NATANSON POR NATANSON… y los primeros meses del gobierno de Macri



A MI ENTENDER UN MUY ACUARELIZADO BALANCE DEL JOVEN PERIODISTA LIBEROPROGRESISTA JOSÉ NATANSON SOBRE LA GESTIÓN MACRI…  a esto le llamo dentro de la profesión meter la cabeza y la ideología bajo la tierra de la conveniencia analítica.. Pero no nos detengamos en la argumentación ad hominen, pongamos atención en la dialéctica y en las construcciones gramaticales que utiliza para sintetizar las políticas que desarrolla el oficialismo y ese permanente navegar por las aguas de las consecuencias, como si en política hubiera una sola forma de resolver los dilemas, como si la ideológica y los intereses no existieran… Ergo, si para salvar la ropa y a modo de prefacio debemos reivindicar dos o tres medidas de Menem estamos algo faltos de argumentos…

Y aquí la pregunta que me inquieta desde hace un buen tiempo, un par de largos años diría: ¿La batalla cultural se perdió o nuestros cuadros intelectuales más representativos al respecto decidieron hace mucho tiempo correrse del camposanto en vistas a sus convenencias y dejarnos solos ante la imposibilidad de una segura victoria? Ayer me puse a ver Corazón Valiente, film bastante pobre y chato que solo se esmera por exhibir los hermosos ojos celestes de Mel Gibson y de paso relata la historia de William Wallace y de Robert Bruce y el primer intento serio liberador de los escoceses con relación a la corona británica a fines del siglo XIII. En la decisiva batalla de Falkirk los nobles escoceses se retirar dejando al pueblo militante a merced de la tropas del Rey Inglés Eduardo I apodado El Zanquilargo o Piernas Largas. Una negociación entre nobles escoceses e ingleses a espaldas de Wallace y su gente determinaron la suerte del vulgo: la muerte...  Es la política, estúpidos..  dirían en estos tiempos... 

Primer balance
Por José Natanson para Le Monde diplomatique Cono Sur

Es habitual que el periodista, más allá de esa licuadora afiebrada en la que se convierten las redes sociales en momentos de cambio, reciba comentarios críticos de lectores y amigos. Y por más que disponga de los niveles de autoconfianza imprescindibles para editorializar todos los meses acerca de la vidriosa realidad argentina, cuando varios de esos comentarios apuntan en el mismo sentido se impone la duda: ¿demasiado suave con el macrismo?, tal la crítica repetida a partir de la lectura de los últimos editoriales y tapas de el Dipló, crítica que objeta la idea de “nueva derecha”, acusa a Macri de recurrir al discurso de la igualdad de oportunidades como una máscara detrás de la cual esconde sus verdaderos intereses de clase y de ser, en definitiva, más rústico y malintencionado de lo que venimos planteando.


Tomando nota de estas críticas, propongo a continuación un primer balance, necesariamente tentativo, de la nueva gestión, con dos aclaraciones. La primera, siguiendo al maestro Mario Wainfeld, es que un gobierno democrático nunca puede ser juzgado en blanco o negro; incluso en los peores es posible encontrar zonas de luz: el menemismo, por ejemplo, eliminó el servicio militar obligatorio, suprimió de la Constitución la cláusula que estipulaba que el presidente debía ser católico y creó las primeras universidades del conurbano. La segunda aclaración es que un gobierno no debe ser visto como la aplicación sistemática de un plan infalible sino como un conjunto desordenado de políticas, decisiones tomadas un poco a ciegas y reacciones instintivas ante circunstancias inesperadas: un gobierno es un rumbo general, un tono, una intención.


¿Qué se puede decir entonces, a casi dos meses de su asunción, del gobierno de Macri? Comenzando por la dimensión económico-financiera, lo primero que se nota es una claridad de objetivos ausente en otras áreas: devaluación, eliminación de las restricciones a la compra de divisas, supresión de las trabas burocráticas para importar y exportar, baja de impuestos y retenciones, recorte de subsidios y reinserción en los mercados financieros internacionales previo acuerdo con los fondos buitre y el FMI; todo ello conforma un programa market-friendly claramente explicado y desplegado sin titubeos desde el minuto uno.


