EL PERONISMO: Los malos y los buenos de la película




FRANCISCO BALAZS  - PARA MIRADAS AL SUR

La irrupción del peronismo hace setenta años dio lugar a la configuración de un nuevo sujeto político que para los sectores conservadores y reaccionarios, de ahí en adelante, sería la síntesis de todas las culpas y desgracias que perseguirían los destinos del país como una suerte de maldición insuperable. Con lucidez, John W. Cooke lo definió como “el hecho maldito del país burgués”. Buscando la justicia social, el peronismo pateó el tablero del orden social preestablecido modificando todas las relaciones, no sólo las político-partidarias.
El peronismo fue señalado como el centro del retroceso y atraso, mientras producía el inmediato reacomodamiento de las grandes líneas ideológicas que desde entonces imperan en el país y que, rápidamente, se reposicionaron como lo opuesto al peronismo, tanto la derecha conservadora y reaccionaria como la izquierda errante y, desde el centro, con un ideario democrático, el radicalismo.
De diferentes maneras, todos pretendieron apoderarse de la representación de la pulcritud democrática, republicana, erigiéndose como defensores irrestrictos de las instituciones, de las libertades individuales, amparados por una Justicia independiente. Entre los distintos mitos configurados a lo largo de estas décadas, uno de ellos afirma que la Argentina sólo puede ser gobernada por el peronismo, y que cuando le toca ser oposición es imposible para el gobierno que sea sostenerse en el poder porque con el peronismo en la oposición no se puede.
El partido-movimiento fundado por Juan Perón quedó signado, de manera excluyente, como “antidemocrático”, con rasgos de autoritarismo o autoritario a secas, dispuesto a hacer uso de todo tipo de malas prácticas, de punteros, de entrega de dádivas para mantener niveles de pobreza que les garantizarán votos. También de feudalista, caudillista, inescrupuloso en su construcción de poder, y de lograr (sin importar cómo) que todos se agrupen detrás del conductor surgido en cada etapa. La bolsa de gatos a la que se refirió Antonio Cafiero muchos años atrás.
Entre las responsabilidades que atribuyen al peronismo está también la mentada división entre los argentinos, máxima recurrente desde hace setenta años, con eso de que llegó para dividir a un país que hasta entonces era unido, homogéneo, sin enfrentamientos, donde no existían fraudes patrióticos, ni punteros y mafiosos conservadores, ni persecuciones, ni golpes cívico-militares apoyados… por los ahora republicanos. Algo que la historia no puede ocultar. Los que sostuvieron 18 años de proscripción al peronismo, persecuciones, tortura y vejaciones también son esos mismos republicanos.
En caso de que el peronismo sea todo aquello que desde hace setenta años configura el sentido común gorila, la pregunta es en qué se han diferenciado sus críticos, desde los moderados a los más acérrimos. ¿Difiere la acción política de la oposición de las endilgadas al peronismo? ¿Qué lugar ocupan los empresarios que se beneficiaban con los excedentes desorbitantes arrancados al obrero antes de la irrupción del peronismo? ¿El manejo de estos empresarios que quieren regresar a aquellos tiempos y el de estos “republicanos” es remotamente diferente de las características que imaginan en quienes no toleran? En las provincias en las que disputa poder la “nueva política”, estos buenos pro-hombres, ¿no sobran las prácticas apoyadas en alianzas con los sectores económicos y corporativos? ¿No hay dirigentes corruptos? ¿Cómo se denominaría este tipo de “acuerdos”? ¿Estrategia? ¿Cuánto tienen de bolsa de gatos la UCR, el PRO, la CC y el Frente Renovador?
¿Cuando hace meses se insultaban, trababan de corruptos, inútiles y estúpidos, sólo parecía que se peleaban y en realidad se estaban reproduciendo? Abandonaron posiciones, convicciones, idearios, partidos, rompieron agrupaciones, crearon alianzas de ocasión, agrupaciones vecinales, ungieron candidatos desesperados. Se aliaron con los que ayer eran enemigos acérrimos, corruptos e indecentes. En todos los casos, se vieron obligados a mostrar sus verdaderos rostros, a quitarse los ropajes que disfrazan sus verdaderas identidades y visiones de país.
El nerviosismo ante la posibilidad de que el actual período peronista se extienda a 16 años los hace pensar menos en un eventual triunfo que en lo que harán a partir del 11 de diciembre. Les queda continuar con la estrategia de desgastar, ensuciar y deslegitimar cualquier triunfo del FpV, y llegar al 10 de diciembre con un gobierno que arranque acorralado y debilitado. La estrategia no es original, ni de creación vernácula. Pero si realmente se metieron en la política preocupados en “un otro” ésta es una invitación a recuperar las ideas, el debate y una vieja consigna, independientemente de quien la haya dicho: “Primero la Patria, después el movimiento y finalmente los hombres”.


Comentarios