AL TOQUE II (Cuento) Autor: Gustavo Marcelo Sala



Sólo de Progreso, para qué más...

El Pantera era sólo de Progreso. Si loco, no te miento, solamente de Progreso.
¿Y qué hay?... O acaso uno no puede ser portador de amores sencillos, terrenales y más cercanos a nuestra historia. Esos que nos seducen por goteo, por costumbre tal vez, si se quiere faltos de toda inspiración.

La hija de la modista por ejemplo, esa misma que nos dedica un sensual cabeceo a modo de cordial saludo cada vez que pasa con su bici camino a la panadería del “Corto”. Si, ya sé, no es necesario que lo repitas; que la Z Jones, que la Salma Hayek, que la Sharon Stone... si, si.. tenés razón. Pero que querés que te diga... uno es de acá, indefectiblemente. Si te suena chato es cosa tuya, poco me importa lo que vos considerás relieve. Sé que no te voy a convencer al decirte que las gambas de la piba no tienen comparación, que su andar y sus contornos son dignos de la modelo del momento, que su rostro guarda mágicas delicadezas y secuencias irrepetibles. Es así macho, uno es reflexivo y sabe, pero me caben las generales de la ley. Esa piba es tangible, la veo, me mira, me saluda, la saludo, es de carne y hueso, es serenamente real.

Y con el fútbol pasa igual... Tanto en verano como en invierno el tipo vivía con la verdinegra grabada en el pecho. Si hacía calor a crina limpia, cuando el frío imponía condiciones una tricota delgada y bastante maltratada alcanzaba como aislante imprescindible. Debió ser el único fanático cierto y auténtico que tuvo el club, por lo menos el único que conocí. Esos que todo lo dan sin pedir nada a cambio, como decía Discépolo en El Hincha. 
No tenía como los demás una o dos alternativas como salvoconducto de alborozo. Las grandes camisetas porteñas lo tenían sin cuidado, al igual que el Olimpo bahiense o el Huracán de Tres Arroyos.
Los pibes de ahora son más vivos, menos comprometidos viste... Pintan en sus torsos cualquier camiseta extranjera y listo. Pragmatismo le dicen. Son felices a la distancia a la par que no sufren las derrotas, porque en definitiva las dimensiones y las lejanías suelen menguar los dolores, pero también las alegrías. Apagan la tele y se acabó la malaria. En el peor de los casos, al otro día, se ponen la camiseta que más convenga y a otra cosa mariposa yo de acá me voy volando. Si perdió el Barça y ganó el Inter, salgo con la nueve de Crespo y todo solucionado. Porque en Italia soy del Inter., en España del Barcelona, en Inglaterra del Manchester United, en Francia del Lyon, y en Alemania del Bayer. Y de acá soy de Boca, y de la zona de Olimpo... y bueno... si juega Progreso quiero que gane...

El Pantera no era sí. Estaba menos “globalizado”. Su mundo y sus sensaciones futboleras circulaban por linderos conocidos y cercanos, afectos reales, humanos, al alcance de sus sentidos. Alrededores palpables y mediatos, seguramente transitables, visibles; como las piernas, los ojos color miel y el suave meneo mañanero de la hija de la modista...
No soñaba con el Bernabeu, ni con la Bombonera ni con Wembley. La canchita de la calle San Martín era razón suficiente para estar seguro que nada podía superar una soleada y fresca tarde dominguera de victoria verdinegra, aferrado al alambre, invadiendo con su prominente nariz los permisos y vacíos que obsequiaba el precario mallado divisor.

Lo conocí poco tiempo después de haberme radicado en el pueblo, más precisamente cuando me hice cargo de las divisiones infantiles del club. Como había jugado de joven y venía con pergaminos como conocedor y entusiasta en la materia me ofrecieron armar la cosa desde el llano, lo que se dice desde cero. Nada de plata, todo a pulmón. Por entonces no había un mango partido al medio. La Dirigencia, uno pocos vecinos altruistas, hacía magia para mantener vivo algo que supuestamente ya tenía reservado un seguro certificado de defunción.

Viste como es la cosa... el fútbol y la purretada estimulan hasta aquellos tipos ya quebrados cuya retirada resultaba inexorable. Que sé yo... lo básico. Enseñar la técnica de traslado, siempre con la cabeza erguida, manejar naturalmente ambos empeines, impactar con izquierda y con derecha teniendo en cuenta potencia y precisión utilizando los distintos perfiles que nos ofrece el pie, cabecear con los parietales y con ojos bien abiertos para darle destino cierto al balón, parar la pelota con la multiplicidad de opciones que nos ofrece el cuerpo y fundamentalmente guiarlos hacia una conducta deportiva en donde dentro de un marco reglamentario estricto sea considerado el juego como un válido mecanismo de entretenimiento, diversión y socialización. Formarse y educarse desde el placer tratando de no burocratizar el deporte, respetando el espíritu del potrero, a mi entender la más eficiente de las universidades que tiene el fútbol.

