El término
licitación suele imponer respeto en la sociedad. Dicho vocablo está
impermeabilizado con una buena dosis de prensa positivista y exagerado prestigio,
cuestión ésta que deviene de un proceso de desconocimiento en donde la
refutación nunca ha tenido la posibilidad de entrometer sus malévolas pero
eficientes narinas. Licitación y transparencia no son sinónimos, aunque en el
inconsciente colectivo trabajan en conjunto, y menos aún componen un forzoso y
virtuoso maridaje, todo lo contrario, la licitación es la manera más segura,
eficiente y efectiva para desarrollar procesos de corrupción los cuales jamás
verán la luz ya que están protegidos por capas de normativas que permiten su
más absoluta mimetización. La licitación no necesita de informes ni de
explicaciones, la licitación per-se blanquea. Así dentro de ella conviven la
manipulación de los proveedores, la cartelización, sea ella armada por los
proveedores como por los segmentos intermedios de los contratistas,
sobreofertar para acompañar, subofertar para luego pasar adicionales no
establecidos, hacer participar a empresas fantasmas y o duplicadas, en fin, un
surtido de operaciones que ante el desconocimiento de las grandes masas provocan
una percepción angelada sobre un proceso tanto o más sucio que la adjudicación
directa por cuestiones estratégicas.
Recuerdo que en
cierta ocasión, como gestor de compras del BBVA, me encomendaron hacer la
licitación para la provisión integral de los artículos de librería y economato.
Para eso diseñé una planilla con los más de 150 artículos que utilizaba la
entidad en sus variados sectores, con sus respectivos consumos anualizados, de
manera que a partir del precio unitario y su incidencia cuántica se pudiera
establecer la empresa más conveniente.
No se cotejaban
calidades debido a que yo mismo exigía marcas, por caso Dos Banderas, Bic, Mit,
Plasticola etc. Estamos hablando de casi 140 sucursales metropolitanas y cada
uno de los departamentos o dependencias que se encontraban en los siete
edificios que componían el área de la casa matriz.
Quién por entonces
se encargaba del servicio era la empresa Wolff, Pyme que jugaba con ventajas ya
que no solo poseía la gimnasia de la rutina sino que además un poder de lobby
muy acorde con el medio pelo actuante a través de la persona de Quique, ex
jugador y director periodístico de ESPN, hombre que solía visitar el 5to piso
de Florida 238 en tiempos de licitación para sacarse fotos, socializar, hacer
chistes muy pelotudos con los Ceos de turno y almorzar con la monada. Hablamos temporalmente
de fines de la década del noventa, plena eyaculación de la imagen y el videoclip.
Pero uno es uno con sus modos, ideologías y decencias, y más en esos lugares de
doble moral e hipocresía, de manera que ante el panorama lo primero que hice
fue rechazar la licitación ya que sabía que a la corta o a la larga si Wolff no
salía adjudicado me forzarían a modificar mi documentación de soporte. El
supervisor a cargo del área me dio las tranquilidades y garantías del caso y
afronté la empresa como siempre lo hice durante mi gestión. De forma tal invité
de manera fehaciente a Wolff y a otras cinco distribuidoras más, todas con
experiencia en tareas similares, es decir, la provisión de material de librería
y economato a grandes empresas, bajo el formato terciarizado e incluyendo
logística propia. Pasados los tiempos en los cuales debían hacerme llegar sus
ofertas con los valores unitarios, y cumplidos todos los plazos no tuve mayor
inconveniente para pasar dichos valores a la panilla de Excel que tenía
preparada para tales efectos con las columnas y variables que la complejidad
ameritaba. La firma Bracco había ganado con solvencia la licitación quedando
las cinco restante muy alejadas, incluso el histórico proveedor había quedado
en tercer lugar. Cuando comuniqué el resultado a mis superiores comenzaron los
problemas. Wolff no podía ni debía perder. Quique era una persona afable, mediática,
hablaba de fútbol, conseguía entradas para los partidos de la selección, sus
regalos empresariales de fin de año eran camisetas firmadas, acaso alguna
platea para el torneo de verano, cosas por el estilo. Nada que pudiera
encuadrarse dentro de un estatus de corruptela, si de relación fluida
construida en el transcurso de los años.
