No es recomendable subestimar a las ideas derrotadas, ni confiar a ciegas en las percepciones del sentido común
Acaso ese haya sido
el error cardinal que cometió el campo nacional y popular durante el período
comprendido entre los años 2003 y 2015. Ninguna batalla, y menos para el caso
de la que definimos como cultural, se puede ganar subestimando a nuestros
antagonistas, negando la existencia del adversario o cuando menos ninguneando
su poder de fuego. Una enorme porción de dicha franja del pensamiento político
supuso que la simple experiencia vivida durante los noventa y la postrera
explosión en el año 2001 sería aval suficiente para el no retorno del extremo
salvajismo del mercado en la figura del neoliberalismo. Incluso muchos muestran
su sorpresa argumentando que es la primera vez que dicho modelo arriba al poder
por los votos. Como vemos no tenemos más que rendirnos ante las evidencias, la
construcción de falacias forma parte de un inconsciente e inocente colectivo
que nunca ha dejado de elaborar discursos
acordes a ciertos deseos pero muy lejanos a la realidad. Y esto ya lo habíamos
reiterado no solo en este espacio sino además en cuanto medio se interesaba por
nuestra opinión, aún en momentos de euforia descontrolada, en donde el “no
vuelven nunca más” se vociferaba cual murga de comparsa.
Si bien, como
afirmó el escritor y politólogo peruano, el socialista Juan Carlos Mariátegui, tal
vez para muchos el pensador más importante que tuvo el marxismo latinoamericano
de toda su historia, “todo futuro tiene una memoria que lo alimenta, pero ni
calco ni copia. El pasado no es un modelo para inventar un futuro..” podemos
asumir que lo remoto nos emite señales que no podemos ni debemos soslayar, no ya
para inventar caminos, sino para no tomar los mismos que sabemos nos llevan en
dirección del abismo.
El primer lugar,
tanto en 1995 como en 1999, las ideas neoliberales arribaron al poder en
comicios libres, universales y transparentes. No necesitaron de botas, ni
de fraudes, ni de proscripciones. Para el caso de la
reelección de Menem todo el arsenal mediático, dogmático y pragmático del
neoliberalismo estaba en curso, incluso el tendal social de cuerpos mutilados era
bastante visible. La situación era distinta a la de 1989 debido a que en esta
oportunidad no podía ni era necesario ocultar sus políticas excluyentes. La
sociedad, mayoritariamente, sentía gran empatía con ese formato sangriento (24%
de pobreza promedio), a tal punto que en 1999 la progresista Alianza obtiene un
resonante triunfo para el campo de esas ideas con un discurso económico
continuista, pero asegurando prolijidad. Como vemos el neoliberalismo supo
llegar al poder de manera contundente y por los votos, en algún caso hasta
premiado por sus “caníbales éxitos”. En consecuencia no debemos confiar en que
la sociedad observe o sienta el presente a través de ojos de indignación. No
ocurrió durante los noventa, puede no volver a ocurrir.
Un segundo punto a
tener en cuenta es acaso el más relevante a mi entender y vaya guiño del olvido
es justamente al que menos atención se le presta. En el año 2003 todavía
corrían por las calles del país la sangre de los 39 muertos que cayeron cuando
la represión de la salida neoliberal y su correspondiente descontrol ante las
urgencias de las masas. El corralito y el corralón aún tenían vigencia, al
igual que el trueque, proliferaban los comedores, la situación de calle crecía
de manera exponencial, estábamos en pleno default y una decena de cuasimonedas le limaban al poseedor un 20%
cada vez que iba a un comercio a por consumo de sus básicas necesidades. 20
millones de argentinos (57.5%) eran pobres de los cuales 9 millones y medio
eran indigentes, la inflación era del 41% anual y la desocupación superaba el
20%. Aún así y en el marco de ese panorama las ideas neoliberales triunfan
holgadamente en los comicios de ese año. Repasemos los números
La fórmula
neoliberal proveniente del peronismo formada por la Unión del Centro
Democrático y la Alianza Frente por la Lealtad, compuesta por Menem - Romero
obtiene un 24.45%.
La fórmula
neoliberal proveniente del radicalismo autodenominada Alianza Movimiento
Federal para Recrear el Crecimiento compuesta por Lopez Murphy – Gómez Diez
alcanza un 16.37%.
