La tremenda segunda
semana de 2015, que conmovió al mundo, no sólo neutralizó cualesquiera buenos
augurios sino que merece una necesaria disección temática, por lo menos en tres
ítem.
El
primero refiere a los horrorosos, repugnantes asesinatos en el semanario
parisino Charlie Hebdo, que aparte de mostrar una vez más el grado de
criminalidad que desencadenan la intolerancia, el fanatismo y la violencia,
delatan la hipocresía y el cinismo que imperan en el mundo político
internacional y también en el doméstico.
No son
“los musulmanes” los asesinos, ni lo es el Islam, como no lo es ningún credo
religioso. Crímenes de lesa humanidad como este brutal y repudiable asesinato
de 12 dibujantes-humoristas tienen causas mucho más profundas y oscuras, que
remiten a poderes que sin dudas se benefician, y mucho, con la violencia y el
terrorismo en el mundo.
Se
podrá decir, como señaló esta semana el sorprendente papa Francisco, que toda
provocación religiosa conlleva peligros. Cierto. Pero también es cierto que
nada justifica la violencia ni el crimen. E igualmente cierta es la indecencia
de utilizar el dolor mundial para politiquerías de entrecasa, por ejemplo
cacareando supuestas defensas de una libertad de expresión a la que muchos de
los que hoy se muestran indignados han pisoteado por décadas.
El
coro local de supuestos adalides y defensores de esa libertad de expresión a la
que prohibieron y censuraron durante décadas y largas dictaduras sería gracioso
si no fuese, como es, condenable. Muchos de los que hoy firman artículos y
manifiestos no hubieran permitido aquí, ni en casi todo el mundo, la existencia
de un semanario como Charlie Hebdo. Ni un solo día.
Ahora
que en sus primeras planas dicen llorar estos atentados terroristas, su cinismo
resulta además chocante, pues casi nada dijeron ni dicen de los crímenes
masivos en Nigeria, Palestina, México, Honduras y otros países donde fanáticos
y esbirros producen similares horrores autojustificándose también en
intolerancias religiosas, políticas, económicas y/o culturales.
Por
eso no deja de ser ilustrativa la carta de un ciudadano catalán que circula en
Internet, y que desnuda la cruel paradoja del absurdo estado del mundo. En ese
e-mail un hombre cuenta que en su barrio, en Barcelona, estaban hartos de la inseguridad,
los robos en las casas y la deficiente vigilancia policial. Entonces, con su
esposa decidieron colocar en el balcón del primer piso una bandera de
Afganistán, otra de Pakistán y una tercera, negra, del Estado Islámico. El
cambio, asegura, fue benéfico de inmediato: ahora su casa está vigilada las 24
horas, su hija va al colegio seguida de un coche con agentes secretos y él
mismo va a su trabajo con escoltas, mientras su mujer permanece en casa, segura
y tranquila, porque la calle en que viven está perfectamente controlada.
La
violencia y el cinismo, está claro, son cuestionables desde el humor, como lo
hacían las doce víctimas del brutal ataque a Charlie Hebdo. Que en paz
descansen.
El
segundo tema refiere a la renovada torpeza de cierta oposición política que
padecemos aquí y que siempre compra paquetes envenenados o estúpidos. Como
ahora la “denuncia” del fiscal Alberto Nisman contra la Presidenta y el
canciller, quienes tomaron decisiones políticas que en su momento fueron
cuestionadas y discutidas en el Congreso, donde sin embargo se alcanzaron las
mayorías necesarias para avalar esas decisiones.
Se
trató y se trata, por lo tanto, de actos de gobierno. Que pueden ser discutidos
y eventualmente modificados, pero es una ridícula provocación judicializar.
Sobre todo cuando no es justicia lo que se busca, sino embarrar las calles de
la democracia atacando a un gobierno legítimo. Que podrá ser revocado en las
urnas, pero sólo si el pueblo así lo quiere.
