Sabido es que “un intelectual es aquel que perteneciendo a un conjunto político y social nunca
deja de cuestionarlo”. Jean Paul
Sartre realizó dicha afirmación en las vísperas del Mayo Francés. Y nos estamos
refiriendo a uno de los más notables filósofos, dramaturgos y escritores del
siglo pasado, adherente a las corrientes existencialistas y ferviente
entusiasta de las ópticas marxistas, aunque independiente de las burocráticas
estructuras político/partidarias, tanto socialistas como comunistas. Sartre
ponía sobre las espaldas de los intelectuales la colosal tarea de pensar
infatigablemente sobre los supuestos aceptados socialmente a modo de sentencias
definitivas. Pensar lo pensado definiría muchos años después nuestro José Pablo
Feinmann. Sartre nos aseguraba que el SER europeo se había hecho a sí mismo
creando esclavos y monstruos, observando con preocupación su alto grado de
criminalidad burguesa, percepción recogida durante su estancia
analítico/científica en las colonias del norte africano, afirmando que tener
conciencia de algo no es otra cosa que SER en el mundo, siendo la libertad el
mismo fundamento de ese SER.
Varios detalles se desprenden de esta
breve introducción con relación a nuestra contemporaneidad y las
manifestaciones postelectorales de nuestros intelectuales vernáculos.
Curiosamente formados en su mayoría desde el marxismo, incluyen una rica
historia militante juvenil dentro de los espacios que el mismo Sartre proponía
como ámbitos adecuados para la rebelión política y el debate mutitemático.
No vamos a exponer como argumento
superficial aquellas posturas del pasado con respecto a las visiones del presente.
Me parece injusto y a la vez deshonesto, desde la inteligencia, comparar dos
fotografías de una misma persona cuya diferencia de revelado oscila en cuarenta
años sin tener en cuenta lo que sucedió en la sociedad durante ese mismo
período. Tanto Horacio González como Nicolás Casullo se explayaron a las claras
sobre los cambios y los recodos históricos; observarse como pérfido, como
converso y demás cuestiones que hacen al ríspido asunto.
Trataremos aquí de deconstruir las
falacias que editorialmente se nos presentan bajo el velo de conclusiones
axiomáticas por parte de una elite que presupone la existencia de verdades
absolutas.
Sin querer ya arribamos al primer hallazgo
quirúrgico. El afirmar que existen verdades absolutas.
En aquel recordado programa 678, en el
cual estuvo invitada Beatriz Sarlo, la intelectual, de modo enfervorizado,
sostenía, en representación de los medios dominantes, que era falso el concepto
sobre la incidencia política de estos en el humor popular y que ese era un
relato ficcional diseñado por el mismo Gobierno para inventar un enemigo de
modo unificar militancia. Aseguraba que los medios no tenían la menor
proyección en las decisiones de las personas y que solamente un 30% de la
población sostenía algún grado de interés político.
Pasaron sólo seis meses y dos elecciones
para que Beatriz Sarlo siga los preceptos del maestro Sartre y haya
reconsiderado sus absolutos escrutando aquellos pensamientos iniciales. En la
actualidad, desde las páginas de La Nación, asume como tesis indiscutible el
enorme poder comunicacional y propagandístico del Gobierno que explican, en
cierto modo, su fabuloso triunfo electoral. La viudez, la construcción del
mito, la muerte de Néstor Kirchner configuran el arsenal simbólico que la
intelectual observa como factores determinantes en el triunfo oficialista. En
180 días pasamos de la nula incidencia de lo mediático al protagonismo absoluto
de los factores comunicacionales.
No observamos en sus análisis ninguna
causa política que determine el 54% obtenido por la Presidenta, detiene su
atención en el impacto metafísico y mediático que supone que la población se
manifiesta a través de dicha simbología y no de la percepción de un modelo que
la contiene y la satisface.
La cooptación figura como un ítem adicional
subestimando la capacidad racional de los ciudadanos. Inclusive y de modo
llamativo, ha fugado hacia delante construyendo la idea de una llamada
cooptación cultural de pensadores, artistas y creadores.
Beatriz Sarlo tuvo el enorme privilegio de
experimentar su propio cambio, su interna metamorfosis intelectual, gracias a
la actitud colectiva de un pueblo que le demostró un SER distinto al de ella.
Beatriz Sarlo ya no piensa que los medios no tienen incidencia. Y es penoso que
una coyuntura desfavorable a su ideario la haya desasnado. Su ausencia de
pensamiento crítico para con su propio grupo de pertenencia social y cultural
fue factor esencial para no percibir, en su momento, la tangible realidad.
Escrutar su propio microclima; tal cual afirmara Sartre como tarea esencial del
intelectual.
“Por eso no es
recomendable creer lo que en el fragor del combate escribimos”, sentenció Horacio González. En
oportunidades un transparente y democrático cachetazo nos ubica al inicio,
debiendo repensar cada paraje transitado y cada construcción entendida como
absoluta.