No podemos incluir,
en aquella coyuntura, ni a Carrió ni a Rodríguez Saa como adherentes a ese
ideario de manera que no vamos a especular con posibles segmentaciones de sus
respectivos 14.05% y 14.11%.
Esto implica que la
dos vertientes de la idea neoliberal lograron en conjunto, en su momento de
mayor descrédito casi el 41%. Un piso nada desdeñable para un concepto
económico en retirada y sin retorno, casi un fundamentalismo del cual sospecho
las corporaciones tomaron debida nota.
Habida cuenta de lo
expresado, el adversario, ya en el 2003, y a pesar de sus vicios, dislates y
criminalidad contaba con más vida electoral de la que suponíamos, vigores que
quedaron mimetizados debido a su propia atomización en los años 2005, 2007 y
2011, cuestión que bien solucionaron las corporaciones en los comicios
legislativos del 2009 y del 2013 y las generales del 2015. El esquema era
unificar sus intereses y a la par crear un monstruo. No un adversario
ideológico al cual se lo pueda vencer democráticamente, sino algo peor, un
colectivo demoníaco que era necesario exterminar para patrocinio de la Patria. Creó
necesidades individuales y colectivas de subsistencia, casi una cruzada, y para
ello configuró líderes de opinión. Nada mejor que el poder mediático en alianza
con el partido judicial para ambas cuestiones. Por eso la persecución continúa
tal cual comenzó el mismo 11 de diciembre del año 2011.
En este tipo de
derrotas hemos conocido mucha gente de mentira. Algunos llevaban varios años
cerca nuestro. Por eso nunca es recomendable subestimar a las ideas derrotadas
y tristemente creo que el actual gobierno ha aprendido de nuestro error y jamás
nos liberará, el frente mediático judicial no dejará resquicio ni rendija
abierta para que se filtre nuevamente alguien por la ventana y se quede 12 años
en un sitió que para el establishment debe ostentar, por el momento y para
siempre, entidad de propiedad privada.
El ostento hoy
habla de un tarifazo cuando hace quince minutos pedía bajar el gasto público
reconvirtiendo el sistema de subsidios. Y hablan de errores, no de la
corrupción endémica que tiene en modelo imperante. Corrían al gobierno anterior
por izquierda porque estaban convencidos de que aquel ejecutivo nunca iba a
pagar el costo político de una medida que afectara a los sectores medios
urbanos, sectores que teóricamente debería seducir. Colectivo que está
acostumbrado a la política de la franela y el deseo, a la política retórica y
no a la política de la acción. Y sucedió, entonces no tienen la mejor
idea que mentir y responsabilizar a las aves por ponerse en el camino de las balas
que ellos mismos disparan desde sus escopetas. Salarios a la baja,
neoendeudamiento, subsidios a los sojeros, la devaluación de las ART,
estanflación, transferencia de recursos a los sectores más concentrados y una
tendencia constante que camina hacia una hiperprecarización laboral extrema.
Las noches liberales son extensas, consumen vidas y no entienden de
latitudes, las traiciones tampoco...
Como bien afirmó el
filósofo y el sociólogo francés Christian
Laval, el neoliberalismo sistematiza lo que ya se inventó a principio del siglo
XIX. Es un proyecto de sociedad que consiste en adaptar a los individuos
al mercado, es decir, a la competitividad permanente. Cuando el mercado
del trabajo se liberaliza, por ejemplo, fuerza al individuo a convertirse en rival
de los demás y se convierte en capital. Como un valor que debe ir creciendo de
forma ilimitada. Esa es su finalidad. Estas estrategias neoliberales nos
cambian nuestro contacto con la vida. Todo se convierte en capital. Este
sistema de normas sobrepasa el marco económico y contagia todos los terrenos de
la existencia. El punto de unidad es el propio sujeto, que no importa en qué
terreno se encuentre, su finalidad deberá ser siempre el enriquecimiento. Esto
es una nueva forma de “subjetivación”, término de Foucault, una nueva manera
para el individuo de concebirse a sí mismo, que le obliga a sobrepasarse
continuamente, como un deportista de alto nivel.
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