El fin de la televisión de masas
por Ignacio Ramonet, para Le Monde diplomatique edición española
Ante
el avance de internet y las redes sociales, la televisión se ha transformado
por completo, y algunas personalidades –como el director de Netflix– hablan
incluso de su posible desaparición. De un consumo lineal, los televidentes han
pasado a un consumo “en diferido” y “a la carta”.
La televisión
sigue cambiando rápido. Esencialmente por las nuevas prácticas de acceso a los
contenidos audiovisuales que observamos sobre todo entre las jóvenes
generaciones. Todos los estudios realizados sobre las nuevas prácticas de uso
de la televisión en Estados Unidos y en Europa indican un cambio acelerado. Los
jóvenes televidentes pasan del consumo “lineal” de televisión hacia un consumo
“en diferido” y “a la carta” en una “segunda pantalla” (computadora, tablet,
smartphone). De receptores pasivos, los ciudadanos están pasando a ser,
mediante el uso masivo de las redes sociales, “productores-difusores”, o
productores-consumidores (prosumers).
En los primeros años de la televisión, el
comportamiento tradicional del telespectador era mirar los programas
directamente en la pantalla de su televisor de salón, manteniéndose a menudo
fiel a una misma (y casi única) cadena. Con el tiempo todo eso cambió. Y llegó
la era digital. En la televisión analógica ya no cabían más cadenas y no
existía posibilidad física de añadir nuevos canales, porque un bloque de
frecuencia de 6 MHz equivale a una sola señal, un solo canal. Pero con la
digitalización, el espectro radioeléctrico se fracciona y se optimiza. Por cada
frecuencia de 6 MHz, en vez de una sola cadena, se pueden ahora transmitir
hasta 6 u 8 señales, y se multiplica de ese modo la cantidad de canales. Donde
antes en una zona había 7, 8 o 10 canales, ahora hay 50, 60, 70 o centenares de
canales digitales...
Esa explosión del número de cadenas disponibles,
particularmente por cable y satélite, dejó obsoleta la fidelidad del
telespectador a un canal de preferencia y suprimió la linealidad. Como en el
restaurante, se abandonó la fórmula del menú único para consumir platos a la
carta, simplemente haciendo zapping con el control remoto entre la nueva
multitud de canales.
La invención de la web –hace 25 años– favoreció el
desarrollo de internet y el surgimiento de lo que llamamos la “sociedad conectada”
mediante toda clase de links y enlaces, desde el correo electrónico hasta las
diferentes redes sociales (Facebook, Twitter, etc.) y mensajerías de texto y de
imagen (WhatsApp, Instagram, etc.). La multiplicación de las nuevas pantallas,
ahora nómades (computadores portátiles, tablets, smartphones), ha cambiado
totalmente las reglas de juego.
La televisión está dejando de ser progresivamente
una herramienta de masas para convertirse en un medio de comunicación consumido
individualmente, a través de diversas plataformas, de manera diferida y
personalizada.
Esta forma diferida se alimenta en particular en
los sitios de replay de los propios canales de televisión que permiten, vía
internet, un acceso no lineal a los programas. Estamos presenciando el surgimiento
de un público que conoce los programas y las emisiones pero no conoce
forzosamente la parrilla, ni siquiera el canal de difusión al que pertenecen
esos programas originalmente.
A esta oferta, ya muy abundante, se le suman ahora
los canales online de la Galaxia Internet. Por ejemplo, las decenas de cadenas
que YouTube difunde, o los sitios de video para alquilar a la carta. A tal
punto que ya no sabemos siquiera lo que la palabra televisión significa. Reed
Hastings, director de Netflix, el gigante estadounidense del video en línea
(con más de 50 millones de suscriptores), declaró recientemente que “la
televisión lineal habrá desaparecido en veinte años porque todos los programas
estarán disponibles en internet”. Es posible, pero no es seguro.
También están desapareciendo los propios
televisores. En los aviones de la compañía aérea American Airlines, por
ejemplo, los pasajeros de clase ejecutiva ya no disponen de pantallas de
televisión, ni individuales, ni colectivas. Ahora, a cada viajero se le entrega
una tablet para que él mismo se haga su propio programa y se instale con el
dispositivo como mejor le convenga (acostado, por ejemplo). En Norvegian Air
Shuttle van más lejos: no hay pantallas de televisión en el avión, ni tampoco
entregan tablets, pero el avión posee wi-fi y la empresa parte del principio de
que cada viajero lleva una pantalla (una computadora portátil, o tablet, o
smartphone) y que basta pues con que se conecte, en vuelo, al sitio web de la
Norvegian para ver películas, series o emisiones de televisión, o para leer los
periódicos (que ya no se reparten...).
