DEMOCRATIZAR LA EUROZONA por YANIS VAROUFAKIS - REVISTA SIN PERMISO



FUENTE: Revista Sin Permiso

Al igual que Macbeth, los responsables politicos tienden a cometer nuevos pecados para cubrir sus viejas faltas. Y los sistemas políticos demuestran lo que valen por la rapidez con la que ponen término a los errores de política que se refuerzan mutuamente, en serie. A juzgar por este patrón, la eurozona, que comprende 19 democracias asentadas, va por detrás de la mayor economía no democrática del mundo.

Tras el arranque de la recesión que siguió a la crisis financiera global de 2008, los responsables politicos de China pasaron siete años substituyendo la menguante demanda de exportaciones netas del país con una búrbuja inversora propia, inflada por la agresiva venta de terrenos de las autoridades municipales. Y cuando llegó el momento de ajustar cuentas este verano, los dirigentes chinos gastaron 200.000 millones de reservas extranjeras ganadas con esfuerzo para jugar al Rey Canuto tratando de contener la marea de un mercado de valores en desbandada.

Comparado con la Unión Europea, no obstante, el esfuerzo del gobierno chino por corregir sus errores  – permitiendo finalmente que descendieran los tipos de interés y los valores bursátiles – parece un modelo de rapidez y eficiencia. Desde luego, la fracasada "consolidación fiscal y programa de reformas"  griegos y la forma en que los dirigentes de la UE se han aferrado a ello,  pese a cinco años de pruebas de que el programa no tiene posibilidades de éxito, son sintomáticos de un fracaso de la gobernación europea más amplia, el cual tiene profundas raíces históricas.

A principios de los años 90, la traumática ruptura del Mecanismo de Tipos de Cambio no hizo más que fortalecer la resolución de los dirigentes de la UE por apoyarla. Cuanto más quedaba a la luz lo insostenible del programa, más tenazmente se aferraban a él los funcionarios, y más optimista se volvía su relato. El "programa" griego no es más que otra encarnación de la inercia teñida de color de rosa.

Los últimos cinco años de diseño de la política económica han constituido una notable comedia de los errores. La lista de los errores de política es casi interminable: subida de los tipos de interés por parte del Banco Central Europeo en julio de 2008 y de nuevo en abril de 2011; imposición de la austeridad más rigurosa a aquellas economías que se enfrentaban al peor bajón; tratados autoritarios que abogaban por devaluaciones competitivas internas del tipo de "políticas de empobrecimiento del vecino" y una unión bancaria a la que le falta un programa adecuado de seguridad para los depósitos.

¿Cómo pueden salirse con la suya? Al fin y al cabo, su impunidad política resalta en agudo contraste no sólo con los Estados Unidos, donde los funcionarios responden por lo menos ante el Congreso, sino también con China, donde se le podría perdonar a uno por pensar que los funcionarios están menos sujetos a rendición de cuentas que sus colegas europeos. La respuesta reside en la naturaleza fragmentada y deliberadamente informal de la unión monetaria europea.

Puede que los funcionarios chinos no rindan cuentas ante un Parlamento o congreso democráticamente elegido; pero los funcionarios del gobierno disponen de un cuerpo unitario.– el comité permanente de siete miembros del Congreso del Politburó – ante el que deben responder de sus fracasos. La eurozona, por otro lado, está gobernada por un eurogrupo oficialmente no oficial, que comprende a los ministros de Economía de los estados miembros más los representantes del BCE y, cuando se debaten los "programas económicos en lo que está implicado", el Fondo Monetario Internacional.

Sólo muy recientemente, como resultado de las intensas negociaciones del gobierno griego con sus acreedores, se dieron cuenta los ciudadanos europeos de que la mayor economía del mundo, la eurozona, está regida por un organismo que carece de reglas de procedimiento escritas, debate "de forma confidencial" asuntos cruciales (y sin que se tomen actas), y no se ve obligado a responder ante ningún organismo electo, ni siquiera ante el Parlamento Europeo.

Sería un error pensar en el enfrentamiento entre el gobierno griego y el eurogrupo como un choque entre la izquierda de Grecia y la corriente principal conservadora de Europa. Nuestra "Primavera de Atenas" tenía que ver con algo más profundo: el derecho de un pequeño país europeo a poner en tela de juicio una política fracasada que estaba arruinando las perspectivas de una generación (o dos), no sólo de Grecia sino también de otros lugares de Europa.

La Primavera de Atenas quedó aplastada por razones que nada tenían que ver con la política de izquierda del gobierno griego. Una vez tras otra, la UE rechazó y denigró la política del sentido común.   

La prueba A son las posturas de ambas partes sobre política fiscal. Como ministro de Economía de Grecia, propuse una reducción del impuesto de ventas y servicios, el impuesto sobre la renta y el impuesto de sociedades, con el fin de ensanchar la base fiscal, aumentar los ingresos y dar un empujón a la quebrantada economía de Grecia. Ningún seguidor de Ronald Reagan habría discrepado de mi plan. La UE, por otro lado, exigió – e impuso – subidas en las tres tasas impositivas.

Así pues, si el forcejeo de Grecia con sus acreedores europeos no fue un enfrentamiento izquierda-derecha, ¿qué es lo que fue? En cierta ocasión escribió el economista norteamericano Clarence Ayres, como si describiera a los funcionarios de la UE: "Le hacen a la realidad el cumplido de atribuirle estatus ceremonial, pero lo hacen con el fin de validar ese status, no de lograr la eficiencia tecnológica". Y se salen con la suya porque los que toman las decisiones no están obligados responder ante ningún organismo soberano.


Nos toca a aquellos de nosotros que deseamos mejorar la eficiencia de Europa, y atenuar sus graves injusticias, trabajar para repolitizar la eurozona como primer paso para democratizarla.  Al fin y al cabo, ¿no merece Europa un gobierno que rinda cuentas por lo menos más de lo que lo hace el de la China comunista?

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