El blindaje que los medios hegemónicos y el establishment económico
le prodigan al procesado jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y
candidato presidencial por Cambiemos, Mauricio Macri, resultó ser, finalmente,
vulnerable. La denuncia realizada por el diarioTiempo
Argentino revelando
el negociado entre la fantasmagórica empresa La Usina, de Fernando Niembro, y
sus contratos por más de veintiún millones de pesos traspasó el vallado de
protección. Golpeó duro, lastimó la imagen y los valores pro del honestismo y
transparencia PRO y reveló lo que es una práctica sistémica en el manejo de los
recursos de los ciudadanos porteños en el partido de Macri.
El remanido recurso utilizado por el PRO, ése
que se jactaba de la transparencia de exhibir públicamente a través de su
página web todos los contratos celebrados por el Gobierno de la Ciudad de
Buenos Aires, quedó reducido a una burda burla. Todos recordarán cómo el mismo
Macri y Horacio Rodríguez Larreta solían responder “tenemos todos los contratos
con proveedores publicado en la página web, cualquiera puede entrar y verlos,
incluso el manejo de la pauta publicitaria”. Algo que no se condice con lo
denunciado por la legisladora Gabriela Cerruti: los cuatrocientos mil pesos
mensuales destinados a una radio en la provincia de Misiones durante una
cantidad de meses, que llegaría a cifras de varios millones de pesos. Ni, en
realidad, con ninguno de los casos que se denunciaron recientemente. La “página
de la transparencia de la gestión” no lo es tanto.
El impacto de la
denuncia del caso Niembro y su repercusión debió ser replicada por los medios
hegemónicos en sus portales de noticias. No lo pudieron tapar ni esconder. El
Niembrogate suscitó un editorial del diario La Nación pidiendo que el relator deportivo diera
un paso al costado. Y así fue.
La
Nación, el más dañino y
antiguo conocedor del uso de golpear y de conducir campañas de desestabilización
a lo largo de la historia, le marcó la cancha a Macri a través de un editorial.
Esto bastó para que Niembro renunciara a su candidatura como primer diputado por la provincia de Buenos Aires. El malestar y las disidencias internas que causaron la denuncia de Niembro estaban siendo tramitadas con dificultad y alto costo cuando a principios de la semana pasada se sumó la denuncia contra Eduardo Amadeo y los contratos que lo beneficiaron por más de cuatro millones de dólares. Lo de Amadeo resulta, además de poco pro, muy desvergonzado: semanas atrás, al ser consultado por el caso Niembro en el programa de espectáculos Intratables, negó enfáticamente, casi indignado, que él nunca hubiera tenido que ver con contratos con el Estado y que solamente se dedicaba a criar vacas, aunque una de ellas sea la que le saca leche al Estado porteño.
Límite a la impunidad
Los escándalos
denunciados, la corrupción de los honestos, revela que bajo la impunidad que le
proveen sus jefes corporativos y mediáticos el PRO se constituyó bajo la
construcción de una gran falacia que culmina develándose como una impostura en
su principal bandera: la honestidad, la nueva política.
Las prácticas acerca del manejo de las cuentas
de la ciudad se encuentran dentro de los procedimientos y lógicas de la
administración del sector privado, de las empresas de las que provienen gran
parte de los funcionarios del gabinete de Macri, y de sus asesores más cercanos
que se dedican al negocio de la construcción. La derecha logró instalar que el
desenvolvimiento de las prácticas del ámbito privado no son objetables porque
el ámbito privado es prolijo y honesto frente a lo público, siempre ineficiente
y corrupto. Sobre este axioma se trabajó durante décadas en la conciencia
política de amplios sectores sociales para imponer el desprecio hacia la
política, centrando su atención de corrupción pública y ponderando las buenas y
honestas artes en lo privado. Según esa lógica, lo privado nada tiene que ver
ni impacta en el resto de los ciudadanos y en nada les afecta el accionar
monopólico de los privados, sus condicionamientos en el mercado interno, en las
finanzas, en los precios, en la inflación, en la fuga de capitales y en la
evasión impositiva.
Vulnerables
Valen algunas consideraciones respecto de las
denuncias que destapan el accionar sistémico de cómo opera y entiende la
gestión de lo público el PRO. En primer lugar, que es posible penetrar el
blindaje que dispone el PRO, y que las denuncias fundadas, producto de la
investigación rigurosa, no puede ser escondida eternamente, ni hay Grupo Clarín
ni tribunas de doctrinas que los puedan tapar. La infalibilidad del PRO, como
la de cualquier gobierno o fuerza política, puede ser puesta sobre el tapete y
tener sus altas consecuencias.
En segundo lugar, que al no estar acostumbrados
a quedar expuestos de manera grotesca como en los episodios antes destacados,
la reacción ante el escándalo los deja en mayor evidencia por la falta de
reflejos que la impunidad de los intocables les otorgó. Por último, que las
denuncias judiciales, si bien fundamentales, y que seguirán el curso que dicte
la Justicia, permiten desnudar de qué manera conciben estos sectores a la
política, cuáles son sus programas de gobierno y con cuáles herramientas
gobernarían un país en caso de acceder a la presidencia de la Nación. Pero,
esencialmente, desnudar la hipocresía montada sobre la supuesta honestidad y
transparencia, de la que no pocos ciudadanos, al menos, vieron resquebrajarse
en los últimos días. Y volver a discutir de política, en serio, y de qué
modelos de país se encuentran en pugna en menos de 30 días. Esto es lo que
realmente importa.
Tucumán y después
Las denuncias de fraude en las elecciones de
Tucumán, potenciadas luego por el extemporáneo y vergonzoso fallo de la Sala I
de la Cámara en lo Contencioso Administrativo de esa provincia, fueron un
ataque directo no ya al gobierno nacional, sino al sistema democrático y su
estabilidad institucional, la que el republicanismo tanto proclama defender. El
pedido de anulación de las elecciones tuvo su límite luego de que la Corte
tucumana avalara el resultado de las urnas proclamando a Juan Manzur como el
ganador. La desmesura del derrotado radical amarillo José Cano de recurrir a la
Corte Suprema de la Nación fue desarmada por el propio Macri recomendándole
aceptar el fallo de la Corte provincial y dar por terminado el asunto. La Corte
presidida por Ricardo Lorenzetti hubiera rechazado tal desmesura. La operación
fraude pergeñada como un primer paso que luego se extendería como reguero de
pólvora al que el país se encaminaba hacia a un proceso electoral inviable que
estallaría el 25 de octubre, fracasó. El PRO –Cambiemos, radicales, y otros–
quedó en el centro de la escena, pegado en la peor de las fotos de un sistema
democrático: el de no soportar lo que expresa el voto popular.
Las elecciones limpias, y ejemplares, en la
provincia de Chaco, una semana atrás, y el triunfo del Frente para la Victoria
a nivel gobernador e intendente de Resistencia, fue el golpe de gracia que
terminó, al menos por ahora, con la operación desesperada opositora.
El diario La
Nación, el martes pasado, una vez más bajo una supuesta nota
periodística, le advertía a Macri titulando: “Aconsejan a Macri callar sobre
casos polémicos”. “No atacará a Massa ni se referirán a las denuncias que
salpican al PRO”. Todo esto no es PRO, pero está bueno.
Fuente: Miradas al Sur
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