Aunque todas las decisiones están conectadas, su éxito se juega sobre todo en la estabilidad del tipo de cambio. ¿Qué significa esto? Desde un punto de vista macroeconómico, una devaluación es exitosa si suceden dos cosas: a) el precio del dólar no se desboca, y b) la tasa de devaluación supera a la tasa de inflación (de otro modo el efecto es neutro y hay que devaluar de nuevo). Hasta ahora el gobierno fue exitoso en lograr a); el éxito de b) se comprobará recién a fin de año. Desde el punto de vista social, en cambio, una devaluación implica siempre un efecto regresivo para quienes perciben ingresos fijos en pesos, es decir trabajadores y jubilados. No se trata de un daño colateral: el objetivo de una devaluación, de cualquier devaluación, es bajar los costos internos en dólares –entre ellos los salarios– para devolverles competitividad a la economía y oxígeno a los exportadores.

En un rápido ejercicio de devaluaciones comparadas, podríamos decir que la devaluación kirchnerista de enero del 2014 fracasó macroecómicamente (fue superada por la inflación) pero no socialmente (la batería de medidas sociales adoptadas posteriormente lograron evitar sus efectos más perniciosos). Queda para otro debate si lo primero no fue consecuencia de lo segundo, al menos en parte.


Decíamos que el conjunto de decisiones económicas adoptado por el nuevo gobierno conforma un típico programa liberal tendiente a desmontar el entramado de controles, regulaciones e intervenciones construido durante la década anterior, con la promesa de liberar las fuerzas del mercado como motor idealizado de un crecimiento que ahora se promete recién para el 2017. Uno podrá cuestionar sus consecuencias sociales, la transferencia de ingresos hacia los sectores más concentrados de la economía, sus seguros efectos sobre el empleo, pero lo cierto es que exhibe una coherencia muy superior a la de otras áreas de la gestión, donde reina el desconcierto. Insisto: se podrá estar en contra, pero el plan es consistente. Y para nada sorpresivo: en este punto, Macri está haciendo exactamente lo que dijo que iba a hacer.


No sucede lo mismo en la dimensión, digamos, político-institucional, donde Macri no sólo no está haciendo lo que dijo que iba a hacer sino que está haciendo justamente lo que dijo que no iba a hacer. La designación de dos jueces de la Corte por decreto, la anulación, también por decreto, de parte de la ley de medios y los despidos en el sector público disiparon rápidamente la fina acuarela pastel de diálogo institucional y consenso político construida con declaraciones y gestos. Porque, ¿qué sentido tiene citar a los gobernadores, cruciales para cualquier negociación en el Senado, a un amable almuerzo en Olivos, y dos días después despacharse, solito y sin avisar, con el anuncio de la Corte? Por si hacía falta, la extravagante secuencia de la fuga de los condenados por el triple crimen demostró que el diálogo inter-jurisdiccional es más complejo de lo que habitualmente se piensa.


Y sin embargo, propongo una moratoria respecto de la utilización del adjetivo “autoritario”, tan socorrido durante el kirchnerismo, y una política de austeridad en las comparaciones históricas, como aquella que describe al macrismo como “una revolución libertadora sin tanques”, porque una revolución libertadora sin tanques no es una revolución libertadora y porque la definición se acerca peligrosamente a la célebre boutade de Elisa Carrió: “El kirchnerismo es como el nazismo sin campos de concentración”. 


Hasta cierto punto, la estrategia oficial es comprensible. Todo gobierno, si llega al poder desde la oposición y con promesas de cambio, se afirma contra el gobierno anterior, tal como hizo, con buen tino y durante muchos años, el kirchnerismo con el menemismo. La construcción de la diferencia es un recurso básico para afianzarse en el poder. Esto no avala el despido de empleados públicos por razones ideológicas ni la criminalización de la protesta social.


