FINALIZANDO EL DÍA DEL TRABAJADOR
REFLEXIONES BREVES DE UN TRABAJADOR: AGUSTÍN TOSCO
Uno de los objetivos fundamentales del
movimiento obrero en lo que hace a su organización interna, ha sido el de
lograr la constitución de una sola central sindical, de forma de agrupar en ella
la mayor cantidad posible de trabajadores, con el propósito de ejercer más
eficazmente la defensa de sus derechos, promover nuevas reivindicaciones
específicas y luchar por la transformación en la que los forjadores directos de
todos los bienes que dispone se encuentran injustamente relegados, cuando no
ignominiosamente explotados. Quien haya leído un poco sobre la historia del
movimiento obrero, sabe que el reconocimiento de su función institucional en la
sociedad no ha sido un hecho espontáneo, ni ha sido el producto de la
comprensión de los sectores dominantes de origen patronal, sino que ha sido la
consecuencia de largas luchas, heroicas muchas veces, en las que la derrota
transitoria en varias circunstancias no frenó su auge y su peso cada vez mayor
en el ámbito social, económico y político de cada país y en el mundo.
Si
tuviéramos que tomar dos referencias para comprobar con el examen de los hechos
históricos la aseveración precedente, podríamos citar por un extremo la ley “Le
Chapelier”, dictada en Francia en el año 1791 y que prohibía como sediciosa
toda agrupación integrada por obreros, so pretexto de impedir el resurgimiento
de las corporaciones medievales, y por el extremo contemporáneo, la inscripción
del derecho sindical en la mayoría de las constituciones modernas y en la
propia declaración Universal de los Derechos Humanos aprobada por la Asamblea
de las Naciones Unidas en el año 1948.
Ante
la imposibilidad de detener el ascenso de esta poderosa fuerza social y sin
perjuicio de aplicar una persistente represión para mantenerla total o
parcialmente sometida, las patronales y las oligarquías enseñoreadas en el
poder del Estado, procuraron circunscribirla a sus problemas aparentemente
específicos (lo estrictamente “gremial”), o atarla institucionalmente al carro
de sus intereses.
Se
procuró por todos los medios hacer de la organización de la clase trabajadora,
una institución subsidiaria de un sistema de esquematización política
pretendiendo al mismo tiempo que no tuviera visión ni capacidad de decisión en
ese mismo aspecto.
El
progresivo avance de la democratización institucional, el fortalecimiento de
los Sindicatos, la ampliación de los conceptos humanistas, de todo lo cual
fueron principales sostenes los trabajadores, permitió que en muchos países,
generalmente los más avanzados, la Clase Trabajadora participara desde su punto
de vista político en la dinámica de la organización social, ya sea en forma
directa de partido político o indirectamente apoyando los programas políticos
más progresistas, transformadores o revolucionarios.
Sólo
en los regímenes más reaccionarios, o sea los que defienden a ultranza los
intereses excluyentes de las patronales, de las oligarquías y de los
monopolios, tanto nacionales como internacionales, se pretende anular el papel
político de la Clase Trabajadora. Se lo hace por dos vías principales: por la
represión directa e indiscriminada o por la instrumentación institucional
discriminatoria, acompañada de represión y al servicio de modelos
corporativistas o comunitaristas.
¿Qué
es una organización política corporativista? Podríamos decir que es la
estratificación de los componentes económico-sociales de un pueblo, bajo el
poder y la orientación de las clases privilegiadas. Es la rigidez de una
estructura, donde se trata de bloquear la dinámica del cambio hacia el progreso
general. En consecuencia, el estado corporativo, neocorporativo o comunitario,
bajo el disfraz de la integración y concurrencia de fuerzas, representa una
“involución” histórica, donde en definitiva, todo queda al servicio del sector
dominante por encima de los verdaderos intereses de la mayoría de la población
y de hecho del propio país. Este sistema específico de la era medieval, cayó
casi totalmente aniquilado a partir de fines del siglo XVIII por la imposición
de las fuerzas evolutivas de la propia sociedad. Sin embargo sus efectos
residuales traspusieron decenas de años y revivieron adaptados a la época,
especialmente en Italia, Alemania, España y Portugal; en los dos primeros fue
eliminado; en los dos segundos subsiste provocando el más bajo nivel de vida,
la menor industrialización y el mayor oscurantismo político y cultural de
Europa.
