Por suerte volvieron los progre de los 90, todo se recicla. Ahora sí, están todos los que estaban, poné los fideos
Las caras del Presidente
Por Ernesto Tenembaum para Revista 23
Muchos años atrás, cuando recién se estrenaba como
jefe de gobierno porteño, le preguntaron a Mauricio Macri qué libro estaba
leyendo. Era una típica nota de verano. Macri respondió que, por esos días,
leía La Silla del Águila, por entonces la última creación del mexicano Carlos
Fuentes. Es difícil saber cuánta influencia tuvo ese texto en su concepción del
poder, sobre todo tanto tiempo después, pero releerlo en estos días permite,
tal vez, entender muchas cosas de las que han sucedido desde que asumió. Por
ejemplo, el domingo pasado, el columnista dominical de La Nación, Joaquín
Morales Solá, escribió una nota en cuyos primeros párrafos se refería a la cara
del Presidente. La semana pasada, la Casa Rosada había distribuido una foto en
la que se lo veía a Macri serio y concentrado. Los voceros difundían que la
expresión se debía a su preocupación por el alza de precios. Y de eso trataba
la nota. En La Silla del Águila, tal vez, se pueda encontrar una clave. Allí,
un presidente dice: “Te ponen en el pecho la banda tricolor, te ponen en la
Silla del Águila y ¡vámonos! Es como si hubieras subido a la montaña rusa. Te
sueltan del pináculo cuesta abajo, te agarras como puedes a la silla y pones
una cara de sorpresa que ya nunca se te quita, haces una mueca que se convierte
en tu máscara, con el gesto que te lanzaron te quedas para siempre, el rictus
ya no te cambiará en seis años, por más que aparentes distintos modos de
sonreír, ponerte serio dubitativo o enojado, siempre tendrás el gesto de ese
momento aterrador en que te diste cuenta, amigo mío, de que la silla
presidencial, es nada más y nada menos que un asiento en la montaña rusa que
llamamos República Mexicana”. Los precios se desbordan, sube el dólar, los
exportadores no liquidan divisas, caen las reservas, sale mal la reforma del
impuesto a las ganancias, los docentes exigen aumentos para empezar las clases:
si les dan, crece el déficit fiscal, si no les dan no abre el ciclo lectivo, la
negociación con los fondos buitre se para, las calles se llenan de gente
protestando. ¿Cómo le queda la cara al Presidente que se sienta en la montaña
rusa? Nadie le pidió que esté ahí, pero ahí está y la realidad va haciendo
estragos. La Silla del Águila fue escrita a principios de siglo pero transcurre
en el 2020, es decir, dentro de cuatro años. El presidente mexicano de ese año
decide desafiar a los Estados Unidos y, como represalia, México es desconectado
completamente del sistema satelital, se queda sin comunicaciones. No andan los
celulares, ni los correos electrónicos. Entonces, los personajes del poder se
comunican por cartas. Gracias a ese artilugio, Fuentes construye una novela
epistolar donde quedan documentados, por escrito, los consejos interesados, las
presiones, los zalameos, las agachadas, los pactos corruptos, los altercados de
alcoba, las estrategias de poder que rodean a Lorenzo Terán, ese presidente, el
único que no escribe. Lo fundamental del libro –su trama central– es que
retrata la caída de un líder moderado, que confía en la sociedad civil, tanto
que deja sus fuerzas libradas al azar, casi sin intervenir. Y fracasa. La
discusión sobre ese rol se expresa muchas veces a lo largo de las páginas de La
Silla del Águila. “Mi interés es que el Presidente se sacuda esa fama de
abúlico que en estos tres años se ha venido creando, falazmente convencido,
como lo está, de que los problemas se resuelven solos, de que un gobierno
entrometido acaba creando más problemas de los que resuelve y de que la
sociedad civil debe ser la primera en actuar. Para él, el Gobierno es la última
instancia”, escribe, por ejemplo, un asesor presidencial. –Suelte ideas, señor,
antes de que se las suelten a usted. A la larga, si usted no tiene ideas, será
arrollado por las ideas de los demás –le aconsejan. Esa ansiedad por la
inacción presidencial recorre todo el libro. “Aproveche el período de gracia al
asumir la Presidencia. Las lunas de miel son muy cortas. Los bonos democráticos
se devalúan de la noche a la mañana”. Las estrategias de poder no suelen ser
binarias. Un presidente no es débil o fuerte, sin términos medios, y lo mismo
todo el tiempo. Además, a largo plazo, muchas de las cosas que suceden no
dependen de sí mismo: muchas veces la sobreactuación de la fortaleza revela, en
sí misma, una enorme fragilidad. Pero está claro que, en sus primeros pasos,
Macri eligió no ser el presidente de la novela de Carlos Fuentes sino entrar
pateando puertas, quebrando límites. Para desánimo de los partidarios de ambos,
es algo bastante parecido al pensamiento del kirchnerismo: solo es obedecido quien
es temido y para ser temido es necesario amenazar con despidos, falta de
fondos, o decretos innecesarios. En función de ese objetivo, las normas
republicanas no parecen ser muy útiles. Así es la política, decían antes, y lo
dicen ahora. El fantasma de Fernando de la Rúa, sin dudas, sigue afectando al
liderazgo nacional. El otro aspecto que es notable en La Silla del Águila es la
manera en que se expresa el desnivel de poder entre el gobierno saliente y el
entrante. Un ex presidente, por ejemplo, le escribe a su sucesor. “La victoria
de ser Presidente desemboca fatalmente en la derrota de ser ex presidente.