Y el
tercer asunto es la administración de Justicia, una vez más. El sistema
argentino alcanza ya límites de ineficiencia, arbitrariedad y nula
transparencia nunca vistos. Por sus prácticas decimonónicas y antidemocráticas,
sus tradiciones ultraconservadoras y la corrupción generalizada están llevando
al país a límites peligrosos de inestabilidad. Lo que no es casual, porque el
golpismo en la Argentina nunca desapareció y cada tanto intenta formas de
sustitución inconstitucional del Poder Ejecutivo. Las llaman corridas bancarias
o crisis monetaria, a la vez que auspician saqueos y sabotajes de todo tipo,
como ahora los ferroviarios. Su objetivo es la ingobernabilidad, y es penoso
que incluso algún juez de la Corte Suprema pueda resultar sospechable.
De ahí
que resulta impactante el macizo silencio ante lo que sucede en la vecina
Bolivia. Donde el presidente Evo Morales anunció, el 5 de enero, que llamará a
un referéndum para decidir la reforma de la Justicia, lo que deberá hacerse
mediante una reforma constitucional.
La
crisis de la Justicia boliviana es un calco de la argentina, y no fue superada
tras la elección por voto popular, en 2011, de 56 magistrados para los
principales tribunales del país. Esas elecciones fueron impugnadas por la
oposición porque los candidatos eran preseleccionados por el oficialismo, y así
los votos nulos y en blanco alcanzaron el 60 por ciento.
Evo
Morales tenía entonces “mucha confianza” en el proceso, pero ahora debió
reconocer que “no cambió nada, y más bien ha empeorado la Justicia en Bolivia”.
Admitió que es imposible que el cambio se produzca desde la misma Justicia si
la ejecutan los jueces y fiscales actuales, y se refirió específicamente a la
lentitud en los procesos, la corrupción, el difícil acceso de la población al
sistema judicial y la presión política sobre jueces y magistrados. Por eso
convocó a que “el pueblo lo defina” mediante un referéndum.
Por
supuesto, para la oposición boliviana se trata sólo de una maniobra para
modificar la Constitución indigenista-socialista de 2009 y habilitar a Morales
para una reelección indefinida.
Ya se
verá cómo evoluciona la cuestión en Bolivia, pero el silencio en la Argentina
delata, mientras tanto, exactas similitudes.
Fuente:
Página 12
Vamos a ver como adorna con palabras lo acontecido con Nisman, Señor Sala. Tanto blabla con el menemismo, los militares, el cuco y la mar en coche y al final termina siendo un escriba apologista del gobierno más nefasto desde la vuelta de la democracia. Se les acabó el poco crédito que tenían. Vaya sacando pasaje para Cuba o Venezuela en estos días.
ResponderEliminarNo será necesario. La justicia le sabrá explicar lo sucedido con Nisman y si hay algún culpable de su muerte irá detenido. Por ahora no pienso viajar, el 10 de diciembre de este año y luego de triunfar nuevamente en los comicios vamos a sumir un nuevo período y seguiremos trabajando a favor de las mayorías.
ResponderEliminarjajaja está del marote usted mal, me parece que los humos de la planta recicladora que cerraron en girasola le afectaron las luces! no sé si llegan a febrero, porque si no se van ahora, vamos a una guerra civil, y ganas no me faltan de que vayamos de una puta vez a los tiros...
EliminarSi tu enorme coraje te impide identificarte me imagino tu osadía a la hora de exponer el cuerpo
EliminarAnimémonos y vayan, diría el anónimo, mujajajaja
ResponderEliminarSe tragan el anzuelo con plomo y todo, y vuelven por mas cada vez.
Este salame seguro pertenece a los servicios de estupidez, fácilmente manejados por los servicios de inteligencia, que desigual...
No me molestaría que intenten reformar la Constitución, si lo hacen de modo legal. Se puede llamar a constituyentes junto con las elecciones de Octubre. Pero puede ser que la reforma sea exactamente lo contrario de lo que pretendés, o sea que se aumente y se creen reaseguros para garantizar la independencia del poder judicial.
ResponderEliminarCon respecto al anónimo, me caen muy mal los argumentos ad hominem, lo digo por experiencia.