Es en este contexto que conviene poner en cuestión la definición de Beatriz Sarlo, líder del partido “yo no lo voté”, en el sentido del macrismo como un “cristinismo invertido”, que hace exactamente lo contrario a lo que hubiera hecho la gestión anterior. ¿Es tan así? Gestualmente, sí: con sus bucólicas reuniones de gabinete, largas conferencias de prensa e invitaciones abiertas a los opositores, el presidente busca contrastar su estilo zen con la aspereza anterior. Se nota también, con el ingreso del hornero y el yaguareté a los nuevos billetes, un intento por diferenciarse de la sobrecarga ideológica de la década pasada, que a veces se pasaba de rosca: uno de sus momentos más pintorescos fue la deriva escatológica de los conflictos identitarios reflejada en uno de los capítulos de la serie “Cuentos de identidad”, financiada por el Ministerio de Infraestructura y transmitido por la TV Pública, acerca de un joven que insiste en que su hijo lleve su apellido pese a la opinión de su mujer, que le ruega acepte un cambio de nombre. “Sólo al enfermo de tu papá se le puede ocurrir que Culo es un apellido que se puede llevar con dignidad”, le dice.


Pero hay, como siempre hay, algo que une pasado y presente. Y no está muy lejos si uno lo busca: el cordón umbilical que conecta al macrismo con las gestiones anteriores es el viejo y muy analizado hiperpresidencialismo argentino, que comenzó a construirse a fines del alfonsinismo y del que ningún presidente ha logrado apartarse. Ni Aramburu ni Rojas, ni Gandhi ni Mandela, Macri recurre a las prácticas decisionistas típicas de nuestro “rey con nombre de presidente”, según la célebre definición de Alberdi: decretos de necesidad y urgencia, ejercicio unilateral más que coalicional del poder, decisiones sorpresivas y, en el futuro y con toda probabilidad, vetos. Las pruebas están a la vista: como escribió Guillermo O’ Donnell, la justificación de esta práctica concentradora, que obliga más que habilita al presidente a actuar eludiendo contrapesos y controles, es la emergencia, o al menos la sensación de emergencia, que Macri ha declarado en áreas tan diversas como la economía y la seguridad, las estadísticas y el campo.


Rebobinemos antes de concluir. El primer gobierno de derecha democráticamente elegido de la historia argentina llegó al poder con un programa económico articulado y, tan importante como aquello, funcionarios capaces de implementarlo. Los principales beneficiarios de sus decisiones coinciden limpiamente con su base electoral: los productores agropecuarios de la zona núcleo, los trabajadores formales mejor pagos, las clases medias cansadas del estilo kirchnerista. Macri está construyendo su minoría intensa, más allá de las sugerencias de Jaime Durán Barba, a quien hace tiempo hemos decidido dejar de subestimar y que, según cuentan en el gabinete del PRO, reclama una gestión más abierta e inclusiva. 


Porque el sesgo es evidente. Frente a la debilidad organizativa e ideológica cada vez más marcada de las fuerzas políticas, el sociólogo francés Frédéric Sawicki sugiere estudiar lo que define como “entorno partidario”, es decir el medio social en que está implantado un partido, los “mundos sociales de pertenencia” de sus funcionarios y dirigentes, que comparten experiencias, valores y visiones, según la definición de Gabriel Vommaro. No hace falta esperar los estudios politológicos que ya llegarán para afirmar que el gobierno del PRO muestra una homogeneidad social, profesional y fonética inédita desde la recuperación de la democracia, lo que tal vez explique que el macrismo, tan hiperkinético a la hora de liberar la economía, reformar la ley de medios o premiar al campo, no haya anunciado, salvo la suma de 400 pesos por única vez a los jubilados y beneficiarios de la Asignación Universal, una sola medida importante en materia de política social, laboral, sanitaria o educativa. Para un país que ya se familiarizó con las advertencias Alfonso Prat-Gay, la mano dura Patricia Bullrich o las promesas de Aguad, las ideas de los responsables de las áreas que supuestamente deben hacer cumplir el objetivo de pobreza cero siguen siendo un enigma, comenzando por el Ministerio de Desarrollo Social, en cuyo sitio web, al cierre de esta edición, seguía apareciendo como titular… Alicia Kirchner.

