por Claudio Mardones
Dos investigadores sociales trabajan en los diarios personales del ex provicario castrense. Los textos, salvados de la incineración, revelan que la Iglesia aportó 400 capellanes para acompañar la lucha antisubversiva. Tiempo Argentino accedió a ellos en exclusiva. La confesión del cura Victorio Manuel Bonamín.
Antes de
morir a los 82 años, en Funes, provincia de Santa Fe, monseñor Victorio Manuel
Bonamín pasó los últimos tiempos de su vida quemando papeles. Según consignó
Tiempo Argentino, se lo confesó al investigador José Pablo Martín en una
célebre entrevista que dio, quizás la única, antes de fallecer el 11 de
noviembre de 1991, luego de transitar su ancianidad en el seminario de la Casa
Obra Salesiana Ceferino Namuncurá, un lugar que las Fuerzas Armadas utilizaron
durante la última dictadura militar para desaparecer, al menos, a tres
personas. Bonamín, rosarino de nacimiento, fue provicario castrense entre abril
de 1975 y marzo de 1982 y su cercanía con los mandos militares muchas veces fue
igual, o mayor, a la que mantuvo su jefe Adolfo Servando Tortolo, el vicario
general de las Fuerzas Armadas y dos veces presidente de la Conferencia
Episcopal Argentina.
Nunca se
sabrá cuántos documentos, fichas y archivos habrá incinerado Bonamín en su
remanso salesiano. Según contó en 2011 Susana Beatriz Castiglione,
sobreviviente del centro clandestino de detención que funcionó dentro de Campo
de Mayo, el prelado castrense tenía fichas con información de desaparecidos y
de represores. Quizás fueron consumidas por el fuego de las hogueras secretas
que confesó Bonamín. Pero existe una parte de esa colección de documentos que
se salvó de la incineración. Son los diarios personales que escribió el
provicario entre 1975 y 1976 de puño y letra.
Una
detallada agenda diaria, de lunes a lunes, hora por hora, donde el cura anotaba
cada una de sus reuniones, reflexiones y conclusiones durante dos de los años
más tormentosos de la política argentina. Es posible que esa fruición se haya
extendido a lo largo de una bitácora íntima más amplia que incluyera todos los
años de plomo. Por ahora no hay forma de saberlo, aunque los registros
personales de Bonamín, entre el fin de la democracia y el comienzo de la
dictadura, aportan un relato en primera persona sobre la estrecha relación que
existía entre los mandos militares y la Iglesia Católica argentina. Los
documentos son parte de un extenso trabajo realizado durante más de seis años
por los investigadores sociales Ariel Lede y Lucas Bilbao, que recibieron el
diario personal de manos de un reconocido archivista eclesiástico: el sacerdote
tercermundista de la orden de los jesuitas José María Meissegeier.
En sus
750 páginas, el diario personal refleja todos "los encuentros,
sensaciones, tareas, compromisos y reuniones que tuvo Bonamín", explican
los investigadores a Tiempo Argentino luego de haber concluido el trabajo sobre
la primera documentación escrita en primera persona que refleja la estrechísima
relación entre la Iglesia y las Fuerzas Armadas antes y durante el golpe. Los
originales ahora están atesorados en la Comisión Provincial de la Memoria de
Buenos Aires, pero cada uno de sus párrafos fueron minuciosamente leídos y
entrecruzados por ambos jóvenes para construir el primer estudio sistemático
sobre el vicariato castrense en la Argentina.
"Bonamín
se reunió con más de 700 miembros de las tres Fuerzas Armadas en esos dos años
y, entre ellos, con diez integrantes de la SIDE y otros diez de la inteligencia
militar", cuenta Lede para graficar que el provicario no sólo hablaba con
los capellanes, sino que tenía un trato directo con buena parte de los
oficiales y suboficiales que luego se encargarían de administrar los centros
clandestinos de detención que el vicariato castrense acompañaría con una gran
cantidad de capellanes. Los caminos para esos hallazgos fueron abiertos a
partir del diario personal del pro vicario. Gracias a su lectura y al
entrecruzamiento con distintas fuentes oficiales que hicieron Lede y Bilbao,
ahora se puede saber que la Iglesia Católica aportó 400 capellanes entre 1975 y
1983 para acompañar "la lucha antisubversiva" que implementó la Junta
Militar durante su gobierno. La cifra es mucho mayor a los números
conocidos.
