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¿Quién crea realmente valor
en una economía?
Mariana
Mazzucato, Profesora de Economía de la Innovación y Valor Público en
el University College de Londres, para Revista Sin Permiso
Fuente:
Tras la crisis financiera global de 2008, surgió el
consenso de que el sector público tenía la responsabilidad de intervenir para
rescatar sistemáticamente bancos importantes y estimular el crecimiento
económico. Pero ese consenso se demostró fugaz, y enseguida las
intervenciones económicas del sector público llegaron a considerarse causa
principal de la crisis y se hizo necesario darles la vuelta, lo cual resultó un
grave error.
En Europa, sobre todo, los gobiernos se vieron
vapuleados por haber incurrido en deudas elevadas, aunque fue la deuda privada,
y no los préstamos pedidos por el Estado, lo que provocó el derrumbe. A muchos
se les indicó que introdujeran la austeridad, en lugar de estimular el
crecimiento con políticas anticíclicas. Entretanto, se esperaba que el Estado
llevara a cabo reformas del sector, las cuales, añadidas a la reanimación de la
inversión y la industria, harían que se recuperase, era de suponer, la
competitividad.
Pero hubo en realidad poca reforma financiera y en
muchos países el sector todavía no ha vuelto a ponerse en pie. Si bien se han
recuperado los beneficios en numerosos sectores, la inversión sigue siendo
débil, debido a una combinación de acaparamiento de efectivo y creciente
financiarización, con recompra de acciones – para que se disparen los
precios de las acciones y con ello las opciones sobre acciones (“stock options”),
que baten también marcas de altura.
La razón es sencilla: al vilipendiado Estado se le
permitió ensayar solamente tímidas respuestas políticas. Este fracaso refleja
en qué medida la política continua informada por la ideología, concretamente,
por el neoliberalismo, que aboga por un papel mínimo del Estado en la economía,
y su primo académico, la teoría de la “elección pública” (“public
choice”), a la vez que recalca las limitaciones de los gobiernos, en lugar de
su experiencia histórica.
El crecimiento requiere un sector financiero que
funcione bien, en el que las inversiones a largo plazo tengan su recompensa por
encima del juego a corto plazo. Sin embargo, en Europa se introdujo una tasa a
las transacciones financieras solamente en 2016 y las llamadas finanzas
pacientes siguen siendo inadecuadas en casi todas partes. Por consiguiente, el
dinero que inyecta en la economía, por ejemplo, la facilitación monetaria,
acaba regresando a los bancos.
El predominio del pensamiento a corto plazo refleja
una incomprensión fundamental del papel económico adecuado al Estado.
Contrariamente al consenso posterior a la crisis, la inversión estratégica
activa del sector público resulta crucial para el crecimiento. Esta es la razón
por la que las grandes revoluciones tecnológicas – sea en la medicina, los
ordenadores o la energía – han sido posibles gracias a que el Estado actúo como
primera opción para inversor.
Sin embargo, seguimos con las fantasías de los
agentes privados en sectores innovadores, ignorando su dependencia de los
productos de la inversión pública. Elon Musk, por ejemplo, no sólo ha recibido
más de 5.000 millones en subvenciones del gobierno norteamericano; sus
empresas, SpaceX y Tesla, se han levantado gracias al trabajo de la NASA y el
Departamento de Energía, respectivamente.
La única forma de reanimar nuestras economías de
manera plena requiere que el sector público retome su papel esencial como
inversor estratégico, a largo plazo y orientado a un objetivo. Para ese fin,
resulta vital desmentir los relatos errados respecto a cómo se crean valor y
riqueza.
La presunción popular es que el Estado facilita la
creación de riqueza (y redistribuye la que se crea), pero no crea en realidad
riqueza. Por el contrario, a los líderes empresariales se les considera agentes
económicos productivos, una noción a la que algunos recurren para justificar la
creciente desigualdad. Dado que las actividades de las empresas (a menudo
arriesgadas) crean riqueza – y por tanto empleos – sus directivos merecen
ingresos más elevados. Esos supuestos tienen también como resultado un uso
equivocado de las patentes, que en los últimos decenios han estado bloqueando,
en lugar de incentivar la innovación, en la medida en que había tribunales bien
dispuestos hacia las patentes que les han permitido cada vez más utilizarlas de
manera demasiado amplia, privatizando los instrumentos de investigación,
en lugar simplemente de los resultados del final del proceso.