Fuente: Le Monde diplomatique Cono Sur



Comentarios

  1. Este señor,como varios mas(entre ellos Sietecases),cambio su discurso blanqueando su pesamiento. Por otra parte coincidente con su formacion liberal.

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  2. 1) Estuve buscando las palabras 'neoliberalismo' y 'neoliberal' en el texto, pero no las encontré. Debe ser porque este muchacho había dicho que "el neoliberalismo ya pasó", e intentando mantener una mínima coherencia en su discurso de progresismo europeo de bajas calorías ha decidido obviar dicha calificación.

    2) Insiste, en consonancia con lo anterior, de denominar "nueva derecha" a una coalición que no ha hecho más que implantar el programa económico de Martinez de Hoz de hace 40 años, más aquel mismo desprecio visceral hacia las clases populares reflejada en la represión a trabajadores y niños de las villas y en la encarcelación de Milagro Sala; a lo que solo le ha añadido nuevas estrategias de marketing como sello específicamente propio. Al parecer ha recibido críticas por esta interpretacion y no es para menos.

    3) Interesante observar el silencio ante las continuidades históricas evidentes entre pasados gobiernos neoliberales y el actual. ¿Acaso es casualidad que Melconián y Sturzenegger sean parte del gobierno actual, por poner solo dos ejemplos? ¿No es evidente en el discurso, en los funcionarios que esto no es más que la continuación del neoliberalismo, esto es, la supremacía del anarcocapitalismo financiero sobre los intereses de los trabajadores?

    ¿Dónde está el misterio Natanson? ¿Para qué tanto análisis superficial?

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  3. El miedo es un arma poderosa. Ver a todos tus compañeros de trabajo siendo echados y perseguidos es algo que no se vivió en este pais en décadas. Y debe causar temblores de esfinter en muchos. ¿Pero que quedará para las clases mas humildes que no tienen el "colchón" que tienen ciertas elites de la clase media/alta a la que pertenece este muchacho?
    Quedará en su conciencia. Lo importante es ¿que van a hacer los líderes políticos que deben enfrentar este terror?, por eso son líderes y políticos, por tener el valor de enfrentar el terror y defender a los mas débiles, sin ambiguedades, ni medias tintas. Por eso alguien como VHM ademas de "periodista y relator" es también un lider político que representa a sectores débiles, por esa capacidad valerosa en la palabra y el gesto, algunos son solamente "periodistas".

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  4. "el objetivo de pobreza cero siguen siendo un enigma"

    ?????

    No me había dado cuenta, pero tiene problemas serios este muchacho. No hay nada "enigmático", es bien explícito este gobierno.

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  5. Con todo respeto, por algo se quedo este pelotudo en la TV publica, Este es uno mas de los que se suben a todos los bondi bajo su paraguas analitico-intelectual, y hasta hace unos meses ( este la iba preparando por las dudas ), entendía y explicaba lo que era la diferencia

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  6. Tal vez nuestro error Daniel es ver potenciales Rodolfos Walsh donde no los hay, corrijo tal vez para mal de ellos existió un Rodolfo Walsh. Un tipo que nunca antepuso su ser comprometido e ideologico para ser un simple burócrata y cronista epocal rentado. Lo que más me llamó la atención del artículo es su mirada distante a los actuales sufrimientos del pueblo. El tipo cuenta, ni siquiera comete la humana torpeza de indignarse.

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  7. Acá se puede pensar en un jueguito de pinzas, de poco vuelo pero posible, por un lado tenemos el humano cagazo a que te saquen el banquito si lommbardi se siente "agredido" o, también, podés ligar el bamquito de alguno de los otros que van quedando en el camino por "agresivos" con lombardi o virgencita similar.
    Seas corcho o mierda, siempre se puede flotar, no?

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