SOBRE MÁRTIRES, OBREROS Y ANARQUISTAS. HOMBRES CON NOMBRE Y APELLIDO



Antes del Fin – Ernesto Sábato

                                                                                                      Fragmentos

Recuerdo las manifestaciones del Primero de Mayo, una conjunción de protesta y a la vez de profunda tristeza por los mártires de Chicago. Eterno funeral por modestos héroes, obreros que lucharon por ocho horas diarias de trabajo y que luego fueron condenados a muerte: Albert Parsons, Adolf Fischer, George Engel, August Spies y Luis Lingg, el de veintitrés años que se mató haciendo estallar un tubo de fulminato de mercurio en la boca. Los cuatro restantes fueron ahorcados. Posteriormente, la investigación probó que eran inocentes de la bomba arrojada contra la policía. Estos obreros declararon estar orgullosos de su lucha por la justicia social y denunciaron a los jueces y al sistema del cual ellos eran típicos representantes. Hasta el último momento no renegaron de sus convicciones. Muchos años después, el Gobernador reconoció la inocencia de estos hombres y se levantó un monumento, la Tumba de los Mártires.
También se organizaban entonces marchas por el General Sandino y por los nobles y valientes Sacco y Vanzetti. Las manifestaciones congregaban a unos cien mil obreros y estudiantes, unos bajo la roja bandera socialista, y los anarquistas bajo la bandera rojinegra. En todo el mundo se hicieron protestas en solidaridad por aquellos dos mártires del movimiento, condenados a muerte por un crimen que no cometieron. Al igual que los obreros de Chicago,  los tribunales norteamericanos debieron reconocer su inocencia. Hasta el momento mismo en que fueron salvajemente atados a la silla, declararon su inocencia. Murieron con coraje y dignidad. En una gran película que luego de un tiempo hicieron los norteamericanos con intención de mostrar la verdad, aparece esta conmovedora carta que Vanzetti le escribió a su hijo.

“Querido hijo mío, he soñado con ustedes día y noche. No sabía si aún seguía vivo o estaba muerto. Hubiera querido abrazarlos a ti y a tu madre. Perdóname, hijo mío, por esta muerte injusta que tan pronto te deja sin padre. Hoy podrán asesinarnos, pero no podrán destruir nuestras ideas. Ellas quedarán para generaciones futuras, para los jóvenes como tú. Recuerda hijo mío, la felicidad que sientes cuando juegas, no la acapares toda para ti. Trata de comprender con humildad al prójimo, ayuda a los débiles, consuela a quienes lloran. Ayuda a los perseguidos, a los oprimidos. Ellos serán tus mejores amigos. Adiós esposa mía. Hijo mío. Camaradas...  Bartolomé Vanzetti

Por entonces, en nuestra Patria, a los obreros se les hablaba de libertad pero eran encarcelados por participar en las huelgas; se les hablaba de justicia pero eran reprimidos y bárbaramente torturados; los hábeas corpus y otros recursos constitucionales se burlaban cínicamente en la práctica de todos los días. Hasta que las amenazas y peligros de muerte padecíamos cayeron sobre dos grandes dirigentes anarquistas: Di Giovanni y Scarfó. A Di Giovanni lo conocí en el Centro Cultural Ateneo, y, a pesar de su aspecto de maestro de escuela, con su pistola y su banda, llegó a ser una figura de leyenda. Ellos cayeron presos y, frente al pelotón de fusilamiento, murieron gritando ¡Viva la Anarquía! ; grito que, después de sesenta y tantos años, aún me sigue conmoviendo.





Luego de la Revolución Rusa la palabra justicia prometía llegar a tener un lugar que en la historia nunca se le había dado, la lucha por los desheredados y la portentosa frase “Un fantasma recorre el mundo” nos colocaron bajo el justo reclamo de su bandera. Con el arribo del Stalinismo los principios fundacionales fueron corrompidos, las torturas y los asesinatos del régimen soviético, como suele suceder, se perpetraron  en nombre de grandes palabras a favor de la humanidad. Camus tenía razón al decir que “Siempre hay una filosofía para la falta de valor”. No hay dictaduras malas y dictaduras buenas, todas son igualmente abominables, como tampoco hay torturas atroces y torturas beneficiosas. ¡Que diferente habría sido la situación si el socialismo utópico no hubiera destruido al socialismo científico de Marx!
Quizá por mi formación Anarquista, he sido siempre un francotirador solitario, perteneciendo a esa clase de escritores que, como señaló Camus: ”Uno no puede ponerse del lado de quienes hacen la historia, sino al servicio de quienes la padecen”. El escritor debe ser un testigo insobornable de su tiempo, con coraje para decir la verdad, y levantarse contra todo poder que, enceguecido por sus intereses, pierde de vista la sacralidad de la persona humana. Debe prepararse para asumir lo que la etimología de la palabra testigo le advierte: para el martirologio. De no ser así, la historia de los tiempos venideros tendrá toda la razón de acusarlo por haber traicionado lo más preciado de la condición humana.

“No hay nadie que haya jamás escrito, pintado, esculpido modelado, construido, inventado, a no ser para salir de su infierno” ¡Absolutamente verdad, querido, admirado y sufriente Artaud!

Qué auténtica me pareció entonces esa frase de Oscar Wilde “ Hay gente que se preocupa más por el dinero que los pobres; son los ricos”

Quedan los pocos que cuentan: aquellos que sienten la necesidad oscura pero obsesiva de testimoniar su drama, su desdicha, su soledad. Son los testigos, los mártires de una época.

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