Jeffrey Cole, un profesor estadounidense de la
Universidad UCLA, experto en medios en Internet y redes sociales, confirma que
la televisión se verá cada vez más por la Red. Nos dice: “En la sociedad
conectada la television sobrevivirá, pero disminuirá su protagonismo social;
mientras que las industrias cinematográfica y musical podrían desvanecerse”.
Sin embargo Jeffrey Cole es mucho más optimista que
el patrón de Netflix, ya que afirma que en los próximos años, el promedio de
tiempo consagrado a la televisión pasará de entre 16 a 48 horas a la semana
actualmente a 60 horas, dado que la televisión, dice Cole, “va saliendo de la
casa” y se podrá ver “en todo momento”, a través de cualquier
dispositivo-con-pantalla con sólo conectarse a internet o mediante la nueva
telefonía 5G.
El rol de las redes sociales
También hay que contar con la competencia de las
redes sociales. Según el último informe de Facebook, casi el 30% de los adultos
de Estados Unidos se informa a través de Facebook y el 20% del tráfico de las
noticias proviene de esa red social. Mark Zuckerberg afirmó hace unos días que
el futuro de Facebook será en video: “Hace cinco años, la mayor parte del
contenido de Facebook era texto, ahora evoluciona hacia el video porque cada
vez es más sencillo grabar y compartir”.
Por su parte, también Twitter está cambiando de
estrategia y está pasando del texto al video. En un reciente encuentro con los
analistas bursátiles de Wall Street, Dick Costolo, el consejero delegado de
Twitter, reveló los planes del futuro próximo de esa red social: “2015 –dijo–
será el año del video en Twitter”. Para los usuarios más antiguos, eso tiene
sabor a traición. Pero según Costolo, el texto –su esencia, los célebres 140
caracteres iniciales– está perdiendo relevancia. Y Twitter quiere ser el
ganador en la batalla del video en los teléfonos móviles.
Según los planes de la dirigencia de Twitter, se
pueden subir videos desde el móvil a la red social a partir de ahora, a
comienzos de 2015. Se pasará de los escasos seis segundos actuales (que permite
la aplicación Vine), a añadir un video, tan largo como sea, directamente en el
mensaje.
Google también quiere ahora difundir contenidos
visuales destinados a su gigantesca clientela de más de 1.300 millones de
usuarios que consumen unos 6 mil millones de horas de video cada mes... Por eso
Google compró YouTube. Con más de 130 millones de visitantes únicos al mes, en
Estados Unidos YouTube tiene una audiencia superior a la de Yahoo! En Estados
Unidos, los 25 principales canales online de YouTube tienen más de un millón de
visitantes únicos a la semana. YouTube ya capta más jóvenes de entre 18 y 34
años que cualquier otro canal estadounidense de televisión por cable.
La apuesta de Google es que el video en Internet va
a terminar poco a poco con la televisión. John Farrel, director de Youtube para
América del Sur, prevé que el 75% de los contenidos audiovisuales serán
consumidos vía internet en 2020.
En Canadá, por ejemplo, el video en internet ya
está a punto de sustituir a la televisión como medio de consumo masivo. Según
un estudio de la encuestadora Ipsos Reid and M Consulting “el 80% de los
canadienses reconocen que cada vez ven más videos en línea en la Web”, lo que
significa que, con semejante masa crítica (¡80%!), se acerca el momento en que
los canadienses verán más videos y programas en línea que en la televisión.