"Hasta
ahora no había un registro sintetizado y completo, pero cruzamos listados
oficiales, del Ministerio de Defensa, los boletines del vicariato y los 60 que
había en los registros y hemos podido demostrar que el vicariato castrense
nunca fue una institución separada de toda la Iglesia", explica Bilbao. La
prueba, agrega Lede, radica en que el vicariato "se componía de capellanes
castrenses y auxiliares. Los castrenses tenían trabajo exclusivo y los
auxiliares tenían su tarea en la parroquia y colaboraban con el vicariato. Para
que esos capellanes auxiliares integraran el vicariato necesitaban la
autorización del obispo diocesano, y a partir del entrecruzamiento que hicimos,
hemos podido concluir que los capellanes auxiliares conformaron, entre los años
'75 y '83, el 75% del personal del vicariato, con lo cual comprobamos que se
trataba de la institución eclesiástica y militar que físicamente dependía de la
autoridad de la Iglesia en general, que le brindaba sacerdotes para que
funcionaran como capellanes. De otro modo el vicariato no habría tenido la
presencia que tuvo en todo el territorio nacional y eso fue volcado en toda la
zonificación militar, con un despliegue que cubrió no solamente los comandos de
zona, sino cada uno de los batallones, grupos y regimientos que son los que
estaban a cargo de la represión directa y de los centros clandestinos. A tal
punto que era así, que hemos descubierto que hubo alrededor de 100 capellanes,
mucho más que los 30 que se tenían hasta ahora por denuncias, y que
tuvieron relación con unidades militares que alojaron centros
clandestinos o bien que administraban centros militares en otras unidades
dependientes", detalla el joven.
De ese
total de auxiliares "el 30% dependía de las órdenes y congregaciones, no
del clero secular", acota Bilbao y resume que "la orden de los
salesianos aportó 40 capellanes del total de 400, los franciscanos otros 20 y
los jesuitas están en el tercer puesto de órdenes aportantes con siete
sacerdotes".
INTIMIDADES DEL GOLPE. Entre la dedicación exclusiva al vicariato
de Bonamín y la función mixta que ejercía Tortolo, como vicario y arzobispo,
radica la confirmación del papel central que jugó el provicario castrense. El
detalle está en su agenda personal, donde Lede y Bilbao descubrieron su
desempeño para "contener las internas militares para la guerra
antisubversiva y abogar por la unidad de los militares. Se lo puede ver a
Bonamín en todos sus actos y alocuciones abogando por esa unidad para enfrentar
al enemigo. Y eso también aparece en sus diarios, donde Bonamín se destaca no
sólo porque en su ideario lo teológico y lo militar está muy sintetizado, casi
mejor que ningún otro obispo en el país, sino porque además era uno de los
jefes de la institución que articulaba las relaciones entre las FF AA y la
Iglesia, pero también entraba al gobierno como interlocutor".
Con
semejantes funciones a su favor, Bonamín refleja en sus diarios personales la
importancia que tuvo el Operativo Independencia, la ofensiva militar promovida
por las Fuerzas Armadas que lanzó el gobierno de Isabel Perón en 1975 para
"combatir a la guerrilla". A partir de esa intervención militar antes
del golpe, comienzan a llegar los "problemas de conciencia" por la
utilización de la tortura y la violación de prisioneros. "A fines del 75
comienza a aparecer la muerte y la tortura en sus anotaciones. Sobre todo
porque vienen los capellanes a contarle que hay intranquilidad de conciencia en
la tropa o porque el mismo asiste a algunas unidades militares y los directores
le piden que les dé una conferencia para abordar este problema. Así empiezan a
aparecer en su diario los títulos de conferencias de adoctrinamiento que
funcionaron como instancias de formación y también de legitimación religiosa de
la violencia: "Religión y combate", "Matar en combate",
"Visión teológica militar", "Criterios sobrenaturales al
accionar de los militares" y "Administradores de la
fuerza"", detallan los investigadores.
Los
adoctrinamientos oficiales de la Iglesia en Tucumán para 1975, que surgen del
diario personal de Bonamín, luego se extenderían al resto del país durante el
golpe. "En un momento entiende que tienen que "aunar criterios los
capellanes" y entonces organiza reuniones de los capellanes con Tortolo,
para fomentar la justificación teológica para que se muevan con la misma línea
discursiva", cuenta Lede sobre los diarios, donde Bonamín escribió las
quejas de algunos capellanes, especialmente uno de Córdoba, que le advirtió que
"están actuando por mano izquierda" en referencia a las violaciones y
torturas atroces.
Antes del
derrocamiento de Isabel Perón, Bonamín tejía el golpe en sendas reuniones. En
cada una de ellas, según su propio puño y letra, hablaba de "la
situación", como una forma de cifrar en silencio la marcha del golpe que,
en algunas páginas vaticina para el 3 de marzo y otras para algunos días
después. Página por página, Bonamín anota los detalles de sus aportes para la
conspiración. El 17 de noviembre de 1976 escribió: "promuevo una reunión
de comandos militares y el secretario general para el problema "seguridad
en la casa fría estirada" luego invitamos a monseñor Graselli por el
problema que nos crean los que acuden a él por presos políticos,
etcétera", en directa referencia al Operativo Independencia, su
aplicación, y a monseñor Emilio Grasselli, ex secretario de la vicaría
castrense y capellán militar, cuya indagatoria fue solicitada a la justicia
acusado de desorientar "dolosamente" a familiares de
desaparecidos.