Creo que no me equivoco al arriesgar que el único que entendió el mensaje fue El Pantera. Me afilio a pensar que el flaco tenía una receptividad y una sensibilidad superior para absorber determinadas propuestas por encima de los propios padres o algunos dirigentes ocasionales. Pasado el tiempo no tengo dudas al respecto. Era el único que entendía el sentido lúdico de la oferta.
Recuerdo que regularmente solía presenciar los entrenamientos. Llegaba luego del calentamiento físico preestablecido que evite molestias, tirones o posible desgarros, de modo observar con atención los juegos recreativos y los movimientos futbolísticos. Montado en su bicicleta de viejo y pesado cuadro italiano y portando su descolorida camiseta se mantenía vigilante a todo detalle técnico; hasta los goles gritaba, de modo ciertamente extemporáneo y casi fuera de lugar.

Eran tiempos de vacío. Progreso no participaba en los torneos oficiales dorreguenses producto de ciertos desaguisados administrativos del pasado. Hay campeonatos que salen demasiado caros y luego queda un tendal financiero que muy pocos tienen el coraje de afrontar. Durante el año y medio que desarrollé el proyecto fue el único visitante interesado que mostró concreta visibilidad. Tanto Padres como Dirigentes brillaron por su ausencia, excepto cuando el jetoneo del evento inaugural.. Ese día comencé a darme cuenta que hay cuestiones y maquillajes que seducen más allá de toda latitud. Así es la cosa... En ocasiones para que nada quede en el tamiz no necesitás un granulado demasiado fino. Con un poco de compromiso y responsabilidad alcanza y sobra para que ni el loro quede merodeando.

Te la sigo. Para el Pantera la verdinegra seguía viva en las piernas de esos pibes, sin que le importara demasiado la ausencia de competencia, las pajas vizcacheras de la cancha y la precariedad o mejor dicho miserabilidad de las dos únicas pelotas existentes. Progreso era, en ese momento, eso que estaba delante de sus ojos, junto a sus linderos cercanos, medianero a sus sentimientos, aguardando pacientemente por los goles de aquel futuro crack que nos saque definitivamente de esa suerte de ocaso permanente.

Cuando no venía a presenciar los entrenamientos era por culpa de un físico que muy poco lo ayudaba. Extremadamente delgado y cercano a los cuarenta contaba con pocas defensas para afrontar los duros cambios climáticos típicos de la llanura. Algunos decían que no era del todo cuerdo o que le faltaba algún jugador. En cuanto a nuestra relación no me consta, y si así fuese qué. La definición de cordura es bastante relativa en estos tiempos, y más en Guisasola.
Macedonio Fernández afirmaba que toda vez que había intentado una definición de la locura buena parte de la cordura quedaba abarcada en la misma definición. Por lo menos no había maldad que endilgarle ni era responsable de trastada conocida; en pueblos de estas características no ser tema de conversación en las cocinas ni ser sentenciado por el chusmerío conforma un saludable y meritorio panorama individual. Afable y respetuoso siempre tuvo un porte observador y participativo del que emanaba un entusiasmo envidiable; algún pucho entre los dedos y un grito a destiempo completaba su idea de la vida. Habiendo concluido la jornada futbolera me ayudaba apagando las luces del predio, cerrar el portón y recoger las pelotas; como íbamos para el mismo lado solíamos caminar juntos en silencio. En varias ocasiones, cuando no traía la bici, hacíamos esas dos cuadras tocando uno de los desgajados y sórdidos balones, haciendo paredes geométricamente impredecibles y difusas por entre la bruma y las toscas, tratando de tirar rabonas imposibles para dos veteranos en desuso. El “chau Profe” cotidiano era un auténtico premio crepuscular.

Un día me tuve que ir. La cosa no andaba para nada. No conseguía laburo, el boliche no vendía, el club seguía sin colaborar y a ningún padre se le ocurrió que uno tenía el derecho de vivir. Me fui a la Capital buscando una suerte que no encontré; seis meses duró mi estadía en Buenos Aires. Como no podía ser de otra manera todo iba de mal en peor. Lo primero que me dijeron cuando regresé al pueblo era que las divisiones menores del club se habían desactivado y que el Pantera se había muerto. No pude evitar relacionar una y otra desaparición, creo que las dos formaban parte de un mismo mensaje, de un mismo castigo. Me contaron también que la verdinegra lo acompañó hasta el final.

