, ¿qué debemos hacer?
Levantar inmediatamente al pueblo, no para conservar la república burguesa
actual, sino para proclamar la república social, basada en la autonomía y la
federación de las comunas y la inmediata socialización de las fuerzas
productivas, tierras, minas y máquinas.
- No es mostrando a la masa
únicamente ruinas y sangre como se le conquistará para la causa de la
revolución, sino haciéndola palpar el bienestar que le espera, explicándole qué
derechos, qué intereses tienen que hacer valer,
- El movimiento es la ley -o si, por
dogmático en extremo, repugna el término éste- la universal manera de ser de
las cosas. Nuestros conocimientos acerca de la naturaleza de las fuerzas y
sobre la de la sustancia, sin duda única, que constituye los cuerpos, son
sumamente vagos todavía; pero la observación nos ha demostrado que la
inmovilidad absoluta no existe, ni en el mundo moral ni en el mundo físico. Si
esta inmovilidad hubiera existido, nunca nuestro globo, con su estructura y sus
habilidades actuales, se habría desprendido de la masa cósmica que, hace
algunos miles de millones de siglos, flotaba como una impalpable niebla en el
espacio infinito; nunca nuestra humanidad habría llegado a constituirse en el
curso de una incesante evolución cuyas huellas materiales se encuentran todavía
en las capas de los terrenos prehistóricos y en las transformaciones mismas del
feto durante los nueve meses de su vida intrauterina. Progreso o retroceso -tan
pronto lo uno como lo otro-; pero movimiento; los mundos siderales se mueven,
también se mueven el hombre y la sociedad.
- Los profetas están bastante pasados
de moda en nuestros tiempos; apenas si algunos retrógrados de lo más escéptico
tratan de vez en cuando de suscitar un vidente a fin de que, heridos los
espíritus, éstos puedan ser preparados para una reacción religiosa. Es cierto
que todo se encadena; el determinismo es universal y, si el cerebro humano
pudiera abarcar todo el pasado, todo el presente, podría lógicamente deducir el
porvenir. Pero este acontecimiento universal de los hombres y de las cosas es
imposible: a cada momento, tal hecho no previsto, imperceptible en su origen,
viene a modificar los acontecimientos más
lógicamente deducidos y a comunicarle un cariz muy diferente del que se
esperaba verles tomar. Por consiguiente, sólo en cierta medida y con mucha
reserva puede conjeturarse el porvenir. Para hacerlo, ante todo conviene
sustituir en lo posible a las fantasías de la imaginación pura el estudio
concienzudo de las humanas tendencias.
- La necesidad de bienestar no puede
ser satisfecha sino por una completa revolución económica que, expropiando a
los acaparadores del suelo de los principales útiles y de los capitales
productivos, haga de ese suelo, de esas herramientas y de esos capitales (sin
comprender el dinero, cuyo papel cesaría), una propiedad social, indivisible.
- Tal sigue siendo el doble objetivo
hacia el cual, probada y sangrienta, se dirige nuestra raza, el objetivo que
los clarividentes distinguen por encima de las nubes, que los mártires aclaman
estoicos, sobre el cadalso o en las profundidades de los calabozos; el objetivo
hacia el cual rueda como un trueno la avalancha de las masas, inconscientes, es
posible, pero reclamando con grandes gritos la vida, la luz. ¡Ciego el que no
lo vea, sordo quien no lo oiga!
Cretinópolis
Carlos Malato
El movimiento obrero, siempre sin recursos y tantas veces sin
libertad, se vio forzado a utilizar todos los medios posibles para la difusión
de sus ideas emancipadoras. La literatura y el arte, la prensa y el panfleto,
la música y el teatro... todo servía para extender y afianzar sus ideas. El
teatro, al que tanta afición se tenía en pueblos y ciudades hasta el siglo XX,
fue una de las vías más utilizadas: obras populares, no siempre exentas de
calidad, representadas por grupos aficionados en teatrillos y locales de
sociedades y sindicatos... Autores destacados del anarquismo, como Pietro Gori,
decidieron escribir obras de teatro y otros, como Errico Malatesta, optaron por
coloquios políticos fácilmente representables.
Ofrecemos el breve sketch titulado Cretinópolis escrito
por el anarquista francés Carlos Malato y que fue publicado en La
Revista Blanca en su número del 15 de enero de 1901.
Un jardín público, en cuyo centro se levanta una inmensa jaula de
espesos barrotes. En ella hay varios hombres y algunas mujeres de melancólico
rostro y sencillo vestir. Alrededor de la jaula se pasean libremente algunos
monos, cual buenos burgueses, bien vestidos, fumando, charlando. Los hay que
leen La
Patrie o Petit
Journal. Aquí
y allá se ven monas ridículamente ataviadas unas; otras, de cuyos peinados
penden cintas multicolores, conducen, vigilan o llevan en sus brazos pequeños
monos. Henos, pues, en Cretinópolis.
