Así como las manifestaciones callejeras expresan, las calles vacías también...





Me rebelan las generalizaciones; excepción hecha de las que se obtienen a partir del estudio de las particularidades científicas. Hablo de los fraudulentos intentos de síntesis, esos que se suelen utilizar a favor del discurso político, construcción literaria que parece haber sido escrita por un único autor, prediseño o forma burocrática plagada de espacios en blanco a propósito de ser completados por el interesado de turno.
Con la excepción de Cristina Fernández de Kirchner es palmaria la pobreza oratoria del resto del mundo político. El sujeto, el verbo y el predicado son meneados a discreción en el decurso del relato de acuerdo a un libre albedrío verborrágico por lo menos discutible. De todas formas nobleza obliga aceptar que también nuestra líder suele caer con facilidad en este asunto de las generalizaciones. Me refiero a una multiplicidad de términos colectivistas que tienden a suponer sobre la existencia de universos compactos de indisoluble tenor. “La gente”, “el pueblo” y “la sociedad” son los vocablos en los cuales me quiero detener debido a que los advierto ciertamente usurpados y al mismo tiempo maltratados.
El pueblo, la sociedad, la gente son representaciones de correcta aplicación si hablamos de una instancia universal, común denominador en donde todos se hallan incluidos y afectados. Me refiero a su historia, a su espacio geográfico, a su lenguaje, a su cultura; y en el campo de las actividades políticas y sociales: entre otros, durante el acto comicial y al acuerdo de convivencia establecido institucionalmente basado en su Carta Magna. Mientras que resulta una construcción fraudulenta si hablamos de una manifestación por más multitudinaria que sea.

“La sociedad se expresó en la calle”, fraude recurrente y pretencioso muy citado últimamente.

Parece mentira tener que aclarar que sólo se expresó de esa forma la porción de la población que acudió a dicha convocatoria. Lo mismo ocurrió el sábado próximo pasado en el evento organizado por el establishment corporativo y el gobierno.


Resulta perturbador a mí entender que el campo de la sociología haya sido invadido por los muy bien remunerados amantes de las estadísticas.
El capitalismo ama globalizar conceptos - generalizar absuelve afirmó Eduardo Galeano - a partir de muestras, de ahí que la asociación entre el poder económico, el marketing y la asignatura se haya fortificado notablemente. Sus resultados no representan a nuestra sociedad, acaso es una imagen instantánea de una porción escogida subjetivamente con fines determinados.

Sobre 2000 casos se habla de “la sociedad”: Estadísticas varias que intentan analizar determinados fenómenos políticos.
Sobre 800 casos (Rating) se determinan las preferencias y gustos televisivos del colectivo. 
Sobre 1500 casos se afirman cuáles son los tópicos preocupantes de la población.
A partir de dichas fotos comienzan a desarrollarse una batería de estrategias que impulsan a solidificar y apuntalar esas magras conclusiones, y en consecuencia cómo se distribuyen las variables anexas. Para aquellos entusiastas televidentes de History Channel la receta no les debe resultar innovadora. Bajo una premisa difusa y dudosa se presentan testimonios acordes con ella de modo intentar recorrer caminos virtuosos procurando regar con credibilidad una tesis nunca comprobada. El objetivo: darle entidad científica a algo que no la tiene. El viejo dilema entre la credibilidad y la veracidad.
De ese modo partiendo de una premisa incompleta y minusválida se llega a un concepto taxativo.  La lógica simbólica da expresas explicaciones y advertencias  sobre las falacias y las falencias que encierra dicha operatoria. De ese modo se habla de un colectivo inexistente, de una entelequia, un conjunto que se transforma en muestra por obra y gracia de la simplificación, debiendo tener en cuenta que una simplificación no es sinónimo de síntesis científica, en estas cuestiones sólo de viste con túnicas de cuadro sinóptico o en el mejor de los casos de resumen Lerú.