“Hay
momentos en que el pueblo sintetiza en la acción los pasajes más significativos
de su historia”... decía Agustín
Tosco
Sartre desafió sus propios supuestos
relacionándose directamente con las colonias norafricanas de modo obtener sus
percepciones concretas con respecto al etnocentrismo europeo. Procuró
reflexionar sobre el SER del otro para completar su propio SER, de modo evitar
caer en aquello de que “el peor
enemigo de la revolución es el burgués que muchos revolucionarios llevan
adentro”.
Desconozco si Sarlo mantuvo charlas con la
muchachada de La Cámpora, si visitó la obra en Jujuy de Milagros Sala, si
procuró entender la lógica de las organizaciones sociales, si se interesó en
saber cómo cambió la vida de cada sector afectado por las distintas
asignaciones establecidas. Temo que se quedó enredada en su propio SER, temo
que no intentó enriquecer su inteligencia y menos aún sus visiones con formatos
tan desconocidos para ella como atrayentes desde la antropología social. Fijó
su atención en los medios, la propaganda y el movimiento bloggero... Vaya
recorte de la sociedad... (ver nota “Las Grietas de Sarlo”.. sitio del Ateneo
Popular Arturo Jauretche de Coronel Dorrego)
Al igual que Tomás Abraham, Martín
Caparros, Marcos Aguinis y Alejandro Rozichner, Sarlo no considera el SER del
otro como un SER esencial sino como necesario complemento adicional,
antropológicamente ruraloide y marginal desde lo racional, plagado de visiones
periféricas, fácilmente cooptable y baratamente adquirible.
“El arte de nuestros enemigos, señalaba Jauretche, es desmoralizar, entristecer a los pueblos. Los pueblos deprimidos no
vencen. Por eso venimos a combatir por el país alegremente”... Y luego agregaba “el gran
problema de la inteligencia Argentina es no querer entender que son las
condiciones locales las que deben determinar el pensamiento político y
económico”...
“Lo actual, en
definitiva, es un complejo amasado con el barro de lo que fue y el fluido de lo
que será”.
Tal vez por eso algunos transmutados, sin
argumentaciones sólidas, necesitan proyectar sus fantasías en las tertulias y
en los festivales radiales ibéricos financiados por aquellos que trabajan como
hijos bobos de encumbrados escritores devenidos en representantes corporativos.
En el libro El Interior, el ex integrante
del fabuloso programa El Monitor Argentino, Martín Caparros, hace una excelente
descripción de nuestro interior profundo. Siguiendo una ruta prefijada acumula
un anecdotario de situaciones límites y pobreza. Él como veedor, como guía
turístico y no como parte de ese SER esencial llamado país. Algo, con similar
intencionalidad, realizó el empresario Jorge Lanata con una pequeña en la
ciudad de Tucumán.
Alguna vez me pregunté si estos
voluntariosos testigos y denuncistas de la pobreza comparten sus rentabilidades
con los auténticos inspiradores y protagonistas de sus esclarecedoras historias
de vida. Tratar de SER un poco el otro para completarse uno, entendiendo de ese
modo al conjunto.
“El intelectual
europeizante, tanto liberal como marxista, siempre trató de confundir
civilización con cultura, como en la escuela se sigue confundiendo instrucción
con educación. La idea nunca fue desarrollar América según América,
incorporando los elementos de la civilización moderna; enriquecer la cultura
propia con el aporte externo asimilado, como quién abona el terreno donde crece
el árbol. Se intentó crear Europa en América, transplantando el árbol y
destruyendo al indígena que podía ser un obstáculo al mismo, para su
crecimiento según Europa, y no según América”, sentenció Arturo Jauretche, para luego
agregar más adelante “la
falsificación de la historia ha perseguido precisamente esta finalidad.
Impedir, a través de la desfiguración del pasado, que los argentinos poseamos
la técnica, la aptitud para concebir y realizar una política nacional. Mucha gente no entiende la necesidad del revisionismo porque no
comprende que la falsificación de la historia es una política de la misma
historia destinada a privarnos de la sabiduría madre: la experiencia.
Y vaya tal recorrido
si tenemos en cuenta las últimas declaraciones de Sarlo con relación a un nuevo
intento por reeditar la alianza y su antojadizo armado en donde las subas y
bajas pasan por su libre albedrío y deseo, y no por cuestiones en donde la
dialéctica y la praxis política juegan roles cardinales. Sarlo aquí pretende
falsificar la historia haciendo como que dicha receta nunca ocurrió, al igual
que los muertos, la desocupación y la extrema pobreza del 2001/2002… Podemos
afirmar sin temor a equivocarnos y más allá de toda polémica que la política
fue parida por el conflicto, en cambio la antipolítica fue parida por el “consensismo”,
línea argumentativa que ante la mínima puja suele imponer desde una sospechosa
superioridad moral preceptos éticos lábiles y banales falsamente acuerdistas,
pero debido al empuje de los medios dominantes, extremadamente
fundamentalistas.
Muy instructivo su blog, Cumpa; realmente desconocía que Caparrós, Tomas Abraham, Aguinis y demas mencionados hubieran trascendido de la categoría de redactores a tanto la línea, a la de intelectuales. Gracias por la información....
ResponderEliminarEste artículo data del 2011 agiornado a nuestros días. Sucede que estos tipos insisten es autodefinirse como pensadores
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