Te cuento que al igual que él, jamás volví a pisar el club. Ni siquiera a la cancha. Alguna vez, ya con presupuesto y albaceas, me invitaron para que presente una propuesta de trabajo. Lo hice sin demasiados entusiasmos ni ilusiones. Jamás me contestaron. Cuando la guita aparece también lo hacen caras extrañas. Después me chusmearon que usaron mis números para calcular los ingresos de quién finalmente conchabó, el tipo era de Bahía y estaba todo cocinado de antemano; cosas que pasan. Enroscarse no tiene sentido. De todas formas, en la actualidad y desde hace un buen tiempo, encaran los programas formativos de otro modo y no creo que pudiera adaptarme. Cobrarle a los chicos un canon para representar al club me resulta raro, al igual que eso de los derechos de formación. Toman a los pibes y a su familia como rehenes, no vaya a ser que un día un chico explote y hagamos un buen negocio; y no te digo nada del cuidado físico / médico de la purretada. Justamente no te puedo decir nada porque nada existe a modo de prevención... Mi pregunta es simple ¿Quién se hace cargo si por desgracia un chiquito se rompe o necesita de un determinado tratamiento específico? Hablo de ligamentos, hablo de una fractura... supongamos un chico diabético o celíaco... te lo digo por experiencia. A los veintidós años estaba con los cruzados colgando esperando el tren en el medio de la estación Quequen-Necochea con la sola compañía de mi bolso y una muleta, gentileza del club interesado. Como verás siempre existió el descuido, pero por lo menos antes no te sacaban un mango... Qué querés que te diga... Eso en el marco de libertad que proponía el potrero no pasaba y mirá que salían talentos...

Meses después Progreso volvió a las competencias oficiales dorreguenses. Como te dije El Pantera ya no estaba afirmado al alambre y la escuela gasolera era historia antigua y medieval. Ni los pibes recordaban que alguna vez existió... Los conos, el campeonato, las pecheras coloridas, las camisetas, los viajes, las doce pelotas, los calzados de última generación y los parantes e iconos fosforescentes eran razón suficiente para no recordar algo tan miserable como aquello. Pero cuando aparece la guita también se asoman oscuros tipos portando contraindicaciones... Disculpame... pero eso... eso te lo cuento otro día...

Viste como es, cuando la modernidad adquiere el necesario equilibrio conceptual ya viene corriendo lo nuevo atropellando con otros formatos tan desequilibrados como eran aquellos de entonces. No creo que todo tiempo pasado fuera mejor; si creo que es necesario conservar lo que probadamente nos dio sustento social. Reparar, detenerse  en lo bueno para pulir la incertidumbre de lo que viene.

Lo que más duele del asunto es no haber podido disfrutar juntos del debut en primera de varios de aquellos chicos, por otro lado me alegra que no fuera testigo de la caída de ese fenómeno que se estaba gestando. El pibe sufrió una lesión bastante jodida en el marco de un partido pedorro por la que tuvo que abandonar definitivamente la práctica intensiva del fútbol. Dicen que le rompieron el bazo o algo parecido...
Recuerdo que cuando lo vi por primera vez encarar se me cruzó por el marote llevarlo a Huracán. Por aquel entonces un amigo con quien compartimos de pibes inferiores en Buenos Aires tenía fluidos contactos con quien manejaba sus divisiones menores: Claudio Morresi. Fijate los guiños de la vida... el actual Secretario de Deportes de la Nación. El pibe tenía catorce años y era fantástico verlo cabeza erguida acariciar la pelota con ambos empeines, nunca larga, nunca corta, siempre justa, además le pegaba con las dos con igual eficacia; si es cierto, era muy morfón y para que largara la bocha había que pisarle los cordones, pero no jodamos, es la usual característica de los que más saben. Como te dije, por suerte, si es que la suerte existe, El Pantera nunca se enteró de tamaño desencanto: alguna vez me dijo en forma cómplice sonrisa mediante “De la mano de este, Guisasola va a ser famoso”. Recuerdo haber asentido su deseo con alguna prevención.

¿Sabés qué? Ya no me quedan dudas al respecto... Es la vida y su sentido trágico, es Unanumo y es Borges, es Schopenhauer y es el Negro Fontanarrosa coqueteando un cabeza con una pulpo en una canchita pelada, polvorienta, sin tribunas, alejada de la mano de Dios, en medio de una pampa húmeda y privada.

La hija de la modista sigue cincelando con su belleza una geografía sembrada por la amnesia mientras una milonga permanece de fondo solicitando tímidos permisos... No te miento loco. Creo que me debo estar poniendo viejo. Hay noches en las cuales sigo tirando paredes, entre la bruma y las toscas, intentando que aquella rabona inconclusa y poco elegante encuentre del otro lado de la calle y a modo de redención, el último enganche atolondrado de El Pantera.











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