La política tiene la puta costumbre de politizar todo, y eso es maravilloso, de manera que urge una nueva anomalía...





La lucha es despareja, suena de “Perogrullo”. Más allá de alguna esporádica victoria de los débiles y los marginados el orden natural y establecido de nuestra sociedad vuelve a dictar sentencias y poner todo en su lugar, porque para la mayoría se trata de sobrevivir, no de vivir.

Varias veces hablamos sobre las anomalías. Que Alfonsín fue una, en tanto la conservadora historia Radical desde el 30 a la fecha; que el kirchnerismo fue otra dentro del peronismo, de ahí su compleja relación con la organización interna y muchos señores feudales del interior. Pero la verdadera anomalía no fueron ellos en sus praxis ni en sus dialécticas internas, ya que en ningún momento modificaron las relaciones de poder existente acordando con el sistema capitalista protocolos de convivencia, aún así, y a mi gusto, siendo timoratos, debemos admitir que las pulsiones con el poder real fueron feroces.
Lo que le permitió a ambos llegar a poder tomar decisiones colectivas fue la necesidad del pueblo de obtener repuestas y soluciones políticas a sus pandemias sociales. En el caso de Alfonsín desde el punto de vista de las libertades individuales y colectivas, ergo la recuperación de la democracia, y en el caso del Kirchnerismo, las referidas a temas sociales y económicos, acaso un tanto más difuso, ya que en los comicios del 2003 el neoliberalismo explícito, a pesar de todo lo hecho durante más de una década y sus sangrientos resultados, obtuvo sumado casi un 42%. Debido a la ratificación popular en el 2007 y 2011 podemos admitir como válido la aceptación social de este discurso político anómalo.
De manera que a mi modesto entender es la sociedad la que escoge cuánto de política está dispuesta a aceptar. Como vemos en ambos casos se llamó a la puerta de su casa en momentos de absoluta indefensión y desesperación. Daría la sensación que entre los argentinos asumimos como válido: “si podemos evitar a la política, hagámoslo, dejemos en manos de los gestionalistas y de los “exitosos” empresarios todo eso de lo público y lo privado; si la cosa se pone fea, allí va estar la política, en el banco de reserva, a la espera de nuestras necesidades, pero ojo, que no sea in aeternun, en definitiva la política tiene la puta costumbre de politizar todo”. Ocurre algo similar a la distribución de la riqueza y cuánto de esto se permite la sociedad. Tal vez la cultura de la subsumisión sea el formato dominante con el aderezo de algún grito esporádico, aislado, desesperado.

De manera que en lo personal observo muy oscuro el panorama electoral de este año para los débiles, para los marginales, para los que no podemos esperar que el recurso de refresco ingrese cuando el límite de la subsistencia, debido a que ya estamos allí, porque no hay mañana sin hoy, a la par que el crepúsculo de hoy solo tiene validez y belleza si sabemos que existe un mañana.

Urge una nueva anomalía, es decir que nuevamente desembarque la política y traiga en sus contenedores los debates que dejaron encerrados bajo candados con indescifrables combinaciones la mayoría de los dirigentes políticos hace año y medio, incluso muchos del campo popular, delegados que están laborando para atomizarlo, acaso convencidos de que la anomalía ya había cansado a la sociedad. Y es probable que algo de razón tengan, sobre todo esa ignorante fatiga para elaborar pensamiento crítico que suelen exponer los sectores medios, segmentos que se niegan a aceptar la virtuosa exigencia que la ciencia posee y la sociedad toda necesita como bálsamo protector de quemaduras. La anomalía es Cristina, pero curiosamente no porque ella se lo proponga sino porque los demás han decidido abstenerse ya que han aceptado con gracilidad el convite corporativo que propone la facilidad.






Comentarios

  1. Tal vez la verdadera "anomalía" haya sido que la Política se haya intentado establecer por las buena y este tiempo de revanchismo feroz e implacable haga inevitable que sea por las malas - Y Cristina, más que una "anomalía" resucitada, sea sólo la última oportunidad para evitar el jaleo final, el definitivo, sea para bien o para mal.

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    1. justamente RAM.. la anomalía fue la política y Cristina su último representante, por lo menos en estos tiempos..

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