Fuente: La Tecl@
Eñe
Carlos Caramelo, Licenciado
en Letras, escritor y autor junto a Aníbal Fernández de los
libros “Zonceras
argentinas al sol” y “Zonceras argentinas y otras yerbas”, y “Los profetas del odio”
Sin pretensiones
dantescas, sin ánimo aristotélico-tomista y sin la intención de ningunear al
compilador del Canto Gregoriano – que tanto fascina a las derechas de todo el
mundo -, Carlos Caramello propone un nuevo orden de los Pecados Capitales de
Cambiemos.
“El pecado ofende a Dios
lo que perjudica al hombre”
Santo Tomás de Aquino
Cuando alrededor del año 600 de la era
cristiana, el papa Gregorio Magno sintetizó y renombró los ocho pecados
capitales que Tascio Cecilio Cipriano de Cartago había instituido alrededor del
año 250, denominándolos Pecados Principales, no imaginó que esa alteración de
orden y nomenclatura de aquellos pecados que son “origen y fundamento de
otros pecados” sería inmortalizada en una de las obras más bellas y
relevantes de la literatura de todos los tiempos: La Divina Comedia.
A Santo Tomás de Aquino le importó tres belines que el Dante hubiese eternizado la
versión gregoriana del los Siete Pecados Capitales y, como era su costumbre y
ánimo, les metió mano. Hacia la segunda mitad del siglo XIII, en su Suma Teológica, los
reordenó, les dio nuevas denominaciones y, claro, les imprimió nuevos sentidos
aunque respetando los significados liminares.
Sin pretensiones dantescas, sin ánimo aristotélico-tomista,
y sin la intención de ningunear al compilador del Canto Gregoriano – que tanto fascina a las derechas de todo el mundo -, digo que este
gobierno de Cambiemos amerita un nuevo orden de los Pecados Capitales y, porqué
no, algún nuevo patronímico,
para usar el término adecuado. Allá voy.
Codicia (Avaricia)
No hay dudas que, el pecado por antonomasia
que explica a Macri y sus apóstoles, es la Codicia: ambición desmedida y exaltada de
dinero, bienes u otro tipo de riqueza que, en esta versión posmoderna de los
Pecados Capitales (Zygmunt Bauman los podría haber llamado Pecados Líquidos),
ocupa el lugar de la Avaricia. Porque avaro es aquel “que
ansía poseer muchas riquezas por el solo placer de atesorarlas sin compartirlas
con nadie”, pero los muchachos y chicas de Cambiemos han alcanzado
un nivel aún más abyecto. Codicia, pinta en cuerpo entero y alma a la casi
totalidad de los integrantes del Gobierno (para no generalizar, aunque en este
caso no sería ocioso hacerlo) y de sus allegados, socios o parientes… directos,
claro. La crisis cambiaria desatada en los últimos meses, por ejemplo, hizo
que, en 5 días, unos
pocos miembros del gabinete presidencial ganaran la bonita cifra de 62 millones
de pesos. Eso cuando el dólar apenas había llegado a 23 pesos. Hoy ronda los 29
y el futuro, a enero de 2019, se vende a 33,50. ¡Imaginate!
Angurria
El Dante lo llama Gula y, Santo Tomás, Glotonería. Pero es
evidente que el caso de la Cambiemos
Gang, es la de un hato de angurrientos.
Y no refiero a la primera acepción de esta palabra: Deseo de comer incontrolado, evitando, de esta forma, señalar los
pecados capitales de la blonda y siempre bronceada diputada en el exilio,
integrante indirecta ella del macrismo, que otrora, disfrutaba sacándose fotos
engullendo inmensas porciones de pizza o sándwiches de milanesa de tamaños descomunales.
NO hablo de eso. Digo de la otra acepción, la que se une con la codicia, y con
la avaricia: Afán de
poseer muchas riquezas por el solo placer de atesorarlas sin compartirlas con
nadie. Y pensar que
la gente, durante la campaña, argüía: “Son ricos… no necesitan robar”,
razonamiento tramposo si los hay (aunque haya sido usado por un juez para
exculparlo al Toto Caputo por comprar dólar futuro y luego fijarle su precio).
Son insaciables: nada les alcanza ni satisface.
Lujuria
Ligado a los dos pecados anteriores, el
tercero en nuestro orden es la Lujuria. Y vuelvo a referirme a la segunda
acepción que el Diccionario de la Real Academia le da a este término: Exceso o demasía en algunas cosas.
Digo, son excesivos en su riqueza (no la enciclopédica, claro); en su ejercicio
del Poder; en su falta de modales (políticos y de los otros); en su desparpajo;
en su brutalidad (en el sentido lato de la palabra). Es verdad que la primera
acepción de La
Lujuria también los
alcanza: hay imágenes (la de Cristian Ritondo apoyando a la entonces vice jefa
de gobierno Vidal, o la de Macri mirando con gesto lascivo los pechos de una
cantante adolescente llamada Violeta); hay historias nunca probadas (como la
que cuenta que Carrió, lo citó a Prat Gay a su departamento y lo recibió
desnuda); hay chismes (como el de la verdadera paternidad de Antonia) pero los
pecados se basan en pruebas, no en interpretaciones… por lo menos hasta Freud.
