El debate político de la
Patria se ha reducido por completo. Y no puede ser de otra manera cuando uno de
los interlocutores se niega rotundamente a entender sobre cuestiones
determinantes. Me refiero puntualmente a realizar una sesuda comparativa entre
el país del 2003 y el país del 2015. En la actualidad opera con mayor
contundencia una misteriosa y casi ridícula puja de rating entre un show
televisivo “pseudopolítico” y un partido de fútbol plagado de suplentes, que
abordar un análisis serio sobre el proceso político vigente y sus posibles
correcciones de cara al futuro. Considero que hay conductas que no tienen
retorno. Comportamientos sembrados de incoherencias y perversiones que en algún
caso nos tranquilizan como oficialistas, ya que están cometiendo los mismos
errores que en el 2011, pero que en lo profundo de nuestras convicciones
políticas en nada enriquecen al conjunto. Como mencionara Nicolás Casullo hace
una década, “Néstor Kirchner asume en el 2003 la responsabilidad de una pieza
semiarqueológica: los militantes peronistas "setenteros", ahora
cincuentones, quienes viven la biografía del movimiento del 45 como sentados en
una estación abandonada y ventosa muy al sur del país por donde volver a pasar,
aunque todavía no se note, ni se crea, ni se oiga, aquel verdadero tren de la
historia que algún día podrá llenar de humo purificador a la patria”. Pues
desde aquel momento hasta la fecha, desde aquella invitación al sueño cuál es
el balance. Hay cientos de contadores que se esfuerzan por exhibir lo que debió
haber sido sin especificar el cómo, los modos. Por ejemplo: ¿Puede haber AUH
sin la nacionalización de los fondos de pensión y sin las retenciones que
afectan a los productos primarios? ¿Podemos establecer estrategias
industrialistas para agregarle valor a nuestras exportaciones sin tener el
manejo soberano de nuestras fuentes de energía? ¿Cómo se logra estar cerca del
hambre cero sin afectar intereses de los sectores dominantes?. John W. Cooke
sentenció por el 64: “para saber cuáles son nuestras fallas y llegar a sus
causas hay que tener una visión global de la Argentina, de las fuerzas que
chocan en su seno, de las características que revisten esos conflictos. Dentro
de ese marco histórico, hay que examinar el significado del peronismo, con qué
tendencias sociales es irreductiblemente antagónico, qué políticas lo
condenarán a frustrarse y cuáles sirven al objetivo de realizarnos como destino
nacional. Por no plantearse correctamente todo esto, las burocracias siempre
rectifican los aciertos y reinciden en los errores. La indigencia teórica
arrastra a los desastres estratégicos. Lo primero que procuramos demostrar en
la brevedad de este informe es que la teoría política no es una ciencia enigmática
cuya jerarquía cabalística manejan unos pocos iniciados, sino un instrumento de
las masas para desatar la tremenda potencia contenida en ellas. No les llega
como un conjunto de mandamientos dictados desde las alturas, sino por un
proceso de su propia conciencia hacia la comprensión del mundo que han de
transformar”. Resulta muy fácil caer en la celada reduccionista cuando el
antagonista es tan básico. No se puede salir a jugar sin entrenar, y uno
entrena con los propios. Por eso desarrollar pensamiento crítico dentro del
oficialismo, dentro de aquel multitudinario pogo popular del bicentenario me
parece esencial en los tiempos que corren. De ese modo nos evitaremos caer en
la indigencia teórica de la que nos habló Cooke………………………..
Ante la existencia de una
oposición exigente nos debemos exigir, pero ante la ausencia de ella, tal como
ocurre en el presente, nos debemos interpelar doblemente, la comodidad
intelectual nunca ha sido buena novia………………………….….......................................
Juan José Hernández Arregui
afirmó que “La clase media tiende a la formación de grupos intelectuales que
fluctúan, por diversos motivos, entre las élites que miran hacia arriba y los
ghettos espirituales que miran hacia abajo. Esto explica la abundancia de
intelectuales de izquierda que se pasan a la derecha ideológica, al
conservatismo social. En realidad, los intelectuales son los que sienten más
vivamente esta situación incierta que ocupan en la sociedad. Mientras la
perspectiva de descender les lleva a la comprensión de la lucha que libra la
clase trabajadora por otra parte les estimula a no caer en ella. En la escuela
le enseñaron a preferir el inmigrante al nativo, en el colegio nacional que el
capital extranjero es civilizador, en la Universidad que la Constitución de
1853 ha hecho la grandeza de la Nación o que la inestabilidad política del país
es la recidiva de la montonera o de la molicie del criollo. Este estado de
espíritu, fomentado sutilmente por la clase alta aliada del imperialismo,
distorsiona la conciencia de estos grupos, cuyo escepticismo frente al país
favorece el pasivo sometimiento intelectual. Estos intelectuales democráticos,
a veces a pesar de ellos, sin conciencia de su verdadera situación al ligarse a
la oligarquía, representan a la pequeña burguesía pro imperialista. El carácter
uniformemente extranjerizante de sus escritos, refleja la naturaleza portuaria
de esa mentalidad parasitaria del comercio de exportación.
En esa literatura
hay una voluntad narcotizante en el doble plano estético y político”………………………………………………
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