Tsipras está destinado a
fracasar: los verdaderos vencedores en Grecia son los prestamistas
Fuente: www.sinpermiso.info
"Actuar es fácil, pensar es difícil y actuar
según se piensa, terriblemente incómodo", decía Goethe. Del exministro de
finanzas griego y colaborador habitual de SinPermiso, Yanis Varoufakis, pueden decirse muchas cosas.
También que es un raro representante en nuestros días del tipo humano retratado
por aquella máxima tan característicamente emblemática de los grandes valores
de la Ilustración. SP
Alexis Tsipras ha arrancado una victoria resonante
de las fauces de la humillante rendición de julio ante la Troika de los
prestamistas de Grecia. Desafiando a los partidos de la oposición, a las
encuestas de opinión y a los críticos presentes en sus propias filas (entre
ellos, quien esto escribe), se ciñó a un gobierno con una mayoría reducida,
aunque manejable. La pregunta es si puede combinar seguir al frente del
gobierno con estar en el poder.
Los mayores perdedores fueron los partidos menores
que ocupan los extremos del debate que siguió al referéndum. La Unidad Popular
fracasó de modo increíble a la hora de explotar la aflicción que sintió una
mayoría de los votantes del “No” después del giro radical que dio Tsipras en
favor de un acuerdo que recortaba aún más la soberanía nacional y que
incrementaba los niveles ya despiadados de austeridad. Potami, partido que se
ubica a modo de niña bonita reformista de la Troika, tampoco logró reunir el
voto, más reducido, del “Sí”. Con un victorioso Tsipras ahora firmemente al
timón con el programa de la Troika, los partidos pro-Troika de última moda no
tenían nada que ofrecer.
La gran ganadora es la Troika misma. A lo largo de
los últimos cinco años, las proyectos de ley firmados por la Troika se
aprobaron en el Parlamento con mayorías absolutamente exiguas, lo que dejó
noches sin dormir a sus responsables. Hoy, los proyectos necesarios para
apuntalar el tercer rescate pasarán con cómodas mayorías, pues Syriza está
comprometida con ellos. Casi todos los diputados de la oposición (con excepción
de los comunistas del KKE y los Nazis de Amanecer Dorado) se encuentran también
de acuerdo.
Por supuesto, para llegar a este punto, la
democracia griega ha tenido que verse profundamente herida (1,6 millones de
griegos que votaron en el referéndum de julio no se molestaron en acercarse a
las urnas el domingo pasado), lo que no supone una gran pérdida para los
burócratas de Bruselas, de Frankfurt y Washington D.C., para los que la
democracia parece ser, en todo caso, un inconveniente.
Tsipras debe ahora poner en práctica una
consolidación fiscal y un programa de reformas que estaba destinado a fracasar.
Las pequeñas empresas sin liquidez, sin acceso a los mercados de capital,
tienen ahora que pagar anticipadamente los impuestos del año que viene sobre la
base de una proyección de sus beneficios para 2016. Los hogares tendrán que
apoquinar escandalosos impuestos sobre la propiedad de los apartamentos sin
ocupar y de las tiendas, que ni siquiera pueden vender. El aumento de la tasa
del IVA hará que se dispare la evasión del IVA. Semana sí, semana no, la Troika
irá exigiendo medidas políticas más recesivas muy antisociales: recortes de
pensiones, prestaciones infantiles más reducidas, más ejecuciones de hipotecas.
El plan del primer ministro para capear este
temporal se fundamenta en tres compromisos. En primer lugar, el acuerdo con la
Troika es un asunto por cerrar, lo que deja lugar para nuevas negociaciones de
importantes detalles; en segundo lugar, el alivio de la deuda llegará pronto; y
tercero, se afrontará la cuestión de los oligarcas griegos. Los votantes
apoyaron a Tsipras porque parecía el candidato que con más probabilidad podía
realizar estas promesas. El problema es que su capacidad de llevarlas a cabo se
ve gravemente circunscrita por el acuerdo que ya tiene firmado.
Su capacidad de negociación es desdeñable, dada la
condición clara del acuerdo de que el gobierno griego debe “acordar con la
Troika todas las acciones pertinentes para el logro de los objetivos del
memorándum de entendimiento” (nótese la ausencia de todo compromiso de acuerdo
por parte de la Troika con el gobierno griego).
Llegará el alivio de la deuda, pero no será
terapéutico. El alivio de la deuda resulta importante, en el sentido de que
permita menos austeridad (es decir, menos objetivos de superávit primario) para
impulsar la demanda y agitar los instintos animales de los inversores. Pero ya
hay acuerdo un sobre la severa austeridad (absurdos superávits primarios del
3,5% del PIB de 2018 en adelantes) que disuade a inversores sensatos.
La tercera promesa resulta clave para el éxito de
Tsipras. Habiendo aceptado un nuevo préstamo de los de ampliar y fingir que
limita la capacidad del gobierno de reducir la austeridad y cuidar de los más
débiles, la razón de ser que sobrevive en una administración de izquierdas
consiste en enfrentarse a los nocivos intereses creados. Sin embargo, la Troika
es la mejor amiga de los oligarcas, y viceversa. Durante los primeros seis
meses de 2015, cuando poníamos en tela de juicio el monopolio de la Troika
sobre la facultad de dictar medidas políticas en Grecia, sus mayores
partidarios dentro del país eran los medios informativos en manos de los
oligarcas y sus agentes políticos. La misma gente y los mismos intereses que se
han adherido hoy a Tsipras. ¿Puede volverse él contra ellos? Yo creo que sí lo
quiere, pero la Troika ya ha inutilizado sus principales armas (obligándole,
por ejemplo, a disolver la unidad de delitos económicos, la SDOE).
En 2014, el primer ministro conservador Antonis
Samaras se encontró en un callejón sin salida similar, teniendo que aplicar un
programa fallido de la Troika. Recurrió a similar lealtad a la Troika mientras
hacía una labor de zapa y presentaba peticiones de laxitud, para que no ganara
Syriza.
¿Tendrá más éxito Tsipras a la hora de fingir un
compromiso con otro fracasado programa de la Troika? Las perspectivas no son
luminosas, pero no deberíamos descartarlo. Su suerte depende de que su nuevo
gobierno siga vinculado a las víctimas de su acuerdo con la Troika, aplique
reformas de verdad para dar cierta confianza a las empresas de buena voluntad
para que inviertan y utilice el recrudecimiento de la crisis para exigir
concesiones reales a Bruselas. Sería una hazaña. Pero, al cabo la victoria, por
dulce que sea, no es la cuestión. La cuestión estriba en marcar la diferencia.
Hablando de diferencias, los conservadores hicieron
todo lo posible por proyectar una imagen más suave durante la campaña. Pero,
ay, por desgracia para ellos la crisis de los refugiados obligó a su
misantropía a salir a la luz. El contraste entre el recibimiento que se le
brindó a millares de personas en semanas recientes y los campos que construyó
el gobierno de Samarás explica por qué los progresistas decepcionados se
inclinaron por volver a Syriza en los colegios electorales.
En raros momentos de inexplicable optimismo, me
gusta imaginar que la gentileza hacia los desconocidos en apuros puede ser
presagio de una renovada campaña del gobierno griego contra la distópica visión
de Europa a ojos de la troika.
Comentarios
Publicar un comentario