Pereza
Cien días de vacaciones en dos años y medio es
un record para cualquier ser humano que tenga un trabajo estable… ni te digo
para un presidente de un país en crisis: Macri lo hizo. Pero no es el único. En
la provincia de Buenos Aires, la gobernadora y su gabinete sin mujeres, se la
pasan de retiro espiritual en retiro espiritual. Eso si, de resolver los
conflictos de educación, salud, justicia, seguridad… olvídate! Por su parte, la vocera que no habla “para preservar la unidad”, tiene más
ausencias que presencias en su larga carrera como legisladora: “Elegí
Vivir”, se justificó vía Twitter a fines de 2017, para advertirle
al 51% del electorado porteño que la había votado como diputada, que iba a
seguir faltando a la Cámara porque su salud estaba deteriorada… ¡Vaga!
Violencia (Ira)
En los Pecados Capitales tradicionales, se
refiere a la Ira. Pero este gobierno ha transformado su ira acumulada (“12 años
teniendo que aguantar a esos negritos”) en una violencia feroz que
se manifiesta desde el primer día de gestión: represión a una murga de niños en
enero de 2016 (con el saldo de menores de 11 años baleados por las Fuerzas de
Seguridad), represión a los maestros, a los jubilados, a los colectivos de
mujeres; desaparición forzada de Santiago Maldonado que, luego de 79 días sin
noticias de él, apareció muerto: varios homicidios por la espalda, los más
conocidos, el de Juan Pablo Kukoc, 18 años, muerto por el policía Luis
Chocobar, a quien el Presidente y la Ministra de Seguridad recibieron en Olivos
para felicitarlo; Facundo Ferreira, un niño tucumano de 12 años asesinado de un
tiro en la nuca por un policía que, luego se comprobó, había tomado cocaína y
fumado marihuana y, Rafael Nahuel, un joven mapuche de 20 años que recibió un
disparo ascendente que ingresó por un glúteo y que afectó órganos vitales.
Pero también hay violencia en sus palabras; en
la forma en la que despiden a los trabajadores del Estado; en el trato con la
prensa que no tienen comprada;
en la provocación a los adversarios políticos; en el manejo de la economía del
país; en la forma en que se benefician apropiándose de negocios del Estado. Una
caterva de violentos en expansión que han instalado una forma violenta de
gobernar, en nada parecida a las promesas de republicanismo que pregonaban en
campaña.
Soberbia (Vanagloria)
Santo Tomás la define como vanagloria. Pero,
en verdad, el gobierno de Cambiemos tiene poco de qué vanagloriarse. De lo que
sí tienen mucho es de soberbia. La soberbia, junto con tener una cuenta en un
paraíso fiscal, parece ser condición sine qua
non para integrar la
pandilla de Don Gato. No hay ni un gesto de humildad en El Mejor Equipo de los Últimos 50
Años. No hay ni un señal de modestia. Han cometido y cometen los
mayores errores políticos de la Historia y, sin embargo, los justifican desde
un pedestal; con una altivez impostada que, en el caso de algunas de las
chicas, las transforma en esos personajes de reinas malas de los cuentos de
hadas. Y no hay coaching que los mejore. Porque la soberbia les
brota por los poros; está instalada en su forma de mirar; tiene ese acento de
papa en la boca que los identifica; de hombrito levantado como diciendo todo el
tiempo nomeimporta;
de gesto de impunidad que se creen que ocultan pero se les escapa en forma de
rictus. “De la boca del tonto brota soberbia”, reza un proverbio
bíblico que bien podría ser la definición de Cambiemos.
Envidia
Este es un pecado bastante extendido en la
rama femenina de Cambiemos. Mejor dicho, del PRO. Sobre todo en uno de sus mascarones de proa:
María Eugenia Vidal, la que en su obsesión por peronizarse (no sé quién la habrá convencido de
que es la mejor manera de llegar a la presidencia de la Nación en lugar de
Macri), vive copiando modelos de algunas mujeres peronistas: saquito y rodete
(para disfrazarse de Evita), tailleur tipo Chanel (como los que usaba
Isabelita), poncho y jeans (para copiar a la Cristina en campaña). Eso sí: hay
que reconocer que las botitas de goma son look propio… digamos todo.
Mentime que me Gusta
Finalmente, y por fuera de los Pecados
Capitales pero pecado al fin, la Mentira. El mayor de los pecados de Macri y su Troupe.
Llegaron mintiendo y no han dejado de hacerlo, aunque la realidad los desmienta
a cada rato. Hacer una lista de sus mentiras para nada piadosas requeriría de
una serie de notas anotadas… pero todos las conocemos. Eso sí; Catholic.net, una
página muy visitada por los fieles, explica que “la mentira puede ser pecado
venial o pecado mortal; es pecado mortal cuando a través de la mentira se dañan
gravemente las virtudes de la caridad y de la justicia”.
De ser esto cierto, sepamos que Cambiemos,
está condenado.
Muy ingeniosa
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