Un Macaco (barrigudo,
con gafas de oro, a su pequeñuelo, que conduce del brazo).- Totó, fíjate
bien; es la hora en que se trae la comida a esas malas bestias. Verás ¡cuán
feroces son!
El Pequeño Macaco.- Puesto que son malas, ¿por qué se les da de
comer, en lugar de hacerlas morir de hambre?
El Macaco (con paternal
orgullo).- ¡Sublime pensamiento, digno del cerebro de un cuadrumano! En
verdad que siendo nuestra especie la reina de la naturaleza –creada a imagen de
Dios, no lo olvides nunca, Totó-, tiene un indiscutible derecho de vida y
muerte sobre todas las demás. Sin embargo, por repugnante, estúpido y feroces
que parezcan esos animales, nos son útiles: les obligamos a trabajar.
Un Viejo Chimpancé (mezclándose
familiarmente en la conversación).- ¡Doce horas por día solamente! ¿No os
parece, querido congénere, que es muy poco?
El Macaco.- Evidentemente (moviendo la cabeza con
petulancia). Nuestro ideal sería hacerles trabajar veinticinco horas
diarias, cosa fácilmente realizable, en mi entender, haciéndoles trabajar una
hora antes de amanecer.
El Chimpancé.- ¿Y cuándo pararían?
El Macaco (con
resolución).- ¡Nunca!
El Chimpancé.- ¡Concepción tan admirable como sencilla! ¿Me
permitís ponerla en conocimiento de los lectores de La
Patrie?
El Macaco (admirado).-
De La
Patrie… Ciertamente…
¿Con quién, pues, tengo el honor de hablar?
El Chimpancé (sonriendo).-
Con Francisco Coppée.
El Macaco (entusiasmado).-
¡Con Francisco Coppée! (dirigiéndose a su pequeñuelo) Totó, ¿ves ese
gran señor que tienes delante, y de cuyo pecho salen sonidos armoniosos como de
clarinete constipado?... ¡Es Francisco Coppée! No lo olvides jamás. Que este
día sea el más hermoso de tu vida… ¡Francisco Coppée! (Se rasca el fémur de
emoción).
Prisionero 1º (dirigiéndose
a sus compañeros de prisión).- He ahí, sin embargo, nuestros primos
hermanos, la imagen viviente de nuestros groseros ascendientes.
Prisionero 2º.- ¡Y hoy nuestros amos! Nosotros pensamos,
nosotros creamos; los más fuertes de entre ellos se apoderan de todo y gozan
sin comprender; los demás aplauden (con amargura). ¡Qué proclamen, pues,
la soberanía de la razón sobre el instinto!
Prisionero 1º.- No sucederá siempre así. Esos mismos
monstruos grotescos que nos esclavizan, porque son la multitud y nosotros no
más que una minoría aún de la especie pensadora, constituyen un progreso sobre
sus ascendientes, que fueron también los nuestros.
Prisionera 1ª.- ¡Lo dudo! Mirad esa mona joven que hace
piruetas ante ese babuino ensotanado.
Prisionero 1º.- ¡Qué son ellos, qué somos nosotros, sino
simples átomos –pensando y sufriendo, es cierto- en la marcha universal de los
seres y de las cosas! Siempre y por todo, se cumple la incesante ley de la
transformación. Más tarde, transcurridos que sean millones de años, la tierra y
sus habitantes harán su evolución regresiva. Vendrá el decaimiento, la vejez;
después, la muerte en espera de la resurrección, y de nuevas formas de vida en
el infinito del tiempo y el espacio. Mas al presente todo demuestra que estamos
todavía en la juventud del globo, en la evolución del sentido progresivo.
Totó (acercándose
a la jaula y procurando oír).- ¿Qué dicen?
El Macaco.- ¿Lo sé yo acaso? ¡Palabras!
Totó.- Sin embargo, ¿tienen la misma lengua que nosotros los
hombres?
El Macaco.- Sí, pero no los mismos pensamientos; no son
más que animales.
Prisionero 3º (dirigiéndose
a los monos).- ¡Si fuerais capaces de entendernos! Sin embargo, veamos:
tenéis un cerebro; ¿no podéis poner algo dentro de él? (Los monos lanzan
grandes carcajadas, saltan y hacen cabriolas; un cinocéfalo se busca piojos en
la barba y muy amable los ofrece a Francisco Coppée)
El Chimpancé.- Sois demasiado bueno, señor Marc; no
acostumbro… Mi salud me lo prohíbe. (Tose y se aleja)
Prisionero 2º.- No hay que hablarles en razón a esos brutos.