Los pueblos, las sociedades, la gente, en contadas ocasiones pueden expresar un pensamiento y un sentir colectivo, laborar como un coro aceitado y unívoco. De modo que intentar simplificar ese fenómeno sólo apunta a una mera especulación. Disciplinar es la tarea. Sobre 1000 tipos, 200 eligen el color amarillo, pues vamos con ese color entonces, forzando todas las variables hacia dicha tendencia. Eso no es democracia, es simple manipulación. La única democracia se expresa con la totalidad del conjunto.
Hace algunos años, en Cataluña, un millón de personas salieron por las calles a solicitar autarquía. Impresionante muestra separatista que permitió el despilfarro de conclusiones apresuradas. Semanas después un contundente triunfo electoral de las fuerzas integristas dio por tierra con esa percepción primaria. Aquí sí los colectivos pueblo, sociedad, gente, funcionaron como tal, no en la marcha. La marcha jugó como muestra, acaso mucho más significativa que los usuales fragmentos estadísticos, pero engañosa, fraudulenta, irreal como conclusión.

Arrogarse verdades absolutas a partir sostener “la parte por el todo” constituye un intento totalitario solapado, propio de un capitalismo que busca nichos y mercados, porciones  sumamente reducidas que supuestamente arrastrarían al resto de la sociedad diseñando una suerte de tendencia inescrutable.

Y finalizo con un par de preguntas arrojadas al vacío:
¿Cuántos pueblos hay dentro de un pueblo?
¿Cuántas sociedades hay dentro de una sociedad?


Comentarios

  1. En realidad, la tentación de generalizar y su culminación en un más que probable juicio apodíctico, es algo que afecta a todos los campos de las ciencias sociales y, mucho más todavía, a esa especificidad que es la política en tanto arte de seducir colectivos.
    Y creo que se cae en la generalización no solo como fantasía de acompañamiento fantasmático, sino, básicamente, como elegante recurso para no definir algo que se cae de evidente. Hay, incluso, en los análisis de coyuntura, una notable tendencia a la creación de neologismos dudosos, supuestas definiciones y categorías arbitrarias que parecen decir algo... pero que en realidad lo eluden. Porque no debe nombrarse eso evidente, parece: el cotidiano estado de lucha de clases que se activó desde los tres gobiernos anteriores y que el actual pretende definir con vertiginosidad en un solo sentido.
    Tal vez no nombrar genere otra fantasía igual de complaciente: que lo elidido, no existe en tanto no verbalizado.
    Y lo existente , hoy más que nunca, es la activación de un conflicto de supervivencia elemental: el del resto del conjunto social que no acepta ni ser disciplinado ni dejar de existir (cara ensoñación de las clases altas).
    Y de este arte sublime y reciente de escabullir lo palmario, nacen categorizaciones menos que risibles: que Macri es un anti-presidencialista, que estamos frente al advenimiento de una nueva derecha y no de la vieja y rancia cuyo ADN ya reconocemos desde el nacimiento desigual, que no se trata de gobierno de derechas sino de clase (vaya diferencia), que el colectivo perdidoso en últimas elecciones es una secta pseudo-religiosa... que Cristina no conduce ni lidera, que no existen los liderazgos inspiradores destinados a trascender el tiempo (en un giro del tipo "si yo no lo practico es que no existe").
    Más que fastidiarme el abuso de los colectivos vejados, me preocupa más este intento desesperado por no definir ante qué escenario se está. Porque nada puede construirse si no se evidencia en qué clase de topografía nos movemos. Y pienso que detrás de esas construcciones intelectuales y claramente putativas, no hay otra cosa que cobardía, falta de creatividad y negacionismo de tranco corto. Robándole el título a una distopía de 1973..."Cuando el destino nos alcance"... si es que no nos decidimos por la mayoría de edad y el mundo de lo concreto, espero que al menos estemos vestidos. Mis saludos cordiales y como siempre, gran reflexión de tu parte.

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    1. Partir de lo particular, debidamente refutado, y una vez que sobrevivió a cada refutación, intentar caminar hacia lo general señala la ciencia... en nuestra contemporaneidad es a la inversa.. Como la generalización absuelve todos la utilizan como salvoconducto y ariete dentro del debate..

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