Es loable reconocer el esfuerzo que hacen los periodistas
deportivos argentinos acreditados en Río para exhibir las bondades de un
espectáculo del cual el pueblo brasileño estuvo ausente debido a una política
excluyente y exclusiva. Callar los aspectos nefastos de estos juegos forma
parte de la trama. Hasta no hace mucho tiempo, digamos tres décadas, los juegos
eran motivo de algazara popular ya que generalmente el deportista era un
emergente exitoso de ese pueblo profundo, en la actualidad los intereses y el
marketing han alejado a ese emergente de sus raíces, solo algunos pocos
mantienen sus defensas altas, sus valores, perviviendo su historia con
"vivencialidad". Negocio para la tele se me dirá, poca gente que
puede pagar una entrada, mucha gente con la ñata contra el vidrio, espiando por
las rendijas que permite la caja boba compartida. De pronto se apela a la
sensibilidad de historias personales como si tal cosa fueran circunstancias
lejanas para el pobrerío, tragedias que viven a diario, generalmente por
determinismo económico. Los juegos nacieron con el firme propósito de buscar la
armonía y la paz de las Ciudades Estados en la antigua Grecia, y cada
organizador abría sus puertas desinteresadamente para que todos sean
espectadores de los eventos, y se combinaba la destreza con el arte. Y era
fiesta y orgía popular. Hoy las costumbres se han morigerado y algunas
cuestiones no se practican, por lo menos públicamente, por caso las orgías. Lo
que resulta evidente es que hoy las puertas no están más abiertas, y la armonía
es una cuestión que existe en tanto y en cuanto no se hable de ciertas cosas,
siendo esta la mejor manera de avalar la idea de que la grieta es un invento
del croterío.. Los juegos olímpicos debían ser neoliberales, no podían caer en
manos del populismo de puertas abiertas. Los reclutas de los medios cumplieron
a la perfección su cometido mass media, que nadie se atreva a corromper sus
lágrimas de monopolio.
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