Nuevos modelos de uso
Todos estos cambios se perciben claramente no sólo
en los países ricos y desarrollados. También se ven en América Latina. Por
ejemplo, los resultados de un estudio realizado por la investigadora mexicana
Ana Cristina Covarrubias (directora de la encuestadora Pulso mercadológico)
confirman que la Web y el ciberespacio están cambiando aceleradamente los
modelos de uso de los medios de comunicación, y en particular de la televisión,
en México. La encuesta se refiere exclusivamente a los habitantes del Distrito
Federal de México y concierne a dos grupos precisos de población: 1) jóvenes de
15 a 19 años; 2) la generación anterior, padres de familia de entre 35 y 55
años de edad con hijos de 15 a 19 años. Los resultados revelan las siguientes
tendencias: 1) tanto en el grupo de los jóvenes como en la generación anterior,
las nuevas tecnologías han penetrado ya en alta proporción: 77% posee teléfono
móvil, 74% computadora, 21% tablet y el 80% tiene acceso a Internet; 2) El uso
de la televisión abierta y gratuita está bajando y se sitúa apenas en el 69%,
mientras que el de la televisión de pago está subiendo y ya alcanza casi el
50%; 3) Por otra parte, aproximadamente la mitad de los que ven la televisión
(29%), usan el televisor como pantalla para ver películas que no son de la
programación televisiva, ven DVD/Blu-ray o Internet/Netflix; 4) El tiempo de
uso diario del teléfono celular es el más alto de todos los aparatos digitales
de comunicación. El celular registra 3 horas 45 minutos. El ordenador tiene un
tiempo de uso diario de 2 horas y 16 minutos, la tablet de 1 hora y 25 minutos
y la televisión de apenas 2 horas y 17 minutos; 5) El tiempo de visita a redes
sociales es de 138 minutos diarios para Facebook, 137 para WhatsApp; en cambio
para la televisión es de sólo 133 minutos. Si se suman todos los tiempos de
visitas a las redes sociales, el tiempo de exposición diaria a las redes es de
480 minutos, equivalentes a 8 horas diarias, mientras el de la televisión es de
sólo 133 minutos, equivalentes a 2 horas y 13 minutos. La tendencia indica
claramente que el tiempo consagrado a la televisión ha sido rebasado,
ampliamente, por el tiempo consagrado a las redes sociales.
La era digital y la sociedad conectada son ya pues
realidades para varios grupos sociales en la Ciudad de México. Y una de sus
principales consecuencias es el declive de la atracción por la televisión,
especialmente la abierta, como resultado del acceso a los nuevos formatos de
comunicación y a los contenidos que ofrecen los medios digitales. El gran
monopolio del entretenimiento que era la televisión abierta está dejando de
serlo para ceder espacio a los medios digitales. Cuando antes un cantante
popular, por ejemplo, en una emisión estelar de sábado por la noche, podía ser
visto por varios millones de telespectadores (unos 20 millones en España),
ahora ese mismo cantante tiene que pasar por 20 canales diferentes para ser
visto a lo sumo por 1 millón de televidentes.
De ahora en adelante, el televisor estará cada vez
más conectado a internet (es ya el caso en Francia para el 47% de los jóvenes
de entre 15 y 24 años). El televisor se reduce a una mera pantalla grande de
confort, simple extensión de la Web que busca los programas en el ciberespacio
y en Cloud. Los únicos momentos masivos de audiencia en vivo, de
“sincronización social”, que sigan reuniendo a millones de telespectadores
serán entonces los noticieros en caso de actualidad nacional o internacional
espectacular (elecciones, catástrofes, atentados, etc.), los grandes eventos
deportivos o las finales de juegos de emisiones de tipo reality show.
El dominio estadounidense
Todo esto no es únicamente un cambio tecnológico.
No es sólo una técnica, la digital, que sustituye a otra, la analógica, o
internet que sustituye a la televisión. Esto tiene implicaciones de muchos
órdenes. Algunas positivas: las redes sociales, por ejemplo, favorecen el
intercambio rápido de información, ayudan a la organización de los movimientos
sociales, permiten la verificación de la información, como es el caso de
WikiLeaks... No cabe duda de que los aspectos positivos son numerosos e
importantes.
Pero también hay que considerar que el hecho de que
Internet esté tomando el poder en las comunicaciones de masas significa que las
grandes empresas de la Galaxia Internet –o sea, Google, Facebook, YouTube,
Twitter, Yahoo!, Apple, Amazon, etc.– todas ellas estadounidenses (lo cual en
sí mismo ya constituye un problema...) están dominando la información
planetaria. Marshall McLuhan decía que “el medio es el mensaje”, y la cuestión
que se plantea ahora es: ¿cuál es el medio? Cuando veo un programa de
televisión en la Web, ¿cuál es el medio? ¿la televisión o internet? Y en
función de eso, ¿cuál es el mensaje?
Sobre todo, como reveló Edward Snowden y como afirma Julián Assange en
su nuevo libro Cuando Google
encontró a WikiLeaks, todas esas mega-empresas acumulan información
sobre cada uno de nosotros cada vez que utilizamos la Web. Información que
comercializan vendiéndola a otras empresas. O también cediéndola a las agencias
de inteligencia de Estados Unidos, en particular a la Agencia de Seguridad
Nacional, la temible NSA. No nos olvidemos de que una sociedad conectada es una
sociedad espiada, y una sociedad espiada es una sociedad controlada.
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