Si estos supuestos fueran ciertos, los incentivos
fiscales espolearían un aumento de la inversión empresarial. En cambio, esos
incentivos – tal como los recortes fiscales a las empresas en los EE.UU
promulgados en diciembre de 2017 – reducen los ingresos del Estado, en
conjunto, y contribuyen a impulsar beneficios empresariales que baten marcas,
mientras que producen poca inversión privada.
Esto no debería resultar chocante. En 2011, el
empresario Warren Buffett señalo que los impuestos a las ganancias del capital
no impiden que los inversores realicen inversiones ni socavan la creación de
empleo. “Se añadió una red de casi 40 millones de puestos de trabajo entre 1980
y 2000,” advirtió. “Ya sabemos lo que ha ocurrido desde entonces: tipos de
impuestos más bajos y una creación de empleo bastante más reducida”.
Estas experiencias chocan con las creencias
forjadas por la llamada Revolución Marginalista del pensamiento económico,
cuando la teoría del valor trabajo fue substituida por la moderna y subjetiva
teoría del valor de los precios del mercado. En resumen, asumimos que, en la
medida en que una organización o actividad alcanza un precio, está generando
valor.
Con ello se refuerza esa noción que normaliza la
desigualdad según la cual quienes ganan mucho debe ser que crean una gran
cantidad de valor. Es la razón por la que el director de Goldman Sachs, Lloyd
Blankfein, tuvo el valor de declarar en 2009, justo un año después de la crisis
a la que había contribuido su propio banco, que sus empleados se contaban entre
“los más productivos del mundo”. Y es también la razón por la que las empresas
farmacéuticas se salen con la suya recurriendo a la “fijación de precios basada
en el valor” para justificar el precio astronómico de los medicamentos, aun
cuando el gobierno norteamericano se gasta más de 32.000 millones de dólares
anuales en los eslabones de alto riesgo de la cadena de innovación de la que
salen estos medicamentos.
Cuando el valor no se determina con una métrica
concreta sino más bien por medio del mecanismo del mercado de la oferta y la
demanda, el valor se convierte sencillamente “en el ojo del que mira” y las
rentas (los ingresos inmerecidos) acaban confundiéndose con los beneficios
(ingresos bien ganados), la desigualdad aumenta y cae la inversión en la
economía real. Y cuando las posiciones ideológicas defectuosas respecto a cómo
se crea valor en la economía son las que configuran la aplicación de las
medidas políticas, el resultado son medidas que recompensan sin darse cuenta el
cortoplacismo y socavan la innovación.
Una década después de la crisis, seguimos teniendo
la necesidad de abordar debilidades económicas duraderas. Eso significa,
primera y primordialmente, reconocer que el valor lo determinan de manera
colectiva las empresas, los trabajadores, las instituciones públicas
estratégicas y los organismos de la sociedad civil. La forma en que interactúan
estos diversos agentes determina no sólo el ritmo del crecimiento económico
sino también si el crecimiento lo guía la innovación, incluso si es sostenible.
Sólo reconociendo que la política debe tener tanto que ver con dar forma y
co-crear activamente los mercados como con arreglarlos cuando las cosas van mal
podemos poner punto final a esta crisis.
Lectura anexa:
Diez años después del derrumbe: ¿Hemos
aprendido las lecciones de Lehman?, por Yanis
Varoufakis y Ann Pettifor
http://www.sinpermiso.info/textos/diez-anos-despues-del-derrumbe-hemos-aprendido-las-lecciones-de-lehman
Algun dia la gente aprendera que los Lehman y Cia , los especuladores y los que hablaban de la economia , se borraron , se escaparon a islas del caribe o corrieron a Washington a pedir quita de las deudas.
ResponderEliminarLa eficiencia privada ausente y los emprendimientos del estado en la costosa ruta cuesta arriba de recuperar la economia , Los incentivos para producir fuentes alternativas de energia han sido el principal motor de la recuperacion por ejemplo.