De inmediato se me
conminó a que telefoneara a Wolff para ver si podía mejorar la oferta sin
aclararle el porcentaje debido a que estaba perdiendo. Al negarme, por obvias
razones éticas, lo hizo directamente mi supervisor el cual le manifestó al
proveedor que me haga llegar a mi casilla de correo su mejora. A los quince
minutos un 5% de descuento figuraba en un documento en Word con membrete
oficial. No le alcanzaba. Mis problemas se profundizarían aún más.
Definitivamente mis
superiores me solicitaron mantener reserva a las otras firmas sobre el resultado,
ponerme en contacto con la firma Wolff y enviarles la planilla de Bracco para
que la igualen de manera beneficiarlos optando por la continuidad so pretexto de
un histórico y eficiente servicio. Mi rotunda negativa se vio acompañada de la
concreta promesa de poner en autos de la situación a Bracco. Grande fue mi
sorpresa cuando ninguno de mis superiores se inmuto ante mi advertencia. Me fue
retirado el legajo, la documentación de soporte y nada supe del tema por varios
días. Pasadas un par de semanas me enteré por un compañero de piso, el mismo
que tuvo que activar la orden de compra, que Wolff continuaba con el servicio
de librería y economato por dos años pero con los precios de Bracco. Una mueca
de tristeza con la promesa de olvidar rápidamente el suceso se dibujó en mi
rostro. Pero no fue posible. Al mediodía, en la soledad de mi retirado box, en
un piso deshabitado debido a la hora sonó mi interno de línea. Reconocí la voz
del propietario de Bracco de manera inmediata.
-
Cómo te va Gustavo, que bueno escucharte, estaba angustiado
por tu suerte.
-
No te entiendo.
-
Es que después de lo pasó con Wolff pensé que te habían
abrochado.
-
Sinceramente no comprendo.
-
La cosa fue así. Resulta que el Banco utilizó nuestra
empresa para bajarle los valores a Wolff. Nosotros sabíamos que no íbamos a
ganar pero teníamos que ayudar al Banco por una cuestión de relaciones de
mercado. A la par no podíamos jorobar a
los Wolff ya que los chicos nos acompañan en el Galicia y en el Río de manera
que desde Bracco nos tuvimos manejar con un fino equilibrio sin ponerte a vos
en riesgo.
-
Y yo como un boludo cuestionándome desde la conciencia.
-
Por eso te llamo, porque te conozco. Vos eras el eslabón
necesario para que la cosa sea transparente. En definitiva el Banco cree que se
salió con la suya, nosotros ayudamos a Wolff y Wolff hace pocos días nos
devolvió el favor en el Río.
-
¿Y las cuatro empresas restantes?
-
Estamos cartelizados, igual que hacen los que imprimen documentos con bandas de seguridad, me
refiero a Ciccone, Bolt, Chozas, Ivisa, las empresas de mantenimiento de
edificios, las de limpieza, las de colocación de personal. Todo es un gran
verso del cual vive mucha, pero mucha gente. La licitación es el mecanismo más
solvente y transparente para currar porque labora con el imaginario que tiene
el término sobre el inconsciente de las personas. La licitación es impune.. y
espero que lo sea por muchos años más.. Te dejo, solo quería saber como
estabas..
-
Abrazo...
Más tarde vinieron
más licitaciones, y otros sapos, y discusiones y rechazos, hasta que un día me
pudrí le pegué una patada al tablero de corrupción privada y estando como
contralor de gestión de compras presenté
un informe detallado sobre las operatorias que se realizaban. La resultante fue
mi despido de la entidad. Si alguien, alguna vez, sea del partido o ideología
que sea, le remarca la palabra licitación, no lo dude, lo está cagando de la
peor manera. Y justamente lo hace a partir de esa ponderación con la cual
resalta la palabra. No existe herramienta de contratación más perforable y sutil que la
licitación, y lo es por la propia entidad lábil que le ha reservado la
sociedad de manera, si se quiere, panglossiana...
Muy cierto !!!
ResponderEliminarexcelente
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