Prepárese usted. Hay que tener más imaginación para ser ex presidente que para
ser Presidente. Porque fatalmente dejará atrás un problema con nombre: el suyo.
Los problemas de México vienen de siglos atrás. Nadie ha sido capaz de
resolverlos. Pero la gente siempre hará responsable de todo el mal del país al
que detenta y, sobre todo, al que abandona el poder”. Ese es un rasgo central
de estas semanas. El Gobierno ha empezado a aplicar un plan que, como mínimo en
el corto plazo, afecta negativa y sensiblemente el nivel de vida de los
argentinos. Sin embargo, sus índices de aprobación son altísimos. Y esto porque
la sociedad le adjudica la culpa, mayoritariamente, al gobierno anterior. Es un
clásico que, en su momento, disfrutó y estiró al máximo el kirchnerismo como
ahora lo sufre, lo disfruta el macrismo como tal vez en el futuro lo pague.
Hasta el final de sus mandatos, Carlos Menem y Cristina Kirchner atribuyeron a
la pesada herencia la culpa de todo lo malo que ocurría: a los “saqueos y la
hiperinflación” (Menem) o al neoliberalismo de los ’90 (Cristina). Ese camino,
por ahora en versión ascendente, ha comenzado a recorrer Macri. Basta imaginar
la reacción social que se hubiera producido si Cristina Fernández hubiera
tomado alguna, una sola, de las siguientes medidas: despedir o tolerar el
despido de miles de personas; reformar leyes importantes por decretos de
necesidad y urgencia; tolerar o respaldar la detención de una referente
opositora sin condena previa ni siquiera en primera instancia; designar en la
Unidad Antilavado a una abogada de un banco investigado por lavado de dinero;
instaurar por decreto el derribo de aviones del narcotráfico o la emergencia en
seguridad; intentar nombrar jueces de la Corte sin el acuerdo del Senado. En el
texto de Fuentes que leyó Macri quedaron registrados los consejos al Presidente
de su ministro de Hacienda. Los párrafos son notables. Por ejemplo: “Le reitero
mi Evangelio para la salud económica del País. Primero, evite la inflación. No
permita que se pongan a funcionar las maquinitas de billetes so pretexto de
emergencia nacional. Segundo, aumente los impuestos para sufragar la emergencia
sin sacrificar los servicios. Tercero, mantenga bajos los salarios en nombre de
la emergencia misma: más trabajo pero menos sueldo es, si así lo sabe presentar
usted, la fórmula patriótica. Y por último, precios fijos. No tolere, castigue
severamente a quien se atreva, en situación de emergencia, a aumentar los
precios”. En La Silla del Águila también hay interesantes reflexiones para la
etapa actual que atraviesa Cristina o, quién dice, la que atraviese Macri en el
futuro. Escribe un ex presidente: “El acto propiciatorio de un nuevo Presidente
es matar al predecesor. Prepárese, señor Presidente. Cuídese. A ver quién lo
acompaña en la desgracia como lo acompañó en la gloria. Allí se miden, solo
allí, las lealtades. La oportunidad o virtud que nos queda es la muy difícil de
ser ‘el mejor ex presidente’ –no dejar que se nos escape una sola queja, pasar
por alto que hirieron a los nuestros, borrar todas las afrentas, ser leal al
nuevo Jefe de Estado. Se lo advierto: es la parte más difícil. Nos inclinamos a
la rabia, al odio, al resentimiento, la intriga, la vendetta. Sentimos la
tentación fatal de jugar al Conde de Montecristo. Grave error. Si a la voluntad
de venganza se le añade el dolor del exilio, voluntario de derecho pero
obligado de hecho, acaba usted perdiendo la noción de la realidad, inventándose
un país imaginario, creyendo que todo sigue como lo dejó usted, al bajar del
trono...”. La política es un territorio cruel. Por suerte, también está la
literatura.
Por suerte, queda el periodismo, que no es para nada corrupto o cruel.
ResponderEliminarAh, y el más débil es Clarín.
Es de los que siempre encontrará el atajo de ponerse del lado del "más débil".
ResponderEliminar... de la chantería no se vuelve.
Un tipo que no tiene retorno
ResponderEliminarLa importancia de llamarse necio...digo,Ernesto. Nah,ni para basura reciclable califica este don...
ResponderEliminares el traidor que mas odio porque se hace el progre el hdmp
ResponderEliminarA TODodos estos payasos nunca mas
ResponderEliminarNo se si me dan mas bronca los pobres ignorantes que se dejaron manipular, o estos progres a la violeta, que se pasaron doce años tirando mierda y ahora se vienen a hacer los impolutos. Este es uno, y Perez Esquivel otro. (Tengo mas, por las dudas)
ResponderEliminarTenemos para hacer dulce Antonio. Incluso algunos ex compañeros de estos espacios que se atrevieron a hablar sobre la derechización de Cristina. Cuánta miopía.. cuánto enanismo político..
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