En una de las tantas reuniones que se dan en la Unidad
Básica de Guisasola se disparó el tema de la gestión política, su relación con
la ideología y la “necesaridad” que tienen los pueblos. Me refiero puntualmente
a esa suerte de pensamiento inicial que surge a partir de la sentencia: “No me
importa quién trae la mejora lo importante es que llegue”, premisa con la que a
priori me permití disentir desde la dialéctica y desde la praxis política
debido a que está bastante cerca al sentido común, pensamiento inicial arriesgado
sin demasiada elaboración. Hace poco la precandidata a Jefa de Gobierno de la ciudad
de Buenos Aires por el Macrismo afirmó que una persona ideologizada es una
persona cuadrada. En este caso una persona cuadrada es una persona que no es
inteligente y esto es prescindente de su ideologización. Vale decir, se puede tener
o no tener ideología y ser un imbécil, por el contrario se puede tener o no
tener ideología y ser una persona sumamente atractiva desde la inteligencia. La
ideología nunca será un factor limitante, en todo caso el factor limitante es
la estupidez, acaso y por experiencia propia la candidata, ausente de
pensamiento crítico, estaba confundiendo los términos.
Si hilamos finamente, diría que en la mayoría de los
casos, es más importante qué colectivo
político – con su correlato ideológico - te trae el supuesto beneficio que el
propio beneficio en función de lo que puede significar esa gestión de cara a la
suerte que tu colectivo social tenga en el futuro. Y es aquí en donde estoy
colocando al paradigma como sujeto político. Dialéctica y praxis, un matrimonio
en donde el divorcio no puede ni debe ser tema de conversación. Hablo de coherencia
y convicción política. Y es aquí en donde intervienen el cómo (herramienta) y
el para quién (prioridades), ambos conforman esa identidad político-ideológica
a la cual nos referimos. Si con la intención de bajar la inflación aplicamos
recetas que tienen relación con la baja del gasto público desarrollando una
política de achicamiento estatal estamos manifestando una declaración de
principios ideológicos. Yo te bajo la inflación, pero el precio son cien mil
tipos de la actividad pública que van a quedar en la calle. Si con el objeto de
que nuestros productos exportables sean competitivos en el exterior aplicamos
recetas devaluatoriamente intempestivas, bajamos el costo nacional pisando los
sueldos eliminando paritarias y fomentamos la desocupación de manera no se
dispare el precio de la mano de obra también estamos exhibiendo una fuerte
posición ideológica. Ambos ejemplos nos marcan prioridades y esas prioridades
nos explican las herramientas utilizadas. Pregunto: ¿Es tan relevante un metrobus
entonces como indicativo político? ¿Los ciudadanos, no deberíamos cuándo menos segmentar
la importancia de los temas para poder evaluar cada cuestión en su verdadera
magnitud política de forma tal evitar que nos manipulen? El quien es quien,
desde lo ideológico, tiene mucha relación con ese sospechoso pragmatismo que se
supone posee el gestionalismo. Nadie es del todo pragmático, como nadie es totalmente
idealista. La cuestión es no caer en la trampa política que algunos proponen, esto
es, que uno sea destinatario y protagonista de una argumentación dialéctica que
está totalmente divorciada de la praxis política real. Debatamos prioridades y
herramientas al mismo tiempo, de esa manera no nos pueden embaucar…
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