Una Mona (a otra).-
¿Habéis visto el traje de la señora Monkey en el baile del Ayuntamiento? ¡Tres
hileras de perlas azules sobre fondo encarnado!
Mona 2ª.- ¡Y las plumas de su sombrero, querida mía!
¡No hay idea de cosa semejante!
(Un sapajú pasa saltiqueando, vestido con uniforme de teniente
de húsares.)
Voces de Monos y (sobre todo) de
Monas.- ¡Viva el ejército!
El Babuino (con sotana).-
¡Dominus vobiscum! (Algunos monos y monas se santiguan)
Prisionera 1ª.- ¡Tener hijos, alimentarlos, amarlos, para
después entregarlos a la discreción de esos brutos; hacer de ellos esclavos,
carne de taller, carne de cañón, si son hijos; carne de lupanar, si son hijas!
Prisionero 3º.- ¿Qué quieres, hermana mía? Nosotros tenemos
sobre esos seres el privilegio del pensamiento. Sufriendo más por ellos los
rescataremos. Consolémonos viviendo con el cerebro y el corazón, la vida de la
idea.
Prisionero 1º.- ¡Siempre la ilusión!
Prisionero 3º.- ¿Es un sueño? La evolución del feto, pasando
en nueve meses por todas las formas animales, ¿no nos recuerda la inmensa serie
de transformaciones físicas y morales cumplidas por nuestra especie? El camino
recorrido en el pasado, ¿no indica el que se extiende en el porvenir hasta más
allá de toda conjetura? Cuando Nietzsche evocaba para lo futuro la aparición
del Superhombre,
¿hacía otra cosa más que anunciar en términos sublimes una conclusión que todos
los pensadores habían ya formulado?
Un Orangután (con rostro
casi humano, vestido de obrero).- Es singular; me parece que comprendo
algo.
Los demás Monos (con
indignación).- ¡Comprende! ¡Nos deshonra! Es un falso mono.
El Babuino (con
severidad).- Eso no es un mono; es un hombre.
Voces de Monos.- ¡Encerrémosle! (Se apoderan del orangután,
el cual resiste. Un carcelero abre la puerta de la jaula y arrojan en la al
mono demasiado humano)
El Cinocéfalo.- ¡Indulgencia muy peligrosa, hermanos míos!
¿No os parece que una camisa azufrada?... (Se interrumpe para rascarse. En
la jaula los prisioneros examinan, no sin desconfianza, a su nuevo compañero)
Prisionero 1º.- ¿Eres hombre?
Orangután.- No sé; a veces me parece que sí; a veces que
no.
Prisionera 1ª.- ¡Por lo menos, te gustaría llegar a serlo!
El Orangután.- Sí; querría poder pensar como vosotros; pero
a condición de ser libre.
Prisionero 2º.- ¡Ser libres! No buscamos más que eso.
El Orangután.- ¿Y no habéis encontrado el medio? ¿De qué os
sirve vuestra superior inteligencia?
Prisionero 4º (con
desaliento).- ¡Somos muy pocos!
El Orangután.- ¡Muy pocos! Un inmenso número de monos
desearían como yo llegar a ser hombres. Escuchadme, por extraño que os parezca,
yo os diré cómo habéis de tomarla. (Habla a los cautivos al oído)
El Babuino (a Totó).-
Respóndeme, amiguito mío: ¿cuántos dioses hay?
Totó.- No sé, señor Abate.
El Babuino.- ¡Cómo! ¿No lo sabes? Veamos, cuenta conmigo:
el Padre…
Totó.- ¡Ah, sí, el padre! Uno. (Durante este tiempo los
carceleros que traen la comida de los hombres abren la puerta de la jaula; las
mujeres les entretienen; los hombres se acercan con cautela rodeándoles)
El Babuino.- Después… el hijo.
Totó.- El hijo, dos.
El Babuino (con
impaciencia).- Bien, después.
Totó (con timidez).-
¿El… Nieto?
El Babuino (gruñendo).-
Vamos, el Espíritu Santo.
Totó.- ¡Ah, sí, el Espíritu Santo! Pues, bien; con éste son
tres.
El Babuino (rojo de
cólera).- No, desgraciadillo, con ese no son más que UNO. ¡Ah, ya! ¿Es que
tú también querías llegar a ser hombre? ¡Ten cuidado! (Prisioneros y
prisioneras se precipitan sobre sus carceleros, les quitan las llaves y huyen)
Voces Desoladas de Monos.- ¡Los hombres se han escapado!
El Sapajú (sacando el sable).- ¡Sálvese quien
pueda!
El Babuino (huyendo).-
¡Se acabó Cretinópolis!
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