En
Argentina, país, subdesarrollado y dependiente, es posible colocarse en las
vías de una verdadera independencia y desarrollo, con la real concurrencia de
las fuerzas interesadas en el cambio y en el progreso, a partir de un enfoque y
una práctica política dinámica, global y coincidente en lo fundamental. No
desde una política unilateral sectorizada y sectarizada, donde la Clase
Trabajadora juegue el triste rol de la “participación” en el cumplimiento de
planes y objetivos que no responden a sus intereses ni a los de la nación.
¿Por
qué la dictadura de Onganía ha prohibido la discusión y la práctica política general
en nuestro país?
¿Por
qué ha prohibido a la clase trabajadora todo enfoque político sobre las
cuestiones más importantes del país, que es donde ella vive y por eso le
interesa primordialmente?
Muchos
han sido los pretextos. Muchas las aparentes justificaciones.
Pero
lo real, lo concreto, lo palpable, es que la Clase Trabajadora Argentina, la
inmensa mayoría de la población Argentina, hoy no puede tener otra perspectiva
ni otra intervención que la que le señala la política impuesta por sí y para sí
por la Dictadura. Que alguien demuestre lo contrario.
Entonces,
si la Dictadura se preocupa tanto de la “normalización” de la CGT, es para que
ésta pueda hacer valer su punto de vista y su peso en otra política, que no sea
impuesta por la propia Dictadura, que es a su vez la de los monopolios, la de
los organismos crediticios y financieros internacionales y en definitiva la del
imperialismo mundial del dinero; la política de los intereses de la metrópoli
yanqui sobre su esfera en la división internacional del trabajo; la de la
oligarquía nativa asociada a ese poder económico y político.
La
preocupación de la Dictadura y de todos sus corifeos, es una sola CGT para
hacerla “participar” como herramienta de trabajo institucional en el programa
económico de las sociedades anónimas, de los monopolios, bajo la fórmula del
“desafío americano”. Participar y opinar sobre cómo hacer o cómo contribuir
mejor a hacer lo aprobado, sin la participación efectiva del pueblo argentino.
Por eso la Dictadura quiere una CGT “apolítica”; para hacer su política. Por
eso no quiere los partidos políticos; para hacer con exclusividad y sin
cuestionamientos su política.
¿Es
en definitiva la política de la Dictadura la que le conviene al país? ¿La que
le conviene a la Clase Trabajadora, a los profesionales, a la pequeña y mediana
industria nacional, a la educación y a la cultura Argentina, a los campesinos y
propietarios rurales no latifundistas, al pequeño y mediano comercio, a todos
los que quieren la justicia social, la libertad, el imperio de la soberana
voluntad ciudadana y la autodeterminación nacional?
Evidentemente
que no. De lo contrario la Dictadura tendría un verdadero consenso explícito y
público.
Sin
embargo la dictadura quiere una sola CGT como la quiere el movimiento obrero.
Es como si ambos quisieran un “medio”, un “vehículo” institucional para
trasladarse en la historia. La diferencia está en que la Dictadura la quiere
para marchar en contra de la historia, a contramano de la evolución, en el
sentido de la reacción. El movimiento obrero la quiere para marchar rumbo a la
historia, hacia la plena realización de los propios ideales de la humanidad, de
los cuales dan cuenta en todo momento los hechos y los pronunciamientos de los
países y de las instituciones sociales, políticas y religiosas más avanzadas.
¿Qué
papel jugarán en esta coyuntura los dirigentes sindicales? Ya conocemos lo que
piensan, lo que hacen y lo que son los “títeres de la dictadura”, el sector
partipacionista con Alonso, Coria y Peralta a la cabeza. Sabemos también qué
piensan, qué hacen y qué son los Compañeros que tienen como programa el claro y
valiente Manifiesto del 10 de Mayo de la CGT de los Argentinos. Queda un gran
núcleo de dirigentes por decidirse definitivamente. Tienen la clara opción de
constituir una CGT domesticada por y para Onganía y el neocorporativismo, o una
CGT identificada y consecuente con las reivindicaciones y aspiraciones del
movimiento obrero, con los sectores progresistas del pueblo y con los grandes
objetivos de justicia social y liberación nacional.
Es
bueno que esos dirigentes recuerden que los pueblos siempre encuentran el
camino de su liberación, como así que, siempre la historia retorna su curso
pese a las transitorias desviaciones que suele imponerle la reacción con la colaboración
de sus cómplices.
UN
COMPAÑERO
Agustín
Tosco
"
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