En otra
oportunidad, Bonamín refleja que las visitas a las unidades militares tenían un
cometido amplio. "En la Escuela de Infantería Campo de Mayo, invitado por
el director coronel García. Debía ir para cenar y luego entretenerme 15 minutos
con la Compañía 'General Paiva' que se está entrenando tipo comando para la
lucha anti guerrilla, aguerridísima! Pero me encontré con que toda la escuela
estaba esperándome para una conferencia en el salón. Improvisé sobre religión y
combate. Después sí, cena y 'buenas noches' (tema pedido: matar en combate)
(Hay intranquilidades de conciencia) De regreso salimos cerca de las 23."
Otros
tramos reflejan el poder de la vicaría castrense. El 6 de febrero de 1976, 45
días antes del golpe, registra: "Gral. Buasso, vino a saludar a Monseñor
Tortolo, de paso quiso conversar conmigo 'sobre lo que va a pasar'. Conveniencia
seria de prevenir a la Santa Sede por si son detenidos algunos
sacerdotes." La referencia confirma la estrecha comunicación con el
Vaticano, incluso para advertir la detención de sacerdotes. O de otras
personas, como el ex ministro de Isabel, Antonio Cafiero, que había sido
nombrado embajador ante el Vaticano un día antes del golpe. El 14 de abril,
entre otras reuniones, Bonamín recuerda que "Nunciatura pide transmitir al
Almirante Massera no encarcelar al ex ministro Cafiero."
"Después
comprobamos que ese mismo día detuvieron a Cafiero según se desprende de su
autobiografía", cuenta Bilbao para mostrar la profundidad del
entrecruzamiento que hicieron a partir del propio trazo de Bonamín, una prueba
irrefutable, y en primera persona, de una relación casi promiscua entre la
Iglesia y las Fuerzas Armadas que deja en evidencia el enorme silencio que
todavía guarda su episcopado, especialmente "porque muchos de esos 400
capellanes siguen vivos y sin decir una palabra", recuerdan los
investigadores mientras muestran orgullosos el espejo más incómodo que tiene la
Iglesia sobre su relación con la dictadura. Y en primera persona.
Fuente:
Infonews
Anexo. Ver:
http://canarias-semanal.org/not/7590/-videla-la-iglesia-nos-asesoro-sobre-como-manejar-el-tema-de-los-desaparecidos-/
Vervitsky: "En uno de mis libros yo cito una frase de Antonio Quarracino, que fue el Presidente del Episcopado Argentino, Cardenal Primado y Arzobispo de Buenos Aires, donde él cuenta una visita que le hizo a Videla cuando Videla estuvo detenido por primera vez en la década del ochenta. Y él dice que cuando llegó a Magdalena donde estaba detenido Videla, éste le dijo: “aquí estamos, monseñor; por hacer lo que ustedes nos enseñaron”
ResponderEliminarY el entrevistador, que es un teólogo, un ex sacerdote llamado José Pablo Martín, le pregunta a Quarracino: “¿y usted que le respondió?” Quarracino le contestó: “me sonreí y no le dije nada”
Este hallazgo viene a aportar una prueba irrefutable del importantísimo y fundamental rol que muchos siempre creimos tuvo la Iglesia Católica. Espero que sirva para presionar por mas de la mucha documentación que la ICAR todavía tiene guardada.
http://www.cta.org.ar/La-emperrada-verdad.html
Abrazo.
Con la Santa Madre Iglesia Católica no Sala, no no no no no. Basta de revanchismo, reconciliación y a mirar hacia adelante.
ResponderEliminarCon la Santa Madre Iglesia nada que ver; con los y las hijos/as de puta ensotanados, si. "Con las tripas del ultimo cura ahorcaremos al ultimo milico"
ResponderEliminarDurante 2000 años paganos, sarracenos, revolucionarios franceses, bolcheviques, kirchneristas, etc, estuvieron predicando nuestro fin. Acá estamos, más fuertes que nunca, con un Papa argentino que bendice nuestro accionar contra el desgobierno ateo y materialista. A ustedes los borrará el recuerdo de la Historia, mientras que nosotros estaremos a la derecha de Nuestro Señor.
EliminarJuventud "Radical": Sería genial que nos informaran en que parte de la Biblia Jesús promueve la tortura, la desaparición de personas, el robo de bebes y la destrucción de la economía de una Nación.
EliminarDesde ya, muchas gracias por la data.
Tambien agradecería saber en que momento el Papa Francisco los bendijo a ustedes por vuestro "accionar contra el desgobierno ateo y materialista". No cabe duda que me perdí ese gran momento.
Espero que no sea pecado.