“Las preguntas
verdaderamente serias son aquellas que pueden ser
formuladas hasta por un niño. Sólo las preguntas más ingenuas son
verdaderamente serias. Son preguntas que no tienen respuesta.” (Milan Kundera)
Los imagino todas las mañanas delante de su ordenador,
leyendo los diarios en orden ideológico decreciente, observando que la misma
noticia se repite sin solución de continuidad y por tanto, ante sus ojos,
banalmente asequible a medida que se avanzaba en la lectura. Pérdida de empleo,
cierres de pequeñas y medianas empresas, desocupación, marginalidad,
desigualdad, ya forman parte de un fresco que no mortifica ni indigna a
la intelectualidad progresista. Mientras hace muy pocos años ponían sobre la
mesa de discusión y debate los modos y las formas más eficientes y justas para
distribuir la riqueza dentro del sistema republicano en el cual el congreso
juega un rol cardinal, en el presente asumen como potable un ordenamiento ceocrático
solo discutible dentro de sus propios matices. Ya el dilema no es la
distribución y su eficacia para incluir cada vez más ciudadanos, sino cómo
menguar los efectos colaterales del modelo neoliberal pero sin salirse de su
lógica excluyente.
Ni siquiera el propio dolor es tan pesado como el
dolor sentido con alguien, por alguien, para alguien, multiplicado por la imaginación, prolongado en mil ecos.”
(Milan Kundera)
Mientras Kundera guía mis dudas sin respuestas a medida que
avanzo refrescando su recuerdo no me queda más remedio que asociar esa levedad
del ser progresista, autodefinido como librepensador, libremprendedor, ser
independiente, individuo sometido a su albedrío, propietarios de dominios
superiores en el marco de contingencias que le son ajenas, pero extremadamente
convenientes a la hora de cubrirle su erratas, hallando culpables y
justificando fracasos. Tal vez por eso esa palmaria levedad a la hora de
analizar el presente tiene relación con la ausencia de pesadez ante el dolor
del otro, porque la alteridad, sentido no incluido en los libros de fisiología,
no logra su virtuosismo con el
desarrollo físico sino que es demanda espiritual cuando el humanismo
comienza a invadir nuestras lecturas sociales. Y por eso es imposible que el
progresismo sea capaz de multiplicar ese dolor y agregarle valor político y
critico, no escucha ese dolor, es sordo de su eco.
Hoy el progresismo no asume su derrota cultural, y se adapta
a las leyes darwinianas de la subsistencia aceptando como válido segmentar y
discutir los gradientes de un modelo genética y drásticamente corrupto, utilizando como argumento ad hominen que el modelo anterior, al cual criticaban
por izquierda, supuestamente poseía algunos funcionarios corruptos. Esto es,
desde la dialéctica, puso a los individuos por encima del sistema omitiendo de
ex profeso que para la existencia de un modelo corrupto es indispensable que
todos sus actores lo sean, ítem del que estamos siendo testigos a diario.
Noticias que acaso el progresista banaliza con su levedad tanto con el cierre
de una empresa. Y me convoca Kundera a por una pregunta seria, esa que por el
momento no tiene respuesta. ¿Cuánto de comodidad siente el ser progresista
dentro de un modelo en esencia corrupto, perfecto y eficiente en sus medios y
fines, y cuánto de incomodidad siente el ser progresista dentro de un modelo,
acaso imperfecto en sus medios no en sus fines, inclusivo, que tiende a la equidad?
¿Usted está hablando de "tuco y pesto"?
ResponderEliminarMás que nada de los pensadores e intelectuales borrados. Por caso Sarlo, Natanson, Gargarella, entre cientos. Tuco y pesto es una salsa no llega a guarnición
EliminarSi ésos son los "intelectuales", no estamos hablando del Progresismo como "levedad", sino como coartada encubridora de una efectiva acción en sentido opuesto. Y no son para nada sinónimos.
EliminarEl núcleo:
ResponderEliminar«Tal vez por eso esa palmaria levedad a la hora de analizar el presente tiene relación con la ausencia de pesadez ante el dolor del otro».
Justamente eso.
Creo que la perfección siempre genera comodidad. Incluso si se trata de oponerse. No hay dudas, no hay incertezas en la perfección. Ni intelectuales ni emocionales.
Es en la imperfección donde se ve a los pingos… La imperfección exige, demanda.
Un abrazo,
Esther
es que la perfección es un embuste en el cual muchos caen por creer poseer cierta superioridad moral.. tan falsa como la perfección.. es una relación simbiótica del egocéntrico.. Abrazo y cariños
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