La transparencia, eufemismo y simulacro de un sistema que saquea a fuerza de rating, falsos arrepentidos y operaciones…
La transparencia perdida – Por Angelina Uzín Olleros,
para La tecl@ Eñe
Fuente:
El proyecto de la incomunicación es político y ha sido delineado de tal
modo para que sigamos encadenados a las sombras de la realidad. Su objetivo es
dejar expuesta la supuesta transparencia para poder ver la corrupción política
de los otros.
Por Angelina Uzín Olleros, Dra
en Ciencias Sociales . Máster en Filosofía. Docente en UADER y UNR. Escritora
Cuál es hoy la delgada línea entre realidad y ficción, máxime
cuando esto significa una frontera genuina entre lo verdadero y lo falso.
Durante el largo período de la historia de las ideas y el ejercicio de memorias
puestas sobre las escenas políticas o abandonadas en museos, la verdad ha
mutado y devenido como resultado de grandes construcciones históricas y
sociales.
Se puede expresar una verdad ficcionalmente, la alegoría de la
caverna tantas veces traída a los grandes temas del conocimiento y el saber es
una muestra de eso. Hay metáforas verdaderas, que comunican verdades. Verdades
artísticas, como los poemas de Canto general de Neruda. Verdades amorosas como los
encuentros entre enamorados y encuentros populares en las calles. Verdades
científicas de los investigadores nuevamente castigados por los recortes.
Verdades políticas que surgen al calor del acontecimiento o en los sujetos
fieles al pasado de auténticas políticas de justicia social e igualdad.
Platón se anticipa en aquella
alegoría a lo que hoy podemos pensar a partir del teatro, el cine, la
televisión y las redes sociales. Puestas en escena, backstage, cortometrajes y
films, gifs, historias, imágenes ensambladas musicalmente; como consecuencia de
esto hoy somos selfies, secuencias, recortes, fragmentos ante los demás
espectadores. La denuncia de la
verdad como dogma y del poder como dominación, no es la renuncia a
la verdad y al ejercicio del poder como capacidad para cambiar realidades
injustas. Considero que aquí está el núcleo del problema.
La forma en que se muestra la pobreza, la violencia, la
inseguridad, la corrupción ha transformado en espectáculo el sufrimiento
humano. Una vez más las víctimas reemplazan al ciudadano. El recorrido por la
miseria, la falta de asistencia, la ausencia de puestos de trabajo, los
edificios que se caen a pedazos, las ruinas del estado de derecho; postales de
un pasado que vuelve trágicamente: fábricas cerradas, hospitales que expresan
el deterioro del cuerpo social, personas en situación de calle arropadas con
los restos que arroja la intemperie en la que estamos.
Umberto Eco reflexionaba hace mucho tiempo sobre la relación entre
información y ficción, distinguía entre una “paleotelevisión” y una
“neotelevisión”, decía que existe una dicotomía fundamental a la que recurren
la opinión pública y las teorías de la comunicación, por un lado los programas
de información y por otro los programas de ficción; los primeros comunican la
verdad y los otros se dedican a entretener.
Sin embargo la verdad circula
en ambos y la mentira también. “La diferencia entre estos dos tipos de programa
se refleja en los modos en que los órganos de control parlamentario, la prensa
o los partidos políticos promueven censuras a la televisión (…) rige la
opinión generalizada (que se traduce en comportamientos políticos y culturales)
de que los programas informativos poseen relevancia política, mientras que los de ficción
sólo tienen importancia cultural, y como tales no son competencia del político (…) Esta diferencia se
refleja también en la legislación democrática, que persigue las falsedades en
acto público pero no los delitos de opinión.”
Delitos de opinión, que son los que prevalecen en la televisión actual, opinión
pública televisada irresponsablemente ante la ausencia de una episteme pública.
La mayoría de las personas observan la realidad a través de
pantallas, televisores, celulares, computadoras, ipod, tablets; la posibilidad
de hacer zapping y elegir un programa o un periodista, de optar por una versión
acerca de lo real crea la ilusión de libertad, libres para oír, libres para
ver; sin embargo las censuras operan por doquier y se exponen grandes
simulacros para decir que la verdad está ahí servida ante una mesa o un panel
en el estudio de TV o en un programa de radio.
Quién es el testigo verdadero y dónde están las pruebas verdaderas
del delito. Es el desafío al que sometemos nuestra razón ante la sinrazón de
los que imponen una supuesta verdad y expresan una tremenda mentira. Obviamente
hay mentiras y mentiras, sabemos que el slogan “pobreza cero” es una de ellas,
hasta los portadores de esa frase lo reconocieron. Pero el latiguillo de la
“transparencia” sigue ahí en el pobre discurso presidencial. Transparencia es
una palabra que como concepto hace referencia a un doble rostro: el de la verdad
y el de la moral. Vaya si es complejo el tema, porque no hay nada más inasible
que el velo que no deja ver la verdad o la venda que no permite ver la
justicia.
La dinámica oscurantista de los
incomunicadores crea malentendidos todo el tiempo. El proyecto de la
incomunicación es político y ha sido delineado de tal modo para que sigamos
encadenados a las sombras de la realidad, su objetivo es dejar expuesta la
supuesta transparencia para poder ver la corrupción política de los otros,
mientras que la opacidad ética de los que hoy gobiernan sigue impune. Desmontar
la escena de este proyecto requiere de un trabajo y un esfuerzo intelectual y
moral enorme, moral en el verdadero sentido de la búsqueda del bien (sin
banalizarlo) para contrarrestar el conservadurismo de la lucha contra el
mal de los “fiscales de la república” (que sí lo banalizaron).
Jean Baudrillard habla del crimen perfecto, que es el asesinato de la realidad y su
desaparición irreversible, es perfecto porque no deja huellas, no hay cuerpo
del delito, el cadáver de la realidad ha sido cubierto y no permite que la
verdad de su destino sea develada. Baudrillard lo dice así: “Vivimos en un
mundo en el que la más elevada función del siglo es hacer desaparecer la
realidad y enmascarar al mismo tiempo esa desaparición. El arte no hace hoy
otra cosa. Los medios no hacen hoy otra cosa. Por eso están condenados al mismo
destino”.
La transparencia es en definitiva un simulacro, es una
transparencia perdida en un cementerio sin cadáveres, donde no hay culpables de
los crímenes y por si esto fuera poco jamás se presentaron ni se presentarán
los arrepentidos.
A
todo esto y para saber lo que realmente nos sucede como Patria en el mientras tanto
soberano…
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